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Del vacío en lo simbólico a la elaboración del duelo. Acerca del film “La última nota”

29/07/2021- Por Marcela E. Kierszenbaum - Realizar Consulta

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En esta ocasión los invito a adentrarse en la historia que se desarrolla en el film “La última nota”, el cual desde una cautivante perspectiva, despliega distintos nudos argumentales de modo artístico, nota a nota. Describe la relación entre un concertista de piano excepcional (Henry Cole) y una periodista (Helen Morrison), que se propone escribir un artículo sobre la vida de este músico.

 

                        

                     “Lluvia, vapor y velocidad” (1844), óleo de J. Turner*

 

 

Ficha técnica y artística

 

Título: La última nota

Título original: Coda

Género: Drama

Clasificación: B-15

Duración: 97 min

Estreno: 2020

Producción: 2020

País: EE.UU.

Director: Claude Lalonde

Producción: Nicolas Comeau

Guión: Louis Godbout

Reparto: Patrick Stewart, Katie Holmes, Giancarlo Esposito, Don Anderson, Abdul Ayoola, Letitia Brookes, Drew Davis

Tema: Comportamiento, Música, Psicología

Disponible en: Netflix, Apple TV (iTunes), Google Play, YouTube, Cinépolis Klic, Totalplay On Demand

 

 

 

 “Qué no daría yo por la memoria

(la tuve y la he perdido)

De una tela de oro de Turner,

vasta como la música”.[1]

  

 

  Este verso extraído de un poema de Borges me permite preguntar ¿Qué será la memoria, qué es el olvido, cómo se conectan? ¿De qué modo se combinan para que los pensamientos siempre presentes, den paso a la acción?

 

  En esta ocasión los invito a adentrarse en la historia que se desarrolla en el film “La última nota”, la cual desde una cautivante perspectiva, despliega distintos nudos argumentales de modo artístico, nota a nota. Describe la relación entre un concertista de piano excepcional (Henry Cole) y una periodista (Helen Morrison), que se propone escribir un artículo sobre la vida de este músico.

 

  Simultáneamente el film narra los modos en que una fantasía ‒que se manifiesta para el pianista como el miedo a olvidar la prosecución de la pieza musical, ser interrumpido en la mitad de su escena por el olvido‒ parece indicar el comienzo de lo que podría consolidarse luego como una fobia. Este temor se despliega como obstáculo ante cada eventual presentación.

 

  ¿De qué modo se circunscribe el momento del olvido y qué representa? ¿Será algo traumático, algo anudado a la muerte de su esposa lo que le causa temor o estupor? ¿O es que junto con la música, habiendo sido ésta en otras ocasiones un modo sublimatorio respecto de su propia historia, ahora irrumpe algo que está manifestándose, una forma de angustia sin veladura?

 

  Dice Henry respecto de su historia “Es extraño cómo a veces un solo recuerdo puede borrar años de malos recuerdos”.

En el caso de nuestro protagonista es posible que un duelo aún fresco esté obturando la posibilidad de seguir en el camino de su deseo. ¿En qué medida hacer el duelo es olvidar?

En su texto “Duelo y melancolía” [(1917) 1915][2] Freud señala:

 

“El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más y de él emana ahora la exhortación de quitar toda la libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una comprensible renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma… Lo normal es que prevalezca el acatamiento a la realidad .Pero la orden que esta imparte no puede cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y energía de investidura, y entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico.”

 

  El mencionado escrito describe en forma minuciosa las diferencias que en ese momento encuentra Freud entre el duelo y la melancolía, atribuyéndole a esta última una denigración del yo, una rebaja en el sentimiento yoico.

 

  El protagonista muestra su vacilación en cuanto la escena se acerca, previamente imaginó no poder hacerlo. Incluso cuando lo logra teme no poder lograrlo en otra oportunidad.

En este mismo sentido, ¿de qué modo puede realizarse ese duelo cuando las expectativas caen sobre la ejecución de su partitura? ¿Cómo incide su entorno social, su representante, amigos… en la elaboración del mismo?

 

  Tomemos a J. Lacan en “Hamlet, un caso clínico”[3]. Se pregunta: ¿Qué es la incorporación del objeto perdido? ¿En qué consiste el trabajo del duelo?

 

“La dimensión intolerable ofrecida a la experiencia humana no es la experiencia de la propia muerte, que nadie tiene, sino la de la muerte de otro. El agujero de esta pérdida, que provoca el duelo en el sujeto, ¿dónde está? Está en lo real”.

 

  Más adelante plantea:

 

“el trabajo del duelo se efectúa a nivel del logos –digo logos para no decir grupo o comunidad aun cuando el grupo y la comunidad como culturalmente organizados sean sus soportes…- es el sistema significante en su conjunto el que resulta cuestionado por el menor duelo.”

 

  Es decir que a veces esos soportes que colaboran en ese trabajo también muestran sus fallas.

Pero dejemos esto por un momento para desenmascarar el personaje de la periodista, Helen. ¿De qué se trata esa historia que quiere narrar, por qué la desvela la figura del pianista? Explica que ella misma había querido ser pianista. De allí, y no sin consecuencias, la idealización que empieza a construir de la figura de Henry la lleva a suponer, a sentir algún tipo de amor. ¿Es muy joven ella para ser amada por él? ¿O se trata de que él, aún desgarrado, no puede enlazarse a un nuevo objeto de amor?

 

  Es tal la brillantez de la intervención de la periodista que la misma a través de su palabra, o la mirada, o ambas, logra que ante la vacilación de Henry él se habilite, pueda tocar… y terminar su acto. Un modo de aportar en el más oscuro vacío, un significante, un rasgo que completando la disarmonía planteada, le da el pie al pianista para concluir.

 

  “Toca a través del dolor… quítatelo de encima”, le refiere su representante cuando intenta disuadirlo para salir a escena.

Es allí, entonces, donde el sonido se ejecuta produciendo las armonías finales, las cuales serán quizás, no solo la última nota de su pieza musical, sino también la pieza final en la cual el duelo ejecute ese recorrido, su trabajo, y pueda él desanudarse. Por lo menos algo de eso se esperaría que suceda.

 

  Freud señala:

 

“Pero de hecho, una vez cumplido el trabajo de duelo el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido”[4].

 

  Nuestras inclinaciones pulsionales ligadas a aquello a lo cual estamos vinculados incluso sin saberlo, ordenan y desordenan, dando cuenta del dolor, el vacío que nos estructura, que nos sacude pero no nos detiene sino que nos reencausa en una melodía novedosa que está por advenir.

 

“Qué no daría yo por la memoria

De que me hubieras dicho que me querías

Y de no haber dormido hasta la aurora,

Desgarrado y feliz.”[5]

 

 

Arte*: Joseph Mallord William Turner (1775 – 1851) fue un gran pintor inglés, destacado por sus paisajes. Exponente del romanticismo como movimiento artístico.

 



[1] Jorge Luis Borges, “La moneda de hierro, Elegía del recuerdo imposible”. Emecé, 1996.

[2] Sigmund Freud. “Duelo y melancolía”. Amorrortu editores. Año 2003.

[3] Jaques Lacan. “Hamlet, un caso clínico”. Capítulo 6, “el deseo y el duelo”. Centro de estudios psicoanalíticos de Rosario, 1994.

 

[4] Sigmund Freud, “Duelo y melancolía”. Amorrortu editores. Año 2003.

[5] Jorge Luis Borges, “La moneda de hierro, Elegía del recuerdo imposible”. Emecé, 1996.

 


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