La erosión del Otro en la era digital

03/06/2018- Por Leda Martyniuk - Realizar Consulta

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En el siguiente artículo, Leda Martyniuk desarrolla los modos de vincularse en la era digital. A partir de un viñeta clínica, problematiza la figura de la intimidad en tiempos de redes sociales y relaciones líquidas. Para ello, nos dice, es necesario problematizar la diferencia entre el modo virtual y el modo real de vivir, como si reprodujesen la lógica de la apariencia y el ser. En nuestros tiempos lo real es lo virtual. No se trata de dos mundos, sino de la diferencia entre la distancia de los cuerpos. Asimismo, Martyniuk analiza “la erosión del otro que tiene lugar en todos los ámbitos de la vida” y las problemáticas del amor a partir de la virtualización de los cuerpos y la hipervisibilidad del otro.

 

 

 

   *

 

 

 

  Hace un tiempo escucho a una mujer quejarse de que pretende mantener una relación de “exclusividad” con el chico con el que sale (hace dos años). Dice haberlo planteado en esos términos y con determinadas condiciones luego de enterarse que, durante un viaje extenso por cuestiones laborales, él le dijo que a su regreso las cosas no iban a ser iguales porque había comenzado a conocer a otra persona. Ella se lo deja pasar, lo perdona y acepta de alguna manera las condiciones que él le impone.

 

  Dentro de una relación de pareja se ponen en juego distintos pactos, acuerdos y consensos. La metáfora del amor es, en definitiva, esa escena de encuentros y desencuentros. Por un lado, tenemos a erastēs (el amante) que aparece como aquel que ama lo que el Otro posee sin tener idea de que se trata eso y, por el otro tenemos a erōmenos (el amado) que es quién posee el ágalma, el objeto precioso, aunque no sepa que lo tiene.

 

  Entonces, nos encontramos frente a esos dos no saberes y justamente, la significación del amor se produce en la medida en que la función del erastēs, como sujeto de la falta, se sustituye a la función del erōmenos, el objeto amado.

 

  “Amar es dar lo que no se tiene a quién no es” dice la popular frase lacaniana, pero ¿qué queremos decir con esto? En este momento, él es quien tiene ese objeto precioso y ella se pregunta por eso. No sabría que hacer sin él, no le gusto a nadie más, no sé cómo hace la gente para relacionarse con gente. “Ésta es mi teoría del amor, todos son unos mentirosos, todos mis amigos engañan a sus novias” (sic).

 

  Desde esta posición de resignación y con cierto pesimismo se queda sentada con los ojos vendados esperando cierta verdad del Otro. De los griegos aprendimos que al amor se lo puede nombrar de muchas maneras, pero a pesar de tanta tinta derramada en estas cuestiones, hoy se sigue insistiendo a través del imaginario social, en una posición “romántica”, a tal punto que se pretende que en la pareja matrimonial ese tipo de amor la sostenga y la renueve.

 

  El psicoanálisis lo que hace es desmitificar esta noción de amor romántico (platónico) como el único posible. Muchas veces, insistimos en buscar “al indicado”, al que nos complete, pero no hay nada más alienante que la fusión con otro cuerpo ¿qué nos devolvería el amado en esa reciprocidad sino lo mismo que no le damos? Simplemente un “yo también te amo”, lo cual no nos asegura nada, simplemente sostiene la ilusión (de completud).

 

  Ella no era la única amada por él, aparecen los celos y claro si él no la muestra ante los demás otros. ¡Qué locura! En épocas de puro exhibicionismo en donde todo parecería indicar que la identidad se constituye a través de la mirada del otro. Él no la mira, él no la muestra y ella se angustia. Lo persigue, le revisa sus chats y encuentra lo que busca: “las otras”, porque son varias las mujeres con las que habla.

 

  A la semana siguiente, ya no había chats por espiar sino algo concreto, un cepillo de dientes de color rosa, ella no se calla, pero lo perdona porque él va a cambiar ¡lo prometió! ¡Prometió que no lo iba a hacer más! Y continúa, no termina ahí, ya no son “las otras”, ya no son los chats o el cepillo de dientes rosa sino un preservativo usado. ¡Un forro! “¿Cómo puede ser si nosotros no nos cuidamos?” le reprocha ella. Esto continuó, pero su posición no.

 

  Durante la siguiente sesión el quiebre se produce con el relato de un sueño erótico. Allí ella es seducida por su compañero, ella es la amada y eso le da culpa. ¿De dónde viene aquella culpa entonces? ¿Culpa por tener la joya? Me cuenta al pasar que se bajó Tinder, aclarándome que no quiere coger, quiere tener intimidad, quiere conocer gente y pasar el rato. Entonces, me pregunto ¿de qué hablamos cuando hablamos de intimidad?

 

  Habría que pensar estos cruces entre lo público y lo privado sin necesidad de escindirlos sino simplemente cuestionarlos, debatirlos y en ese sentido intervenir sobre los cambios en los lazos sociales.

 

  En primer lugar, hay que hacer una referencia a la espectaculación, a la mirada. “Ojos que no ven, corazón que no siente” dice el dicho. En este sentido, la idea debordiana de un mundo convertido en espectáculo todavía reside en la dualidad esencia-apariencia y supone, que detrás de las imágenes hay una verdad reponiendo el espectáculo como una mediación ficcional.

 

  La exposición pública contemporánea, creo, produce experiencias comunicacionales que hacen a nuestro vivir cotidiano tanto en el circuito de redes virtuales como en las prácticas efectivas o materiales. Lo que debe problematizarse es la existencia real de esa diferenciación entre un modo virtual y un modo real de vivir y estar con otros.

 

  En todo caso podría pensarse que lo íntimo es el dispositivo mediante el cual hacemos público eso que se supone privado. En época de internet y de redes sociales la figura de la mirada se lo apropia todo, porque estamos todos marcados por la visualización del otro. Sin embargo, esta indicación era también propia de una modernidad tradicional. Resulta, que por medio de lo íntimo se quiebran las relaciones tradicionales del adentro y del afuera.

 

  En efecto, se produce una transformación de lo más secreto de uno mismo a todo aquello que pueda vincular-se®. De esta manera, lo interior parece comunicarse en el fondo con su opuesto ¿No será que cuanto más se profundiza lo interior menos puede extenderse aparte y aislarse?

 

  En los tiempos hipermodernos, lo íntimo se vuelve una cuestión de fronteras, exigiendo una política que formalice su territorio, renombrando lo propio de su extimidad[1]. Así es como sucede en las relaciones de pareja, por ejemplo, donde ya el término “pareja” requiere de una intimidad dual, hay algo que se realiza de a dos para que funcione: Inti(a)mar con alguien.

 

  Al hablar de intimidad en este sentido no podemos obviar la relación existente entre los términos intimidad-amor-deseo. En la relación amorosa existe ese entre o campo abierto por lo íntimo al que hace referencia François Jullien (2013) siendo lo íntimo ese acontecimiento que cambia todo, tan solo basta con que haya un Otro para que esa chispa se encienda, para que algo en el medio de ambos se produzca.

 

  Es obscena la hipervisibilidad que carece de la negatividad de lo oculto, lo inaccesible, lo secreto, la máscara según Nietzsche. En este sentido, las imágenes se vuelven pornográficas. Pornografía es el contacto inmediato entre la imagen y el ojo. ¿Cómo soy yo? ¿Qué soy yo para el Otro? El ser visto por el otro me constituye en objeto y, por lo tanto, constituye al otro en sujeto, de ese modo la proximidad es lo ajeno a la vez que el ser-visto constituye la realidad de una relación entre sujetos.

 

  ¿Por qué decimos que estamos viviendo la crisis del amor? ¿Por qué estamos ante la crisis de los lazos sociales? No solo por el exceso de oferta sino también por la erosión del otro que tiene lugar en todos los ámbitos de la vida. Las llamadas “relaciones de bolsillo” adquirieron cada vez más fuerza y este tipo de relaciones se presentan como descartables.

 

  La definición romántica del amor “hasta que la muerte nos separe” está pasada de moda ya que ha trascendido su fecha de vencimiento debido a la reestructuración de las estructuras de las que dependía. Hoy en día, hasta las relaciones de una noche son descriptas por medio de la expresión “hacer el amor”.

 

  “El mundo adquiere rasgos cada vez más marcados de desnudez y obscenidad. El erotismo sagrado de Bataille representa todavía una comunicación ritualizada, que incluye fiestas y juegos rituales como espacios especiales y de separación. El amor, que hoy ya solo ha de ser calor, intimidad y excitación agradable, apunta a la destrucción del erotismo sagrado.

 

  También la seducción erótica, que en el porno se ha eliminado por completo, juega con ilusiones escénicas y formas aparentes. Así, Baudrillard incluso contrapone la seducción al amor: El amor surge de la destrucción de las formas rituales, de su liberación. Su energía es una energía de disolución de estas formas. La desritualización del amor se consuma en el porno.”

                                                  (Byung-Chul Han 2014, p.27/28)

 

  La gente habla de “conectarse” en vez de “relacionarse”. De “redes” en vez de “relaciones”. Todo es cuestión de discursos, en todo está el lenguaje o por el lenguaje estamos donde estamos. La red pertenece a una matriz que conecta y desconecta a la vez y las conexiones son relaciones virtuales.

 

  A diferencia de las relaciones a la antigua, es decir, aquellas donde se prometía amor eterno, parecen estar hechas a la medida del entorno de la modernidad liquida, en la que se supone y espera que las posibilidades románticas fluctúen con mayor velocidad entre multitudes que no decrecen, desalojándose entre sí con la promesa “de ser más gratificante y satisfactoria” que las anteriores.

 

  A diferencia de las relaciones que podríamos llamar reales o no-virtuales, las relaciones online son de fácil acceso (acsexo) y salida. El sujeto del capitalismo posmoderno, disemina el lazo social entre múltiples pertenencias identitarias posibles, una diversidad de relatos, y hace del goce del Otro un devenir estético, produce al Otro como un sujeto siempre nuevo y al mismo tiempo se imprimen dentro de sí las particularidades de aquellos otros que lo rodean.

 

  Por otra parte, el “malestar en la cultura” indica que las lógicas del consumo actual desplazan el encuentro con un Otro real para encontrarse con un gadget, una pantalla que nos dice cómo se goza, que estamos pensando, que sentimos, dónde estamos y hasta qué comemos produciéndose así una cultura de la inmediatez que debilita los vínculos. Un falso-enlace, una falsa-cara que hay que mostrar o simular, pero ¿ante quién?

 

  “Él porno no sólo aniquila al Eros sino también el sexo. La exposición pornográfica produce una alienación del placer sexual. Hace imposible experimentar placer. La sexualidad se disuelve en la ejecución femenina del placer y en la ostentación de la capacidad masculina. El placer expuesto ante la mirada, no es ningún placer. La coacción de la exposición conduce a la alienación del cuerpo mismo.”

                                              (Byung-Chul Han 2014, p.29/30)

 

  Por eso es que hoy vivimos ante una ilusión de cercanía. La modernidad líquida nos rebalsa, nos riega, se nos fue de las manos. Vivimos en un entre-dos-virtual.

Antes lo público estaba dado por lo que se encontraba del otro lado de la pared mientras que lo privado era lo que se encontraba de este lado, del nuestro, de acá, en soledad y en silencio. Hoy, no hay tiempo para silencios.

 

  Las redes sociales nos hacen creer que todos somos amigos, nos hacen sentir acompañados pese a la distancia que se establece. Las nuevas tecnologías solucionaron el problema de la distancia física y superaron los límites espaciales anulando distancias geográficas sin necesidad de desplazar el cuerpo creando una ilusión de cercanía que podemos llamar “presencia virtual” o la virtualización de los cuerpos.

 

  Las subjetividades y los cuerpos contemporáneos se ven afectados por estas tecnologías de la virtualidad junto con esa idea de “inmortalidad” que produce el capitalismo llevando al extremo el slogan de que todo es posible y por los nuevos modos de entender los límites espacio-temporales. En este sentido, lo llamativo es que el cuerpo se vuelve invisible.

 

  Hay gente que se conoce con gente sin que sus cuerpos se conozcan, prescinden de los labios, del abrazo, de la birra y del café. Hay gente que mantiene intimidad sexual de esta manera. Hay gente que mantiene relaciones virtuales y mutch intelectuales donde cobra valor la admiración. La tensión textual se vuelve cada vez más fogosa, pero todo es una buena excusa para evitar el encuentro y con esto el neurótico se lleva muy bien, se las sabe todas digamos. Parece que se le teme al tacto y prima lo imaginario.

 

  “El advenimiento de la proximidad virtual hace de las conexiones humanas algo a la vez más habitual y superficial, más intenso y más breve como para llegar a ser vínculo. A diferencia de las relaciones humanas, ostensiblemente difusas y voraces, las conexiones se ocupan solo del asunto que las genera y dejan a los involucrados a salvo de desbordes y protegiéndolos de todo compromiso más allá del momento y tema del mensaje enviado o leído.

 

  Las conexiones demandan menos tiempo y esfuerzo para ser realizadas y menos tiempo y esfuerzo para ser cortadas. La distancia no es obstáculo para conectarse, pero conectarse no es obstáculo para mantener a distancia. Los espasmos de la proximidad virtual terminan, idealmente, sin dejar sobras ni sedimentos duraderos. La proximidad virtual puede ser interrumpida, literal y metafóricamente a la vez, con solo apretar un botón.”  

                                             (Bauman, Zygmunt. 2005. P.87/88)

 

  En el capítulo “Hang the DJ” de la cuarta temporada de la serie Black Mirror, los protagonistas se conocen gracias a un programa de citas que pone fecha de vencimiento a las relaciones. Se encuentran en un bar, hacen click y la pantalla les facilita las cosas (o no) anunciándoles la fecha de caducidad de la relación.

 

  Puede durar 2hs., 4 meses o hasta 5 años, pero no es tan simple, las cosas pueden llegar a complicarse si alguno de los dos rompe las reglas y espía su vencimiento sin que el otro se entere, eso reduce significativamente la temporalidad.

 

  La curiosidad mató al gato dice el dicho y en este caso el deseo de saber es el culpable del fracaso amoroso. Sería tonto culpar a la tecnología por este retroceso. La soledad detrás de la puerta cerrada de una habitación particular y con un celular a mano es menos riesgosa que el encuentro con el otro sexo a la antigua.

 

  Uno siempre se encuentra con el delete a mano y no hay nada más fácil que (no) responder desde un lugar donde el cuerpo no se compromete, no responder y listo. A otro tema, a otro clavo. En internet uno puede citarse sin temor a las repercusiones del mundo real, sin vergüenza, sin pudores. Uno esta cómodo desde la casa escribiéndole a una pantalla. No hace falta salir de tu casa para tener un romance.

 

 

             * Imagen del presente dibujo, tomada del sitio...

                    https://www.facebook.com/AlMargenPagina/

 

 

Nota: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y la reserva correspondiente  al abordaje clínico.

 

 

Bibliografía

 

-       Bauman Zygmunt, Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Buenos Aires: Fondo de cultura Económica, 2005

-       Debord, Guy (1967) La sociedad del espectáculo. Santiago de Chile: Ediciones Naufragio, 1995.

-       Dipaola Esteban, Lutereau Luciano. Cuando el otro es Otro. Buenos Aires: La cebra, 2017

-       Han Byung-Chul La agonía de eros. Barcelona: Herder Editorial, 2014

-       Han Byung-Chul La sociedad de la transparencia. Barcelona: Herder Editorial, 2013

-       Jullien Francois Lo íntimo. Lejos del ruidoso amor. Buenos Aires: El cuenco de plata, 2016

-       Lacan, Jacques. El Seminario: Libro 8, La Transferencia. Buenos Aires: Paidós, 2015

-       Miller, Jacques-Alain Extimidad. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller. Buenos Aires: Paidós, 2011

-       Sibilia, Paula La intimidad como espectáculo. Buenos Aires: Fondo de cultura Económica, 2008

  



[1] “El término ‘extimidad’ se construye sobre ‘intimidad’. No es su contrario, porque lo éxtimo es precisamente lo íntimo, incluso lo más íntimo -puesto que intimus ya es en latín un superlativo-. Esta palabra indica, sin embargo, que lo más íntimo está en el exterior, que es como un cuerpo extraño.” (Miller: 2010, p.14).

 

 


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