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Hay psicosis masiva, es menester que sea rock

15/11/2018- Por Maximiliano Vecchio - Realizar Consulta

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El autor realiza un original raconto del quehacer del psicoanálisis y de la música. Apuesta a un recorrido desde el origen hasta la creación subjetiva y la puesta en jaque a un discurso. La creación y sus puntos de encuentro, reencuentro y resonancia, y la pregunta: ¿qué es un psicoanalista y como funciona su deseo?

 

 

                            

 

 

 

  Quien de alguna manera haya tocado rock o haya estado cerca de él, tiene la impresión de que es muy difícil ser original. Es más, reconoce que pretender dicha empresa, podría llevarlo a un atascamiento perpetuo en esa compañía. Lo que sí es posible es “pasar por el origen”.

 

  Precisamente, esa es una de las genialidades también del psicoanálisis: la de reenviar a las personas a su origen, ahí donde no pueden reflejarse, allí donde es puro comienzo. Se trata de lo originario, de pasar por las inscripciones que dan origen a la fundación de las diferencias psíquicas.

 

  Podemos ponernos de acuerdo en que el sonido del rock fue concebido con el inicio de la amplificación valvular. Por los años en que Lacan hablaba en sus seminarios, Leo Fender ideaba sus primeros diseños que harían furor al poco tiempo. En ese punto, el sonido del rock es vecino del sonido psicoanalítico.

 

  ¿Qué es un psicoanalista y como funciona su deseo? El analista es un sistema complejo que tiene características próximas al funcionamiento de un amplificador de audio de alta calidad. Contemplando que los amplificadores tienen topologías diferentes según sean de estado sólido o a válvulas de vacío, la función deseo del analista será amplificadora cuando dependa de sistemas valvulares trabajando a plena potencia.

 

  Es decir, para que la válvula funcione y amplifique la señal procedente de una guitarra eléctrica, deberá ir tomando temperatura, intensidad y saturación. Así como el amplificador aumenta la potencia y voltaje de una señal, el analista hace que la señal del inconsciente sea más fuerte. El primero reproduce el sonido de un instrumento a través de un altavoz, el segundo dice lo que siente en él, pero que es del paciente.

 

  En esa dirección, Los amplificadores cuentan con una válvula preliminar y una rectificadora que recorta el sonido de forma distinta, más redonda y menos áspera que los amplios sólidos. De manera análoga, el analista dispone de entrevistas preliminares para rectificar las relaciones del sujeto con lo real.

 

  Lacan llamo a esto “rectificación subjetiva” (1), que lejos de ser una maniobra de “corrección” normalizante de tipo psicológica, permite resituar, poner en su lugar y liberar un sentido en el discurso del paciente, su deseo. Para ser más específicos, recorta la señal del inconsciente, que es lo que se dice, derogando el triple principio lógico de Aristóteles.

 

  Para decirlo claro, el rock es a la música lo que el psicoanálisis es a las psicoterapias. Podes tomar una guitarra siguiendo los consejos de Keith Richards, a saber; “tocas tres acordes en cinco cuerdas con dos dedos y te olvidas de vos mismo” (2). Vas al analista, hablas y con las palabras te bañas de “ser vos” te creas y te recreas.

 

  El rock trató desde su concepción el asunto de la rebeldía, de lo subversivo y lo marginal. Trabajó con las sobras, con el resto. Los analistas trabajan con eso también.

 

  El que habita un espacio psicoanalítico se rebela contra un sistema (y un discurso) que, sin que lo sepa, lo oprime. Te quejas de tus padres, de tu mujer, del trabajo cotidiano para luego salir y quererlos más, hasta quizás hacerles una canción. El rock no quiere amos, desordena lo confortable y perturba el bienestar para inventar un horizonte erótico diferente.

 

  El paciente comienza a tocar. Se lo invita a poner “play”. Lo que diga será importante. Si no tiene que decir, tal vez nunca lo escucharon. Si pide palabras, a lo mejor está pidiendo una escucha. Si no sabe qué decir, no importa, no tiene que saber. ¿Acaso hace falta “saber” para tocar? sus cuerdas vocales se tocan. Usa su cuerpo. Nos muestra. Nos muestra como lo trataron. El paciente quiere que nosotros sepamos cómo fue tratado por aquellos que lo trajeron al mundo.

 

  El analista lo recibe y lejos de configurarse como un auto-tune sentimental (autoayuda), está más cerca del rescate subjetivo. Se rescata lo visto, lo oído, el revés de la trama. Ni Freud ni Lacan mostraron interés por la música. No obstante, sus orejas estaban a la altura de un Robert Johnson, de un Chuck Berry, es decir, tipos fundadores que no fueron universitarios de la música. Jamás lo precisaron para estar precisos en la materia. En los primeros, el mal oído los acerco a la verdad del oír, en los segundos, la verdad del oír no necesito de postgrados.

 

  Frente al miedo, frente a lo que humilla y ofende, las personas edifican como mejor opción, una defensa. La defensa es el disco de tu vida, un repertorio desfigurado que a veces se traba, se tilda, se precipita sin concluir, o no arranca, se distorsiona, se rompe. El análisis crea las condiciones frente a lo cual la neurosis se edificó como defensa frente al miedo.

 

  Para eso, debe pasar por el origen para dar una respuesta distinta. Para lo cual se requieren acciones, no basta con saber la partitura, hay que tocar la canción, reproducirla o crearla, para poder “tocar” algo de ella. Estamos advertidos de que un cambio en el tono puede cambiar la canción, un yeite nuevo puede dinamizarla.

 

  El psicoanalista busca repeticiones para generar una pequeña diferencia. Diferencia humilde, que le permita al paciente ir más allá de su realidad. Es una forma de composición, tocar los temas que siempre vuelven al mismo lugar de uno mismo, los hits de su historia, hacer varias recorridas hasta que surja el momento posible para crear una diferencia.

 

  Hay que decir que el rock no es ejemplo de nada. En nuestras pampas, Charly, Luis, Pappo, Juanse, nunca quisieron complacer a nadie. Como dice Bobby Flores, tal vez el rock no sea una reposera al lado de una pileta. Pues el rock no da consejos, no comprende amistosamente, ni da órdenes. Comprende –a veces– los giros del deseo neurótico (3). Quizás sea por eso que los pacientes “quieren rock”, porque quieren ser escuchados para acercarse de a poco, paso a paso a la música, la carne verbal. Su música.

 

  En tiempos donde la imagen del psicoanalista parece haber devenido en la de un ciudadano correcto, la un súper agente del bien, la de un comerciante de goces, continua la pregunta aún acerca de qué es el psicoanálisis. Hay que seguir inventando, resistiendo, hay que seguir rockeando.

 

 

Citas:

 

1 - Lacan, J. (1958) “La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos

2 - Buenos Aires, Siglo XXI, 2002. 2: Michael. ST (1994). Keith Richards: in his own words, USA, omnibus press, 1994.

3 - Temas como “no puedo obtener Satisfacción”, “no podes tener siempre lo que quieres”, “rescate emotivo”.

 


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