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El Campeonato Mundial y la Fiesta de los Argentinos18/07/2014- Por Guillermo Bruschtein - Realizar Consulta

En épocas de mundiales, campeonatos, euforia, tristeza, alegría e incluso violencia, el autor se pregunta: “¿Será, tal vez, que necesitamos un Mundial de Fútbol cada año para vernos un poco más contentos o entusiasmados?, ¿o es que el juego nos permite alguna otra elaboración?”
“Hay experiencias que fundan recuerdos”
Mario Benedetti
Durante el último mes pudimos experimentar un fenómeno de entusiasmo y expectativa creciente, en relación al progreso de los éxitos en lo deportivo que nuestra selección fue demostrando. ¿Será, tal vez, que necesitamos un Mundial de Futbol cada año para vernos un poco más contentos o entusiasmados?
El deporte como todo juego nos posibilita vivenciar y expresar nuestras pasiones, enmarcadas en reglamentos que se despliegan en el escenario del juego en cuestión. Es en este contexto donde el sujeto puede escenificar el mecanismo de rivalidad en relación al otro; un sentimiento básico que difícilmente pueda disimular.
La palabra fiesta proviene del latín festa/festum, que significa alegría, regocijo, comunión. Mediante ella, el hombre (el único ser festivo y festejante, el único ser que ríe) se acerca y se permite lo que lo sobrepasa. O sea es una forma de exceso socialmente compartido.
La rica experiencia social por la que pudimos transitar los argentinos en el transcurso de este último Campeonato Mundial de Fútbol nos invita a pensarnos desde esta perspectiva.
En la medida que nuestros jugadores nos brindaban mayor seguridad, que se corroboraba con los logros en el campo de juego, se producía un fenómeno de identificación social. Ya todos hablábamos y opinábamos; parecía que cada habitante tenía in mente su propio equipo. Desde los más entendidos por este juego que despierta las más extravagantes pasiones en todo el planeta, hasta aquellos que poco o nada saben del mismo se reunían para ver y comentar.
Lo habitual de la vida cotidiana nos tiene acostumbrados a la tendencia del padecimiento crónico del mal humor, que no respeta ni distingue clases sociales, edad ni sexo. Como sociedad estamos inmersos en un esfuerzo permanente por lograr un “mejor vivir”, pero con la tendencia a convertimos en sujetos insatisfechos en lo individual y en lo grupal.
Freud (1929) desarrolla lucidamente esta problemática de la insatisfacción cotidiana, en un trabajo titulado “El Malestar en la Cultura”, donde expresa la necesidad del sujeto de encontrar lenitivos para poder soportarla.
Los clasifica en tres tipos:
1-Distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeñas nuestras miserias: por
ejemplo en lo intelectual, en la actividad científicas y el trabajo creativo todas estas
actividades tendientes a sublimar nuestro instintos, o sea a aplicarlos al servicio de la
vida. A construir para si y para el otro.
2-O También en satisfacciones sustitutivas que la reducen el mal estar, como por
ejemplo el arte o lo deportivo.
3-Pero también nuestros instintos pueden quedar atrapados en el camino de lo
destructivo. Freud conceptualizo a esta expresión del sujeto, como instinto de muerte.
La expresión de nuestros tiempos en la búsqueda del placer inmediato; la podríamos ejemplificar con el consumo masivo de narcóticos desde todas sus formas. Ya sea desde los legales como el crecimiento masivo de la industria farmacéutica mundial o como el consumo cada vez más difundido de las drogas ilegales.
Debemos aceptar que los argentinos tenemos motivos tal vez, para convivir en una sociedad irritada y fragmentada donde solemos pelear y discutir por sentir frustraciones históricas en las que se borra el límite entre lo social y lo singular de cada uno. El gran logro social de poder vivir en democracia trajo aparejado por suerte, el fenómeno de politización perdido. Se puso en evidencia la polarización no sólo de sectores sociales con intereses antagónicos sino también entre grupos de amigos, familias, parejas, compañeros de la vida… para los que la lectura de la realidad marca confrontaciones y colisiones para las que pareciera ser no estamos lo suficientemente preparados para transitarlas.
Somos una sociedad con tendencia al mal humor, al enojo, a los malos estados del ánimo. Los terapeutas lo denominamos las distímias o inestabilidad en el estado de ánimo, dado que prevalecen el pesimismo y las vivencias de falta de perspectivas. En nuestros tiempos las consultas más frecuentes están vinculadas a los estados de depresión, tristeza y enojo.
Alarma el exceso en el consumo y venta de psicofármacos especialmente de medicamentos antidepresivos; más allá del reconocimiento de la alta eficacia que los mismos puedan tener frente a determinados cuadros puntuales. Pero la pregunta apunta al porqué de tanta insatisfacción generalizada.
¿Qué es lo que nos falta para poder soñar un poquito más allá o más acá de un campeonato de fútbol?
-Un mes de tregua y distención: “borramiento de las diferencias”
En este mes el ánimo de los argentinos fue diferente. Cambiaron los temas de preocupación habitual. Por un tiempo, no más problemas de la economía nacional e internacional, la política sin políticos, dado que muchos de ellos también viajaron para ver el mundial; las amas de casa devenidas en comentaristas; los niños en las escuelas estudiando a cerca de los colores y características de los países intervinientes. Es así que por un mes vivimos otra realidad. Cada nuevo partido de nuestra selección devino en “fiesta”.
Proyectábamos juntarnos para ver “el partido”, con la ilusión de que “pateamos todos para el mismo lado”. Fue fantástico observar las calles antes de cada encuentro de nuestra selección, a partir de los octavos de final, la ansiedad y las corridas por miedo a no llegar… a tiempo.
Es así que Serrat nos canta y recita en su canción “Fiesta”
“… Y colgaron de un cordel
de esquina a esquina un cartel
y banderas de papel
verdes, rojas y amarillas.
Y al darles el sol la espalda
revolotean las faldas
bajo un manto de guirnaldas
para que el cielo no vea…”
¡Y por fin llegó la gran final!
Llegamos al día soñados por todos, nuestro “gladiadores” se enfrentan al “imperio”. Los buenos “argentinos”, contra ellos, los malos “alemanes”… y vamos y fuimos por la hazaña, y vamos que pueden, que se puede, vamos “muchachos”, somos cuarenta millones y todos juntos, apoyando a nuestra “valiente selección… podremos”.
Todos también sabemos más allá de la ilusión que la fiesta no es continua y permanente, que siempre habrá un después por el que deberemos transitar. Ganáramos o perdiéramos no podríamos evitar que nuestra fiesta, la fiesta de todos llegara a su fin. Y lamentablemente no nos fue bien, nos ganaron. Pero nos quedamos con la sensación de que no perdimos, pues podíamos haber ganado.
“Y así son los duelos”
Nos pusimos tristes, la imagen de nuestros jugadores y nuestro compatriotas en las tribunas del Maracaná con lágrimas en sus ojos. Pero llego el día después y así y aquí deberemos a seguir pensándonos y trabajando con nosotros mismos.
Los psicoanalistas tendemos a generar preguntas a partir de la realidad que nos toca vivir y que posibiliten el acceso a pensarnos desde otra posición.
Tal vez haya sido una muy buena experiencia el haber transitado por este fenómeno festivo de masas, si es que podemos darnos cuenta que no sólo podemos en una cancha de fútbol. Si es que también podemos darle lugar a la tristeza y a la frustración, sin necesidad de posicionarnos en la depresión o en melancolía.
En el fin de fiesta Serrat nos recita:
“Se acabó, el sol nos dice que llegó el final,
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.
Vamos bajando la cuesta
que arriba en mi calle
se acabó la fiesta.”
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