Bravos muchachitos. Sobre la película “7 cajas”

10/10/2014- Por Alejandro Del Carril - Realizar Consulta

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Esta película paraguaya produjo un golpe de doble efecto: por venir de Paraguay y por lo que cuenta. Un joven fascinado por las imágenes que aparecen en la caja boba y la posibilidad de acceder a un teléfono celular con filmadora, en un país pauperizado y perteneciendo a un estrato social en el que sólo las actividades ilegales parecen reportar dinero a corto plazo.

 

 

 

 

Ficha técnica y artística

Título original: 7 cajas

Dirección: Juan Carlos Maneglia, Tana Schembori

País: Paraguay

Año: 2012

Duración: 100 min.

Género: Thriller, Acción

Reparto: Liliana Alvarez, Nelly Davalos, Johnny Kim, Liz Mendez, Fiorella Migliore, Manu Portillo, Junior Rodriguez, Denise Zoeller

Web: www.7cajas.com

Distribuidora: Vertigo Films

Productora: Maneglia - Schémbori Realizadores

 

 Esta película paraguaya produjo un golpe de doble efecto: por venir de Paraguay y por lo que cuenta. Un joven fascinado por las imágenes que aparecen en la caja boba y la posibilidad de acceder a un teléfono celular con filmadora, en un país pauperizado y perteneciendo a un estrato social en el que sólo las actividades ilegales parecen reportar dinero a corto plazo. A cambio de medio billete de cien dólares se hace cargo de siete cajas de una mercadería que hay que mantener lejos de la mirada de la policía. La otra mitad se la darían cuando entregue la mercadería, sin saber que el billete habrá, por efecto del corte, perdido valor. Cien dólares con los que piensa comprar el preciado teléfono. No se sabe de qué mercadería se trata pero se la supone valiosa.

Le roban una de las cajas que va a parar al río.

El secuestro de una mujer planeado por su propio esposo y por un socio. La mujer muere por accidente ¿o se suicida al darse cuenta que su vida no vale nada para el Otro?

Un malentendido entre el socio y los ejecutores del secuestro hace que en vez de dividir el dinero en siete partes se divida el cadáver de la muerta en la misma cantidad de pedazos. Es lo que va en las cajas.

La mercadería se pierde, parece que no la tiene nadie. Una banda de delincuentes contratada para recuperarla, aunque haya que matar al muchacho, y liderada por un hombre desesperado por conseguir dinero para la medicación de su hijo pequeño. Correrías entre delincuentes, cada uno con una carretilla vacía persiguiendo al que se supone que tiene la carretilla llena de dinero, cuando en realidad lleva un cadáver descuartizado. ¿Metáfora del capitalismo financiero en el que todos corren detrás de un dinero supuesto? ¿Carrera que agotará a la mayoría en un vano intento de alcanzar lo imposible hasta convertirse en cadáveres? ¿Entre el terror a terminar convertidos en desechos y la ilusión de que las pantallas les devuelvan una imagen ideal aunque ajena a las marcas más íntimas de cada uno?

La cultura del desecho vuelve cada vez más visible su fundamento. La civilización es la cloaca (Lacan dixit). Policías y travestis trafican goces sexuales y seducciones pueriles a cambio de información.

Entre la efímera vanidad, la desesperación y los desechos despunta algo del amor. Una chica acompaña al muchacho. Entre la captura de las pantallas aparece una mirada. Lo salva actuando una conversación telefónica cuando lo están por atrapar. Dispone de la capacidad de servirse de la palabra, no está capturada por la fascinación de las imágenes visuales. Rescata la mercadería cuando el muchacho se asusta y la abandona. Compite en una carrera con él, apostando el teléfono que le han prestado a él, y le gana con una trampa. Parece importarle más el juego que quién gana, se la ve divertida, haciéndole soltar el teléfono al muchacho, que coloca así el preciado objeto en ella. Algo comienza a pasar entre los dos.

¿Es esta historia de amor la que oferta un lugar al deseo, y a la posibilidad de subjetivar algo por parte de ambos, en esa loca carrera tras el billete que no parece prometer mucho más que el vivir secuestrado por la identificación con las imágenes proyectadas en la caja boba? ¿Es el poder dar por perdido algo de ese goce que se quiere recuperar desesperadamente, metaforizado por el billete partido y la caja perdida que flota en el río al final, lo que posibilita que entre en juego el deseo inconsciente anudando los goces sexuales por la vía del amor?

Sobre el final se precipita un enfrentamiento armado. El muchacho sostiene su recorrido aun a riesgo de su vida. Hay muertos y él recibe un fuerte golpe en la cabeza. La escena es filmada con el celular. Despierta en el hospital de la mano de la chica. En la televisión pasan las imágenes del enfrentamiento con él como protagonista. Ya no mira embobado la pantalla, una sonrisa ilumina su rostro.

 

  


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