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El AT y su campo de saber: composiciones teóricas, clínicas y políticas

12/03/2017- Por Gabriel O. Pulice - Realizar Consulta

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El autor propone pensar un nuevo momento histórico en el desarrollo de la teoría y práctica del Acompañamiento Terapéutico y su incidencia en el ámbito de la salud mental, en conjunto a las otras prácticas que trabajan de forma multidisciplinaria. Esta actividad invita a dar cuenta del camino hasta aquí transitado, a revisarlo y revigorizarlo, de cara al porvenir. Y se pregunta: ¿estamos en verdad transitando un nuevo momento histórico en el campo del A.T.?

 

 

                                                 

 

 

1 - Me gustaría contarles una pequeña anécdota en apoyo de esta idea, un breve episodio que me tocó transitar hace un par de años, aparentemente sin mayor importancia, pero que en definitiva me hizo «sentir» ‒de manera casi visceral, podría confesarles‒ que estamos transitando en nuestro campo un momento nuevo.

Me habían invitado a participar por entonces en un panel sobre Acompañamiento Terapéutico y Salud Mental, en el marco de una jornada que se llevó a cabo en una ciudad muy bonita del litoral de nuestro país. La convocatoria había tenido una excelente repercusión entre los profesionales de la Salud Mental en toda la región, se fueron presentando muy buenos trabajos, y todo marchaba muy bien…

Llegó entonces la hora de la mesa de cierre, en la que me tocaba intervenir, y uno de los jóvenes colegas que participaba en ella justo antes de mí, inició su ponencia con toda suerte de cuestionamientos ‒bien justificados, por cierto‒ acerca de la precariedad en las condiciones laborales del AT, la carencia de una inscripción formal, las frecuentes dificultades en el cobro de honorarios, la problemática articulación de nuestro trabajo con las instituciones… En fin, hasta allí, nada fuera de lo habitual. Más bien, podríamos decir: el pan de casi todos los días, al menos para muchos de los acompañantes terapéuticos que trabajan en la Argentina. En esa sintonía, comenzó de pronto a hacer extensiva también su queja a la falta de conceptualización de la función del AT, la falta de bibliografía y de un marco teórico de referencia…

A partir de allí, su exposición empezó a generarme una creciente incomodidad, y apenas me llevó algunos minutos advertir por qué. Afortunadamente ‒gracias a unos cuantos años de análisis personal, y al aprendizaje de tantos congresos y jornadas‒, pude contar hasta diez y encontrar, cuando me llegó el turno de intervenir, un modo amable de compartir ese malestar con mi sorprendido interlocutor, y también con la muy concurrida audiencia. Sin darse cuenta, él estaba repitiendo allí una vieja muletilla, muy instalada entre los AT, pero cada vez más perimida, dejando de manera implícita fuera de registro ‒y sin darse cuenta, descalificando‒ el trabajo y el esfuerzo sostenido desde hace tiempo por tantos colegas que vienen apostando por la escritura, la exposición y el relato de sus experiencias, la articulación conceptual, el desarrollo de programas académicos de formación, y las más diversas instancias de transmisión tendientes a revertir aquel desolado escenario con que nos encontramos hace no tanto tiempo atrás, en el inicio de nuestros propios recorridos.

  Pues si bien, es cierto que durante mucho tiempo apenas fue publicado un sólo y único libro sobre Acompañamiento Terapéuticomás allá de un puñado de artículos aparecidos esporádicamente en ciertas revistas del ámbito psi‒, en los últimos 20 años la producción bibliográfica sobre el tema no sólo fue creciendo exponencialmente en términos cuantitativos, sino que puede observarse también cómo, paulatinamente, se fue generando además, en esa producción, un verdadero salto de nivel cualitativo. Es el que se produce cuando los textos que se van publicando sobre una nueva disciplina, comienzan a entreverarse, a ponerse en conversación: ya sea para apoyarse en la anterior referencia, o retomar algo ya dicho que requiere profundización; o para disentir sobre determinado punto, o exponer cierta casuística que abre algún interrogante sobre un apartado específico… Lo cierto es que desde hace varios años, en el campo del Acompañamiento Terapéutico, esto ya ha comenzado a ocurrir. Y me animo a decir que el joven corpus teórico de la actividad que nos convoca, ha alcanzado sin embargo, en muy poco tiempo, un interesante punto de maduración. Y en esto, la actividad regular desarrollada particularmente desde 2001 en los congresos, simposios y jornadas ‒tanto nacionales y regionales, como en el ámbito internacional‒, ha tenido sin lugar a dudas una incidencia decisiva, felizmente apuntalada por la fantástica globalización de las comunicaciones a través de Internet. En apenas 15 años, el «Mundo AT» se puso en conexión, alcanzando pronto una vigorosa visibilidad que permitió, al mismo tiempo, poner en valor su potencia como herramienta de transformación. Los distintos grupos de profesionales que, sobrellevando las dificultades propias de cada terreno, fueron cultivando sin embargo esta misma semilla en los grandes centros urbanos ‒principalmente de Argentina, Brasil, México, España y Uruguay‒, apenas si tenían por entonces alguna comunicación entre sí. Ni hablar de la silenciosa y casi solitaria labor de tantos otros colegas, esparcidos en las pequeñas ciudades y localidades del interior de cada país. El único libro existente, había llegado a cada orilla casi como el mensaje en una botella. Pero de pronto, la espera de los Robinson Crusoe llegó a su fin: el generoso y apasionado intercambio que empezó a producirse desde entonces, comenzó a dar sus frutos…

  En este contexto, podemos decir sin riesgo de equivocarnos que hay actualmente en nuestro campo ‒¡ahora sí… !‒, una riquísima y abundante bibliografía. Y por cierto, en buena parte de los casos, de excelente factura, incluyendo entre sus desarrollos tanto la caracterización y delimitación conceptual de la función del AT, como un estudio cada vez más profundo y consistente de sus diversas áreas clínicas de inserción e incumbencia, con sus respectivas especificidades técnicas(1). A las ya numerosas publicaciones argentinas y brasileñas ‒algunas de ellas asimismo disponibles en portugués y español‒ se fueron sumando, además, otras importantes contribuciones desde México, España y Uruguay… A lo que hay que agregar el valiosísimo material que fueron aportando en sus ponencias y presentaciones todos los colegas ‒también de otros países como Chile, Colombia, Italia, Francia y Perú‒ quienes, a lo largo de estos años, participaron en los diversos eventos científicos que se fueron sucediendo en torno de este tema. Buena parte de este material, se encuentra disponible actualmente en la web, y bien podrían completarse con él varios volúmenes más.

  Hay que decir, asimismo, que no es un detalle menor el hecho de que se fueron cruzando y mixturando, en esta suerte de construcción colectiva, muy diversos lineamientos discursivos, tales como el Psicoanálisis en sus diversas escuelas y orientaciones, la Psiquiatría Dinámica, las Terapias Sistémicas, Cognitivistas y Comportamentales, la Fenomenología, el Esquizoanálisis, incluyendo también muy valiosos aportes del ámbito de la Filosofía y el Trabajo Social y Comunitario; a lo que podemos agregar el creciente número de casos cuya demanda de intervención se articula al ámbito judicial… Visto retrospectivamente, ha sido una experiencia realmente fascinante, haber podido poner en discusión nuestras divergencias de doctrina, y sortear —al menos en algunos puntos— las dificultades «idiomáticas» así planteadas, sin que esto signifique sostener la utópica pretensión de disolver las diferencias. En suma, se fueron atravesando algunas barreras y prejuicios que habitualmente resultan muy difíciles de superar en el ámbito de la Psicología, la Psiquiatría y la Salud Mental, avanzándose de este modo en la artesanal elaboración de un sabroso, picante, colorido y original campo de saber.

 

2 - Pero no sólo este incipiente desarrollo de un corpus teórico propio es lo que parece marcar la consolidación de un momento distinto en nuestra disciplina: paralelamente, se fueron jerarquizando y tomando consistencia también sus instancias académicas de formación y capacitación. Resulta muy simpático y conmovedor, por ejemplo, revisar los programas, los diseños curriculares y los contenidos de las primeras Tecnicaturas de Acompañamiento Terapéutico, algunas de ellas inauguradas en Argentina hace más de quince años. Salta a la vista que por entonces resultaba un verdadero desafío cumplimentar con las exigencias relativas a la carga horaria requerida para acreditar formalmente una titulación de nivel terciario, y hay que ver las curiosas y creativas ensaladas temáticas a lo que eso dio lugar… Pero ese gran esfuerzo sin dudas valió la pena, pues no es sin esos primeros pasos que se fue configurando el escenario académico actual. Aquí también es posible visualizar un verdadero salto cualitativo: ¡ya no es preciso completar el plato con cualquier relleno!

  Por otra parte, hay que destacar que, desde el inicio, la mayoría de las propuestas académicas orientadas a la formación de acompañantes terapéuticos, se articularon con una marcada inserción clínica, observándose asimismo, por parte de las instituciones públicas y privadas del sector, una generosa apertura que posibilitó a los acompañantes terapéuticos en formación disponer de los espacios adecuados para su indispensable acceso a la observación y la práctica. Podemos leer entre líneas que ello no hubiera sido posible sin el decidido aval tanto de los profesionales a cargo de esos diversos espacios hospitalarios e institucionales ‒habitualmente, psicólogos y psiquiatras‒ como de quienes ejercen en tales instituciones los cargos políticos de dirección.

  Nos aproximamos así a la compleja intersección entre la clínica, las instituciones, y las políticas en Salud Mental, y vale la pena detenernos también en este apartado. Pues si el Acompañamiento Terapéutico ha tenido en las últimas décadas un desarrollo tan fuerte y sostenido, es precisamente por sintonizar de modo extraordinario con los ya no tan nuevos paradigmas (2), tendientes a la búsqueda de recursos alternativos ‒o complementarios‒ al dispositivo manicomial y la internación psiquiátrica. A fuerza de eficacia, podría decirse que su reconocimiento como herramienta clínica fundamental para el abordaje de trastornos psíquicos severos en las diversas fases de sus tratamientos, no encuentra ya ninguna objeción ni resistencia. Sólo que para que sea posible su inclusión formal y administrativa tanto en las partidas presupuestarias de las diversas instituciones públicas, como en la cobertura de las obras sociales y las aseguradoras de salud, es necesario ‒al menos en Argentina‒ seguir avanzando en la dirección de su plena inscripción y reconocimiento profesional. Caso contrario, se corre el riesgo de que su prestación se limite al ámbito privado ‒esto es, tan sólo a los usuarios con mayores recursos económicos‒, o se perpetúe en la semi-marginalidad ad-honorem.

  No obstante, cabe señalar que la problemática acerca de la «profesionalización del AT» ha sido objeto de intensos debates, generados en buena medida por las muy diversas condiciones en que se fue planteando la inserción y desarrollo de este recurso en cada país, particularmente en Brasil y Argentina. Me refiero con esto a las importantes diferencias observadas entre las políticas en Salud Mental de ambos países, especialmente durante los 90’ y los primeros años del siglo XXI: al menos en el ámbito público, la figura del AT corrió por entonces, en cada uno de ellos, muy distinta suerte. Pero a mi gusto, además de esas «diferencias de terreno», tal controversia se ha producido también a partir de la confusión de ciertas cuestiones conceptuales y clínicas, con otras que responden estrictamente al ámbito legal y administrativo. En efecto, este rechazo de la «profesionalización del AT» se justifica, en el temor por parte de algunos colegas a que esa jugada pudiera traer como consecuencia la estandarización de las prácticas, a partir de la regulación de la actividad por parte del estado. Algo similar a lo planteado durante décadas desde ciertos sectores del Psicoanálisis, tradicionalmente refractarios a todo atravesamiento o intromisión estatal. Y por cierto, no es un temor infundado. Sin embargo, en determinadas circunstancias ‒como las que se observan aún hoy en nuestro país‒, sostener la actividad de los acompañantes terapéuticos por fuera de toda inscripción académica, legal y administrativa consideramos, no parece ser la mejor opción. No si se tiene el propósito de que puedan tener acceso a los beneficios de su prestación todos aquellos usuarios que así lo requieran, como parte de los dispositivos de atención en Salud Mental del ámbito público. Es fundamental, entonces, tomar las precauciones necesarias para que esa inclusión y reconocimiento formal, no se inscriba de cualquier manera. Vale decir, que no implique renuncias conceptuales o concesiones técnicas, ni tampoco ‒fundamentalmente‒ cualquier tipo de extravío o condicionamiento ético. Es sin dudas un gran desafío, pero por el que vale la pena apostar, y esto requiere de la mayor implicación y compromiso de todos quienes participan en la cotidiana construcción de esta actividad.

 

3 - Por último ‒y en íntima conexión con lo que acabo de enunciar‒, resulta indispensable examinar y poner en consideración la compleja singularidad del actual momento político del Acompañamiento Terapéutico, en el ámbito internacional. Lo que va de la mano con la reconstrucción y revisión de nuestra propia historia. Todo parece indicar que también aquí nos encontramos transitando tiempos de un fructífero reordenamiento, luego de la vertiginosa aceleración de acontecimientos que se fue produciendo en la búsqueda y ensayo de diversos modos de lazo social entre los acompañantes terapéuticos durante el período histórico que venimos describiendo, y que incluye la creación de las primeras Asociaciones de AT en Argentina y Brasil.

  Nos encontramos hoy en los preparativos de nuestro próximo Congreso Internacional, cuyo número de orden ‒décimo primero‒ resulta sorprendente. Y vale la pena rememorar las circunstancias en que, por fin, se inició la serie, esa que anteriormente parecía condenada a episodios unitarios, caracterizados por un «siempre tener que volver a empezar». De hecho, el «Primer Congreso Nacional» ‒realizado en Buenos Aires en noviembre de 1994‒ estuvo a punto de correr la misma suerte, y debieron transcurrir nada menos que siete años hasta la realización del siguiente. Sin embargo, podemos considerar que esos años de intervalo no transcurrieron en vano. Tal vez, lo distintivo de ese evento respecto de las jornadas y encuentros anteriores, pueda explicarse por su íntima conexión con la publicación de dos nuevos libros, que potenciaron su valor de marca.

  El primero de ellos ‒aparecido apenas unos días antes, y presentado en esa ocasión‒ proponía una nueva perspectiva en la conceptualización de la función del AT desde las coordenadas del Psicoanálisis, abriendo así una fuerte discusión con aquella única publicación existente hasta el momento en nuestro país, de marcada pregnancia psiquiátrica. El otro libro ‒publicado un año después‒, reunía una interesante compilación de las ponencias de ese mismo congreso, permitiendo desplegar aún un poco más el abanico de temas y autores, bajo el lema: «Hacia una articulación de la clínica y la teoría». Quizás la conjugación de estos hechos hizo que a partir de allí, se fueran generando, sosteniendo y afianzando en nuestro país, durante ese intervalo, ciertos lazos y puntos de encuentro que, en definitiva, abrieron las puertas para la realización en 2001 del «Segundo Congreso Nacional». Fue recién entonces que los acontecimientos se comenzaron a precipitar.

  El tercero, que se llevó a cabo dos años después, llegó acompañado de algunas novedades: la  realización, en forma conjunta, del «Primer Congreso Iberoamericano de AT» ‒que, además de argentinos y brasileños, contó con la activa participación de numerosos colegas venidos de Chile, Colombia, México, España, Perú y Uruguay‒; y la creación de la Asociación de Acompañantes Terapéuticos de la República Argentina (AATRA). Ambos hechos estuvieron profundamente relacionados, pues diversas circunstancias ligadas a la organización de este primer cónclave de carácter internacional, hicieron indispensable darle un marco institucional, hasta ese momento inexistente, habida cuenta de que tampoco se contaba por entonces en nuestro país con apoyo alguno por parte del estado.

  Me reservaré en esta ocasión muchos detalles importantes, que con gusto podremos conversar con los interesados en los próximos encuentros, o a través de las redes sociales. Pero quería destacar aquí que, más allá de los errores que se puedan haber cometido desde entonces por la pura inexperiencia de quienes nos embarcamos en esa aventura, la creación de AATRA como la primer organización institucional que comenzó a nuclear a los acompañantes de todo el país, y la perseverancia en la organización regular de los distintos encuentros, jornadas y simposios regionales, provinciales, nacionales e internacionales que se fueron llevando a cabo en forma conjunta ‒y en plena colaboración e intercambio‒ con todos los colegas de otros países que fueron participando de distintas maneras en la construcción de este verdadero colectivo internacional, marcaron un antes y un después en la historia de esta actividad. Estamos construyendo esa historia: y los 10 Congresos Internacionales de Acompañamiento Terapéutico celebrados desde 2006, son nuestro mejor legado y como parte de esa historia, estamos en las vísperas de la escritura de un nuevo e importantísimo capítulo, también con condimentos bien picantes esta vez, pues atendiendo lo que se viene planteando «asambleariamente» desde distintos sectores de la comunidad internacional en los últimos congresos, ha llegado la hora de repensar y reformular la configuración política de nuestro campo, en un movimiento de mayor apertura y representatividad, que posibilite alojar a todos los AT ‒tanto como las diversas instituciones y agrupaciones que los nuclean‒ interesados en participar y coordinar acciones en sus distintas instancias organizativas. Bienvenido sea, pues esa ha sido desde siempre la apuesta, sobre lo cual bien pueden dar testimonio cada uno de los colegas que ‒aún desde posiciones muy críticas‒ fueron recibidos siempre a brazos abiertos, e invitados a formar parte.

  Entre ellos, merece una mención especial quien, según lo resuelto en el «Cabildo Abierto» de Córdoba 2015, presidirá este «XI Congreso Internacional de Acompañamiento Terapéutico»: es un verdadero honor destinar estas últimas palabras no sólo para brindarle a Mauricio Castejón Hermann el mayor apoyo en esta tan difícil misión, sino también para comprometerlo a hacer de este nuevo evento el escenario propicio para encender ‒con la franqueza, la honestidad, la pasión, y el mutuo respeto de siempre por el trabajo y recorrido de cada uno de los participantes‒ todos los debates y reformulaciones clínicas y políticas necesarias para que el Acompañamiento Terapéutico, como práctica, como herramienta clínica o como profesión, continúe su vigoroso impulso de transformación en el campo de la Salud Mental

Pues, ¡allá vamos, San Pablo…! 

 

 

Nota: Bem-vindo sur le XI International Congress XII Iberoamericano de

                  Acompañamiento Terapêutico

 

 

Citas y Aclaraciones:

 

1-Habiéndose desarrollado inicialmente en el abordaje de las psicosis ‒paranoia, esquizofrenia, melancolía, cuadros “bipolares” ‒ y las toxicomanías, el Acompañamiento Terapéutico ha demostrado su eficacia en el tratamiento de una creciente diversidad de problemáticas clínicas en las que se fue poniendo a prueba, en las distintas etapas de su manifestación. Entre ellas, podemos mencionar: otras patologías del consumo como las ludopatías y los trastornos de la conducta alimentaria ‒bulimia y anorexia‒; autismo, psicosis infantil, retraso mental y otras alteraciones severas de la conducta en la infancia y la adolescencia; depresión, crisis de angustia y/o ansiedad ‒ataques de pánico‒, y demás trastornos del estado del ánimo; psicosis puerperales; fobias; diversas problemáticas médicas con prolongados períodos de rehabilitación: pacientes oncológicos, renales, portadores de HIV, con problemas respiratorios de origen psicosomático, o con discapacidad motora; pacientes con enfermedades terminales, y de la tercera edad.

 

2- Ya no tan nuevos, si tenemos en cuenta que la creación de los primeros Hospitales de día datan de 1935, y las primeras experiencias alternativas al dispositivo manicomial en Argentina, por ejemplo, se remontan a finales de los 40´.

 

 * La imágen ilustrativa fue tomada del sitio: http://fernandafamiliar.soy/colaboradores/alexis-schreck/que-es-el-acompanamiento-tera

 

 

                                              


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