La batalla en el monumento de batalla

08/05/2015- Por María Pía Doldán y Carlos Landa - Realizar Consulta

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Hay en el hombre una insistencia en guardar registro de los acontecimientos que marcaron su vida, y la de los suyos, y la de los otros. Así como existe la escritura, también está lo que se transmite en el fogón; son distintos tipos de marcas y una no reemplaza a la otra. El monumento es uno de esos modos de inscripción de una marca, con su propia singularidad... Situar el acontecimiento en el monumento parece novedoso respecto de la idea tradicional de representación eterna e inalterable.

 

 

 

 

“Difícilmente abandona su lugar lo que mora cerca del origen”

“Su seguro alzarse es el que hace visible el invisible espacio del aire”  

MARTIN HEIDEGGER (El Origen de la Obra de Arte)

 

 

 

A modo de introducción

 

Para empezar a situar la cuestión, cabe la pregunta: ¿qué es un monumento?

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE 2015), la definición de “monumento”, que aparece en rigor como “monumento conmemorativo”, es: “Un monumento conmemorativo o memorial[1] es un lugar u objeto cuya función es conservar la memoria de un hecho, de una persona o de un grupo de personas, por lo general ya fallecidas.”

 

Sin embargo, el monumento no siempre se comporta según esta definición. A veces los monumentos se olvidan o se exaltan, se iluminan o ensombrecen, se repiten o imitan, se destierran... relegan… exilian; también pueden perderse, hundirse o desmoronarse, pueden incluso desaparecer.

 

¿Qué es lo que le ocurre al monumento cuando va más allá de la definición, del propósito memorial?

El monumento es una materialidad a la que se le dio cierta apariencia con el fin de representar un hecho, idea o principio, pero es habitual que le suceda algo que va más allá de esa intención de representación. Se produce un acontecimiento que lo afecta, ya sea en los elementos que lo componen, en su emplazamiento y a veces, en su misma existencia. Como todo acontecimiento, se da en un espacio determinado y en un momento dado. Como todo acontecimiento es único, irrepetible e incalculable.

 

Entonces por un lado, el fin representativo del monumento, por el otro, un acontecimiento.

Representación y acontecimiento ocurren en vecindad y total ajenidad el uno del otro. Esto produce una tensión, a la que asistimos, sin darnos cuenta, en cada oportunidad que nos encontramos frente a un monumento.

Una tensión no es otra cosa que un sistema de fuerzas; en este caso, la tensión tiene lugar en la experiencia de la monumentalidad. En tal sentido, para comprender la tensión en el monumento, resulta conveniente aproximarse a un tipo particular: el monumento de batalla. 

 

 

La batalla en el monumento de batalla

 

Se llega a la creación de un monumento de batalla por diferentes caminos. Una vía es la realización del monumento en tanto obra (estatua, monolito, cenotafio, obelisco, mausoleo, etc.). Otra forma puede ser por vía del nombramiento: a partir de los restos que quedan tras el hecho que originó la idea de un monumento, se identifica un lugar o elemento que es considerado emblemático y se lo nombra, estableciéndose como lugar histórico o monumento conmemorativo, en cada caso. 

El resultado es una representación cuya objetivo es la permanencia inalterable en el tiempo. Teniendo en cuenta esto, la tensión entre representación y acontecimiento podría pensarse como un cruce entre dos temporalidades: eternidad y acontecimiento.

 

La tensión tiene, al menos, cinco modos de presentarse en el monumento:

1. Collage: es una técnica utilizada principalmente en la plástica, por medio de la cual se busca unificar diferentes elementos.

2. Palimpsesto: Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior. 

3. Desplazamiento: en este caso en particular, el movimiento se evidencia en una sucesión de monumentos que van trazando un recorrido en sus sucesivas realizaciones en el espacio y en el tiempo.

4. A partir de los cimientos: referido a lo que fue creado desde los restos de un monumento que le precedió.

5. Olvido: algo que ha dejado de tenerse presente

 

 

A continuación se presentan tres casos de monumentos de batalla atravesados por la tensión entre la representación y acontecimiento.

 

 

LA VERDE

La batalla de La Verde, fue un episodio bélico acaecido un 26 de noviembre de 1874, se produjo en las inmediaciones de la estancia “La Verde” (actual partido de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires). El enfrentamiento fue encarnizado y sucedió entre la vanguardia de las fuerzas gubernamentales y las numerosas tropas revolucionarias. Se calculan entre 300 y 400 muertos y heridos (entre ellos el coronel Francisco Borges, abuelo del famoso escritor).

 

Monumento

 

El actual monumento conmemorativo en torno a la batalla de La Verde data de 1974 (centenario de dicho acontecimiento). El mismo se encuentra dentro del campo “La Cricra”, propiedad de la familia Sánchez Álzaga. El camino más próximo dista más de tres kilómetros del monumento, por lo que no puede ser visto por el público general, sino más que por los dueños del campo, sus empleados o invitados[2].

Los trabajos arqueológicos, la búsqueda documental y la memoria oral de viejos paisanos de la zona, posibilitaron esbozar una suerte de historia del monumento. Por una parte, diversos sondeos llevados a cabo sobre distintas secciones del monumento, permitieron apreciar una estratigrafía compleja que evidencia al menos dos construcciones previas por debajo del monumento actual.

Esta descripción responde a dos formas de tensión: “palimpsesto” y “a partir de los cimientos”, en tanto el monumento presenta una superposición de estructuras, en la que el último reemplaza al anterior, quedando registro de la destrucción de las construcciones pretéritas.

Por otro lado el análisis de fotografías aéreas realizadas por el INTA durante la década del 50 del siglo pasado, permite apreciar que el espacio destinado a este monumento era mucho más amplio que el actual y que el camino -hoy desvanecido a los pocos metros por fuera del alambre- constituía un pasaje hacia el propio núcleo del campo de batalla (monte tupido). Pareciera que por ser inaccesible, el monumento va siendo olvidado. Bien podría pensarse que el olvido es efecto de la inaccesibilidad, si no fuera por las palabras del ingeniero francés Alfred Ebelot, quien en su viaje al desierto, notaba lo siguiente: “(…) cuando llegamos a la estancia de “La Verde” más allá de la cual entraríamos en zona peligrosa. Esa estancia (…) Se la conoce por la batalla que en ella se libró hace tres años y que marcó el fin de la revolución de setiembre. En el lugar reposan, como dice el melancólico epitafio inscrito en la tumba por un coronel filósofo, “mecidas por el viento del desierto, las víctimas de la guerra civil, igualmente olvidadas por vencidos y vencedores” (Ebelot [1877] 2008:130-131). Esta es otra forma de tensión que atraviesa al monumento de La Verde, en tanto “olvido”.

 

 

                 

 Figura 1: Monumento de la batalla de La Verde y detalle (campo La Cricra)

 


VUELTA DE OBLIGADO

 

El 20 de noviembre de 1845 se desarrolló una batalla anfibia (terrestre y naval) en Vuelta de Obligado (río Paraná Guazú, a 18 km al norte de San Pedro, Provincia de Buenos Aires, Argentina). El enfrentamiento se estableció entre las tropas de la Confederación Argentina y la flota de guerra de la alianza franco-inglesa. Estas últimas trataron de forzar el paso río al norte, pero se vieron impedidos por la maniobra defensiva confederada que atravesó con cadenas el cauce del río Paraná. La batalla duró unas 8 horas y finalizó cuando los aliados desembarcaron, destruyeron las baterías y se abrieron paso. Se produjeron cerca de 800 bajas en total, casi el 90% entre los confederados. La fecha de la batalla fue elegida como día de la soberanía nacional argentina.

 

Monumento

 

El paisaje de guerra de Vuelta de Obligado comenzó a ser monumentalizado a mediados de la década del 30 del siglo pasado continuándose esta práctica (intermitentemente) hasta la actualidad. En diversos contextos histórico-políticos -y por lo tanto distintos y antagónicos activadores de memoria- este espacio (de aproximadamente 5 hectáreas) fue minándose con gran cantidad y diversidad de hitos materiales: cruces, mástiles, promontorios, cadenas, estatuas de vírgenes, cañones, anclas, monolitos, muros con placas de bronce, infografías, monumentos de artistas reconocidos como Rogelio Polesello.

 

       

                      

Figura 2: heterogeneidad monumental en Vuelta de Obligado

 

La variedad de memoriales y su convivencia en el espacio dan cuenta de un efecto de collage -en una de sus formas más exuberantes- tanto por el tipo de monumentos como su heterogeneidad material e ideológica. Por ejemplo, conviven placas de agrupaciones militantes políticas y de comunidades aborígenes; con otras aportadas por diversos gobiernos de facto y democráticos. A pesar de su antagonismo, la gran heterogeneidad queda unificada en el paisaje monumental, dando lugar a otro tipo de tensión: el desplazamiento; el cual se evidencia en un recorrido establecido por los sucesivos monumentos que a la vista satelital se presenta como un vector trazado en el tiempo con orientación Norte-Sur.

Habría que considerar si la tensión por desplazamiento hubiera sido posible sin la tensión por collage.

 

                 

               

Figura 3: Paisaje monumental de Vuelta de Obligado

 

 

SUIPACHA

 

La batalla de Suipacha fue un evento bélico ocurrido el 7 de noviembre de 1810 entre las fuerzas del Ejército Expedicionario al Alto Perú (Ejército del Norte) enviadas por la Primera Junta de Buenos Aires y las fuerzas realistas, durante las llamadas guerras de la independencia. El enfrentamiento tuvo lugar aproximadamente a 25 km de Tupiza, en la población de Suipacha, a orillas del río del mismo nombre (actualmente provincia de Sud Chichas, Departamento de Potosí, Estado Plurinacional de Bolivia). El entuerto duró media hora y concluyó en victoria para los revolucionarios, quienes mataron 40 hombres y tomaron 150 prisioneros.

 

Monumento

 

 La plaza del pueblo de Suipacha cuenta con dos complejos monumentales. El primero de ellos posee las placas de bronce más antiguas (desde la década del ´40 a mediados de la del ´90 del siglo XX). Es una estructura formada por tres mástiles en cuyas bases se encuentran las mencionadas placas. El nuevo complejo consta de cuatro mástiles, un obelisco, dos bustos y numerosas placas (desde mediados de la década del 90 hasta el 2010: bicentenario de la batalla).

 

 

              

Figura 4: Primer complejo monumental de la Batalla de Suipacha

 

 

        

Figura 5: segundo complejo monumental de la batalla de Suipacha

 

 

A diferencia del monumento de Vuelta de Obligado, este es un collage fallido. En lugar de tratarse de elementos heterogéneos, los dos complejos monumentales son llamativamente homogéneos, más aún, no parece haber un efecto de unificación: el primero queda neutralizado por el segundo. Esta sensación “artificial” de búsqueda de tensión no lograda en el pseudo-collage, da cuenta de un acontecimiento que aún no tuvo lugar en el monumento. Ambas estructuras no se integran como forma conjunta de representación. Comparten el mismo espacio y el mismo propósito sin reconocerse entre sí, son ajenas una de la otra.  

 

 

A modo de cierre

 

Este es un trabajo preliminar que puede encontrar continuidad en futuras investigaciones. Situar el acontecimiento en el monumento nos parece novedoso respecto de la idea tradicional de representación eterna e inalterable. El acontecimiento es otra temporalidad distinta a la de la eternidad monumental, que la horada, la agujerea; el acontecimiento surca, pliega, corrompe la topología de la eternidad. El punto de vista de las tensiones permite pensar una dinámica que consideramos merece ser desarrollada.

Esperamos que a partir de la mirada de diversos profesionales, pensadores e investigadores de distintos campos se pueda ir más allá de estas primeras consideraciones, quizás tomando las mismas como punto de partida, enriqueciéndolas, afirmándolas, modificándolas o incluso derribándolas según la dirección que asuma cada estudio ulterior. En definitiva, es nuestra aspiración, que así como sucede con los monumentos, este trabajo propicie ciertas tensiones.

 

 

 

Agradecimientos

 

Gabriel Díaz, Medios y Comunicación

Dr. Facundo Gómez Romero

Dra. Victoria Salerno

Analía Schreiber, Psicoanalista

 

 

Obras consultadas

 

Borges, Jorge L. Obras completas. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.

 

Ebelot, Alfred. 2007. Adolfo Alsina y la ocupación del desierto. Relatos de la frontera.

 

Heidegger, Martin. 1973. El origen de la obra de arte. Fondo de Cultura Económica. México.

 

Lacan, Jacques. 1971. Lituraterre. Literatura y Psicoanálisis. https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=sites&srcid=ZGVmYXVsdGRvbWFpbnxjb2xlZ2lvY2xpbmljb3xneDo3ZTU4YTkyZjFlMDhjMWE3. Acceso marzo de 2015.

 

Landa Carlos y Odlanyer Hernández de Lara. 2014. Sobre los campos de batalla. Arqueología de conflictos bélicos en América Latina. Aspha ediciones. Buenos Aires.

 

RAE. 2015. Diccionario de la Real Academia Española. http://www.rae.es/. Acceso marzo de 2015.

 

Salerno, Virginia. 2014. Trabajo arqueológico y representaciones del pasado en la provincia de Buenos Aires. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.

 

 



[1] El uso de la palabra memorial, calco de la voz inglesa memorial, con el significado de ‘monumento conmemorativo’ está desaconsejado por la Real Academia Española

[2] Se trata de un monolito de ladrillo con una placa de mármol cuyas inscripciones son las siguientes: COMBATE DE LA VERDE. 26 de noviembre de 1874. TENIENTE CORONEL ARIAS CONTRA FUERZAS REVOLUCIONARIAS DEL GENERAL MITRE MANDADAS POR EL CORONEL BORGES VENCIO EL TENIENTE CORONEL ARIAS Y MUERE EN COMBATE EL CORONEL BORGES. Corona esta estructura una cruz de hierro. La misma se encuentra cercada por vallado de alambre, flanqueada por cipreses y conduce un camino de ladrillos hasta el monolito (dicho camino se pierde una vez que sale del alambrado). Durante nuestra primera visita al sitio en 2004, la misma fue restaurada por los empleados del campo.


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