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El Acompañante Terapéutico respecto del conocimiento, la significación y el deseo (de acompañar)

19/01/2019- Por Daniel Katz - Realizar Consulta

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El autor propone pensar la cuestión de “qué es un acompañante terapéutico”, como una pregunta en elaboración. Buscando definiciones orientadoras, se encuentran conceptos que nos llevan al terreno del trabajo interdisciplinario, al campo de la salud, los dispositivos, lo cotidiano, lo terapéutico y el psicoanálisis.

 

  

   

                  “Filisteos”,  obra realizada en 1982 por Jean Michel Basquiatde*

 

 

Introducción: algunas referencias

 

  En una entrevista a Gustavo Rossi, del 19 de Julio de 2017 “El AT es un nexo, articulador, entre lo clínico y lo comunitario” (1), el experto en AT, describe la práctica como dadora de contenido terapéutico a lo cotidiano y como dependiente de un proyecto terapéutico orientador:

 

“... Un pilar: el AT va a darle un contenido terapéutico a situaciones de esa vida cotidiana, como planteo en mi libro (AT: Lo cotidiano, las redes y sus interlocutores), a actividades de la vida diaria, en la medida en que su función se delimita en forma artesanal en relación a una estrategia terapéutica, a un proyecto terapéutico que orienta esas situaciones… como pueden ser el momento de un desayuno, una caminata en la ciudad, una salida recreativa, el momento de la cocina para preparar la cena, la previa al irse a dormir por ejemplo cuando aparece el acelere del maníaco, la angustia, el insomnio y la soledad que desespera en ciertos casos...”  

 

  En un artículo de una pionera conceptual del AT, Susana Kuras de Mauer,

“Acompañamiento Terapéutico, su valor como dispositivo”, en la Imago Agenda (2),

es taxativa en cuanto al AT como dispositivo:

 

“... En distintos momentos pensamos al acompañamiento como un aporte complementario al trabajo psicoterapéutico y psiquiátrico, como un agente en Salud Mental, como parte de un tratamiento de abordaje múltiple.

 

... La imagen de ser el comodín del mazo, que interviene con voluntad y entusiasmo llenando huecos, sin encuadre (aparente) ni reglas del juego, incrementaron la desconfianza en los posibles aciertos de la indicación terapéutica. Más aún, debilitaron la valoración y el reconocimiento de lo original de su aporte,...

 

Si hoy fuésemos sorprendidos con la pregunta, que pese a los años transcurridos, retorna con insistencia, podríamos aventurar como respuesta: el acompañamiento terapéutico es un dispositivo... “

 



  Nuevamente lo define el Lic. G. Rossi en uno de sus textos (3), de manera más técnica: 

 

“El AT es un recurso clínico especializado que opera desde un abordaje psicoterapéutico. En forma articulada con el profesional o el equipo terapéutico que lo indica”.

 

  Para finalizar este breve recorrido, en un intento de reunir el AT con el psicoanálisis lacaniano, Mauricio Castejón Hermann se pregunta, en su libro Acompañamiento terapéutico y psicosis (4):

 

“¿Habría una teoría del método para el AT?... un acompañante terapéutico atravesado por la ética del psicoanálisis, se confunde con la misma perspectiva determinada por el tratamiento padrón. Hay especificidades entre ambos ‒AT y clínica stricto sensu‒ pero también hay fuertes puntos de contacto...

 

El AT, sus raíces y sus avances teórico-clínicos no se apartan del movimiento de substitución de los manicomios, a la vez que no es posible afirmar que la invención del AT esté separada de la reforma psiquiátrica. Ahí se creó una especificidad importante: alguien que desempeñara la función de acompañar al loco en su errar por los espacios de la ciudad. Eso es acompañamiento, eso es terapéutico.”

 

 

Despojo y desconocimiento

 

  Particularmente, pienso que la región de donde debe salir la definición, es desde el corazón de la práctica misma, esto es, la experiencia del acompañar. En estas enunciaciones, así al pasar, cuesta leer algunas huellas de tal experiencia, lugar de donde puede salir una luz más radical al respecto. ¿Qué es de la experiencia en sí?

 

  El Acompañamiento Terapéutico no es sin el acompañante y su acompañado, sin sus singulares experiencias, su paso por ella. Y como en toda experiencia, se tiene una idea de cómo se entra en ella, pero ninguna idea de cómo se sale. Y con suerte, lo que entra no es idéntico a lo que sale.

 

  Nadie nace siendo acompañante terapéutico. Incluso, la capacitación en el mejor de los casos, le aporta un saber, un conocimiento y un título que significan un plus, un más. Por el contrario, adelanto que en el AT, no se trata de un plus, si no, de haber padecido un despojo y haber arribado a un desconocimiento.

 

 

La distancia de sí

 

  En principio, el acompañante terapéutico, es una persona como cualquier otra, pero con un deseo específico: acompañar, y que ese acompañar tenga algún tipo de efecto sobre el acompañado. La sorpresa, si se ha pasado por la experiencia, es que algo le ha acontecido también al acompañante, algo le ha vuelto bajo la forma de un distanciamiento.

 

  Entonces voy a intentar algunas definiciones en este sentido, esto es, no desde la capacitación ni lo interdisciplinario, no desde el deseo de curar, no desde el deseo de que las cosas anden bien o lo mejor posible. Voy a empezar postulando que un acompañante terapéutico es aquél que gracias a su propia experiencia como acompañante, ha logrado tomar una distancia de sí.

 

  Generalmente vivimos en la necesidad arraigada, del "conocimiento de sí mismo" y de las significaciones inequívocas, del sentido común, consensuado. Necesitamos la costumbre y el hábito, lo cotidiano pautado, reglado, significaciones inmóviles que nos garanticen la comunicación, que nos aseguren nuestra identidad para con nosotros mismos y para con el otro. Preferimos que nada cambie.

 

  Abrazamos el reino del consenso, donde las palabras detienen el movimiento del mundo. Necesitamos acatar lo establecido por los discursos amos, que nos mantienen en una zona de término medio.

 

  Para un acompañante terapéutico, que alguna o varias veces haya hecho una verdadera experiencia de acompañamiento, lo inamovible es inviable, pues está expuesto constantemente a la dinámica del padecer psíquico, de la locura, que desmienten profundamente las significaciones establecidas.

 

  Un acompañante terapéutico es alguien que ha llegado a desconocerse. Esto es, ha luchado contra el peso de su personalidad, de su identidad, detrás de las que se esconde un ideal y una ilusión de “no-falla”, como percepción de sí mismo y de los otros. El Acompañamiento Terapéutico nos proporciona la posibilidad de, cada tanto, desconocernos y percatarnos de la distancia que hemos logrado con respecto a nuestros propios afectos e identidad.

 

 

Lo urgente

 

  El acompañante comienza a serlo cuando ha logrado poner entre paréntesis la urgencia, el deseo y el furor de curar, para transformar aquello que lo urge, en elemento de espera, de trabajo y escucha paciente. Y eso que lo urge, no lo atrapa por su faz presumiblemente objetiva. Porque sabe, tiene la convicción de que ello está en devenir, en formación, no acabado.

 

  Para el acompañante, prima la subjetividad sobre la objetividad. Y lo subjetivo, justamente es lo que está en constante re-definición. Esto involucra al acompañante en todo su quehacer, su práctica de diversas maneras.

 

  Ahí están los informes de un acompañante, que nos brindan la posibilidad un apartado del tipo “Observaciones”, cuya finalidad es comunicar, transmitir la modalidad en que algo es “experimentado, vivido” por el acompañante, y no la supuesta objetividad de ese algo.

 

 

Lo literal vs. una nueva significación

 

  El acompañante es alguien que se ha enemistado con lo literal, y por ende, con lo inequívoco y objetivo. Las significaciones estancas, petrificadas, inmóviles, coaguladas, le son extrañas, sospecha de ellas. Lucha contra las significaciones universales, descree del “para todos”, por ende, deplora lo habitual, el hábito, como matriz de significación detenida, consensuada, de una vez y para siempre. Si toda significación está cristalizada, ya no hace falta cuestionar ni re-definir ni re-pensar nada.

 

  Lo literal ya no permite entender nada, no deja hueco que haga lugar a las significaciones por venir. Podemos poner en serie la costumbre, lo habitual, el para todos, y lo literal.

El acompañante, si lo es, está a la espera de una significación nueva, alternativa, que desmienta a las significaciones para todos, las significaciones del sentido común.

 

 

Abrir la distancia

 

  Cuando nuestro acompañado nos sorprende con la irrupción de una palabra, de un dicho imprevisto, una invención descabellada, ¿cómo nos reflejamos en eso nuevo que emerge, en esas palabras que derriban el sentido común?

 

  Así, la locura es el espejo inesperado en el que nos miramos, del que emana una significación Otra que echa por tierra nuestro ideal de identidad al que siempre aspiramos, desplegando ante nosotros lo inaudito: que el mundo no tiene una significación acabada, y que toda significación, no se detiene, está en proceso.

 

  Acompañar es resistirse a que el acompañado quepa en un diagnóstico, lo que conlleva la presunción de que el mundo no entra en el molde del lenguaje. Abrir la distancia entre el diagnóstico y nuestro acompañado, es parte del éxito de un Acompañamiento Terapéutico. Porque la locura misma nos muestra la ambigüedad de la relación entre los hechos, las cosas y el lenguaje.

 

  El mundo no se detiene en los conceptos, en el lenguaje. El acompañante espera la emergencia de esta oscuridad, de este punto opaco en el sentido. Y esta relación entre la oscuridad del sinsentido y el sentido, enriquece y le da espesor a nuestra propia relación con el lenguaje, con la palabra. Permite tanto al acompañado como al acompañante una convivencia en la palabra, difícil de sostener en otro ámbito.

 

  Tal vez, en muchas ocasiones, para el acompañante terapéutico, ser el blanco del rechazo, del desconocimiento, del desprecio, por parte de la comunidad médico-psiquiátrica, tenga su asidero en el campo de las significaciones, porque la sintomatología (esto es, el estudio de los síntomas) y el diagnóstico, tienen vocación de congelar las significaciones en pos de un comunicar, tienden al axioma, al saber, a la objetividad, al consenso.

 

  Mientras que el acompañante siempre está de cara a la singularidad, al no saber, a la espera de la emergencia de lo subjetivo, de lo no dicho, de lo dinámico en su despliegue o en su repliegue.

 

 

Imagen*: Ha sido un pintor, dibujante, grafitero, poeta, músico. Estadounidense de raíces portorriqueñas y haitianas. (1960/1988). Se destacó por su arte disruptivo, e impactó su muerte joven por sobredosis. Cultor del neoexpresionismo y del primitivismo. 

 

 

Citas:

 

(1) Entrevista a Gustavo Rossi, “El AT es un nexo, articulador, entre lo clínico y lo comunitario” en www.elpsitio.com.ar, 19 - 07 - 2017

(2) “Acompañamiento Terapéutico, su valor como dispositivo”, por Susana Kuras de Mauer – IMAGO AGENDA http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=1491

(3) Rossi, G.: Acompañamiento Terapéutico. Lo cotidiano, las redes y sus interlocutores, Bs. As., Ed. Polemos, 2007 (2da Edición 2010).

(4) Acompañamiento terapéutico y psicosis (2015) – Mauricio Castejón Hermann

 

 

                     


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