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Frente a lo traumático de la guerra, la ética de la palabra

28/06/2007- Por Graciela Ana Pérez - Realizar Consulta

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La guerra como forma de presentación de lo traumático invita a considerar la noción de trauma. Entendido como acontecimiento, el trauma se ubica como un episodio externo a la estructura, capaz de suscitar "los afectos penosos del horror, la angustia, el dolor psíquico". Acontecimiento contingente, irrupción de un Real, encuentro azaroso con la posibilidad de muerte. De la sensibilidad del sujeto afectado dependerá que dicha vivencia se haga valer como trauma.


 La guerra como forma de presentación de lo traumático invita a considerar la noción de trauma. Entendido como acontecimiento, el trauma se ubica como un episodio externo a la estructura, capaz de suscitar “los afectos penosos del horror, la angustia, el dolor psíquico”. Acontecimiento contingente, irrupción de un Real, encuentro azaroso con la posibilidad de muerte. De la sensibilidad del sujeto afectado dependerá que dicha vivencia se haga valer como trauma. Es entonces en un segundo tiempo donde adquiere dicho valor, algo de lo externo se liga con lo pulsional interno, encuentro sorpresivo entre una fantasía y un acontecimiento externo que al anudarse produce trauma. El trauma, en tanto acontecimiento externo, adquiere un valor causal para el sujeto.
 Tiempo después, la insistencia de los sueños traumáticos de guerra, los fenómenos de compulsión a la repetición no sumidos al principio de placer, verdadero regulador del aparato psíquico, precipitan un “más allá del placer”. La exigencia de la pulsión de muerte queda por fuera de la jurisdicción de la ley placer-displacer. Dicha exigencia pulsional deja al trauma como un real sin ley, como inasimilable al campo del Principio de Placer, extraño a la homeostasis psíquica. Cuerpo extraño que funciona por fuera de la ley y por ende califica al goce horroroso del trauma como perverso. Esta exigencia pulsional sin ley, la compulsión a la repetición, sitúan al trauma como un proceso interno a la estructura.

En sus primeros escritos Freud ubica al trauma como acontecimiento real, otorgándole un valor de hecho acaecido en la realidad. Más tarde, Freud advierte que “sus neuróticas le mienten”, y sin dejarse engañar, ni seducir por los relatos fascinantes del trauma deduce un carácter de fantasía en dichos relatos. Será en épocas posteriores a la guerra, en el encuentro con los efectos traumáticos de la neurosis de guerra, que Freud reconceptualiza la noción de trauma como proceso interno a la estructura del sujeto, apoyado en la idea de compulsión a la repetición.
 Entre trauma como acontecimiento externo y como proceso interno, el trauma psíquico se representa como carga de energía pulsional, se figura como goce desmedido, como metáfora energética. Figura paradójica, en tanto energía no medible, cantidad no cuantificable, que define lo Real del trauma como imposible.
 El incremento de estímulos representa un peligro para el sujeto. En la guerra se escenifica el peligro de desaparición, de desvalimiento ante el enemigo. Se movilizan las fantasías de ser tomado el sujeto como objeto: de ser arrasado por el Otro enemigo, por el goce del Otro superior, objeto de las órdenes del Otro. Cuando el yo se ve amenazado por un peligro objetivo desmedidamente grande, se siente abandonado por los poderes protectores, y se deja morir. El sujeto se ve confrontado con la angustia de muerte, con la angustia de castración. Lo traumático es el encuentro con la Castración. De esta manera, se presenta el temor por la desaparición absoluta del sujeto ante la proximidad de la muerte, el terror de ser aplastado por el peso de una pesadilla, la reducción a una pura condición de objeto. Se suspenden así, sus recursos habituales de respuesta; allí donde no hay un sujeto que responda, hay trauma. Si el sujeto responde puede haber repetición de otro orden, por la vía sintomática.
El trauma es el afecto que no encuentra ligazón. Lo no ligado entre afecto y representación deviene traumático quedando por fuera de la cadena asociativa, pero a la vez delimitado por el mismo lenguaje. La clínica con veteranos de guerra da cuenta de los fenómenos clínicos que se ubican en el borde del lenguaje, y al mismo tiempo en su corazón; es decir, en un interior-exterior, en un territorio de extimidad.

La irrupción de un Real sobre las representaciones simbólicas, donde el recurso a la palabra es insuficiente para cubrirlo se traduce como trauma. Punto refractario a ser reabsorbido en el campo simbólico, quedando segregado del sistema. Figura similar a la queja de los veteranos de guerra que expresa la segregación de la sociedad. No obstante la Causa Malvinas, portadora de un mito, es una ficción novelada. La Causa Malvinas encauza y causa el lazo con la sociedad vía la transmisión generacional de una historia, por ejemplo, a través de las charlas en los colegios dadas por los propios veteranos, cumpliendo esta misión una función de carácter simbólico. La Causa Malvinas orienta aspectos de la vida de algunos veteranos, canalizando el sentido de la propia existencia.
En el campo de guerra, en el mal encuentro con el horror, cae la escena fantasmática que daba significación al sujeto: perplejidad, sinsentido. Cuando se pierde el sentido de la vida, se desenlaza lo traumático; el trauma es una forclusión de sentido. La impotencia del discurso a la hora de leer el acontecimiento causa el traumatismo. Punto de resistencia del discurso, hecho de goce que resiste a la simbolización e insiste en el sufrimiento de los síntomas, permaneciendo como lo imposible de reconocer, de nombrar. No nombrar las cosas por su nombre, ahí lo Real.
 ¿Cómo operar con un Real que queda por fuera del sentido? ¿Cómo maniobrar con lo traumático a través de la palabra? En el mismo sentido de la pregunta, se orienta la respuesta. Se tratará del deslizamiento simbólico de la cadena para introducir lo real traumático en el sentido imaginario, vía la puesta en marcha del dispositivo analítico en la clínica con veteranos de guerra. Ofertar una escucha permitirá articular el silencio pulsional con ese algo del decir que no se articula, imposible de soportar y que induce a los veteranos a las impulsiones, adicciones, a los actos más tanáticos pudiendo culminar en el suicidio como verdadero pasaje al acto.

Confrontar el decir con lo indecible, con lo Real como indecible, con el sinsentido. Intentar reducir el sinsentido producido por el acontecimiento, aunque el hecho resista como verdadero agujero en el discurso. Lo traumático no se adormece, lo Real insiste. Hacer hablar el “troumatismo”, traumatismo, permite la elaboración de los acontecimientos horrorosos de la guerra, subrayo la idea de elaboración psíquica, que no es lo mismo que racionalización de los hechos.
 Es decisión del analista, mediante su propio acto, ubicar algo de lo inconsciente. Entendido lo inconsciente como dispositivo que produce sentido libidinal, se restituirá al sujeto en una trama de sentido, inscribiendo al trauma en la particularidad inconsciente del sujeto. El empuje a hablar del psicoanálisis causa efectos aliviantes para el sujeto ante el angustiante sinsentido de lo traumático, y ante el empuje pulsional de lo tanático que enmudece.
 La palabra mata a la cosa cargada de goce, la palabra elevada a la categoría de significante se asocia con otro significante en la cadena discursiva de un sujeto. Alguien puede ser afectado y aliviado por la palabra en tanto las palabras están ligadas a afectos. Frente al sinsentido de lo traumático, la palabra es una respuesta semántica con efecto pacificador. La palabra como dadora de sentido permite la integración del sujeto al discurso del cual fue separado, segregado por el impacto sufrido. Desde otra posición, la palabra permite integrar al padecimiento del veterano de guerra de una manera diferente, implicando al sujeto en su propio sufrimiento, sin quedar apartado, aislado, es decir, indiferente. El acto de la palabra posibilita la inclusión del lugar excluido.
 Cito a Lacan en su texto “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”: “Ya se dé por agente de curación, de formación o de sondeo, el psicoanálisis no tiene sino un médium: la palabra del paciente. La evidencia del hecho no excusa que se lo desatienda. Ahora bien, toda palabra llama a una respuesta.” (1)
 La respuesta del lado del analista será la invención de un Otro garante de confianza. Luego del acontecimiento patológico llamado traumático, de la pérdida de confianza en el Otro como lo fue la sociedad, el Estado, para los veteranos de guerra hay que inventar un Otro. El Centro de Veteranos se significa como un lugar Otro garante de confianza, espejo de identificaciones especulares. Por su parte, el dispositivo del Programa de Veteranos es otra invención que posibilita un lugar en el Otro, permite establecer un lazo transferencial diferente y novedoso ante la ruptura de ciertos lazos con la sociedad.
 Historizar, histerizar, ubicar las coordenadas de donde el sujeto ha caído, es una construcción del analista, mientras que será responsabilidad de cada sujeto  definir su trauma après-coup, en un tiempo retroactivo al acontecimiento. Es allí donde cada sujeto se encontrará con algo ignorado, rechazado. Lo traumático abre al horror y permanece como imposible de saber, de reconocer. Hay un tope a las asociaciones, un límite a lo decible, punto de enlace con lo indecible, ombligo de lo desconocido. Es un punto de resistencia e insistencia del discurso. Punto de atracción y repulsión que causa el saber sobre el horror de la guerra. Incluso el heroísmo puede ser interpretado como un rechazo de la muerte, siendo el héroe objeto de ese rechazo.
Algunos veteranos llegan a la consulta en la posición de borradura de toda división subjetiva, de desconocimiento de la dimensión deseante, de exclusión del inconsciente.  La posición es un rechazo del saber, no querer saber nada del horror, del horror de la castración, en tanto toda demanda instala el contacto con lo insoportable. Evitarán así, el pasaje por la angustia de la falta en ser; de ahí que desde la identificación a la enunciación “soy veterano” taponarán el despliegue de posibles preguntas sobre su ser. “Soy veterano” es la respuesta al padecimiento, identidad como causa de sus males, que impide el advenimiento de otro saber. Esta posición obtura la emergencia del Sujeto supuesto Saber, dificultando la entrada del sujeto en el dispositivo analítico. Aferrados a la roca viva del acontecimiento, con dificultad para el deslizamiento a otras representaciones psíquicas, dejan al analista del lado de la impotencia. El trauma como acontecimiento novelado es la roca que detiene toda asociación posible.
Si el acento recae sobre el acontecimiento, la causalidad quedaría del lado de dicho suceso. Sería así posible el cálculo de riesgo para el sujeto, programable toda acción de cuidado para la víctima, inscrita en la categoría anónima de sujeto traumatizado. Pero, ¿no es acaso el trauma algo contingente? ¿No es sorpresivo el encuentro del sujeto con dicho acontecimiento? Un acontecimiento puede ser leído e interpretado como traumático por un sujeto en un tiempo après-coup, sólo por los efectos nos anoticiamos de aquello que habría sido trauma para un sujeto particular.
Por otro lado, si el sujeto es escuchado sólo en la vertiente de ser efecto directo del trauma, coincidirían trauma y sujeto. Ahí el efecto queda pegado a la causa, el sujeto queda fijado a la escena traumática y reducido al conjunto de manifestaciones sintomáticas postraumáticas. Bajo esta lógica, el sujeto sería un producto directo del acontecimiento traumático, quedando segregado su ser. Distinto destino si el trauma es considerado como resto de aquella escena bélica, al modo del resto diurno en el sueño, resto que podría oficiar como causa del decir sobre la guerra, reencausando al sujeto en el desfiladero de su deseo.
La compulsión a la repetición es característica y condición de lo traumático. El sufrimiento, como efecto de lo traumático, se presenta en una repetición inútil e inservible, siendo en muchos casos el cuerpo soporte de ese padecimiento. El compromiso corporal como vía de facilitación, el dolor del cuerpo en los traumas de guerra, libera al sujeto de su dolor psíquico. La herida física de la guerra es posible de curar, dejando una cicatriz; la repetición psíquica traumática es incurable, no cesa.
 ¿Cómo orientar ese padecimiento repetitivo, ese goce autista y desmedido?   La intervención analítica en el campo del lenguaje, traumatiza el discurso común, abre a diversos interrogantes, a la multiplicidad de equívocos, promoviendo el sinsentido, condición de acceso al discurso inconsciente. Se tratará de nombrar lo innombrabable del trauma, para salir de la mudez de la pulsión de Muerte y entrar en el circuito de la vida. Orientándose en el campo del lenguaje y ordenándose según la función de la palabra, se conducirá ese goce excesivo hacia la formación de un nuevo síntoma, es decir, se apelará a la aptitud del síntoma para la invención. La creación de un nuevo síntoma articulado a un Otro deviene formación del Inconsciente. Esta invención sintomática oficiará como lazo social, no sin malestar, al igual que el vínculo transferencial efecto del dispositivo analítico.
El trauma, en tanto sorpresivo e inesperado, escapa a toda programación posible. Lo Real está por fuera de toda Ley. Entonces, ¿qué lugar para el trauma de guerra en un dispositivo que orienta sus acciones en la línea de un Programa de Salud? Sirviéndose de los propios principios del psicoanálisis, se tratará de acoger la particular forma de presentación de la demanda en el aparato del Programa. El dispositivo es una excusa, pero fundamentalmente es una forma particular de respuesta. Y responder es responsabilizarse de su propio acto, y de la toma de una posición que no es sin consecuencias en el campo de la clínica con veteranos.
 La guerra representa el quiebre de la palabra, la ruptura de todo pacto simbólico posible con el otro. ¿Cómo restituir el decir cuando el quiebre de la palabra fue la causa misma de la guerra? No ceder en las palabras, como nos decía Freud. Conducir el exceso de goce hacia el desfiladero significante, en un tratamiento del goce por la palabra, es un modo particular de inserción del propio malestar en el mundo del lenguaje. Implicar al veterano en la causa de su sufrimiento corriéndolo del lugar de víctima es una manera de delimitar la responsabilidad por sus propios actos y en demanda de un saber frente al no querer saber nada del horror. Hacer pasar ese saber inconsciente, para que sea reconocido y no se repita.
 Parafraseando a Lacan: “el analista es aún menos libre en aquello que domina su estrategia y táctica: a saber, su política,...”  (2). De su política y de su concepción sobre el trauma dependerá su posición ética frente a la clínica de sus afectados directos, como lo son quienes han pasado por la experiencia horrorosa de la guerra.

Referencias

1.-Jacques Lacan, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos 1, Siglo XXI editores, 13´ edición, Buenos Aires, 1985,  pág. 237.

2.-  Jacques Lacan, “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en Escritos 2, Siglo XXI editores, 14´ edición, Buenos Aires, 1987, pág. 569

BIBLIOGRAFÍA

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• Sigmund Freud,  “Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos: comunicación preliminar” (Breuer y Freud) (1893) en Estudios sobre la Histeria, en Obras Completas, Vol. II,  Buenos Aires, Amorrortu editores, 1´reedición, 1985.
• Sigmund Freud, “Cap. V: Los vasallajes del Yo” en El Yo y el Ello (1923), en Obras Completas, Vol. XIX,  Buenos Aires, Amorrortu editores, 1´reedición, 1976.
• Jacques Lacan, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos 1, Siglo XXI editores, 13´ edición, 1985, Buenos Aires.
• Germán García, Actualidad del Trauma, Curso breve enero 2004, Grama ediciones, 2005.
• AAVV, La Urgencia Generalizada. La práctica en el hospital, Grama ediciones, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2004.
• AAVV, La Urgencia Generalizada 2. Ciencia, política y clínica del trauma, Grama ediciones, Buenos Aires, 2005.
• Eric Laurent, “El origen del Otro y el objeto postraumático” en Lost in Cognition. El Lugar de la pérdida en la cognición, Colección Diva, Buenos Aires, 2005.
• Eric Laurent, “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios” en Lost in Cognition. El Lugar de la pérdida en la cognición, Colección Diva, Buenos Aires, 2005.
• Jacques-Alain Miller y Eric Laurent, “El Otro que no existe y sus comités de ética”, “El Psicoanálisis en las instituciones. Un tratamiento de las toxicomanías”, en El Psicoanálisis aplicado a las toxicomanías, TyA Buenos Aires, 2003.
• Catherine Millot, “Weiss”, “La Vateraetiologie”, “Goce letal, goce sacrificial”, en Nobodady. La Histeria en el siglo, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, Colección Freud – Lacan, 1998.
• Bejla Rubin de Goldman, Cap. 8 “¿Cómo pensar el trauma en el siglo XXI?” en Nuevos nombres del trauma, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2003.
• Jorge Jinkins, “Héroe y neurótico”, Conjetural 23, ediciones Sitio, Buenos Aires, 1991.
• Donzis, Liliana, “La angustia en el cuerpo”, Clase del 8/4/06

 


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