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                                                                                                                                “Mujer”. Carbonilla de Marcela Inés Rivera* 

  Desde finales del 2019, la noticia de la llegada del coronavirus Covid-19 al planeta comenzó a difundirse con tanta rapidez como el mismo virus. Con la ayuda de todos los avances que el mundo globalizado del siglo XXI cuenta, este enemigo invisible impregnó y penetró las entrañas de cada rincón del globo terráqueo.

  Algunos de los resultados de esta abrupta e inesperada visita, fueron una suerte de confrontación a la especie, siendo expuesta en su extrema vulnerabilidad, de esta forma la humanidad sería ubicada en su lugar y la naturaleza mostraría nuevamente la potencia de su constitución.

  Las lecciones de la naturaleza para con la especie han sido variadas, recordemos brevemente, por ejemplo, la peste bubónica, que tuvo una duración de más de 100 años, aun así, el paso del tiempo logró retomar esa idea de omnipotencia que el hombre parecía tener en el mundo contemporáneo.

  Gracias a los avances científicos, el sujeto, pretendía tener el control, y esa ilusión de control demostró lo que era, una mera ilusión. En última instancia este virus, genera un vuelco radical en la historia de la humanidad, no solo en el cómo iba, sino, también, en el porvenir.

  Desde una mirada en retrospectiva, el 2019, fue el año de aproximación al fenómeno, donde nos enteramos de la existencia de este virus y aparecieron una amplia gama de posturas respecto de los que pasaba en China.

  El 2020, los análisis o reflexiones del acontecimiento estaban colisionando con la experiencia propia del fenómeno, se convirtió en parte innegable de nuestra nueva normalidad, es más, atrás quedaba todo rastro de aquello que entendíamos por vida cotidiana o nuestra vida normal.

  Incluso para quienes veían en el virus una gran conspiración política, social, económica, religiosa o de la índole que fuere, igual, independiente de la perspectiva que se poseía, las opciones eran extremadamente limitadas.

  Al inicio, se podía visualizar el virus como una especie de crisis universal, con trascendencia y consecuencias universales, los efectos eran para todos por igual, y a falta de una cura para el virus, la crisis era un escenario que se debía enfrentar en cada país.

  Por supuesto, el paso del tiempo permitió esclarecer el panorama y quedó demostrado que las brechas no solo eran entre continentes, regiones o países, sino, que el concepto de individualidad mismo quedaría suspendido siendo un campo de guerra para las significaciones y definiciones que podría adoptar. Además, todos aquellos dilemas que prevalecían como retos desde temprana data, con la llegada de la pandemia no podrían ocultarse más.

  Con toda la incertidumbre que se produjo en el transcurso del 2020, donde desde lógicas, ideas, teóricas hasta dispositivos, instituciones, movimientos y estructuras sufrieron una transformación, cuando el escenario mundial, político y económico parecía estar en una constante crisis sin poder diferenciar elementos individuales de todo lo que acontecía, la situación se tornaría más confusa y compleja aún.

  El 2021 inicia con una verdadera carrera por la vacuna contra el Covid-19, y a su vez, el Covid-19 inicia una carrera por poder subsistir, las noticias de la nueva cepa del virus llegan a traer nuevas interrogantes, dudas inquietudes, angustias, esa sensación de estar envueltos en una situación interminable o un laberinto comienza a tomar presencia.

  Lo cierto, es que mucho se ha escrito y hablado del mundo “post-covid-19” y leo en ello un atisbo de esperanza en el futuro próximo, sin embargo, todo advierte que esta crisis sanitaria, es solo una pequeña parte de lo que se tendrá que enfrentar.

  Las consecuencias del modo de vida del siglo XXI comienzan a brotar en cada rincón, los costos de la vida moderna, del mundo globalizado, de la ciencia, comienzan a llegar. Quizás, solo estamos aprendiendo a vivir en nuestra época, con las consecuencias de nuestra época y tendremos que entrar en una nueva matriz que se creó producto de las decisiones que se han tomado en las últimas décadas.

  Cuando el panorama y el porvenir de la especie se contamina y obscurece, es necesario reflexionar y comenzar por plantear preguntas, cuestionar no solo nuestros actos, sino, también todo lo que estamos recibiendo, percibiendo y sintiendo. La toma de conciencia y reflexión personal dejo de ser un acto individualista, la colectividad depende de la responsabilidad ética de los sujetos de nuestra época.

  A propósito de responsabilidad, quizás sea necesario pasar a otro lugar, y preguntarnos brevemente por ¿cuáles son las cifras oficiales siendo finales de enero del presente 2021? Según el “Coronavirus Resource Center” de la Universidad Johns Hopkins a la fecha hay un total de 99.770.308 casos activos de Covid-19 a nivel mundial, y un total de 2.141.228 muertes a causa del virus.

  Según esta misma fuente, los países más afectados son US con 25.297.546 casos confirmados, India con el segundo lugar, seguidos de Brasil, Rusia, Reino Unido, Francia, España, Italia, Turquía y Colombia, siendo estos los 10 países más afectados en lo que se ha denominado la segunda ola de la pandemia.

  ¿Se aprendió algo de la primera ola? ¿Qué pasará con la vacuna? ¿Todos los países tendrán acceso a ella por igual o habrá tratos y alianzas políticas económicas que terminarán dejando a países sin acceso a ella? ¿Se dará prioridad a las poblaciones de mayor riesgo y mayor exposición? ¿Habrá consecuencias a mediano o largo plazo por esta vacuna que emerge en un tiempo extremadamente corto?

  Las preguntas son muchas, sin embargo, esa es la postura correcta en tiempos de incertidumbre, apostar por respuesta claras y cargadas de suposición es repetir el error de no aportar, de mantener la situación tal y como está. Solo en la medida en que se cuestione la situación mundial y se sienta la presión de las preguntas puede abrirse otro camino. La inercia de seguir actuando sin reflexionar puede traer consecuencias colectivas, y más radicales a la humanidad.

  Por último, un hecho importante a considerar es el foco que se ha entregado a la crisis mundial de la pandemia, donde el énfasis solo está en el cuerpo de los individuos, dejando de lado las consecuencias psíquicas.

  Los afectos, sentimientos, emociones y pensamientos que han prevalecido en este tiempo, pueden en algunos casos reconfigurar espacios nuevos, generar dilemas de salud mental, y, si antes de la pandemia la salud mental no era un foco y permanecía como un reto pendiendo, ahora, nuevamente, en un periodo donde era necesario prestar atención se vuelve a dejar de lado.

  Si hay suerte, la segunda ola de la pandemia se superará, el cuerpo resistirá, pero ¿La mente humana será capaz de tolerar esa posible tercera ola de la pandemia? ¿Esa tercera ola que será mental y psicológica se priorizará? ¿Se han implementado modos de atención específicos para la crisis que se está viviendo? No es solo la salud mental, como tampoco es solo el cuerpo.

  Tampoco se trata de salvar la economía, de mantener un modelo, hay muchos factores que colisionan y que en la medida que se intenta salvar uno, el otro comienza a hundirse ¿Cómo irá este 2021? ¿Qué análisis en retrospectiva podremos hacer el próximo 2022 de este año que recién inicia?

Arte*: artista plástica argentina. https://www.facebook.com/marcela.rivera.169/about

            @marcelarivera