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Cuando el saber es lo no deseado

12/04/2021- Por Marcela E. Kierszenbaum - Realizar Consulta

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Las vicisitudes de lo que acontece en una familia pueden ser diversas. En el film propuesto atrapan desde el comienzo; parece ser que compartir una casa no siempre implica estrechar lazos firmes y confiables entre sus integrantes. En algunas oportunidades se trata de sostener la imagen familiar, en otras de vivir a pesar del dolor. Los embates, las caídas, la vergüenza, tienen un lugar pleno en el desarrollo de la película en donde se despliega una trama interesante e impredecible, en la cual los efectos que se producen van más allá de todo lo pensado.

 

                                                                                                                                     Afiche del film

 

 

Ficha técnica y artística

 

Título: Crímenes de familia
Título original: Crímenes de familia

Reparto:
Cecilia Roth (Alicia)
Miguel Ángel Solá (Ignacio)
Sofía Gala (Marcela)
Benjamín Amadeo (Daniel)
Yanina Ávila (Gladys)

Año: 2020
Duración: 99 min
País: Argentina
Dirección: Sebastián Schindel
Guion: Sebastián Schindel y Pablo Del Teso
Música: Sebastián Escofet
Fotografía: Julián Apezteguia
Género: Thriller
Distribución: 
Netflix

  

 

                                                                                               Óleo de Claude Monet (1897-1898)*

  

 

“Hay tantos secretos en mi familia, que tal vez no me alcance el   tiempo para despejarlos todos: la verdad es fugaz, lavada por torrentes de lluvia”[1]

                                     

                                          Isabel Allende

 

 

  

  Las vicisitudes de lo que acontece en una familia pueden ser diversas. En el film propuesto atrapan desde el comienzo; parece ser que compartir una casa no siempre implica  estrechar lazos firmes y confiables entre sus integrantes.

 

  En algunas oportunidades se trata de sostener la imagen familiar, en otras de vivir a pesar del dolor. Los embates, las caídas, la vergüenza, tienen un lugar pleno en el desarrollo de la película en donde se despliega una trama interesante e impredecible, en la cual los efectos que se producen van más allá de todo lo pensado.     

 

  Algunos trazos planteados dentro de la película Crímenes de familia, que se articulan en las historias, por cierto impactantes, permiten direccionar hasta qué punto las elecciones de los protagonistas, tanto en su accionar como en su decir (posiciones subjetivas), van definiendo con agudeza los destinos varias veces trágicos de los sujetos.

 

  A partir de uno de los ejes principales, el cual recorta una familia que goza de una condición económica adinerada, un cierto status social, se presenta un acontecimiento ominoso: un hijo a punto de ser sentenciado por un presunto delito.     

¿Cómo enfrentar semejante dilema?

 

  En la casa de esta familia trabaja además una empleada doméstica, Gladys, quien resulta ser un personaje fundamental en la trama de la película junto con su hijo, un niño pequeño, Santiago.

¿Quién es él? ¿Por qué desde el principio de la película llama tía al personaje de Alicia?

 

  Su dolor, su impaciencia respecto de que su hijo pueda ser condenado por un delito, lleva a Alicia a construir su propia verdad, idealizando a veces la realidad a su favor, para no encontrarse con lo real. Al mismo tiempo no comprende las dificultades que atormentan y a su vez atraviesa su empleada doméstica. Aun así, existe un vínculo afectuoso pero asimétrico entre los personajes de Alicia y Gladys, dos de los personajes más interesantes e influyentes en el film.

 

  La temporalidad, siempre reveladora de sentidos, marca los antes y después, los efectos, intercalados con escenas de tinte jurídico en donde se van conociendo los conflictos entre los personajes. El tiempo arde, ya que el hijo de Alicia, Daniel, quien a su vez es padre, no puede volver atrás con sus acciones.

 

  El tiempo también es brasa que tomada por el viento del pasado, de su historia, inscribe en Gladys la imposibilidad, la tristeza, el no retorno.

 

  Freud en su texto “El malestar en la cultura” expresa el difícil discurrir del sujeto por el atravesamiento que implica ese Otro que lo antecede, y leemos luego con Lacan que el bien no es algo innato a su condición.

Nos recuerda también que la función religiosa se presenta en tanto “mandamiento que se articula en nuestra civilización como el amor al prójimo”[2]

 

  Alicia tiene un papel preponderante, se dibuja su accionar en dos direcciones; por una parte, salvar a su hijo Daniel, y por otra ¿criar?… ocuparse, de Santiago.

Las cadenas de la demanda y el deseo: ¿se encuentran para Alicia intrincadas? ¿De qué forma?, por un lado Gladys siendo su empleada responde a sus pedidos. Es probable que en Alicia su propio deseo viciado de la frustración de no poder restablecer el vínculo con su propio nieto, termine agazapado en el hecho de cuidar a Santiago.

 

  Nos ilustra Lacan en el Seminario de La Ética:

 

“Freud no descuida al Nombre del Padre. Al contrario, habla muy bien de él en Moisés y el monoteísmo diciendo que en la historia humana el reconocimiento de la función del padre es una sublimación esencial a la apertura de la espiritualidad que representa una novedad, un paso en la aprehensión de la realidad como tal”[3]

 

  Ese hijo, Daniel Ignacio Arrieta, el cual está privado de su libertad, ¿Cómo va tejiendo su situación? ¿Tiene en algún momento sentido de responsabilidad? ¿O se rige por una idea propia?

 

“Llueve, se desbordan los ríos, el agua arrastra las cosas ¿le parece que la lluvia decide algo? Me explico ¿Me convierte eso en un inmoral? Yo creo en mi propia moral. Es una fuerza esencial para la existencia humana. No existiríamos sin moral”.[4]

 

  Su padre, Ignacio Jorge Arrieta, sufre por toda la distancia que separa a ese hijo de sus propios  ideales. Está cansado de tolerar sus excesos, los cuales incluyen una gran variedad. Al mismo tiempo, en uno de los diálogos que mantiene con su esposa Alicia, Ignacio recuerda la dificultad que tuvo en el pasado para salvar en varias ocasiones a su hijo Daniel de que se hunda económicamente. Sin embargo, ¿será del mismo tenor el pedido de ser rescatado de la cárcel? Ambos comparten el nombre Ignacio…

 

  Las certezas acerca del no saber arrasan en los diferentes momentos del film,  conocimiento y saber, que no son lo mismo. Por un lado, Gladys que no quiere saber de su embarazo; por otro, Alicia que no sabe de qué es capaz su hijo.  

 

  El relato que hace Gladys a la perito psicóloga  (quien además da un contrapunto interesante desde su labor ya que logra hacerla hablar, mientras otras personas como  ser las empleadas del juzgado no podían sacarle una palabra) quiebra la quietud; muestra mediante el desocultamiento que ella fue un objeto más para su padre.     

 

  Incluso comenta cómo llegó ella a Buenos Aires: “Una vecina me compró”.

Gladys, quien no ha tenido las amarras simbólicas para poder construir lazos, para armar y desarmar, solo supo del vacío.

 

  El punto de inflexión se produce como un salto inesperado, ella que poco podía hablar, que transformó todo en un acting irremediable, abre la boca para revelar lo indecible.

Esa verdad que le permite a través de una rectificación tomar una decisión diferente a Alicia, quien actuaba según su propia falta de sentido, sentido del saber.

 

  Concluye Lacan:

 

“¿Debo ir hacia mi deber de verdad…, o debo resignarme a esa mentira que, haciéndome sustituir por fuerza el bien al principio de mi goce, me ordena alternativamente soplar frío y caliente?, ya sea que retroceda en traicionar a mi prójimo para proteger a mi semejante, ya sea que me ampare detrás de mí semejante para renunciar a mi propio goce”.[5]

 

  ¿Podrá el saber atrapar alguna verdad, o seguirá ocupando el lugar de lo no deseado?

 

 

Arte*: Morning on the Seine in the Rain”

Claude Monet (1840-1926) ha sido uno de los principales exponentes del impresionismo.



[1] Isabel Allende, Retrato en sepia. Edición de bolsillo. 2016

[2] Jaques Lacan, El Seminario, La ética del psicoanálisis. “El amor al prójimo”. Editorial Paidos. 2000

[3] Idem.

[4] Haruki Murakami, El elefante desaparece, Tusquets Editores, 2016.

[5] Jaques Lacan, El Seminario, libro 7. La ética del psicoanálisis. “El amor al prójimo”. Editorial Paidós. 2000.

 

 

 


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