» Género y Psicoanálisis

Feminismo barato y zapatos de goma

12/10/2019- Por Sofía Rutenberg - Realizar Consulta

Imprimir Imprimir    Tamaño texto:

¿Quién decide qué es feminismo y qué no? ¿Es una teoría, una ideología, una posición política o una forma de vivir? ¿Existe un “verdadero” feminismo? ¿Hay un feminismo bueno y otro malo? ¿Por qué las mujeres no pueden estar resentidas o enojadas? ¿Por qué el enojo de una mujer las vuelve monstruosas, personas a exterminar? La autora pone en cuestión cómo se escucha a un varón, sin caer en el punitivismo. El discurso machista puede hacer masa con el analista, generando una gran confusión a la hora de tratar ciertos temas.

 

 

                                                         “Encierros de San Fermín”, España (2018)*

 

 

  Entro a facebook y me encuentro con el posteo de un psicoanalista reconocido, quien sostiene que las problemáticas de género deberían ser abordadas desde varios ángulos y no siempre desde el mismo lugar. Sigo leyendo, es el relato de un paciente al que le insistió poner por escrito lo que había dicho en sesión.[i]

 

  ¿Quién decide qué es feminismo y qué no? ¿Es una teoría, una ideología, una posición política o una forma de vivir? ¿Existe un “verdadero” feminismo? ¿Hay un feminismo bueno y otro malo?

 

  ¿Por qué las mujeres no pueden estar resentidas o enojadas? ¿Por qué el enojo de una mujer las vuelve monstruosas, personas a exterminar? Las mujeres respetables son aquellas que sostienen el deseo masculino, bajo un supuesto misterio que no es más que el clóset de la infelicidad.

 

  La cuestión no es criminalizar el discurso del paciente, sino reflexionar qué hacemos los y las analistas ante situaciones como estas, en las que un paciente varón expresa la fantasía de un mundo sin mujeres. Lejos de todo punitivismo, me interesa poner en cuestión cómo se escucha a un varón.

 

  El discurso machista puede hacer masa con el analista, generando una gran confusión a la hora de tratar ciertos temas. No se trata de impugnar al analista ni su intervención, sino debatir dicha intervención formalizada desde su clínica, que hizo pública.

 

 

¿Los machistas no escriben poesía?

 

Para el analista aludido, llevarse bien con las mujeres es correlativo a no tener una posición falocéntrica. La interpretación fálica de la sexualidad implica que en el inconsciente sólo hay un genital, el masculino. Existe el fálico y el castrado. La castración femenina supone la extirpación simbólica, la mutilación del clítoris.

 

  Recordemos que el “conchita” que oye Barreda es el significante (alucinado o no) que retorna en lo real, el sentimiento de inferioridad, la voz machista que viene a normalizar. En inglés “pussy” es un insulto.

 

  Se asocia la poesía con la sensibilidad de un varón. ¿Acaso no conocemos poetas misóginos? El machista es un hombre común y corriente, ¡que tiene amigas mujeres! El femicida también. Lo interesante es indagar más en profundidad de quién habla el paciente, con quién está enojado, qué lo frustró tanto.

 

  Los psicoanalistas se han empecinado en formular la pregunta freudiana ¿qué quiere una mujer?, dejando de lado aquella que Freud insinuó en “El tabú de la virginidad” (1917-1918): ¿por qué algunos hombres odian a las mujeres? El varón teme ser contagiado por la feminidad, quedar debilitado y mostrarse incompetente. La mujer es un tabú porque su mera presencia entraña algún peligro.

 

  Según Freud, dicho peligro se funda en que el varón la halla eternamente incomprensible y misteriosa, ajena y por eso hostil. ¿No es acaso como opera el machista, proyectando en la mujer su propia peligrosidad, su violencia? La mujer se vuelve peligrosa por lo que el hombre es capaz de hacer. Ahí es cuando el femicida mata y luego dice “ella me obligó a hacerlo”, “la maté por su culpa”.

 

  Se trata de cuestionar el machismo en lugar de engrosar el odio hacia las mujeres. Si una mujer no quiere que la ayuden a cambiar su neumático y es grosera con los hombres que se acercan, ¡es porque se defiende! Lamentablemente, las mujeres comienzan a conocer métodos de vigilancia y autodefensa. El machismo mata cada 18 horas, el feminismo nunca mató a nadie.

 

  Los femicidas buscan desquitar en una mujer la ira que le produce el poder femenino. Tampoco se soporta que una mujer no necesite ayuda para hacer las cosas que se suponen son masculinas. Las mujeres empiezan a abandonar la tutela y se fastidian cuando se las añina.

 

 

Antipáticas

 

  Cuando leí la fantasía del Gran Éxodo, inmediatamente pensé: ¡parecen las palabras de un femicida! Los femicidios no son un arranque de locura, sino algo que se va gestando bajo esas ideas de exterminar a la que no acata sus órdenes, sus deseos, a la que no consiente, a la que por algún motivo u otro ya no se puede dominar.

 

  Es necesario que las mujeres cumplan con ciertos requisitos para que ciertos hombres las tomen en serio: dulces, pasivas, mansas, tranquilas, dóciles, sometidas. Las otras son un peligro y hay que matarlas, o al menos herirlas de algún modo para poder domesticarlas, volverlas manejables: degradarlas.

 

  Me recordó al mito del Hain, que narra los inicios de la cultura selk’nam, en la que los hombres se rebelaron ante el poder de las mujeres y realizaron un asesinato masivo de mujeres, un femicidio en masa que dio origen al patriarcado. La alianza entre hombres para dominar a las mujeres surge del terror que genera el poder de las mujeres. El odio es hacia el género femenino, hacia todas.

 

  Lo interesante del mito es que a las niñas no las mataron, sino que las criaron y las volvieron sus esposas. Debían acatar al hombre; y de paso inauguraron el incesto.

 

  La mujer honrada es la que sonríe aunque no esté contenta. La simpatía es un mandato femenino, hacer felices a los demás, consentir el deseo masculino, ¡sino nadie te va a querer y te vas a quedar sola!

 

  Por eso vemos en la clínica la enorme dificultad que tienen tantas mujeres de hablar, porque conforma un desafío. Abrir la boca y luego tener dolor de garganta, de muelas, bruxismo o llagas. El deber de simpatía en las mujeres está ligado a la renuncia de cualquier deseo que esté por fuera del deseo de los hombres.

 

  Ser antipáticas es oponerse a las formas de poder que ocultan la felicidad y la sonrisa. No quiere decir que se deja de lado la alegría, el amor, ni los sentimientos agradables. Se trata del desarrollo de una conciencia política sobre lo que genera infelicidad. La antipatía también quiere decir que el género femenino está limitado, paradójicamente, por la falsa felicidad.

 

  El feminismo aborda nuevas formas de felicidad: “Ninguna mujer tiene un orgasmo abrillantando el suelo de la cocina”, dice Betty Friedan en La mística de la feminidad (1963), en donde habla por primera vez sobre la infelicidad de la ama de casa.

Muchas mujeres sostienen situaciones de infelicidad para no causar infelicidad al otro. El dolor de una persona puede tener efectos en la vida de otra.

 

  Se espera que el dolor sea algo privado, secreto, porque puede ser contagioso. Ser perfecta y no dar señales de estar rota, herida, ni siquiera enojada y mucho menos furiosa porque podrían pensar que estás loca o que te pasa algo. Por fuera impoluta, por dentro gritar de dolor. Mantener la apariencia de que todo está bien. Pero no está bien.

 

  Como tomar alcohol por placer y diversión es viril, algunas mujeres beben mientras cocinan para el marido, una copita de acá, otra de allá hasta haber tomado lo suficiente como para desmayarse o exteriorizar el enojo acumulado de toda la vida en un estallido de ira, llanto y gritos que las hace quedar como locas, desmedidas, desquiciadas y violentas. No es el alcohol lo que violenta, la herida ya está hecha y el enojo está siempre en estado de ebullición.

 

  Para ser auténticamente femenina es necesario ser masoquista. La única agresividad que se tolera de una mujer es hacia una misma. ¡La simpatía es una trampa! Las mujeres tienen que hacer un esfuerzo constante para brindar pruebas fehacientes de su capacidad, sino ¡sos una feminista barata!

 

  Sonreír a pesar del dolor es un imperativo de sobre-exigencia como condición para el reconocimiento. La falsa sonrisa ha creado las posibilidades psíquicas y políticas que hacen infelices a tantas mujeres. No pueden expresar lo que les molesta sin ser consideradas complicadas o diagnosticadas como maníaco-depresivas.

 

 

Resentidas

 

  ¿La distinción entre “feminismo crítico” y “feminismo barato, del resentimiento” no es acaso la vieja distinción entre la madre y las putas, las buenas de las peligrosas, lo que Freud llamó la degradación de la vida amorosa?

 

  María Elena Walsh era lesbiana. Es reconocida por sus canciones para niños, pero poco se sabe de su vida íntima que atesoró por considerarse pudorosa y con una “educación inglesa”. No le gustaba hablar de su vida personal ni de ningún tema íntimo: “Me gusta lo secreto, la cosa ambigua, porque también es una forma estética de mantener un estilo de vida y un estilo de escritura”, dijo en una de sus últimas entrevistas, en la que le preguntaron por qué creía que sus amores habían sido confundidos con hermanas o amigas.

 

  Virginia Woolf, se casó con un hombre, no tuvo hijos. Autocensuró de su obra toda referencia al erotismo lésbico por miedo a la represalia policial en la época intransigente en que vivió. Terminó su vida suicidándose en un río con piedras en los bolsillos.

Pienso en la novela de Virginia Woolf, La señora Dalloway (1925), en donde la infelicidad no se manifiesta pero está siempre presente. El dolor y la tristeza se ocultan detrás de las tareas cotidianas y de la preparación de una fiesta.

 

  En 1930, Virginia le declaró a su amiga Ethel Smyth: “A veces retumba como un trueno dentro de mí el sentimiento de la total inutilidad de mi vida”. La feminista que se respeta es la reservada, la que sufre en silencio, la reprimida.

¿No es necesario estar resentida para poder aceptar la tristeza y poder hacer algo con ella?

 

  Se dice que el psicoanálisis ayuda a perder, a soportar los errores y fracasos, a hacer algo con la castración. En parte es cierto, pero ¿lo que se pierde no es acaso lo que se carga por miedo a perder? Muchas mujeres se resisten a reconocer su malestar porque eso implicaría aceptar el aburrimiento y la infelicidad, tomar conciencia del dolor.

 

  Se llenan de ocupaciones para no sentir tristeza, ¡el vacío puede ser pesadísimo! Y no me refiero al existencial, sino al destino de tantas mujeres a hacer tareas que condenan a la inmanencia. ¿Cuál es ese límite? Para muchas mujeres el límite lo ponen otros. Huir de la felicidad impostada, sobre la que se sostiene la felicidad de tantos padres, hermanos, amigos, maridos, profesores, implica renunciar a la simpatía.

 

  Aquellas feministas reconocidas por la historia no fueron simpáticas sino consideradas provocadoras de infelicidad, verdaderas resentidas.

 

 

¿Qué hacer?

 

  El feminismo implica tomar conciencia de todas las renuncias a las que se someten las mujeres al exhibirse felices. Toma de conciencia que conlleva tristeza, en la que se juega una pérdida. Esto no quiere decir que ser feminista es ser infeliz, porque no sonreír todo el tiempo no es sinónimo de amargada, malhumorada, enojada o soberbia.

 

  A las feministas se las reconoce como combativas, que discuten todo, mal-llevadas, que desean arruinar la fiesta por envidia. Todos mitos que obturan la posibilidad de ver que el feminismo exterioriza los sentimientos negativos que suelen estar ocultos, negados y obstaculizados bajo la obediencia de ser felices todo el tiempo.

 

  Entonces, ¿qué tenemos que hacer las feministas ante situaciones en las que se intenta corregirnos y tranquilizarnos? Romper con el proceso de adaptación, perder la simpatía de todo el mundo, ponernos los zapatos de goma e infectar con nuestra posición de feminismo barato a las próximas generaciones parece un buen camino.

 

 

Imagen*: https://www.diariodenavarra.es/pags/san-fermin/recorrido-encierro-san-fermin.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[i] “Me interesa transcribir los dichos de un paciente de unos treinta y cinco años que me parece aportan algo a las animadas discusiones actuales acerca de las problemáticas de género, tan variadas y complejas que necesitan ser abordadas desde varios ángulos y no –como suele ocurrir- siempre desde el mismo lugar. De hecho el paciente aceptó ponerlas por escrito después de una sesión, ante mi insistencia. Cabe aclarar que nunca lo sorprendí en posiciones falocéntricas o androcéntricas, más bien se lleva con más facilidad con amigas mujeres que con varones. Pero es un hombre muy sensible -la poesía es su vocación principal- y se sintió varias veces agraviado o maltratado por algunas mujeres, en ocasión, por ejemplo, de amagar dejarlas pasar primero o, señaladamente, cuando se detuvo en una ruta al ver a una mujer empeñada en cambiar un neumático y su oferta de ayudarla fue recibida con impronunciables groserías. Aquí la transcripción: “Si las mujeres se ponen cada vez más antipáticas vamos a tener que prescindir de ellas. Como son de las que más dependemos, se van a sentir solas sin la dependencia que tenemos de ellas. Es que somos medio boludos, hasta los más mandones se portan en el fondo como nenes grandes caprichosos…..Vamos a hacer un Gran Éxodo….Nos iremos con nuestros padres, tíos, abuelos, primos, amigos, maestros…..Nos van a extrañar y nos van a pedir que volvamos, pero no vamos a volver. Y si es por sexo, lo buscaremos en mujeres de otras culturas, todavía no infectadas de feminismo barato”. (Es de aclarar que el paciente distingue un feminismo crítico, filosófico, encarnado en figuras como las de María Elena Walsh y Virginia Woolf  y lo que él llama “barato”, o feminismo del resentimiento). Lo que leí como más interesante de este pequeño fragmento es esa fantasía del Gran Éxodo- así, con mayúsculas, lo redactó él mismo-, en el que me parece escuchar un trasfondo mítico, el de una gran migración. En cuanto a su idea de que lo mejor de una posición feminista se arruina si está contaminada de resentimiento, otras sesiones me dejaron ver que ha cultivado la lectura de Nietzsche, el filósofo acaso que más trabajó sobre este sentimiento o pasión, sobre todo a propósito del cristianismo”.

 

 


© elSigma.com - Todos los derechos reservados


Recibí los newsletters de elSigma

Completá este formulario

Actividades Destacadas

La Tercera: Asistencia y Docencia en Psicoanálisis

Programa de Formación Integral en Psicoanálisis
Leer más
Realizar consulta

Del mismo autor

» No quiero a los golpeadores
» ¡Virilizate!
» Hacia un feminismo freudiano
» La mascarada del psicoanálisis
» El poder de las mujeres: un significante forcluido

Búsquedas relacionadas

» feminismo
» machismo
» misoginia
» femicidio
» sometimiento
» lugar del analista
» identificación
» “antipáticas”