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“Ojos bien cerrados” en el psicoanálisis con parejas

01/03/2021- Por Daniela Alonso, Noelia Colizza, Claudina Martín, Julieta Pera y Marcia Santagada - Realizar Consulta

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Los ojos bien cerrados, retomando los posibles sentidos que enunciamos al comienzo del desarrollo, podrían ser también los de esta pareja que se niega a cuestionar qué es lo que desean, lo que quieren como pareja… Amor en tanto involucra la castración, involucra un no saber, suple la no complementariedad entre los sexos habiendo encuentro en los desencuentros. Amor en donde hubo tendencia a la adecuación pero en donde el objeto ha demostrado ser inadecuado por estructuctura y en donde, quizás la apuesta de esta pareja, sea la posibilidad de amar en los intervalos.

 

                                

                                                 Escena del film de Kubrick

  

 

Ficha técnica y artística

 

Título: Ojos bien cerrados

Director: Stanley Kubrick

Guión: Stanley Kubrick y Frederic Raphael

Año de estreno: 1999 (Estados Unidos)

Duración: 159 minutos

 

 

  El doctor Bill Harford y su esposa Alice (Tom Cruise y Nicole Kidman) son una feliz y políticamente correcta pareja de la clase alta de Nueva York. Pero una noche la paz hogareña se rompe cuando, durante una discusión sobre la fidelidad de pareja, Alice confiesa que estuvo a punto de renunciar a todo por sólo una noche de sexo con un marinero que conoció durante las vacaciones del año anterior.

 

  A esa revelación se le suma un sueño en donde ella mantiene relaciones sexuales con ese y otros hombres frente a los ojos de su marido, con la única intención de herirlo y humillarlo. Esto bien, podría ser el puntapié de todo lo que sucede después.

 

  Consideramos que en el recorte de aquella escena, ella se corre del lugar donde él espera encontrarla, entrando en crisis el pacto fantasmático y en donde toda la película será una búsqueda para recomponer el mismo o, al menos, una búsqueda del deseo de Bill.

 

  La fantasía con el oficial de marina relatada funciona, a nuestro entender, como desencadenante para Bill que hasta entonces parecía indiferente frente a la posibilidad de una infidelidad por parte de su mujer. Esto para él quedaba dentro de lo impensado porque formaba parte del pacto al que hacíamos mención, plasmado en cuando ella lo interroga al respecto y él responde: “No tengo celos porque eres mi esposa, la madre de mi hija y sé que nunca me serías infiel”.

 

  Cuando a continuación ella introduce esta posibilidad, al poner en palabras su fantasía, se desata el resto y ese pacto que estructuraba el vínculo entra en crisis. Aparece también el desconcierto ante la alteridad del partenaire. Ya veíamos cual espectadores una pregnancia del objeto escópico en esta pareja, evidenciado en las escenas iniciales de baile donde tanto ella como él coqueteaban con otras personas, sabiendo que cada uno de ellos estaba mirando.

 

  Como bien señalamos, a partir de la fantasía nombrada, el pacto de la pareja trastabilla y vemos en Bill cómo algo del orden de la demasía toma lugar dejando de tener el objeto a los velos necesarios que lo recubren: (Se) ve demasiado y eso ya no está en el mismo plano de sostener la erótica de la pareja: ¿Será acaso que el partenaire se transformó en ocasión y condición de goce tras esa declaración? Avancemos...

 

  Para dar cuenta de este desencadenante nos valemos del concepto propuesto por René Kaes (2010) quien sostiene que en la base de todo vínculo, sea familiar, grupal o de pareja, se establece un pacto negativo. Este pacto inconsciente es un pacto sobre aquello incognoscible que debe ser dejado por fuera para que ese vínculo sea posible, para que se produzca y se sostenga.

 

  En este caso podría pensarse que el título mismo de la película refiere a ello, y entonces podemos hipotetizar que los “ojos bien cerrados” podrían ser los de Bill en relación a esa imposibilidad de concebir a su esposa como un ser deseante, separado de él, con sus deseos y fantasías propias y no solo como “su mujer” y como madre. También podría aludir a que cierto “cierre” de lo escópico tiene que tomar lugar, es decir, estar negativizado. 

 

  A pesar de confesarle Alice todo con remordimiento y culpa, Bill se obsesiona con la posibilidad de vengarse de ella acostándose con otra mujer o al menos sintiendo alguna vez ese deseo irracional por otra persona. La venganza mezclada con un actuar que intenta arrancarle a la angustia su certeza (Lacan, 2011), es lo que lo llevaría a colarse en una mansión a las afueras de la ciudad en donde millonarios con máscaras y túnicas realizan metódicas orgías y rituales místicos.

 

  Parecería que en esta travesía oscura que vivencia, descubre distintas maneras de gozar, un goce que lo pone en peligro y lo expone a situaciones que él no comprende, un poderoso grupo de hombres que se reúnen a tener orgías y en dónde él entra sin saber de qué se trata y luego no consigue salir, capturado por lo escópico.

 

  Durante toda la película es seducido por distintas mujeres, apareciendo una imposibilidad de parte de él, para tener sexo por fuera de la pareja. Aunque parece dispuesto al encuentro sexual, a último momento suceden diversos acontecimientos que se lo impiden, apareciendo la angustia. Angustia que, siguiendo a Lacan (2011), concebimos como bitácora entre goce y deseo. 

 

  Si pensamos en los aforismos del amor,  mediante aquel en el que se enuncia que “solo el amor permite al goce condescender al deseo” (Lacan 2011, 194) podemos expresar que Bill se encuentra en escenas de puro goce, que incluso aparecen como mortíferas y peligrosas ya que se encuentran separadas del amor.

 

  Si la angustia es lo que media entre deseo y goce y podemos aventurar que el actuar le arranca a la angustia su certeza, ¿qué ocurre con la hiancia en la que la angustia se sitúa? Y en esta línea de desarrollo, si el amor ocupa ese lugar de hiancia y éste está en jaque, podemos vislumbrar que el goce, entendido como lugar y no como tenencia de un Sujeto (Muñoz, 2018), estaría sin articulación con el amor y, acerca del deseo, la pregunta por el che vuoi (¿qué me quieres?) se actualizaría con crudeza. Creemos que esto se ejemplifica en los recortes que traemos a colación. 

 

  Podríamos hacernos la pregunta ¿se aman Bill y Alice? ¿Es todo este desagradable episodio una circunstancia más que puso a prueba su amor? En el final los problemas de pareja de Alice y Bill son ignorados, aunque sienten mucho dolor y sentimientos de venganza mutuos, en ningún momento éstos son cuestionados por la pareja. Incluso aun cuando la idea de vivir juntos por siempre parece incomodar a Alice en el final:

 

“-Alice: Lo más importante es que estamos despiertos ahora. Y con suerte, por mucho tiempo más.

-Bill: Por siempre.

-Alice: Mejor no usemos esa palabra. Me asusta.”

 

  Podemos pensar que ninguno de los dos intenta responder de manera certera esa pregunta a lo largo de la película, ni siquiera se la formulan en esos términos. La forma en que ambos deciden dejar atrás este incidente, pasando por alto los problemas de pareja que generaron esta situación, se asemeja bastante a como Bill decide creer la explicación que le ofrece su paciente sobre lo que sucedió durante ese ritual.

 

  Los ojos bien cerrados, retomando los posibles sentidos que enunciamos al comienzo del desarrollo, podrían ser también los de esta pareja que se niega a cuestionar qué es lo que desean, lo que quieren como pareja. Los sueños de infidelidad de ella, que aparecen en el momento de cerrar los ojos, son de alguna manera desestimados con la resolución de la película.

 

 Cuando Alice le dice “una noche no puede reducirse a toda una verdad, a toda una vida”  habla de lo que ha visto Bill pero también sobre lo que ha pasado en su vínculo, juntos deciden dejar atrás la pelea y recomponer el pacto que los une. En este sentido, cuando en la última línea de texto ella le dice a Bill que deberían volver a la casa para tener sexo, podríamos pensar que algo de la elipsis que señalábamos al inicio del escrito se cierra y los involucrados logran recomponer el pacto de pareja.

 

  Si bien no hay un analista que haya propiciado aquella maniobra, nos resulta interesante lo expresado por Rivadero (2018) en cuanto a la necesidad de “(...) reequilibrar los goces que circulan para que el goce mortífero y la insistencia de la pulsión de muerte no aniquile el deseo y permita el surgimiento de lo vivificante de la relación al otro (...)” (Rivadero 2018, 9).

 

  Observamos que Bill, al poder poner en palabras a su mujer algo sobre el goce en juego escenificado en las travesías de los días previos y corriéndose de quedar como objeto inerme de ésta tras escuchar pasivamente su fantasía (y la cual repasaba mentalmente cual rumiación obsesiva), y agregamos, cerrando acaso un poco los ojos, algo del velo necesario que recubra al objeto a vuelve a tomar lugar sin quedar frente a éste con miras a actuaciones que le arranquen la angustia. De este modo, pareciera que el encuentro entre Bill y su mujer es nuevamente posible, sin pensar de más.

 

  Si el amor, tal como expresamos antes, ocupa el lugar de la angustia en tanto no mediadora sino media entre deseo y goce, habiendo necesariamente un pasaje por allí, el aforismo lacaniano que expresa que “solo el amor permite al goce condescender al deseo” (Lacan 2011, 194) sería acertado para pensar su ejemplificación con el final de la película.

 

  Amor en tanto involucra la castración, involucra un no saber, suple la no complementariedad entre los sexos habiendo encuentro en los desencuentros. Amor en donde hubo tendencia a la adecuación pero en donde el objeto ha demostrado ser inadecuado por estructuctura  y en donde, quizás la apuesta de esta pareja, sea la posibilidad de amar en los intervalos.

 

 

Bibliografía consultada:

 

Cermelo, R & Pico, L (2016). “Armarse en tiempos de grieta”. En Diario Página 12, Buenos Aires.

 

Lacan, J. (2011/1963). Aforismos sobre el amor. En El Seminario 10: La Angustia. Buenos Aires: Paidós.

 

Muñoz, P. (2018). El goce: un problema del ser. En Anuario de investigaciones, Facultad de Psicología UBA. Vol. 25. Consultado en: “El goce: un problema del ser” | Muñoz | Anuario de Investigaciones

 

Kaes, R. (2010). Cap. 10 “Las alianzas inconscientes”. En Un singular plural. Buenos Aires: Ed. Amorrortu.

 

Rivadero, S. M. y AA. VV. (2018). Clínica Psicoanalítica de pareja y familia. Buenos Aires: Letra Viva.

 

 

 


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