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Las redes sociales son una perdición para los celosos

12/12/2018- Por Iván Chausovsky - Realizar Consulta

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En el siguiente artículo Iván Chausovsky analiza las nuevas tecnologías como sistemas simbólico capaces de generar sentidos. Su interés, sin embargo, no se centra en las tecnologías en si mismas, sino en el modo de producción de subjetividades contemporáneas. Específicamente, el autor considera que las “redes sociales se han convertido en soporte de la constitución de los lazos sociales”. De este modo, las nuevas formas de comunicación reestructuran la identidad, la sexualidad, el amor y el deseo. Por último, se indagan los celos como síntoma paradigmático e inherente al uso de redes sociales en tiempos del amor neoliberal.

 

 

                        

                                                                 © Josan* 

 

 

La producción de subjetividad y la tecnología

 

  Somos parte fundamental de la tecnología y esta es parte de nuestras vidas. Vivimos una relación dialéctica de mutua transformación. El lenguaje producido por los soportes tecnológicos genera transformaciones en nuestros modos de pensar. El psicoanálisis ha entendido al lenguaje como parte funda-mental para decirnos.

 

  La tecnología y la virtualidad son parte importante de nuestra vida cotidiana. Suena el despertador, chequeamos correos, miramos redes sociales, ponemos música y nos comunicamos a través del celular. Debemos entender a ciertas tecnologías como sistemas simbólicos y máquinas de generar sentido. Las tecnologías como herramientas están al servicio de quienes las usan, pero también suelen estar al servicio de ciertas ideologías cuando se convierten en elementos de poder.

 

  La división entre la realidad y la vida en la pantalla se vuelve artificiosa. Lo que pasa en las pantallas impacta en la relación que tenemos con nosotros mismos. Recibimos el mundo como imagen y nos proyectamos a nosotros mismos como imágenes evanescentes.

 

  El sujeto de consumo funciona como producto de la misma sociedad que lo construye. Narciso pasó de ahogarse en el reflejo del lago a hacerlo en las pantallas de los celulares.

 

  Han cambiado las instituciones clásicas que regulan la identidad social. A la familia, la escuela, el trabajo se le adicionan los llamados no-lugares, estos se convierten en espectros importantes de la conformación del sujeto. El espacio social está impregnado por la cultura de la pantalla, las redes sociales se han convertido en soporte de la constitución de los lazos sociales.

 

 

No olvides tu casa al salir del celular

 

  Las máquinas han sabido organizar el saber, la vida económica, las relaciones políticas y sociales de las personas. La producción de subjetividad hace a un conjunto de elementos que producen un sujeto histórico. Se construye el relato de la propia persona en las redes sociales y funciona como semblante.

 

  Así como la histeria fue dialogando con las épocas, las neurosis actuales y los sufrimientos relatados en los consultorios están entrelazados con la vida posmoderna. Cuando hablamos de tecnologías nos interesa pensar en los cambios que el uso de éstas produce y no en la mera novedad tecnológica.

 

 

Parejas y vínculos: tiempo para el amor

 

  Lo romántico es político y el amor carga un potencial revolucionario. Existen fuertes cambios en la concepción del tiempo. Privilegiando lo inmediato por sobre lo mediato corremos como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas. Vivimos apurados no sabemos bien para qué. Los tiempos de las parejas y los vínculos se cocinan a velocidad de microondas.

 

  Lo mostrativo se vuelve incómodo y no permite muchos engaños. Los fantasmas digitales, lo que uno no ve, se vuelve arrasador. Esto permite ciertos actingout a través de medios digitales y redes sociales.

 

  El control de los movimientos y la ubicación, la contabilidad de interacciones y stalkeos furiosos se convierten en herramientas para hacerse daño. Debemos resituar lógicas amorosas que lo hagan vivible. Es necesario pensar lo árido de las relaciones amorosas e intentar separar la lectura de época del rechazo de toda novedad. Las parejas arman y deciden sus propios pactos respecto a la monogamia, la fidelidad y la transparencia.

 

  Existe una apertura de posibilidades y eso nos llena de preguntas, y de angustia. Cada relación decide su pacto pero armarlo genera angustia. En el terreno de las relaciones sexo-afectivas encontramos una oferta desmesurada de personas en redes sociales, cual góndola de supermercado llena de personas que nos miran con su selfie más provocativa.

 

  El marketing del deseo se pone en juego, una oferta excesiva junto a una demanda dubitativa producen un efecto voraz respecto a los encuentros. Los desencuentros no son una casualidad permanente. Ciertos tabúes que se mantuvieron por generaciones empiezan a resquebrajarse; la fidelidad, la monogamia, el amor para toda la vida.

 

  Nuestra sociedad se vuelve cada vez más liviana. Objetos cada vez más pequeños, menos duraderos y más fácilmente reemplazables. “Los encuentros entre hombres y mujeres están crecientemente regidos por una ley de la oferta y la demanda de jerarquía y devaluación.

 

  Tinder, con sus cien millones de usuarios, es uno de los vehículos modernos de esa devaluación del cuerpo sexuado” cuenta Eva Illouz. Hay un replanteo de las bases de la pareja tal cual la conocemos. Estamos viviendo ciertas reestructuraciones a nivel identidad, sexualidad, amor y deseo. Las redes sociales funcionan como anzuelo del deseo del otro y esto ha generalizado el uso de tecnología para la seducción.

 

  Estas cuestiones pueblan hoy los consultorios de los analistas. Estamos más expuestos a la mirada del otro. Las herramientas de la última hora de conexión o el visto plantean nuevas reglas para este tipo de comunicación: si tarda mucho en responder, a qué hora se conectó, generando infinitas suposiciones. El exceso de oferta complejiza la demanda y el carácter metonímico del deseo encuentra un espacio donde moverse con facilidad.

 

 

Celos

 

  ¿Pueden los celos ser un síntoma? Los celos son uno de los problemas que pueden presentarse en una relación. Pensemos las consecuencias que devienen de tomar a la pareja como un bien propio. Muchas parejas sufren por la exposición de su partenaire.

 

  Las redes sociales son una perdición para los celosos. Un lugar donde ahogarse y echar a perder un vínculo. Que si te likeó, que quién es, que por qué agregaste a esa persona a Instagram. Existe la exigencia de justificar ciertos movimientos virtuales y esto va limando el vínculo convirtiéndolo en algo insoportable para el celoso como para el celado. Quien cela da testimonio de que no ama de buena manera, ama al bien que imagina de su posesión, se cree dueño.

 

  Los celos son parte de la vida cotidiana. Se dice que presentan diferentes características en el hombre y en la mujer. Suelen estar representados por un sentimiento penoso experimentado por “el amante” al sospechar que el objeto amado puede ser disfrutado por un tercero y hasta puede ser sustraído por este. Vienen al lugar de una pérdida.

 

  Siempre están en relación con un tercero y con el objeto de deseo del otro. Esta configuración se ha potenciado por la época. Quien cela no es fiel a su autoestima, no puede manejar el impulso y el enojo. Las redes sociales dejan huella para que las personas heridas construyan rápidamente un camino de investigación y paranoia. La hipervisibilidad no es ventajosa para la imaginación.

 

  Existen tantas formas de celos como personas celosas en el mundo. Neuróticos, psicóticos, perversos todos pueden sentir celos. El fundamento de los celos es la proyección y suponer un goce del otro al que se quisiera acceder.

 

  “El enamorado es como el paranoico, cree que todo le habla a él”. Se ha sugerido un vínculo entre la psicosis y la creatividad. Los celosos también funcionan de este modo. La apofenia es la capacidad de encontrar sentido a partir de coincidencias, es la experiencia consistente en ver patrones y conexiones en sucesos aleatorios o en datos sin sentido. Ese fenómeno que comparten los creadores con la psiquiatría no es otra cosa que un síntoma del delirio.

 

  Más allá de los géneros, los celos llevan a asumir una posición pasiva. Los hombres se vanaglorian de sus hazañas, siempre fálicas, y se reconocen tanto más hombres cuanto más goce fálico. Se miden, se contabilizan, impresionan.

 

  En cambio, el amor de las mujeres demanda al ser. Funciona como un borramiento temporal del efecto de falta en ser, un correctivo transitorio de la castración. El goce femenino suele jugarse en el ser. Pero no se es por tener, ni por tener más. Las mujeres aman al amor más que los hombres. Sin embargo, el goce fálico les es cada vez más accesible.

 

  Los celos son una sed de saber. El celoso no es amante de la verdad, sino de la suposición. Celoso y juez juntos en una misma persona buscan la confesión. El celoso quiere ver todo, saber y ver. Quiere ver, pero no confirmar. Ama las pistas, las sugerencias.

 

  Los celos son una estructura de la mirada, no son extraños, lo ilógico es la intensidad desmedida. Para practicar un amor menos torpe primero debemos abandonar el amor narcisista neoliberal.

 

 

Imagen*: extraída de http://maasaimagazine.com/celos-instagram/

 

 

 


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