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Freud y el mito como fuente argumentativa27/06/2006- Por Rafael Krasnogor -
A lo largo de su obra Freud utilizó la mitología de diferentes maneras: a veces para desentrañar el sentido de las formaciones del inconsciente, otras para develar sentidos inéditos de los mitos a partir de los aportes del psicoanálisis, finalmente como fuente argumentativa. En este trabajo se desbroza la importancia del mito como fuente argumentativa. El autor aborda dos momentos capitales del pensamiento freudiano, dos tiempos que marcan rupturas epistemológicas en la obra y en los cuales el mito estuvo presente para fundamentar los nuevos constructos teóricos.
Freud, a lo largo de
su obra, utilizó la mitología de diferentes maneras: a veces para desentrañar
el sentido de las formaciones del inconsciente, otras para develar sentidos
inéditos de los mitos a partir de los aportes del psicoanálisis, finalmente
como fuente argumentativa. Aunque hemos trabajado todas estas formas, en este
trabajo sólo nos detendremos a analizar el mito como fuente argumentativa. Abordaremos
dos momentos capitales del pensamiento freudiano, dos tiempos que marcan
rupturas epistemológicas en su obra y en los cuales el mito estuvo presente
para fundamentar los nuevos constructos teóricos.
Luis Cencillo nos
dice que: “El mito es ante todo un objeto y un modo de conocimiento.(...)”[1].
Esta breve cita pone en evidencia tres aspectos relevantes, o tres lugares que
ocupa el mito desde una perspectiva epistemológica: 1) puede ser objeto de
conocimiento. 2) puede ser el camino (el método) para conocer otra cosa. 3)
puede ser un objeto empírico. Desde la primera perspectiva es que con distintas
metodologías se estudia un relato para determinar si, efectivamente, se está en
presencia de un mito, se lo interpreta y compara con otros mitos, se determina
su antigüedad y procedencia, se lo rastrea para corroborar si en el tiempo ha
sufrido transformaciones, si es un mito vivo, esto es, si aún tiene –su
contenido o su estructura- vigencia en tal o cual sociedad, etc.
Desde la segunda perspectiva el mito en su dimensión hermenéutica,
estructural, simbólica, resulta ser una vía regia para entender una cultura,
para reconstruir la “historia” de los pueblos ágrafos, para interpretar obras
de arte, para rastrear las normas y reglas que hacen posible la supervivencia o
la destrucción de un grupo culturalmente determinado, para comparar aspectos
relevantes de culturas diferentes, como las relaciones de parentesco y las
estructuras de poder, para determinar las bases simbólico-religiosas de un
pueblo o una cultura, para descubrir mestizajes culturales, para comprender la
naturaleza humana desde el punto de vista colectivo; pero, también, desde el
individuo, en especial allí donde las teorías -que parten de la premisa de que
todo lo humano es racional y consciente- fracasan en su intento de comprender o explicar la conducta de los
pueblos o de los individuos.
Desde la tercera perspectiva, el mito como objeto empírico,
pensamos conjuntamente con Kurt Hubner, en su texto La Verdad del Mito,[2]
que en la ciencia y en la dimensión mítica la intersubjetividad empírica se
apoya en la pura experiencia;[3] la ciencia se construye
sobre hechos empíricos reconocidos intersubjetivamente en tanto cosas claras y
distintas; el mito, por su parte, es intersubjetivo, en tanto puede ser
aprehendido por distintos individuos y es, también, un hecho empírico claro y
distinto. Asunto sobre el cual pensadores con enfoques diferentes como ser
Mircea Eliade o Levi-Strauss coinciden en sostener que el relato es un dato de
la experiencia. Desde esta perspectiva empírica vemos que la obra freudiana
avanzó, progresó en sus desarrollos a partir del mito como herramienta. Nuevos
matices del inconsciente freudiano fueron posibles desde el hecho mítico.
Freud cultivó las
tres perspectivas epistemológicas a lo largo de su obra. Quizá podríamos
ubicarlo entre aquellos estudiosos a los que se refiere Levi-Strauss cuando
dice: “(...) no pretendemos mostrar cómo
piensan los hombres en los mitos, sino cómo los mitos se piensan en los hombres
sin que ellos lo noten”[4].
Freud va al mito para comprenderlo desde el psicoanálisis pero,
fundamentalmente, el mito le sirve para hacer más comprensible, más claro y, si
cabe, hasta para fundamentar su descubrimiento: lo inconsciente. Para esto el
mito sí es una vía regia, para acceder a otro tipo de conocimiento que durante
años la exclusión metodológica de las ciencias duras desestimó como meros
subjetivismos.
Como el mito es un
discurso que combina propiedades de la lengua y el habla, de lo temporal y de
lo intemporal, develando acontecimientos que, aunque inscritos en el tiempo, no
desaparecen con él sino que permanecen como estructura, es apto para acceder a la subjetividad humana como
objeto de estudio que es, precisamente, lo que hizo Freud.
Distinguimos
tres formas del mito en tanto fuente argumentativa en la obra de Freud: 1) Como
lo que confirma e ilustra construcciones teóricas, tal es el empleo del relato de
Edipo en la Interpretación de los sueños.
2) Como recurso allí donde la ciencia del momento no alcanza. Esto lo veremos
en el texto Más Allá del Principio del
Placer. 3) Como modelo ideal que ayuda a comprender y aprehender la
realidad o, por lo menos una porción de ella, Tótem y Tabú y el Moisés y la
religión Monoteísta son un ejemplo de esto. Por cuestión de espacio, en
esta oportunidad, nos abocaremos a las dos modalidades mencionadas en primera
instancia, con la posibilidad de abordar la tercera en otro momento.
En La interpretación
de los sueños[5]
-escrito en 1899 y publicado en 1900- se consolida el psicoanálisis, allí se
encuentra la primera versión del aparato psíquico y la explicación de la
subjetividad, Freud utiliza allí, para argumentar sus investigaciones y
descubrimientos, el relato de Edipo en la versión de Sófocles. Anteriormente[6] ya
había mencionado el valor universal del Edipo, sin embargo, en esta obra, el
mito griego es articulado en el sentido de ser el soporte conceptual que
sostiene e ilumina los hallazgos observados. Introduce el mito cuando relata,
según su experiencia, que los padres son de una importancia capital en la vida
psíquica infantil de los que, en un futuro, serán psiconeuróticos. El amor
hacia uno de los progenitores y el odio al otro forma parte del material de
emociones anímicas construido en esa época –vida anímica infantil- que
desarrollará efectos duraderos observados en la sintomatología de la neurosis
posterior[7]. Esta
situación no es exclusiva de los psiconeuróticos, también la observamos en los
hombre normales, sin embargo en los primeros son más extremas estas pasiones.
Puesto que es la primera vez que comenta extensamente el mito, creemos
importante reproducirlo en la versión freudiana completa. Escribe Freud:
Me refiero a la saga de Edipo
rey y al drama de Sófocles que lleva ese título. Edipo, hijo de Layo (rey de
Tebas) y de Yocasta, es abandonado siendo niño de pecho porque un oráculo había
anunciado a su padre que ese hijo, todavía no nacido, sería su asesino. Es
salvado y criado como hijo de reyes en una corte extranjera, hasta que,
dudoso de su origen, recurre también al oráculo y recibe el
consejo de evitar su patria porque le está destinado ser el asesino de su padre
y el esposo de su madre. Entonces se aleja de la que cree su patria y por el
camino se topa con el rey Layo, a quien da muerte en una disputa repentina.
Después llega a Tebas, donde resuelve el enigma propuesto por la Esfinge que le
ataja el camino. Agradecidos, los tebanos lo eligen rey y lo premian con la
mano de Yocasta. Durante muchos años reina en paz y dignamente, y engendra en
su madre, no sabiendo quién es ella, dos varones y dos mujeres, hasta que
estalla una peste que motiva una nueva consulta al oráculo de parte de los
tebanos[8].
Aquí comienza la tragedia de
Sófocles. Los mensajeros traen la respuesta de que la peste cesará cuando el
asesino de Layo sea expulsado del país. Pero, ¿quién es él?
«Pero él, ¿dónde está él? ¿Dónde
hallar la oscura huella de la antigua culpa?».
La acción del drama no es otra
cosa que la revelación, que avanza paso a paso y se demora con arte -trabajo
comparable al de un psicoanálisis-, de que el propio Edipo es el asesino de
Layo pero también el hijo del muerto y de Yocasta. Sacudido por el crimen que cometió
sin saberlo, Edipo ciega sus ojos y huye de su patria. El oráculo se ha
cumplido[9].
A
continuación se interroga por el efecto de la tragedia en los espectadores y
muestra que para los griegos el efecto trágico era el resultado del encuentro
entre la voluntad de los dioses y la fútil resistencia que oponían los hombres.
En la actualidad este efecto caducó, no es el –destino trágico- lo que conmueve
al hombre moderno piensa Freud, sino el destino de Edipo, aquel que fue marcado
por el oráculo. Esta tesis freudiana observada en los síntomas y sueños es
contrastada en el mito y la tragedia griegos. Allí encuentra el vienés una de
las fuentes argumentativas de sus hallazgos teóricos, y, además, la posibilidad
de construir su noción de “complejo de Edipo”, que debemos diferenciar del mito
de Edipo, ya que el complejo no es el relato griego.
Analicemos
el trabajo escrito en 1919 Más allá del
principio del placer:
En este
texto Freud va a efectuar un importante cambio en su teoría pulsional a partir
de algunos fenómenos observados a lo largo de los años. Algunos de estos
fenómenos son los sueños recurrentes en las neurosis traumáticas o de guerra,
el juego infantil, la conducta repetitiva de dañarse que vemos en algunos
individuos y otros que relata en el texto. Así pues, el primer dualismo
pulsional, aquel que oponía las pulsiones de autoconservación a las pulsiones
sexuales será sustituido por otra teoría: pulsiones de vida y pulsiones de
muerte las que, aclara Freud, nunca las encontramos separadas, siempre se
presentan juntas y lo que intentan es restablecer un estado anterior. Estas
pulsiones funcionan por regresión. En palabras de Freud:
Pero es preciso confesarlo: trabajamos ahí con una
ecuación de dos incógnitas. Lo que hallamos en la ciencia acerca de la génesis
de la sexualidad es tan poco que este problema puede compararse con un recinto
oscuro donde no ha penetrado siquiera la vislumbre de una hipótesis. Es verdad
que hallamos una hipótesis así en un sitio totalmente diverso, pero ella es de
naturaleza tan fantástica -por cierto, más un mito que una explicación
científica- que no me atrevería a mencionarla si no llenara justamente
una condición cuyo cumplimiento anhelamos. Esa hipótesis deriva una pulsión de
la necesidad de restablecer un estado anterior.[10]
Aquí
vemos cómo no encuentra asidero en los desarrollos de la biología del momento; las
ciencias no iluminan su hipótesis sobre el nuevo dualismo pulsional y la idea
de restablecer un estado anterior, la corroboración o contrastación de sus observaciones,
entonces, las realiza a través de la mitología. A continuación de la cita
arriba expuesta relata el mito del andrógino mencionado por Platón en El Banquete
:
Me refiero, desde luego, a la teoría que Platón hace desarrollar en El
Banquete por Aristófanes, y que no sólo trata del origen de la pulsión sexual,
sino de su más importante variación con respecto al objeto: «Antaño, en efecto,
nuestra naturaleza no era idéntica a la que vemos hoy, sino de otra suerte.
Sepan, en primer lugar, que la humanidad comprendía tres géneros, y no dos,
macho y hembra, como hoy; no, existía además un tercero, que tenía a los otros
dos reunidos (...) el andrógino ... ». Ahora bien, en estos seres humanos todo
era doble: tenían, pues, cuatro manos y cuatro pies, dos rostros, genitales
dobles, etc. Entonces Zeus se determinó a dividir a todos los seres humanos en
dos partes ( ... ) El seccionamiento había desdoblado el ser natural. Entonces
cada mitad, suspirando por su otra mitad, se le unía: se abrazaban con las
manos, se enlazaban entre sí anhelando fusionarse en un solo ser ... »”[11]
Sobre la
legitimidad de la utilización del mito en esta oportunidad habrá quienes estén
en desacuerdo, sin embargo, creemos que en la ciencia encontramos ejemplo que
se asemejen a este uso. A propósito del mito y la ciencia dice Lacan:
cuando se
llega, (...) a un cierto término de lo que puede ser obtenido sobre el plano de
la episteme, del saber, para ir más allá, nos es concesible que haya un límite,
siendo que el plano del saber es únicamente lo que es accesible para hacer
jugar pura y simplemente la ley del significante en la ausencia de conquistas
experimentales avanzadas, es claro que en muchos dominios, en los cuales
podemos prescindir de esto es urgente pasar al mito de la palabra.[12]
Krasnogor Rafael
rkrasnogor@hotmail.com
[1]
Cencillo, L. Mit, semántica y realidad,
Ed. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1970, p. 353
[2] Hubner, K. La Verdad del Mito, Ed. Siglo XXI, México, 1996.
[3] Hubner, K. Op. Cit. p, 265
[4]Levi-Strauss,C. Mitológicas. Lo crudo y lo cocido I . Ed. Fondo de Cultura Económica, México,1996, p, 21
[5] Acerca de la interpretación de los sueños volveremos en reiteradas ocasiones, aquí simplemente lo mencionamos a los fines mencionados en la introducción
[6] En una carta a Fleiss
[7] Freud, S. La Interpretación de los Sueños, Ed. Amorrortu, Argentina, 1991, p, 269
[8] Freud, S. Op. Cit. p, 270
[9] Freud, S. Op. Cit. p, 270 recordemos que en la cuarta conferencia de las cinco que dictó en EE.UU. dice que el mito de Edipo muestra el deseo infantil en sus palabras “El mito del rey Edipo, que mata a su padre y toma por esposa a su madre, es una revelación, muy poco modificada todavía, del deseo infantil, al que se le contrapone luego el rechazo de la barrera del incesto.” Nótese que no sugiere que Edipo deseaba matar a su padre sino que el mito muestra ilustra su hallazgo, esto es, el deseo infantil.
[10] Freud, S. Más Allá del Principio del Principio del Placer, Ed. Amorrortu, Argentina, 1992, p, 55-56
[11] Freud, S. Más Allá del Principio del Principio del Placer, Ed. Amorrortu, Argentina, 1992, p, 56
[12] Lacan, J. Seminario 8 de la Transferencia, versión electrónica.
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