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¿Qué es escribir como una mujer?

16/09/2020- Por Manuela Mántica - Realizar Consulta

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Leer no es lo mismo desde Freud para acá. La lectura que propone el psicoanálisis es una lectura que no tiene nada que ver con la norma. Entonces ¿cómo es que lee el psicoanálisis lo femenino? ¿Cómo lee la escritura lo femenino? Este texto es un pequeño esbozo de alguien que escribe, lee y se pregunta por lo femenino, tres operaciones que aunque parezcan diferentes, pueden tener mucho en común.

 

                                

      Max Ernst, collage incluido en el libro Une semaine de bonté (1934)*

 

 

«soy mujer y mis poemas

son de mujer: fácil

de decir la hembra es dúctil

y (caricia tras caricia)

se prepara para la calma

masoquista…»

 

             Diane di Prima

 

 

  Me pregunto, ¿qué será escribir como una mujer? ¿cómo será un poema de mujer? Es importante comenzar ubicando que la lectura de la sexualidad que podemos hacer, de Freud en adelante, es una lectura que no tiene nada que ver con lo normativo. ¿Por qué? Porque no hay un nombre para lo femenino, como dice Masotta (2015), no hay algo directamente relacionado con lo genital que predetermine un objeto. Y esto sucede nada más y nada menos que porque hablamos, porque estamos atravesados por el lenguaje.

 

  El lenguaje nos divide en el sentido de que las cosas no contienen en sí mismas una significación. El concepto de significante puede servirnos para pensar en esto y Masotta (2015) va a decir que el significante es la palabra en tanto esta es capaz de remitir a más de un significado, es decir, no remite a un objeto.

 

  Quien escribe poesía hace suya esa experiencia de intemperie, de estar agujereado por el lenguaje, y escribe con eso, o mejor dicho, eso escribe. De alguna manera, quien escribe está dominado por lo que le hace hueco y si lo comparte es porque asume su escritura como incompleta y va a buscar en el otro que lee o que escucha, lo que falta para completarla.

 

  A menudo nos olvidamos de que cuando compartimos algo con-partimos, o sea, damos algo de nuestra partición, de nuestro estar partidos y partidas, nada más y nada menos que por el lenguaje.

 

  Natalia Litvinova (2020) dice en su último libro que es fácil dejar cada cosa en su sitio, pero difícil regalar al otro tu piedra preciosa. Podemos pensar que la experiencia de la escritura es la experiencia de un regalo. No de cualquier regalo sino de lo más preciado, por lo que tiene un costo. Quien escribe poesía paga el costo de perder. Pero, y esto es lo más interesante, no se trata de perder todo.

 

   Lo que se pierde en la escritura es algo de ese narcicismo que nos hace caer bajo la ilusión del yo. Si decimos narcicismo en psicoanálisis, nos referimos a la relación entre la madre fálica y el niño narcicista tan necesaria en nuestra constitución. Nacemos y necesitamos de otro que nos alimente, nos bañe y nos vista.

 

  Esa relación está dominada, dice Masotta (2015), por una ilusión, un paraíso en donde el niño es el objeto primordial para quien la madre es objeto de su deseo. Se pone en juego una doble ilusión: el niño tiene, la madre tiene y constituyen un todo perfecto y unificado.

 

  Escribir implica necesariamente un trabajo con lo que falta, con lo que descompleta y es un efecto de ese trabajo. Ahora bien, de esa misma manera podemos hablar de lo femenino. Si hay un trabajo con lo que falta, es porque hay invención.

 

  La poesía y lo femenino se cruzan ahí donde se teje lo novedoso, lo que aparece como radicalmente diferente de lo fálico, es decir, diferente a ese paraíso del que hablábamos. La mujer no es la madre. Una madre siempre tiene, siempre está, una madre escribe todo. Una madre se cuida de los agujeros, los tapa, previene, protege.

 

  La mujer no es la madre, pero ¿entonces qué? No hay identidad femenina; de hecho, no hay identidad. Le debemos a Freud el legado de que la sexualidad es una invención singular e inédita siempre, cada vez. No nacemos ni hombres ni mujeres, sino que la sexualidad es un devenir que se trama en relación al deseo, que siempre es el deseo del Otro, o sea, deseo de deseo.

 

  Lo femenino es lo que se presenta como absolutamente distinto, y, por lo tanto, es un problema tanto para el hombre como para la mujer, porque nadie sabe qué hacer con la diferencia. ¿Será que la escritura es una manera de hacer algo con la diferencia? La poesía es del orden de lo femenino.

 

 

Arte*: obra tomada de https://medium.com/mutualart/living-through-max-ernsts-week-of-kindness-bbc09bd3a73b

Max Ernst fue un destacado artista de origen alemán nacionalizado francés (1891-1976). Dadaísmo, surrealismo.

 

 

Bibliografía:

 

Litvinova, Natalia (2020). La nostalgia es un sello ardiente. Buenos Aires: Llantén.

 

Masotta, Oscar (2015). Lecturas de psicoanálisis, Freud, Lacan. Buenos Aires: Paidós.

 


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