Dolor de existir

20/05/2008- Por Gabriel Martín Yurdurukian - Realizar Consulta

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Fassbinder nos presenta la historia de Petra Von Kant, una célebre diseñadora de modas que acoge casi en adopción a una joven –Karin– para convertirla en una modelo exitosa. Tras involucrarse sentimentalmente con la muchacha, y luego de consagrarla como manequen, Petra es abandonada por su pupila, quien regresa con su marido, provocando así una inmensa desdicha en la desengañada protagonista. Términos tales como enamoramiento, narcisismo, negación, castración, Complejo de Edipo, masoquismo y goce, pueden pesquisarse dentro de este drama.

 

 

Ficha técnica y artística

Director: Rainer Werner Fassbinder
Título original: Die bitteren tränen der Petra Von Kant
Guión: Rainer Werner Fassbinder
Producción: Tango Film, München
Fotografía: Michael Balhaus
Montaje: Thea Eymèsz
Música original: Temas musicales de Giuseppe Verdi, The Platters y The Walker Brothers
Intérpretes: Margit Carstensen (Petra von Kant), Hanna Schygulla (Karin Thimm), Irm Hermann (Marlene), Eva Mattes (Gabriele von Kant), Katrin Schaake (Sidonie von Grasenabb), Gisela Fackeldey (Valerie von Kant).

 

 

 

Una obra de teatro en la sala de un cine (o el telón delante de la pantalla)

 

El film Las lágrimas amargas de Petra Von Kant (1972) se encuentra basado en la obra de teatro homónima escrita por el propio director, el prestigioso Fassbinder, a quien muchos críticos de cine consideran el “Rey” del Melodrama y que es, además, uno de los protagonistas del movimiento conocido en Alemania como el “Antiteatro”; una corriente teatral, según el propio Fassbinder, provocadora, anticonvencional y revolucionaria, que actuó de manera vanguardista en la concepción de la puesta en escena teatral en ese país, a fines de la década del 60.

Desarrollada en un escenario único, la película en cuestión parece estar representada sobre las tablas. Las largas escenas (propias del tiempo teatral), el trabajo actoral, el sonido y, en cierta forma, la escenografía nos remiten, en varias ocasiones, a una obra de teatro. A una gran obra de teatro. Sin embargo, se percibe también la habilidad del realizador para utilizar a su favor los recursos que el arte cinematográfico brinda, tales como el juego de planos, el montaje, etcétera.

 

Un cierto aroma a teoría psicoanalítica...

 

Luego de ver la película, no resulta muy trabajoso relacionarla con conceptos pensados y trabajados ampliamente por Sigmund Freud y Jacques Lacan.

Fassbinder nos presenta, en este largometraje, la historia de Petra Von Kant, una célebre diseñadora de modas que acoge casi en adopción a una joven –Karin– para convertirla en una modelo exitosa. Tras involucrarse sentimentalmente con la muchacha, y luego de consagrarla como manequin, Petra es abandonada por su pupila, quien regresa con su marido, provocando así una inmensa desdicha en la desengañada protagonista.

Términos tales como enamoramiento, narcisismo, negación, castración, Complejo de Edipo, masoquismo y goce, pueden pesquisarse si se piensa en lo que ocurre dentro de este drama.

Para comenzar, podemos reflexionar con facilidad que Petra “ve” en Karin a su Ideal del Yo, un ideal anhelado de juventud y belleza que la llevarían a enamorarse de ella. También, por otro lado, puede pensarse que Von Kant porta una estructura de personalidad narcisista, centrada en su Yo, lugar del que parte, a su vez, la negación como mecanismo de defensa, dispositivo que ella utilizaría para negar las adversidades y, así, la castración. En efecto, Petra obtura –con ayuda obligada de su empleada Marlene– todo semblante de falta. Habla sobre lo mudo, aplasta el tiempo y, en consecuencia, mueve las fichas para no anoticiarse de las diversas frustraciones que se le presentan.

Es posible hipotetizar también que en Petra, el atravesamiento del Complejo de Edipo, siempre fallido por estructura, redobla la falla, en tanto su salida a la feminidad, al menos, no parece ser la que Freud describe como la esperada en relación a la ecuación simbólica pene = niño. Si bien es madre de una hija adolescente y tuvo un marido, su deseo, aparentemente, no va en esa dirección. Ella está por sobre estos seres, podría expresarse que no los registra como personas independientes a quienes amar preciadamente, sino como anexos de su propio ser, que sólo sirven a sus irrenunciables necesidades de completud narcisista. (Modelo de relación que también sostiene con su amiga Sidonie).

Petra quiere poseer: a Karin, a los productores de Moda, podría decirse que Petra quiere tener el falo, aquello que anule cualquier lugar vacante.

Frente al espacio vacío, la diseñadora reacciona violenta y negativamente, evitando así la angustia de percibir lo imperfecto. Ella no quiere saber nada de la castración. Y si bien es cierto que ante Karin se muestra en ocasiones sorpresivamente vulnerable, puede comprenderse esa debilidad quizás como un indicador, un analizador de la importancia que tiene el hecho de que esa mujer/espejo la ame, le devuelva su narcisismo, le devuelva su belleza, su juventud e ingenuidad de antaño.

En relación a lo antedicho, podemos pensar entonces que el amor que Von Kant siente por Karin sigue la forma de una elección narcisista de objeto. Tomando lo que postula Freud en “Introducción al narcisismo”, podría plantearse que la diseñadora elige narcisísticamente a su objeto de amor por lo que ella misma, años atrás, fue: una mujer joven, hermosa, con toda la vida por delante[1].      

Siguiendo con los conceptos psicoanalíticos, el masoquismo y el goce, expresiones de la pulsión de muerte, toman en la protagonista el cuerpo del alcohol, la violencia y la autohumillación. Petra establece con Karin un círculo vicioso –gozoso– del que no puede salir. Karin la humilla, Petra le responde con agravios desde su gran ego, pero ella luego vuelve a someterse a la siniestra manipulación de la joven. Es que para Von Kant parece ser vital, existencial, que la fresca modelo la confirme, la ame, la respete. Para Petra es capital volver a ser Karin, espejarse inconscientemente en ella, mal no sea a través de la farsa fugaz de su enamoramiento.

Teniendo en cuenta el aspecto anterior, podemos pensar a Von Kant en relación con la dimensión imaginaria presentada por Lacan, registro propio de la imagen, de lo especular. La presencia de Karin, entonces, resonaría en Petra como otro Yo completo, perfecto, como un Ideal a alcanzar, como alguien lejano a la frustración que implica, por ejemplo, envejecer.

 

Ich Liebe Dich Karin...

 

¿Pero qué palabras de amor le dedica Petra a su espejo amado/idealizado?: Lógicamente, siempre le habla de su belleza enorme y admirable. “Sos muy hermosa, Karin”, “¡Qué hermosa eres!”.

Por otro lado, la historia trágica de la modelo (su padre mató a su madre y luego se suicidó; se encuentra separada de su marido y necesita dinero para subsistir) le brindaría a Petra la posibilidad de atrapar a la bella señorita. Las faltas de Karin pueden ser reparadas por los bienes que posee Petra. Negando la castración del Otro –siempre para no aceptar la suya– con las trampas del “amor” y los cuidados, la oportunidad de otorgarle ayuda a la joven funcionaría para la protagonista como una estrategia perfecta para conquistar a Karin, y así, acceder a la completud, alimentando su narcisismo a partir de tener al otro.

El relato huérfano de Karin, entonces, convocaría la estrategia de Von Kant, consistente en ayudar a la modelo, mitigando así el penar de ésta pero esperando, al mismo tiempo (aunque no lo manifieste), una retribución amorosa de la joven que finalmente llegará.

Es notable que, en todo el film, la protagonista no salga ni del enamoramiento –siempre distinto del amor, siempre más pobre a largo plazo– ni de su desesperado intento de cubrir y negarse el silencio, su silencio. Acostumbrada a negar la(s) castración(es), evitando así la angustia, el rechazo y la indiferencia que, al cabo de un tiempo, comienza a manifestarle la modelo, despiertan en Petra la insoportable representación de la falta, causa primordial de sus lágrimas amargas y del gran dolor que siente a lo largo de la película.   

Puede pensarse, ya hacia el final, que intenta reemplazar a Karin por Marlene (casi su esclava), o que ahora –que ella misma ha sido sometida y despreciada– siente culpa por los maltratos proferidos a esta última y quiere conocerla, repararla. De cualquier forma, siempre se trata en el fondo de estar acompañada, en lugar de, por ejemplo, acompañar-se. Petra pide a sus amantes que le cuenten la historia que han vivido, quiere escucharlas, pero, en lo subjetivo, suena más a táctica de conquista o a juego narcisista –contame tu historia a ver qué puedo hacer yo o qué pienso yo de ella o en qué me conviene– que a un interés más íntegro y maduro. Poco le importa a Petra, estimo, lo que Karin, Marlene, o el resto de las personas puedan expresarle. Se trataría siempre, en realidad, de ver en qué le es útil a ella el otro ser humano para poder alimentar su propio narcisismo, para acceder de este modo a su anhelada completud fálica.  

 

Y, sin embargo, amamos a Petra...

 

¿Qué tiene esta mujer refinada, clisé en cierto sentido de las diseñadoras de moda frívolas y extravagantes, que, al espectador, sin embargo, le dan ganas de abrazarla y contenerla?

Von Kant esgrime un egocentrismo que se tiñe de despotismo, tiene exceso de autorreferencia, no es una buena amiga, es falsa y también vanidosa. Pero, no obstante, se vislumbra en ella una sensibilidad conmovedora hacia lo emocional, que aparece en algunas ocasiones, como por ejemplo, al disfrutar profundamente de la música de Los Plateros o en la escena de la cama del desenlace, cuando parece “vencida” luego de tanto sufrir. En su mirada, por momentos, se expresan su desasosiego y su penar. Sus rasgos únicos que vulneran al público, descubriéndola como una víctima. Petra porta un dolor en su existencia que ni Karin, ni Marlene, ni su hija, ni Sidonie, ni la moda parecen mitigar.

¿Y dónde buscar el origen de ese dolor impreso en su rostro y cuerpo? Si uno piensa en la infancia, siguiendo a Freud, quizás pueda cavilarse intuitivamente que Petra quedó fijada inconscientemente en la “envidia del pene”, una de las “causas” posibles a las que el autor, en su teoría, adscribe a la homosexualidad femenina y al “complejo de masculinidad”. Y, frente a la falta del falo (léase la completud total, léase la soberana omnipotencia, léase todas las palabras), buscaría tenerlo a toda costa, con sus actitudes y organización de mundo. Pero no lo encuentra, y sufre. Porque Petra, en su languidez estremecedora, sufre. Y sabe sufrir. Sufre bellamente. Aunque probablemente ella sufra por no aceptar ni tolerar la falta como parte constitutiva de la vida.

Antes que reconciliarse con el mundo, como manifiesta al final del film, sería deseable, pienso, que Petra se amigue consigo misma. Un trabajo de análisis, intuyo, le permitiría a Petra, por ejemplo, comenzar a aceptar las castraciones que la vida siempre guarda –y le guardó–, intentar tomar conciencia y comprender el porqué de su masoquismo y goce tan a carne viva,  pensar qué posición ocupa en las relaciones de pareja y qué fantasma la atraviesa. Un analista podría también plantearse qué débil, en el fondo, y paradójicamente, sería el narcisismo de Petra, que necesitaría de un otro que la confirme en su existir, sin el cual el vacío de la propia soledad le resulta insoportable, insostenible.

Las lágrimas amargas de Petra Von Kant, estimo, podrían cambiar de gusto con un trabajo psicoanalítico. Se endulzarían al salir desde otro ser, no tan centrado en el tener y más acostumbrado a convivir con lo mudo. Sería revelador, o al menos significativo, que Petra acalle su simulación, su fálico disfraz, e intente atravesar la angustia, las faltas y la existencia en serie con otras personas. Existencia en serie que no es ecuación de mediocridad o des-subjetividad, sino, estimo, la posibilidad de que aparezca todo lo contrario.



[1] Es interesante señalar que Karin, nombre femenino de raíces griegas, alude etimológicamente a “la de casta pura”, “la de linaje puro”; mientras que Petra, nombre de origen latín, remite a “piedra” o a “firme como la piedra”. Podría interpretarse que estos significados etimológicos se corresponden (¿llamativamente?) con algunas características personales de las protagonistas.

 

 


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