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La salida del autismo. El niño cero

27/10/2018- Por Ernesto Pérez - Realizar Consulta

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El caso que propone nuestro autor, fue tratado por Rennier Rios durante tres años -psicoanalista de Venezuela residente actualmente en Bogotá- durante tres años. El texto plantea que en la salida del autismo se muestran de forma ejemplar los mecanismos básicos de la constitución subjetiva tal como están planteados en la obra de Freud y de Lacan.

 

 

 

                                

                                         Ilustración de Gustavo Aimar* 

 

 

El caso clínico

 

(Resumen de lo acontecido a lo largo de 3 años)


  El día que conocí al niño venía aferrado a la pierna de su madre. Le estiro mi mano y le digo hola, pero, el niño no me mira ni me habla, me ignora, no reacciona a mi mirada, ni mi voz. Mi presencia le era absolutamente indiferente. Se veía aturdido, desorientado y molesto. En ningún momento me llega a mirar a los ojos. Cerré la puerta quedándome con él a solas.

 

  Esto género que se alterara, gritara y lanzara las sillas al suelo, armó una gran pataleta, golpeó y patio la puerta del consultorio, en ese momento mostraba una expresión facial de horror, se veía aturdido. Me limite a sentarme callado y solo observar su descontrol, y parar las sesiones en el momento que él lograba calmarse. Así transcurrieron varias consultas.

  Hubo una sesión en particular, en la cual vi a este niño más agitado de lo habitual, pateando la puerta queriendo salir del consultorio, gritando con más fuerza. Ese día, fue él, el que marcó el cierre de la sesión, ya que, luego de unos minutos, se lanza al suelo, y con una expresión de angustia en su rostro grita “mamá” fue la primera palabra que le escuché y vino acompañada con su mirada (me miró por un breve instante a los ojos en el mismo momento que gritó mamá). En ese momento me paro de la silla y le abro la puerta del consultorio.

  En la sesión siguiente, al entrar al consultorio, ya no arrastraba los pupitres de un lado a otro de manera desorganizada, en cambio fue rodando cada silla una a una, las juntó y construyo un círculo con ellas. Yo sólo veía pasivamente como él organizaba las sillas, este ritual lo realizó durante todas las sesiones siguientes, era apremiante para él.

 

  Al construir el círculo con las sillas, él podía apaciguar su cuerpo y marcar un tiempo en las sesiones. Luego de varias sesiones, decido salir de esa posición pasiva, que me ubicaba en ser sólo espectador, y adoptar una actitud más activa, así que decido ayudarlo a organizar en cada consulta este círculo. En ese momento las sesiones se limitaban a construir juntos este círculo, al construir ese espacio, el niño calmaba su cuerpo, de una u otra forma dejaba de agitarse y su andar no se veía tan desorganizado y errático,

  Luego de varios meses de tratamiento decido ir poco a poco introduciendo una diferencia. Así que, trato de introducir un tipo de vínculo más allá de solo acompañarlo a construir un espacio cerrado, entonces, luego de que el círculo está hecho yo arrugo una hoja y la convierto en una pelota de papel, la lanzo por el medio de este círculo, llega a los pies del niño quien está ubicado al otro lado, para mi asombro el agarra la pelota y me la devuelve, en este momento corto la sesión y al salir le digo a la mamá que la próxima consulta me traiga una pelota para jugar con él.

  Las sesiones siguientes estaban centradas primero en construir juntos este espacio delimitado y cerrado en forma circular, luego jugar con la pelota a lanzarla dentro y fuera de este círculo, esto permitió emerger la risa del niño por primera vez. En este punto, estábamos en el orden de un intercambio, ya mi presencia para él no era tan indiferente, yo ya simbolizaba para él una presencia diferenciada.    

 

  Luego de varias sesiones, este juego de lanzar la pelota se estableció a un lado de este círculo, es decir, ya no estaba esta construcción en el medio de nuestro juego, hubo un cierto desplazamiento, una variante, que consistía en poder jugar, pero ahora ya no dentro del círculo sino al lado del mismo.

 

  Tratando de favorecer la emergencia del lenguaje, decido emitir un número cada vez que le lanzaba la pelota (ya que, a mis palabras no me respondía) yo decía “uno” y luego que él, me la lanzaba de regreso yo decía “dos” y así hasta llegar hasta 10, luego volvía a comenzar el juego. Varias consultas transcurrieron donde sólo mi voz contaba, 1, 2, 3, 4…

  Para mi sorpresa, luego de un tiempo, me empezó a acompañar en ese contar, yo le lanzaba el balón y le decía “uno” y luego él me regresaba la pelota y me decía “cero-uno” después yo le regresaba la pelota y le decía 2 y él hacía lo mismo y decía 02, en eso se basaron las consultas durante algún tiempo. Siempre incluía el 0 antes de cualquier número, incluso cuando contaba hasta el 60, decía 060.

 

  Luego de algunas sesiones, dejó de repetir los números y me acompañó en la secuencia, es decir ahora al lanzarle el balón pronunciaba 1 y él me regresaba la pelota y me decía 02. Le recomiendo a la madre que lo incluya en un equipo de futbol. Sin embargo el interés de este niño no estaba en la pelota.

  (En este punto del tratamiento opte por hacer una llamada a la maestra del niño y la madre, ambas me comentaron de varias anécdotas donde el interés del niño eran los números y la geometría no el fútbol). Ahora en el ambiente escolar y familiar tenían como norte respetar sus tiempos particulares de aprendizaje, fue valorado y aceptado en su saber hacer.

 

  Durante las sesiones siguientes este niño seguía construyendo este círculo, este espacio limitado y cerrado que le generaba tranquilidad, luego de construido nos poníamos a jugar con la pelota, llegamos a contar juntos hasta el número 100.

 

  Luego fuimos variando la forma de jugar ya que poco a poco en cada sesión, él me traía un juguete nuevo, por ejemplo unos legos, con los cuales construimos juntos grandes torres o figuras geométricas, y así, transcurrieron nuestros encuentros yo respetándolo y aprendiendo de él. Y el enseñándome y dejándome entrar en su mundo.

  Poco a poco fui notando que en la medida que pasaban los días y las semanas, él cada vez construía el círculo con menos sillas. Con 5, con 4, hasta que un día sólo colocó una sola silla. También note que en la misma medida, que dejaba su obsesión por construir con las sillas del consultorio el círculo, al contar ya no incluía el cero “0” antes de cada número. Ya no decía 01, 02, 03 ahora él podía decir: 1, 2, 3.


  Recuerdo una consulta en particular cuando de manera espontánea me sorprendió, al verlo salir caminando por la puerta dándome la espalda, de pronto se detiene, gira su cuerpo (cuerpo que ahora camina de manera articulada y no errática) me mira y me dice: “chao doctor”.

 

  Dos palabras, dos significantes, acompañados con su mirada. Al escuchar esas dos palabras que me dirige: chao doctor, yo sonrío, y le respondo chao. Por primera vez le escucho articular dos palabras que generan una frase dicha en un contexto adecuado y dirigidas a mi persona, y acompañadas con su mirada, con todo su cuerpo.

 

 

Comentario del caso clínico

 

"Además de cultivar la tierra y la memoria,
es preciso cultivar el vacío:
el prometido hueco de los rostros,
la partición de las metáforas,
los patéticos apelativos de dios,
todo lugar donde cesó de haber algo,
todo lugar donde dejará de haber algo,
los pensamientos que alguna vez se pensaron,
los pensamientos que nunca se pensaron.

Cultivar el vacío con las manos desnudas,
como el labrador más primitivo,
pero además cultivar el vacío con el mismo vacío,
con su inocencia última:
su ignorancia de ser"

 

                    Roberto Juarroz

 

 

Dos observaciones:

 

La apertura y el cierre de la puerta del consultorio y el juego que se establece da lugar a un primer nivel de simbolización.

 

  Este primer nivel opera como barrera con la madre y otra realidad que se va construyendo que implica un comienzo de constitución subjetiva y de cuerpo.

El juego del círculo de sillas tratando de demarcar un vacío, un vacío de madre y al mismo tiempo un vacío de sí mismo es fundamental, no solo porque simboliza la ausencia de la madre sino de sí mismo. La construcción del hueco localiza la nada.

 

  Aparece luego un objeto pelota que hace las veces del objeto a lacaniano, un objeto desprendido de su propio cuerpo. Allí aparecen todas las implicancias de como Lacan lee el Fort-da de Freud en su seminario 11. Él juega a través de la pelota a aparecer y desaparecer. En este sentido, la operación separación de la madre conduce al desamparo y a un juego donde se construye un hueco, un cuerpo, un objeto y un Otro.

 

“el juego del fort-da se constituye en el testimonio de una encrucijada por la que atraviesa el niño. La madre, en un primer momento, es una presencia para el niño, es una voz, es una mirada y es una caricia; el niño recién llegado al mundo es el objeto de una voz, una mirada y el objeto de una caricia, ésa es la existencia que tiene un niño respecto del Otro primordial. Si ésa es “la existencia”, la ausencia de la madre pondrá en cuestión ese modo de existir, la desaparición de la madre implicará para el niño la caída de esa existencia. La angustia frente a la ausencia de la madre da testimonio de la caída del niño de ese lugar en el cual él existe. Punto de desamparo que presentifica un lugar donde el sujeto en relación al Otro es ausencia”

 

“Freud, cuando capta la repetición en el juego de su nieto, en el fort-da reiterado, puede muy bien destacar que el niño tapona el efecto de la desaparición de su madre haciéndose su agente, pero el fenómeno es secundario”.

 

“El carrete no es la madre reducida a una pequeña bola por algún juego digno de jíbaros -es como un trocito del sujeto que se desprende pero sin dejar de ser bien suyo, pues sigue reteniéndolo. Esto da lugar para decir, a imitación de Aristóteles, que el hombre piensa con su objeto. Con su objeto salta el niño los linderos de su domino transformado en pozo y empieza su cantinela. Si el significante es en verdad la primera marca del sujeto, como no reconocer en este caso -por el sólo hecho de que el juego va acompañado por una de las primeras oposiciones en ser pronunciadas- que en el objeto al que esta oposición se aplica en acto, en el carrete, en él hemos de designar al sujeto, a este objeto daremos posteriormente su nombre de álgebra lacaniana: el a minúscula”.[1]

 

  Ahora bien. ¿Por qué en este juego del carrete-pelota, ante la pelota arrojada del terapeuta diciendo 1 (uno) él la devuelve diciendo 01?

 

 

El segundo nivel de simbolización ocurre con los números. El paciente construye el cero y lo nombra.

           

“Pensaba que el poeta es aquel hombre

que, como el rojo Adán del Paraíso,

impone a cada cosa su preciso

y verdadero y no sabido nombre”

                      

              Jorge Luis Borges

               

“Para que cada cosa sea nombrada como tal tiene que ser Una en el pensamiento. Y su desaparición implica el Cero que es la falta en ser dentro del pensamiento”.

 

              Jacques Lacan (seminario 9. La identificación clase 4)

 

  Este sujeto en su constitución salta del juego de las sillas en círculo y la pelota, a nombrar el número cero, que justamente es el número que simboliza el vacío.

 

  Tenemos la cosa vacío y después la noción imaginaria de circulo que lo localiza. El concepto subsume un objeto porque la cosa témporo-espacial del vacío localizado cae, en un objeto del pensamiento. El concepto de esa operación es el conjunto vacío. El concepto hace que la cosa se diga Una y por lo tanto idéntica a sí misma. El número cero es la unidad asignada a ese concepto que es el conjunto vacío.

 

  Si las unidades son las marcas que asignan el número “Uno” a los objetos en tanto han subsumido el objeto real: una pelota, una pelota y una pelota, a cada cosa se le asigna el Uno. Se puede entender que la desaparición de la cosa y que ella aparezca como objeto en el pensamiento es en tanto Una cosa. Por tal motivo el Uno es el primer objeto real dentro del pensamiento. En cambio el Cero no remite a ninguna cosa, es la escritura de la falta de objeto y por lo tanto es el primer objeto no real dentro del pensamiento.

 

  El cero como número es asignado a Un objeto que simboliza el conjunto vacío. El cero es un número que implica por un lado escribir el primer término de la serie y fundamentalmente por esto, la inscripción del trazo, de la marca que identifica al sujeto y al mismo tiempo la falta que queda ausente. Porque el sujeto es el lugar del inicio de la serie es marca de un hueco. La falta en ser del sujeto se nombra como cero y se cuenta como una. Estamos en el origen de toda abstracción, de toda lógica posible y de todo pensamiento.

 

  Si vemos un niño jugar veremos, como el poeta de Borges, gritar: ¡Afa! Cada vez que reconoce a ese animal de cuello largo, ¡Fante! al reconocer la trompa del elefante, ¡Onte! cada vez que reconoce el cuerno del rinoceronte. Es decir el rasgo unario opera incorporando a la cosa como objeto dándole el número de ser Una Unidad. Nuestro niño aprende desde muy chico lógica matemática.

 

  “Todos los números de la serie implican la creación del cero. Sin la constitución y la represión del cero no hay posibilidad del surgimiento de este uno distintivo de la diferencia. De hecho el cero se nombra uno, produciendo lo mínimo para la aparición del significante. Este Uno del significante es causa, momento donde el sujeto se engancha en la cadena”. (La sutura. J. A. Miller)

 

  “En este sentido es que el significante representa a un sujeto (no a un significado) para otro significante (no para otro sujeto)” (Lacan en Radiofonía).

 

  Diferencia al sujeto en psicoanálisis con el sujeto psicológico que representa algo para alguien, y al significante de la lingüística que por ser uno no representa ningún significado es la pura diferencia. En la causación del sujeto tenemos al significante uno y un resto el objeto a que es la nada, la falta en ser. Tenemos la repetición de lo mismo y lo diferente.

 

  Por esto el niño mientras manipula el objeto abierto en el agujero, responde 01, 02, y así sucesivamente porque marca cada vez que aparece el Uno de la presencia de la pelota él hace presente número 0 que simboliza su desaparición devolviendo la pelota haciendo surgir el conjunto vacío, mientras el circulo de sillas se va borrando y el número que es siempre una unidad repetitiva en cada pelota: que es “una” pelota pero es una diferente. Esto ocurre con todas las cosas del mundo.

 

  Para que el número pase de la repetición del Uno de lo idéntico a la serie ordenada, el cero debe intervenir sin ninguna conexión con lo real. Es un objeto no real en el pensamiento, un objeto no idéntico a sí mismo. Por lo tanto para que la verdad del enunciado se sostenga, el cero debe aparecer para borrarse. No puede haber objetos no reales y no idénticos a sí mismos en el pensamiento.

 

  El sujeto se incluye en el Otro del significante que le presta su orden, y al mismo tiempo se excluye de él. Se incluye con el significante que lo representa como rasgo, correlativa a su exclusión que es su desaparición.

 

  Esta es la operación lógica que está en el fundamento de la serie de los números y al mismo tiempo del lenguaje. Es decir muestra el sustrato de vacío y de no identidad, y al mismo tiempo de unidad en donde se funda la sucesión repetitiva del sujeto. (Miller va a llamar a este momento sutura). El sujeto barrado $ es constituido por el rasgo Uno (rasgo unario) pero al mismo tiempo reprime su falta en ser original de desamparo, marcada por el cero, punto de constitución de la represión primaria.

 

  El dibujo del círculo del niño marca el comienzo de una subjetivación justamente porque el cero marca del conjunto vacío se transforma en número de la sucesión. El clivaje del sujeto se constituye.

 

 “En el proceso de constitución de la serie, en la génesis de la progresión, opera la función del sujeto, Por cierto que esta proposición parecerá una paradoja a quien no ignore que el discurso lógico de Frege se corta por la exclusión de lo que, en una teoría empirista se juzga esencial, es decir, hacer pasar la cosa a la unidad y la colección de unidades a la unidad del número, que es justamente la función del sujeto, en tanto fundamenta las operaciones de abstracción y de unificación”.

 

“Cero es el número que se asigna al concepto ‘no idéntico a sí mismo’. En efecto, sea el concepto ‘no idéntico a sí mismo’. Este concepto, por ser concepto, tiene una extensión, subsume un objeto. ¿Cuál? Ninguno. Puesto que la verdad es, ningún objeto ocupa el lugar de lo subsumido en este concepto, y el número que califica su extensión es cero”.

 

“En cuanto a ese lugar, originado por la subsunción, en donde el objeto falta, no podría haber nada escrito, y si es necesario trazar un 0 sólo es para que figure allí un blanco, para hacer visible la falta”.
“El sistema está constituido de tal manera, pues, que el 0 se cuenta como 1. La computación del 0 como 1 (a pesar de que el concepto de cero sólo subsume en lo real un blanco) es la base general de la serie de los números. Es esto lo que demuestra el análisis de Frege acerca de la operación del sucesor”.

“Para nosotros, hemos reconocido en el cero número el representante suturante de lo ausente (lo faltante)”.

 

“El objeto imposible, que el discurso de la lógica convoca como lo no idéntico a sí mismo y rechaza como lo negativo puro, que convoca y rechaza para constituirse como lo que es, que convoca y rechaza sin querer saber nada, le llamamos, en la medida en que funciona como el exceso operante en la serie de los números, sujeto.
La exclusión del sujeto respecto del discurso al que, sin embargo, convoca íntimamente, es la sutura” [i]

 

  Relacionamos entonces la constitución subjetiva con el momento en que el sujeto al mismo tiempo se engancha en la serie de los números y aprende a contar porque reprime el cero. Por eso nuestro niño cuando borra el círculo de silla y solo cuando se queda con Una, puede sacar el cero de su emisión vocal. El cero empezó a contarse como Uno. El Cero quedo bajo la represión primaria. El niño maneja en su pensamiento tres unos: El Uno del conjunto vacío. El Uno de la unidad identitaria y el Uno de la diferencia absoluta es decir la singularidad de la existencia.

 

 

Una última observación

 

  En el seminario 23 Lacan vuelve a trabajar el tema del cero y el uno no desde Frege sino desde Cantor. Allí tematiza el conjunto vacío como solidario del (01) y nos dice que el cuerpo cobra consistencia desde lo imaginario en la medida que es un conjunto vacío, una bolsa de piel. Allí sostiene como el imaginario corporal anuda lo simbólico y lo real.

 

“Así como se la imagina en la teoría del conjunto tal como la estableció Cantor, la bolsa manifiesta, demuestra incluso... merecer que se la connote con una combinación 1 y 0, único soporte adecuado de aquello con lo que confina el conjunto vacío que se impone en esta teoría... Esta no instaura el uno, pero lo indica, como lo que puede contener nada, ser una bolsa vacía.

Sin embargo una bolsa vacía sigue siendo una bolsa, es decir, el uno que solo es imaginable por la ex-sistencia y la consistencia que tiene el cuerpo”. [ii]

 

  También hay una nota al final del seminario de Miller que ilustra este pasaje:

 

“Según subraya Lacan en Aun, el cuerpo es para Aristóteles el modelo del uno. Pero este uno es el individuo, es decir un uno-solo. Y lacan se pregunta entonces por el verdadero origen del significante Uno. La respuesta está aquí, en esta página del Sinthome, que sugiere que el cuerpo podría ser el modelo, es decir, el origen imaginario, no del uno-solo, que es significante, marca, trazo, corte, sino del uno-extra, que es el conjunto vacío, es decir simplemente que el cuerpo existe como bolsa de piel”. [iii]

 

  Nuestro paciente comienza imaginando el Uno del conjunto vacío con el circulo de sillas, con la constitución de un objeto y un Otro, para después nombrar directamente la operación: 01, 02 etc. mientras juega al Fort-Da como manera de marcar las unidades de cada operación. Aparición Uno y desaparición 01. Y al final al dejar una sola silla quiere significar que el cuerpo como bolsa vacía es Una y al mismo tiempo marca el tiempo de la represión primaria.

 

  En síntesis el caso ejemplifica lo que para la teoría lacaniana es la constitución del sujeto: separación con la desaparición del sujeto en el Cero, y alienación al Otro en el Rasgo Unario. Formalización de un vacío con el cual se puede jugar y construcción del concepto conjunto vacío y número cero, primer concepto de la falta en el pensamiento, centrales para que el sujeto enganche en los significantes del Otro y arme su cuerpo.

 

  

Nota1: el mail de Rennier Rios es rennier8131@gmail.com

 

Nota2: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y reserva correspondientes a cada abordaje clínico.



Imagen*: http://gustavoaimar.blogspot.com/

Publicada en BACO http://bacoweb.org/2014/04/10/gustavo-aimar/

Diseñador gráfico argentino contemporáneo (1973). Ilustrador, artista plástico. Amante del clavo de olor, la nuez moscada, la canela y los papeles antiguos.

 



[1] Lacan Seminario 11, Cap. 5 “Tyche y Automaton”, punto 3

 



[i] Miller. Matemas II , “La Sutura, Elementos  de la lógica del significante”, pag.53

[ii] Lacan. Seminario 23. “El sinthome”. Cap. 1, punto 2. pago. 18 

[iii] Ídem. Anexos. Nota paso a paso. Miller. nota 7. “De un cuerpo al estilo de Cantor”. pag.209

 

 

 


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