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Psicosis e Interpretación

05/08/2018- Por Daniela Molini y Juliana Bueno Restrepo - Realizar Consulta

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Al interior del psicoanálisis lacaniano existen diferentes posturas respecto al abordaje de las psicosis. Se cuestionan las nociones de transferencia, la posición del analista y el carácter de sus intervenciones. Este texto hace hincapié principalmente en el estatuto de interpretación que podrían tener dichas intervenciones, por su efecto de verdad y resonancia. Realiza un recorrido por diferentes concepciones de la interpretación en la enseñanza de Lacan, cuestionando su pertinencia o “contra-indicación” en el tratamiento con pacientes psicóticos.

 

 

 

         

                            “Spirit Oscillator”, Obra de Daniel Martín Díaz*

 

  Con frecuencia se escucha en el ámbito psicoanalítico que Freud se ocupó muy poco de las psicosis y que dedicó su obra al estudio de las neurosis. En efecto, Freud creó el psicoanálisis a partir del encuentro con las neurosis, particularmente con la histeria. Pero a lo largo de su obra se interesó de múltiples maneras en la concepción y el tratamiento de las psicosis.

 

  En un principio caracterizó y diferenció las psiconeurosis de defensa, en las que encontramos la histeria, la neurosis obsesiva y la paranoia. Conforme fue avanzando su práctica clínica y sus desarrollos teóricos, se percató de las diferencias respecto a la libido, por lo que realizó la separación entre neurosis de transferencia (ubicando allí a la histeria y a la neurosis obsesiva) y neurosis narcisistas, las que podríamos llamar psicosis. En estas últimas incluyó a la dementia precox y a la paranoia.

 

  Respecto de las primeras Freud reconoció la posibilidad de investir objetos, lo que facilita la transferencia con el analista. En las segundas, en cambio, se resignan las investiduras de objeto; la libido se retrae al yo produciéndose una estasis libidinal del lado del paciente psicótico impidiendo la libidinización de la persona del analista, como objeto.

 

  El dispositivo creado por Freud tenía en su base las coordenadas del tratamiento de las neurosis de transferencia. Las psicosis, por sus características libidinales, no podrían beneficiarse del tratamiento analítico. Es esta la idea general que ha quedado en algunos analistas acerca de la postura freudiana. No obstante, nos sorprende con lo que ha enunciado y se plasma en la siguiente cita:

 

“Ahora bien, el estudio analítico de las psicosis parece excluido por la falta de perspectivas terapéuticas de semejante empeño. Al enfermo mental {den psychischKranken} le falta en general la capacidad para la trasferencia positiva, lo cual vuelve inaplicable el principal recurso de la técnica analítica. Empero, se ofrecen numerosas vías de acceso. A menudo la trasferencia no está ausente de manera tan completa que no se pueda avanzar cierto tramo con ella; en las depresiones cíclicas, la alteración paranoica leve, la esquizofrenia parcial, se han obtenido indudables éxitos con el análisis”. (Freud, 2006: 56)

 

  Con estas palabras se hace evidente que no hay en la postura freudiana una oposición respecto al tratamiento de las psicosis, incluso aquí reconoció la posibilidad de que se instaure la transferencia.

 

  Además, en su “Presentación Autobiográfica”, comentó el interés de los analistas por comprender las psicosis, allí dio cuenta de que no todo el saber adquirido puede traducirse en efectos terapéuticos, pero plasmó la esperanza de que más adelante los conocimientos teóricos pudieran tener una “aplicación práctica”. (Ibídem)

 

  Es justamente Lacan quien se ocupó de esta “esperanza freudiana” al dejar sentada su posición: no retroceder ante las psicosis. Ahora bien, nos preguntamos cuáles serían las coordenadas del tratamiento posible.

 

  Para hablar de tratamiento analítico es necesario retomar los conceptos de transferencia, interpretación, presencia del analista, deseo de analista y acto analítico, siendo la interpretación un concepto alrededor del cual se ha extendido entre los analistas una posición común y quizá un tanto radical. Ésta consiste en la sentencia “el analista no interviene con la interpretación en el tratamiento de las psicosis”.

 

  Así como Freud nos sorprendió al plantear que la transferencia no está del todo ausente, ¿podría proponerse que la interpretación del analista en el tratamiento de las psicosis tampoco estaría del todo contraindicada? ¿Se trataría de una modalidad de la interpretación que conservaría, sin embargo, las características propias de la interpretación llamada analítica?

 

 

La Interpretación

 

  Antes de ocuparnos de la problemática de la interpretación en las psicosis, creemos necesario realizar un breve recorrido por los desarrollos de Lacan respecto a dicho concepto. A lo largo de su enseñanza el concepto de interpretación va tomando diferentes matices, lo cual no implica que sus primeras acepciones se vean reemplazadas por sus definiciones posteriores.

 

  De esta manera, es posible aislar aquellos asuntos que insisten en las diferentes formas en las que Lacan definió la interpretación: su relación con el lenguaje, el sin sentido, el equívoco, la direccionalidad hacia lo real, la modificación del sujeto, la resonancia y la cuestión de la verdad.

 

  En el seminario de Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis Lacan definió la interpretación en su relación con el sentido. Nos indica allí que no todas las interpretaciones son posibles y que la interpretación no está abierta a todo sentido.

 

  Por el contrario, es definida como “un sin sentido que apunta a aislar en el sujeto una médula, un kern de sin sentido” (Lacan, 1986: 257). A esta altura de su enseñanza la indicación de Lacan apuntaba al nivel de la significación, pues la interpretación produciría un cambio en las significaciones fijas de un sujeto. Su objeto es hacer surgir significantes irreductibles, sin sentido, significantes a los cuales el sujeto está sometido.

 

  Más adelante, en el seminario La Lógica del Fantasma, Lacan enunció lo que llamó la función de la interpretación e introdujo la noción de verdad. Propuso entonces a la interpretación como aquello que apunta a un efecto de verdad, señalando que el valor de verdad está dado en el efecto de la interpretación, más no corresponde al significante de la interpretación misma.

 

  Lo dice de la siguiente manera: “el efecto de verdad que no podría de ninguna manera ser prejuzgado de verdad de la interpretación, quiero decir, si el índice verdadero o falso puede ser o no la verdad del significante de la interpretación misma.” (Lacan, 1966)

 

  Unas clases más adelante en el mismo seminario, Lacan arrojó una indicación fundamental al advertir que, si se elimina el efecto de verdad de la interpretación estaríamos en el plano de la sugestión. Una indicación similar la encontramos en Dirección de la Cura y los Principios de su Poder, a propósito de la transferencia.

 

  Al hacer uso del principio de poder de la clínica, desde la transferencia, caemos en el plano de la sugestión y si operamos desde el plano sugestivo no podemos decirnos analistas, pues el discurso analítico está destinado a captar la verdad y el lugar del analista es el de preservarla. (Lacan, 1966)

 

  En el seminario De un Otro al otro Lacan continuó con las referencias a la interpretación, a la verdad, y además habla del saber. Planteó que el analista interviene mediante la interpretación, en aquello que se articula como saber. De esta manera, la interpretación apunta “a saber articularse allí” (Lacan, 2008, 313) en aquello que la interpretación hace sentir “a título de su verdad” (Ibídem).

 

  Saber articularse allí implica que el sujeto se reconozca concernido en su verdad íntima, la cual, dice Lacan, tiene que ver con el deseo y con lo que llama: la cosa freudiana. La verdad es también verdad de goce, por esta razón no hay interpretación que no concierna al lazo con el goce.

 

  En el seminario el Reverso del Psicoanálisis Lacan dejó sentado que es el semi-decir la ética bajo la cual opera la interpretación (Lacan, 2008: 37). En dicho seminario precisó al menos dos formas de la interpretación: la cita y el enigma. Ambas comportan las nociones de saber y verdad en tanto que semi-decir.

 

  El enigma, dice Lacan, es una enunciación, tomada del discurso del psicoanalista. La cita es un enunciado que pronuncia el analista a partir de lo dicho por el analizante. Se cita a partir de una parte tomada de un discurso, se dice el enunciado pero el autor es quien se hace cargo. (Op, Cit., 37)

 

  Ahora bien, Lacan avanzó aún más y en base a un tipo de poesía china, en la cual lo fundamental no es lo que los poetas escriben -pues estos hacen más que escribir, canturrean (Soler, 2011: 156)- propuso la interpretación poética.

 

  Esta forma de nombrar la interpretación está fundamentada en la noción de lalengua y su resonancia en el cuerpo, resonancia de goce. La interpretación, mediante el equívoco, presentifica “otra cosa”, hace resonar, mediante una voz fónica, los equívocos de lalengua.

 

  En la interpretación poética es la modulación –la fonación, más que los significantes de la interpretación– la que pudiese llegar a las marcas de las primeras modulaciones de lalengua que hacen resonar el cuerpo en el origen, en el encuentro de las palabras con el cuerpo (Ibídem).

 

  Con la interpretación poética se apunta entonces a hacer resonar lalengua encarnada en el analizante, lo cual tiene efectos en el goce del cuerpo, en el núcleo opaco y permanente de goce, en ese saber de lalengua que está hecho para no ser sabido, sino para ser gozado.

 

 

Interpretación en las psicosis. Contraindicaciones

 

  Habiendo dejado por sentados algunos aspectos fundamentales de la interpretación analítica nos ocuparemos ahora de poner en cuestión la posibilidad, la pertinencia y las particularidades que podría tener la interpretación del analista en el tratamiento de pacientes psicóticos.

 

  Uno de los argumentos frecuentes que sostienen aquellos que contraindican la interpretación en las psicosis es que en esta estructura no habría un sentido oculto a develar ni una verdad que haya que revelar, sino una verdad a cielo abierto. No habría un sentido cifrado, por lo cual no habría lugar al desciframiento.

 

  En las psicosis, principalmente en la esquizofrenia, nos encontramos con los significantes en lo real, sin sentido, S1 sueltos, en lugar de la cadena significante S1-S2 que articula un sentido e implica un anudamiento entre simbólico e imaginario.

 

  Ahora, si nos detenemos en esto, podemos constatar que este argumento que “contraindica” la interpretación en las psicosis, está amparado únicamente en la concepción freudiana de la interpretación, a saber: desciframiento de un sentido y desocultamiento de una verdad.

 

  En Freud se trata de la práctica del desciframiento del inconsciente,tratándolo como un lenguaje que articula la verdad del sujeto sin que éste lo sepa” (Soler, 2011: 101). Así, la interpretación consistiría en que un sufrimiento sintomático pueda ser revelado en palabras.

 

  Con Lacan tenemos que tener presente que la verdad del sujeto sólo se puede decir a medias y entonces tomar en cuenta aquello que la palabra no articula: el goce real. Así, “el campo lacaniano concierne menos a los significados del lenguaje que a sus efectos sobre el viviente” (Ibídem). Éste no se contenta con ese sentido descifrado que estaría –para Freud– en el lugar de la verdad.

 

  La interpretación lacaniana apunta a lo real. Nos encontramos así con un campo que no excluye al freudiano pero que va más allá de este.

 

  En consecuencia, la contraindicación a la interpretación en el tratamiento de las psicosis, fundamentada en el desciframiento y en el desocultamiento de la verdad, desconoce otras acepciones de la interpretación específicamente lacanianas. Incluso, Lacan en el seminario del Acto Analítico define la interpretación sacándola de la concepción del desciframiento y de lo que él llama revelación. Lo dice así:

 

“Acaso es entre estos dos términos que se produce el suspenso de una retraducción de la que se trata para nosotros en el análisis?, digo re porque en este caso la primera inscripción significante es ya la traducción de algo; es acaso que nuestra interpretación viene a aplicarse sobre la organización significante del inconsciente estructurado como un lenguaje o es que por el contrario nuestra interpretación es en cierta forma una operación de un orden totalmente diferente, aquella que revela un dibujo oculto hasta ese momento? Evidentemente, ni lo uno ni lo otro”. (Lacan, 1967)

 

  Sí como se hace evidente en la cita, Lacan no pensó a la interpretación ni como desciframiento, ni como revelación, esta contraindicación de la interpretación en las psicosis no alcanzaría para justificar la no pertinencia y la prohibición de la misma en el encuentro entre un analista y un sujeto psicótico.

 

  Sin embargo, desde el campo lacaniano también existen razones para contraindicar la interpretación. Si con la neurosis la interpretación analítica apuntaría al goce real, limitando el sentido, con las psicosis la interpretación del analista estaría imposibilitada. En ellas el goce real es patente y lo que estabilizaría sería el camino inverso: la construcción de un sentido posible; por lo que el analista se limitaría a alentar este camino.

 

  Al respecto sobre el psicótico Colette Soler dice:

 

En lo fundamental el goce no va a ser revelado en la arquitectura significante del síntoma, pues es patente; tendrá que ser más bien refrenado. El movimiento irá entonces de lo real en exceso hacia el símbolo, lo que justifica el término de contrapsicoanálisis del psicótico (…)” (Soler, 2012: 52).

 

  Siguiendo a la autora, con el paciente psicótico el vector en el tratamiento no sería del sentido al sin sentido, sino del sin sentido al sentido, por lo que la interpretación como aquella que reduce el sentido no tendría lugar. Es evidente entonces que partiendo de esta concepción de la interpretación nos encontramos con una limitación importante.

 

  De hecho, intentar producir el sin sentido en el tratamiento de un paciente psicótico es arrojarlo al vacío de significación, efecto estructural de la forclusión, pudiendo causar así el desencadenamiento o una crisis psicótica.

 

Interpretación en las psicosis. Posibilidades

 

  Existen algunos analistas que consideran que es posible que ciertas intervenciones en el tratamiento de pacientes psicóticos tengan valor de interpretación. Es el caso de Martín Alomo, quien en su libro La elección irónica, comenta un caso de una paciente esquizofrénica cuyo delirio consistía en ser “la única en la especie”, “la elegida”, posición que la dejaba en “el más desolador desamparo”.

 

  En una sesión en la que la paciente hablaba de sus lecturas bíblicas, puntualmente de Santa Teresita de Jesús, dice “era una elegida como yo”. ¿Cómo usted?, pregunta el analista. “Si como yo, también Juana de Arco era una elegida”. ¿Se podría decir que a estas mujeres les pasaba algo similar a lo que le pasa a usted? (Alomo, 2012: 60) –nuevamente interviene el analista–.

 

  Respecto de dicha sesión refiere el autor que a partir de esas intervenciones, la paciente se suscribe a la “genealogía de las elegidas”. Así mismo, comenta que sus intervenciones tienen un efecto de verdad: “la inserción de la paciente en esta nueva genealogía está marcado con el valor de la verdad” (Ibíd: 61), y agrega: “desde este punto de vista, podríamos decir que ha funcionado como interpretación” (Ibídem).

 

  Se hace evidente que en este caso no se trata del desocultamiento o revelación de una verdad oculta bajo la barra de la represión. Se trata más bien de una verdad articulada al goce propio de su posición irónica –caracterizada como la posición subjetiva del esquizofrénico que consiste en un estar al margen del lazo social–.

 

  Así el efecto sobre el goce que procuró la intervención del analista podría pensarse como el hecho de conmover algo de esa posición irónica, permitiendo un lazo posible –aunque delirante– a través de la inserción en una genealogía.

 

  Este efecto sobre el goce se evidencia además en que la paciente logra desprenderse del sentimiento de soledad y desamparo y en que se reduce la intensidad del aspecto desestabilizador del delirio (Ibíd, 62). De esta manera, dicha intervención al tener un valor de verdad y al estar enlazada con el goce, tendría el estatuto de interpretación.

 

  Otro aspecto relevante que nombra Alomo en su texto es que sus intervenciones “se limitan a interrogar elementos significantes que ella misma disponía” (Ibíd, 61). Aspecto fundamental para pensar la interpretación. Incluso, el autor plantea que, a partir de sus intervenciones, la paciente produce “asociaciones que ha ido hilvanando bajo transferencia”. (Ibídem)

 

  En este caso es claro que la interpretación no es una construcción efecto de la asociación del analista, que este devuelve a la paciente como una teorización sobre su “padecer”; sino una intervención, a partir del material significante que ella trae, que causa el trabajo de la construcción delirante.

 

  En este punto es preciso recordar otra de las acepciones de la interpretación, aquella según la cual “la interpretación apunta a sostener el proceso del decir” (Soler, 1987:71). Podría plantearse entonces que la intervención del analista en este caso no solo tendría el estatuto de interpretación por su valor de verdad y por su articulación, su lazo, y efectos respecto al goce, sino también en la medida que lanza un proceso de decir, aunque delirante, y es causa de “asociaciones bajo transferencia”. (Op cit, 61)

 

  Ahora bien, si traemos nuevamente la definición de cita de Lacan, “se cita a partir de una parte tomada de un discurso, se dice el enunciado, pero el autor es quien se hace cargo" (Lacan, 2008: 37), podríamos plantear que en el material clínico algo de esta lógica se pone en juego.

 

  Así es también en el texto de Colette Soler Qué lugar para el analista, en el que da cuenta del tratamiento de una psicótica. La analista toma un significante de la paciente: “no tienen derecho”, y dice que haber tomado estas palabras tiene como efecto cierta regulación del goce, pues “son portadoras de la significación de un límite respecto de las pretensiones del Otro sobre su vida” (Soler, 2012:11).

 

  El tratamiento que Colette Soler le da a este significante tomado de la paciente, tiene cierta resonancia con la definición de interpretación de Lacan: “Todo lo que hagamos para que se parezca a esa S (A/) [A mayúscula barrada entre paréntesis] no responde nada menos que a la función de la interpretación” (Lacan, 1966), en la medida en que ese límite respecto de las pretensiones del Otro sería una manera de introducir algo de la barra en ese Otro absoluto.

 

  Por último, tomaremos un caso de nuestra práctica hospitalaria. Una paciente esquizofrénica de 28 años, internada, refiere que al sentir los síntomas de taquicardia y ahogo que nombra como “ataques de pánico”, suele aparecer una voz alucinatoria que le dice matate. Esta voz la impulsa a cometer actos como una sobre ingesta de medicación, intentos de ahorcarse y cortarse las muñecas.

 

  Ubica a su madre como una presencia más que fundamental para evitar el suicidio, por lo que desde que la paciente vive con ella. La paciente suele contextualizar estas crisis con descripciones de la situación familiar, relatos que tienen por contenido las cosas extrañas que hace su abuela, síntomas de su alzhéimer. Frente a esto la madre se horroriza y se deprime. A partir de lo cual la paciente se descompensa.

 

  Sorpresivamente, en uno de esos relatos se detiene ante un juego de palabras que pronuncia, en referencia a la madre y se ríe animadamente de lo que dijo; la analista acompaña riendo con ella. En otra oportunidad la paciente refiere con cierto horror detalles de los actos extraños que realiza su abuela, frente a esto la analista ríe espontáneamente, con lo que la paciente cambia su talante y comienza a reír también.

 

  En las sesiones siguientes comienza a constatarse que se produce una diferencia en la manera de enfrentar la enfermedad de su abuela y, principalmente, en la forma de responder ante la reacción trágica de su madre. Logra cierta “separación” al diferenciar que la que no puede asumir el alzhéimer de la abuela es su madre.

 

  Entonces surge otra manera de hacer con la reacción de la madre que producía su descompensación. En una sesión dice, en tono de chiste, que su madre vive con ella porque le conviene para estar lejos de la abuela, no así para cuidar de ella como venía sosteniendo. ¿Acaso sería posible pensar que la risa espontanea de la analista tiene valor de interpretación?

 

  Parecería evidente que esta risa tiene en la paciente cierta resonancia. Esa intervención sanciona en la paciente algo del orden de un corte, de un antes y un después. Introduce el humor como un recurso novedoso que le permite tomar distancia del Otro.

 

  Podríamos decir entonces que, en el material clínico comentado, las intervenciones produjeron cierta resonancia, tuvieron el efecto de regulación del goce, produjeron cambios en la manera de hacer con la voluntad de goce del Otro. Conllevan algo de la invención.

 

  Estas intervenciones procuraron además un efecto de verdad respecto de la posición subjetiva de estos pacientes, generando un lazo sutil ahí donde el esquizofrénico está fuera de discurso o pudiendo tomar cierta distancia de encarnar el objeto de goce de un Otro absoluto.

 

  ¿Sí estas características –efecto de verdad, resonancia, modificación del sujeto, relación con el goce, invención– que son las establecidas por Lacan para hablar de interpretación, están presentes en las intervenciones de los analistas en los casos aquí comentados, por qué entonces no proponer que podría haber interpretación en el tratamiento de pacientes psicóticos?

 

  Al respecto, Martín Alomo propone: “es posible que el sujeto esquizofrénico se sirva del trabajo con el analista para elaborar su angustia, produciendo algunos saberes nuevos, que en el transcurso del tratamiento adquieren valor de interpretación.

 

  Cuando decimos interpretación {…} es el Otro quien interpreta al sujeto, como en cualquier análisis” (Alomo, 2012: 74) Incluso, Alomo plantea que, en el caso antes comentado de la inserción en una genealogía, se producen saberes nuevos, “creados por la potencia de la interpretación bajo transferencia” (Ibídem)

 

 

Conclusión

 

  Consideramos que se podría cuestionar la postura radical de quienes contraindican la interpretación en el tratamiento analítico de las psicosis. Para asumir una posición al respecto, es pertinente diferenciar la interpretación que apuntaría al desciframiento, al desocultamiento de una verdad, aspectos que no serían posibles en el tratamiento de un paciente psicótico, de la interpretación propiamente lacaniana.

 

  Vimos en el material clínico que algunas intervenciones de los analistas podrían tener estatuto de interpretación, siempre y cuando tengamos en cuenta las definiciones propiamente lacanianas de este concepto.

 

  Quizá para plantear la posibilidad de la interpretación del analista en el tratamiento de pacientes psicóticos no podamos ampararnos en la definición de la interpretación como aquella que apunta al sin sentido, pero si en las acepciones que implican el efecto de verdad, la resonancia, la invención y el lazo con el goce, propio de la interpretación analítica.

 

 

Nota: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y reserva correspondientes a cada abordaje clínico.

 

 

Referencias Bibliográficas

 

Alomo, M (2012). La elección irónica. Estudios clínicos sobre la esquizofrenia. En Lutereau, L (Ed). Buenos Aires: Letra Viva.

 

Freud, S. (2006). Presentación autobiográfica. En J. L. Etcheverry (trads). Obras Completas (Vol. XX, pp 7–70). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Trabajo publicado originalmente en 1959).

 

Lacan, J. (1986). Seminario Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. En J Miller (Ed) y D Ravinovich (Trads). Buenos Aires, Argentina: Paidós. (Trabajo original publicado en 1973).

 

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Lacan, J. Seminario, Libro 14, La lógica del fantasma. 1966-1967. No publicado

 

Lacan, J. Seminario, Libro 15, El acto analítico. 1967-1968. No publicado.

 

Lacan, J. (1968-1969). Seminario Libro 16, De Otro al otro. En J Miller (Ed) y N. Gonzalez (Trads). Buenos Aires, Argentina: Paidós. (Trabajo original publicado en 2006).

 

Lacan, J. (1969-1970). Seminario Libro 17, Los cuatro discursos. En J Miller (Ed) y E. Berenguer y M. Bassols (Trads). Buenos Aires, Argentina: Paidós. (Trabajo original publicado en 1975).

 

Miller, J. (2001) Intervención sobre la interpretación. En: J, Stagnaro, D, Wintrebert (Ed). Encuentro de Buenos Aires. El efecto de la interpretación psicoanalítica (pp 67-76) Buenos Aires: Polemos.

 

Soler, C. (2011) Transferencia e interpretación. En: Torres, A (Trads.) Finales de análisis (pp 69-74). Buenos Aires: Manantial. (Trabajo original publicado 1987)

 

Soler, C. (2011) Los afectos lacanianos. En Kripper, A y Lutereau, L (Trads). Buenos Aires: Letra Viva. (Trabajo original publicado en 2011)

 

Soler, C. (2011) Incidencias Políticas del Psicoanálisis. Libro 1. En R. Cevasco y J. Champuis (Comp, Ed y Trads) Barcelona: S&P. (Trabajo original publicado en 2009).

 

Soler, C. (2012) El sujeto psicótico en el psicoanálisis. En: Aggof, I (Trads). Estudios sobre las psicosis (pp 45-52). Buenos Aires: Manantial. (Trabajo original publicado 1989)

 

Soler, C. (2012) ¿Qué lugar para el analista? En: Aggof, I (Trads). Estudios sobre las psicosis (pp 7-13)). Buenos Aires: Manantial. (Trabajo original publicado 1989)

 

 

Nota*: la web del autor de la imagen es www.danielmartindiaz.com

 


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