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Función del “charlar” en el campo de lalengua. Lalengua de los argentinos y las argentinas

29/03/2021- Por Eduardo Said - Realizar Consulta

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¿Cuál es la función del “charlar” en el campo de lalengua? El autor trabaja el alcance conceptual de lalengua como vehiculizador de goces desde la semiótica lacaniana. ¿Cómo se entraman las palabras y lalengua con los cuerpos en el síntoma y en el caso de los y las argentinos/as? “Es impactante como aún en el decir corriente circula la pregunta: ‘no sé si me entiende’. Desde Woody Allen, que parece repetirla al infinito en sus neuróticos personajes, hasta cualquiera que necesariamente tiene sus dudas sobre si las palabras transportan eso que se supone quieren hacer pasar. O aún la sospecha de si al otro le da para captarlo…”

 

                                                                                                        Xul Solar, “Panajedrez” (1945)*  

 

 

  Espero no herir susceptibilidades al parafrasear con tosquedad y simpatía el Discurso de Roma de Lacan.[1]

 

  Tomo el significante charlar, con interesantes matices de diferencia en relación a conversar. Charlar conforma un estilo particular de interlocución, que desde ya trasciende el plano de la información, y bien podría aludir a un plus de goce simple del que no todos, ni aún todas, disponen.

 

  Para dar un contexto fáctico: se suele charlar “de todo un poco”. De nuestro interés ya que alude a un todo incompleto, casi una referencia a aquello que bien podría designarse como epistemología del psicoanálisis lacaniano, en tanto acentúa lo no totalizante en la composición de las logicidades en que habitan los hablantes. “De todo un poco” estaría en correspondencia con no suponer que “algunos” implica el universal todos.

 

  Es reconocido, al menos para muchos analistas, la fundamentación del no-todo de Lacan. Hubo en la enseñanza de Lacan innumerables formas de abordar lo que no totaliza, o lo no escribible. Algunos aforismos se sostienen como punto de anclaje: no hay metalenguaje, no hay Otro del Otro, no hay relación sexual, etc. No es esta la ocasión de intentar desplegarlos.

 

  Una acepción del no-todo, probablemente simplista pero que nos sirve en esta ocasión, diría que con esa fórmula se interrogan y ponen en cuestión los universales como recurso para definir existencia. Cualquier universal no es sino un artificio necesario al hablar, y el deseo se ocupa muy bien de horadar esa consistencia. Y en esto, el deseo que se suele nombrar como femenino, cobra especial relevancia. Aludiendo con femenino no solo a las damas. Me disculpo anticipadamente con el feminismo algo radicalizado.

 

  Baste, para ilustrar la tensión entre logicidades que se pretenden totalizantes unas, paradojales otras, tomar una situación típica de pareja en la que él, a quien me apresuro a nombrar por su tinte obsesivo, intenta con formas entre abstractas y numéricas, “pincharle el globo” al alocado y poco calculado anhelo de su “patrona”. Advierto que el término “patrona” puede resultar algo extraño a las nuevas generaciones. Parafraseo a García Márquez: “en mi casa se hace lo que yo obedezco” para que se capte.[2]

 

  Al decir, de todo un poco; con ese “poco” no se intenta una medida, que se supondría así muy imprecisa, sino más bien aceptar en expresividad del discurso corriente la castración simbólica. Tal vez se deduce una suerte de ética menos trazada por la ambición. “De todo un poco” suele ser el contenido de un tipo de conversación que nombramos como charlar. Si a una mujer se le pregunta de qué charlaron en un encuentro entre amigas, seguramente podría responder: de todo un poco.

 

  Charlar es un verbo muy particular, el Espasa Calpe ofrece dos versiones: conversar por pasatiempo por una parte y hablar mucho y sin sustancia por otra. Tal vez cobre valor cuestionar esas versiones, o al menos incorporar otras.

 

  A esas derivaciones intentaré dirigirme, no sin vincularlas con las categorías de palabra plena y palabra vacía. Nominaciones algo tempranas de Lacan que, a mi lectura, conservan su relevancia.

 

  En torno a la lengua, se sabe, o tal vez no tanto, que Lacan prefirió utilizar una sola palabra para lalengua, así escrito todo junto.[3] Escribiendo en una sola palabra, Lacan toma distancia del estructuralismo lingüístico acentuando lalengua como vehiculizador de goces. Como lugar de decantación y precipitación aluvional de goces.

A considerar en las referencias a la morfogénesis en que hacen trama sincronía y diacronía. No es esta la ocasión.

 

  Una cita del seminario 20:

“Cuando escribo lalengua en una sola palabra, dejo ver lo que me distingue del estructuralismo, en la medida en que este integra el lenguaje a la semiología”[4]

 

  Todo un tema discernir el alcance de la semiótica lacaniana. Insiste en Lacan una cierta desestimación de la semántica que perdura en su enseñanza. Aun cuando entiendo que Lacan, no sin haber escuchado a René Thom, operó una cierta torsión al respecto, al tematizar el goce semiótico en sus distinciones de los goces.

 

  De lalengua, con lalengua, por lalengua así precisada, se goza. Las referencias a Lacan sirven de perspectiva como para insertarnos en “La lengua de los argentinos”, título general de las jornadas. ¿Y de qué otra lengua podríamos hablar, sino de aquella en la que habitamos y que nos impregna desde la piel hasta las “tripas”?

 

  Antes de inmersionar en la clínica como tal, doy alguna referencia de experiencias vividas o relatadas estando en el extranjero, lugar apropiado para medir, dimensionar, las particularidades de habitar en otras lenguas.

 

  Un recuerdo algo lejano, de 1976. Exilado en un kibutz, como unos cuantos otros miles que encontramos por allí refugio para nuestras familias, se me hizo presente la distancia entre lalengua y los goces implicados en los cuerpos según determinaciones culturales, según las formas particulares y diferenciales del Otro.

 

  Pude detectar la sorpresa e incomprensión de una joven enfermera israelí frente a la sutil descripción de padecimientos corporales de los jóvenes argentinos. Su desconcierto era mayor, no podía captar qué eran tantas palabras, tanto condicional, tanto potencial, y eso más allá de las diferencias idiomáticas. Cómo si interrogara qué oscuro goce había allí, en tanto síntoma dolido puesto en palabras.

 

  Era notoria la relación entre el síntoma neurótico y lalengua, tal como tempranamente lo encontró Freud con las conversiones de la histeria. Y esto acompañado de una incidencia estadística notable de presencia de residentes argentinos en la enfermería. Deduje que en Israel hay menos “idische mames”, y sus eficacias neurotizantes, que en la Argentina.

 

 

  Otra anécdota en ese contexto, se refiere al desconcierto en la pretensión del uso poético del lenguaje, uno de los goces de la lengua: un grupo de argentinos que eligió otro destino dejó un cartel de despedida en un panel en el kibutz, en que traducido se leía entre otras cosas: “algo nuestro queda acá”. Y crease o no, algunos se pusieron a buscar, y se contactaron para informar que “algo” no lo habían encontrado.

 

  Uno de mis hijos reside en Viena. Es intérprete de conferencias en Naciones Unidas. Habita propiamente en la Torre de Babel. Tuve este año en ocasión de una visita, la oportunidad de reunirme con una pareja de psicoanalistas argentinos residentes en Viena desde 1982. Y llamativamente, o no, ella comenta que no se autoriza a la posición de analista en lengua alemana. Solo puede escuchar, lo que se diga de deseos, amores, goce; en su lengua materna, aún pasados casi 30 años.

 

  Es frecuente aludir a que muchos argentinos residentes en el exterior, necesitan volver al menos cada tanto, para estar al abrigo del goce simple de la calidez de la interlocución con los otros, que al parecer habita en lalengua de los argentinos. Calidez no exenta de tonos hostiles, por cierto.

 

  Vuelvo sobre el destino de esta intervención, lalengua desde la perspectiva del psicoanálisis y su clínica. Retomo algunas citas de Lacan con la indisimulada intensión de autorizarme, un poco, en su nombre.

 

  Del seminario 19: “No existe interpretación analítica que no consista en dar a cualquier proposición que encontramos su relación a un goce”.[5]

 

  Alude así a la ineludible inmixión del goce en lalengua. De allí que el psicoanálisis no habrá sido un jueguito de palabras si toca aquellas proposiciones, aquellas frases, que estabilizan lo peor del goce parasitario en cada quién. 

 

  Del seminario 20:“Se goza, hay que decirlo, del Otro, se goza “mentalmente” “ustedes no gozan más que de fantasmas” “Lo importante es que vuestros fantasmas los gozan”[6].

 

  Párrafos llenos de consecuencias. En el saber popular y en sus dichos, eso de que se goza mentalmente se suele expresar en una de sus mejores versiones, como “hacerse los ratones”. Y en una de sus peores, en el goce sufrido de la posición del envenenado. Es frecuente escuchar decir “me envenena”.

 

  Lo fuerte está en la inflexión del gozar al ser gozado por fantasmas. Una de las formas de plantear la dirección de la cura, a mi entender, es la de vectorizar hacia el despojamiento de ese goce parasitario del fantasma, dominantemente sacrificial en su axiomática basal. En otro texto proponía el pasaje de sujeto sufriente a sujeto advertido como un aforismo, tal vez demasiado explícito para ser tal, del fin de la cura.[7]

 

  Y otra cita, por si hiciera falta, de una vertiente de la praxis misma: del seminario 20 “Nuestro recurso es, en lalengua, lo que la quiebra”. Y es a ese recurso central al que conviene dirigir la escucha analítica: a aquello que quiebra lalengua. Es allí donde alguna mutación de goces podría ser el correlato del cambio de posición subjetiva. Emergencia posible de una palabra plena, con efectos de verdad sobre el saber cristalizado.

 

  En otro texto: “Economía de la intervención analítica”[8], me detuve en la insistencia de Lacan en tomar el texto del analizante en las vertientes de la cita y el enigma, diferenciables en los campos del enunciado y la enunciación. Citar al paciente en su decir, particularmente en sus fallas, quiebres, hiancias, repeticiones, correcciones y otros hechos de discurso. Tomar al estilo de la propuesta de Freud, el texto hablado como texto sagrado, y dejar en enigma el lugar de enunciación. Forma de apuntar a localizar, y en eso vaciar, el lugar del Otro gozador.

 

  Recurro aquí a un simple ejemplo: un señor muy formal se atora y casi se disculpa por haber tenido lo que llamó un “ahoguito”. Así lo expresó. Basta citar “ahoguito”, para que el enigma de la enunciación se devele como discurso del Otro habitando aún en el sujeto. Una mamá que, cuidándolo con mucho amor, lo nombraba como “alérgico respiratorio” y le colocaba cartelitos con esa nominación en guardapolvos y bolsos.

 

  Una de las vías para localizar lo que quiebra lalengua es la atención a la recurrencia con la que los llamados pacientes (y algo de paciencia tienen que tener y tenerse) corrigen sus dichos. Se va leyendo en la inmediatez lo que se va diciendo y en el acto, al instante opera el corrector-censor.

 

  Esa corrección suele ser un indicador de una instancia interdictora, que no querría dejar pasar un significante cuya significancia devele un goce, habitualmente con demasía de significación fálica, y sustituye entonces por algún término más neutro y pacificante, revelando al mismo tiempo su captura en el goce del Otro superyoico que se incrusta así en su decir.

 

  No me extiendo ahora en el recurso mayor que implica “entrarle” a lalengua por sus quiebres, por sus restos, sus residuos, pero vuelvo a destacar su relevancia fundamental como vía para la transmutación de goces. Dejo apuntado que es por ahí donde puede producirse un efecto de palabra plena, palabra que haría acto, con un antes y un después en la posición del sujeto.

 

  Al inicio de cada sesión, en las primeras palabras, se suelen jugar estilos. Algunos ceremoniosos que dan cuenta de los ritos sociales adquiridos, otros de intento de acercamiento que patentizan lo innecesario de la información que transmiten, como lo es hablar primero del estado del tiempo.

 

  Y esto se repite desde ya en la vida social, cada vez que la proximidad de una alteridad nos puede resultar inquietante. Mejor hablar del tiempo y del ascensor, o de otra cosa más o menos intrascendente.

 

  Volviendo a la escena del análisis, se suele escuchar con frecuencia, aunque debería decirlo a título personal, expresiones como “aquí estamos”. Hallazgo que descubre la habitación por algunos otros en quien la enuncia. Bastaría preguntar “quiénes?” con un delicado tono liviano, para que se reconozca que cada uno va con “otros” en sus escenificaciones fantasmáticas. Se verifica a su vez en acto, la verdad freudiana de un psiquismo escindido en instancias que darían cuenta de la división estructural del sujeto.

 

  Otra recurrencia es iniciar el enunciado con un “no”. Como una respuesta a una reflexión no expresada aún en que algo se tensa, se confronta. Se supone que el Otro debe haber estado hablándolo ya antes, para que empiece con un “no”. Y es aún más frecuente que se inicie con un “bueno…”, o aún con un recortado “bue…”. Forma de empezar con una aparente disposición entre favorable y conformista.

 

  Es impactante como aún en el decir corriente circula la pregunta: “no sé si me entiende”. Desde Woody Allen, que parece repetirla al infinito en sus neuróticos personajes, hasta cualquiera que necesariamente tiene sus dudas sobre si las palabras transportan eso que se supone quieren hacer pasar.  O aún la sospecha de si al otro le da para captarlo. Es a mí entender un ejemplo simple e impactante de la castración en el sujeto y en el Otro. ¡Que vaya uno a saber si entiende!

 

  Se suele detectar el discurso del Otro en el hablar de algún joven cuando usa un término ya desactualizado: “mala sangre”, eso que tanto se hacían nuestras mamás, suele habitar aún en lalengua de distintas generaciones. Cuando se escuchan en análisis, denotan la habitación por una alteridad que dejó allí sus vestigios.[9]

 

  Es difícil sostener el lugar del analista sin tener algo de “calle”. Así nomás. Es bueno bajar del engolamiento que suele deparar el marco teórico-formalizado a lalengua de la “yeca”, me atrevo a decir. Y de eso se adquiere bastante desde el sillón.

 

  En ese sentido retomo lo de citar el decir del paciente. Conviene usar sus significantes. Si alguien dice que se “hace la paja”, no habría que traducirlo como práctica onanista masturbatoria. ¡Eso no se hace! (lo de torcer los significantes que el sujeto porta. No me refiero a la dicha paja, cuestión que quedará a gusto de cada quien).

 

  Me disculpo, pero no mucho, que sea el término “paja” el que me evoca otra cuestión referida a lo que pretendí enunciar con el “tener calle”. Me refiero a los cambios en las acepciones del léxico compartido y distintivo de las sucesivas generaciones. Hace tiempo se decía desde una raigambre campesina que “la paja no es como el trigo” y hoy resulta que la paja puede no ser aquella paja, sino solo lo que otrora nombrábamos como vagancia, o aún fiaca. “Me da paja” dicen los jóvenes y los ya no tanto.

 

  Ya algo dijimos de cómo las palabras, lalengua, se entrama a los cuerpos en el síntoma. Desde el psicoanálisis nombramos como zonas erógenas, privilegiadamente, a los agujeros del cuerpo articulados a la demanda y el deseo del Otro, escrito así, con mayúscula. Más allá, o aun contando con la particular disposición genética de los órganos de los sentidos, los orificios corporales se impregnan de la relación al Otro y esto acontece tempranamente.

 

  El listado de especies del objeto es breve: oral, anal, mirada y voz, son aquellos objetos más trabajados por el psicoanálisis que tal como dice Lacan “por su naturaleza se escapan”. Los primeros acentuados en torno a la demanda, los segundos en relación al deseo. Seguramente se podrán agregar otros, como los referidos a lo olfativo o lo táctil. Y sobreimpreso sobre aquellos, lo fálico, sus junturas y sus desplomes, suelen brillar por su presencia-ausencia.

 

  Solo por mostrar en cuanto se ligan a lalengua, valen ejemplificaciones muy simples. ¿Quién no escuchó decir: “me lo comería” referido en una de sus versiones a un bebé? O a una mamá enunciar “no me come”. Sobre el objeto anal escribí una nota que apuntaba a la captura del tracto rectal y el orificio anal por la demanda del Otro, destacando sus efectos ante la inminencia de rendir examen[10]. El uso popular designa como “cagazo” a esa particular eficacia laxante.

 

  Amén de otros formatos de desprendimiento, si se pretende, del Otro, con expresiones como “se van todos a cagar”. Sustituible este último término por unos cuantos sustantivos en que el verbo se deposita. A un desafortunado se dice que le va como “el orto”, cuando la referencia etimológica bien se refiere a lo recto. Y sin embargo del afortunado se dice que tiene “culo”. Me exceptúo de trabajar las diferencias entre esos términos y concluyo entonces con el “flatus voice”.

 

  Lacan en el seminario de La Angustia, designa como “tripa causal” a estos extremos dos agujeros corporales en tanto sus avatares enlazan el sujeto a la causa como posible vacío. No me excederé en otros muchos ejemplos, pero inevitablemente será el juego de falo-castración como operaciones de anudamiento los de potencial mayor dominancia en la inserción en lalengua.

 

  Las psicosis, y su posible lenguaje de órganos, son mostración de una peculiar diferencia en la construcción de esa distancia al Otro, afectante de la significación fálica.

 

  Y volviendo a la impregnación fálica del lenguaje cotidiano, los ejemplos se multiplican, hasta ser una de las bases más firmes de todo doble sentido. No deja de ser llamativa la inmensa cantidad de sinónimos en el lenguaje popular para los genitales. Algunos se van actualizando en su significación, en la que insiste una sinonimia de uso antitético. Ejemplo: que de algo se diga que está “pija”, aparenta ser una exaltación valorativa. Lo contrario de “es una garcha”. Y de estos usos, vale mantenerse actualizado para escuchar a las distintas generaciones.

 

  Ahora bien, nos hemos detenido en lalengua y su función de vehiculizar goces. Pero vale ampliar el espectro imbricando los goces en su entramado con el deseo y el amor. Para estos últimos, suelen faltar o sobrar las palabras. Al objeto amado se le suele atribuir a un “no sé qué”, como atributo indecible.

 

  “Me duele una mujer en todo el cuerpo”[11] es una digna frase de Borges, que deja vislumbrar ese entramado de amor, deseo y goce, aunque ese goce pueda no ser sino de la privación.

 

  Y retorno por la vía del amor al título, ahora en la versión del contenido de la charla amistosa, como lugar de encuentro con alguna de las formas del amor al prójimo. Es un hecho: las mujeres charlan más que los hombres. Y es otro hecho el que son más longevas. Es casi un silogismo o una regla de tres simple: viven más porque saben del arte de charlar. Supongo que más de un biólogo podría tener otros y distintos argumentos.

 

  El valor salutífero del charlar, me lleva a poner en interrogación los alcances valorativos de la palabra plena y la llamada palabra vacía. Cito a Lacan en el seminario 1: sobre “la oposición entre palabra vacía y palabra plena; palabra plena en tanto que realiza la verdad del sujeto, palabra vacía en.…que el sujeto se extravía en las maquinaciones del sistema del lenguaje, en el laberinto de los sistemas de referencia que le ofrece el sistema cultural en el que participa en mayor o menor grado. Una amplia gama de realizaciones de la palabra se despliega entre estos dos extremos.”[12]

 

  Me animo a poner en relación la palabra plena, en el campo específico de la clínica psicoanalítica, con el recurso en la lalengua a lo que la quiebra. Ocasión de que una verdad ponga en falta a una coagulación de saber soporte de la axiomática del fantasma.

 

  Ahora bien, aquello que es el mayor recurso de la clínica, llevado al continuo de la vida cotidiana, podría ser invivible. Solemos afirmar que la interpretación fuera del análisis es una agresión. Salvo que uno se dedique a perder amigos, bajo la amenaza de provocar efectos paranoides: “todo lo que digas puede ser escandido en tu contra”. Horrible para la vida cotidiana.

 

  Si el charlar tiene algo de palabra vacía, seguramente que sí. Si no, no se podría sostener varias conversaciones en simultaneo, atributo que algún biólogo supongo que adjudicará al engrosamiento del cuerpo calloso (expresión muy fea) que conecta los lóbulos cerebrales de las mujeres. Dura forma de darle lugar al chusmear de todo un poco.

 

  Según se dice, la parte más sabrosa, más gustosa (y sé que fuerzo significantes de evocación pulsional) del charlar, es hacerlo sobre las intrincadas tramas ficcionales de las pasiones, los amores y los odios, los encuentros y desencuentros en el amor y otras yerbas. Y por qué no resaltar las infidelidades y romances clandestinos.

 

  Escucho decir que cada tanto necesitan “ponerse al día”. Darse a ese respecto una “panzada”, tiene la ventaja que no engorda. Y si no hay mucho tiempo, basta con irse unos minutos al baño juntas, para que el deseo en ese poquito encienda el entusiasmo inherente al charlar.

 

  Se dice, y en esto declaro no tener responsabilidad, que las serpientes y las mujeres podrían tener una historia en común, al menos esa parece ser una de las referencias de Lilith, primera mujer en este mundo. Quizás venga ya desde “esos tiempos” esa cuota de astucia que las caracteriza.

 

  Así entonces, en la charla, la palabra pasa con mayor facilitación por textualidades diversas, a las que el nombre de palabra vacía no rescata su verdadera dignidad. El no-todo es saludable; la palabra “algo vacía” puede recrear un espacio también vivificante.

 

 

Nota: texto presentado en las II Jornadas de la Lengua – Biblioteca Nacional, Argentina - 2011 – revisado en 2021

 

 

Arte*: Museo Xul Solar (foto).

Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, conocido como Xul Solar (San Fernando, Buenos Aires, 14 de diciembre de 1887, Buenos Aires, 9 de abril de 1963), pintor, escultor, escritor, músico, astrólogo, esoterista, inventor y lingüista argentino.

 

 



[1] Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis – 1953 - Lacan Escritos I

[2] No desconozco que ejemplifico la pareja privilegiando la referencia heterosexual.

[3] Evoqué el chiste: todo junto se escribe separado y separado se escribe todo junto. Perdón…

[4] Para reforzar el campo de ideas de Lacan sobre lalengua, tomo cita del seminario 20: “Lalengua sirve para otras cosas muy diferentes de la comunicación. Nos lo ha mostrado la experiencia del inconsciente en cuanto está hecho de lalengua, esta lengua que escribo en una sola palabra, como sabe, para designar lo que es el asunto de cada quién, lalengua llamada, y no en balde, materna.” Paidós – 1981 -

[5] Jacques Lacan – Seminario 19 -… o peor - inédito

[6] Jacques Lacan – Seminario 20 – Aún – Paidós - 1981

[7] Del sujeto advertido - Jornadas EFBA – Octubre 2010 – “Acto e Interpretación” - inédito

[8] En: De Fantasmas, Ancestros, Espectros y otras inexistencias más o menos amenazantes – Editorial EFBA – Bs.As. 2010

[9] Con un entrañable amigo, Ricardo Estacolchic, nos entreteníamos recuperando viejas palabras. Recuerdo su voz entusiasta cuando me dejó un mensaje grabado con la expresión: “chichipio”.

[10] “Eso es más fuerte que yo” – en De Fantasmas, Ancestros, Espectros y otras inexistencias más o menos amenazantes – Editorial EFBA – Bs.As. 2010

[11] Jorge Luis Borges – “El amenazado” -

[12] Jacques Lacan – Seminario 1 – Paidós - 1984


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