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Técnica y estructura

20/10/2017- Por Carlos Faig - Realizar Consulta

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A partir del desarrollo histórico del concepto de estructura en la obra lacaniana, el autor propone pensar por un lado el encuentro del estructuralismo con la técnica del corte, y por otro ofrece una crítica a su uso técnico y sus consecuencias resumidas en tres puntos: 1- el final del análisis como corte (disyunción) del sujeto y el “a”. 2- la unidad intermedia, el objeto: el corte del “a”. 3- el corte significante. Los juegos de palabras, el equívoco.

 

 

 

 

 

I.

  En un antiguo reportaje, Lacan pide tiempo para justificar el corte, la sesión breve. Tuvo desde aquella entrevista ocasión de hacerlo. El Seminario, sin embargo, no siguió en esa vía. En cierta forma, según creo, esto se debió a que la enseñanza de Lacan ya había abordado ese tema en casi todos sus rincones. Lo veremos rápidamente.

  Una primera aproximación a la extrapolación del concepto de estructura al psicoanálisis muestra dos problemas. El primero de ellos consiste en adaptar la estructura, tal como era utilizada en lingüística o en antropología, al psicoanálisis. Para esto fue necesario hacerle lugar al deseo. Un segundo problema hace a la inscripción y el status de la estructura. Si ya está allí, si la estructura es inmanente, por ejemplo, el modelo no sirve. Esta problemática es tan complicada de resolver como la anterior y se desarrolla en forma paralela. En efecto, la metáfora del sujeto y la metonimia del objeto permiten perforar la estructura y asimismo posibilitan que se la pueda temporalizar. La estructura debe ser escandida para no ubicarse ya allí, en cuyo caso contradeciría el despliegue transferencial. El corte introduce al tiempo en la estructura1. También se trata, entonces, de una cuestión  técnica. Lacan ya trabajaba con sesiones cortas cuando se encuentra con Lévi-Strauss y luego con Jacobson, aunque este encuentro con el estructuralismo de una u otra forma se veía venir2.

  Hasta Proposición (le sigue el grupo combinatorio del a, pero no entraremos aquí en ese detalle), texto que se sabe recoge todos los desarrollos anteriores en 1967, y pasando por el grafo (el tipo de cruzamiento que presenta nos muestra que algo que está allí primero, viene después) una serie de maniobras teóricas se hacen necesarias para barrer con lo que ya está antes y amenaza la construcción.

Citemos solo dos cuestiones: el Edipo, es una de ellas; la repetición, otra. Respecto de la primera cuestión, en el seminario III encontramos al Edipo como encarnación del significante. Luego vendrá la metáfora paterna, los tres tiempos del Edipo. La segunda cuestión queda resuelta en el seminario VIII: el elemento de creación de la transferencia la distingue de la repetición.

  Pero si la estructura no es un ya allí es porque el corte al dejar al objeto al borde de la sesión y del discurso (la falta de significante de un lado, el objeto del otro) permite plantearla a posteriori. Desde entonces, debemos observar la estrecha relación entre la técnica que Lacan introduce y la teoría. Asimismo, y se trata de otro error, la transferencia deviene coextensiva del fantasma en el mismo movimiento.

  No se trata tanto de observar el empobrecimiento de la práctica que la técnica del corte introdujo, ni de la suerte de vocación psicoterapéutica que acompaño a Lacan desde el inicio (hoy a la búsqueda de su acmé), como de señalar hasta qué punto insospechado moldeó a la teoría, hasta dónde se imbricó con ella. No era necesario justificarla.

 

 

Notas

 

    1. La topología lacaniana trabaja en la misma dirección. Cf. La topología y el tiempo, el seminario XXVI, aún inédito.

   2. Lacan adujo haber sólo rozado el estructuralismo. No obstante, el uso del término fue constante en su enseñanza y se lo encuentra aún al final del Seminario.

 

 

II.

  Comienzo por una breve introducción histórica referida a la utilización por Lacan del concepto de estructura a partir de los años ’50. ¿Qué se entiende por estructura? Voy a tratar de simplificar esta cuestión, antes de abordar la técnica, tomándola en el nivel que considero más elemental. Defino la estructura como la oposición significante, el binarismo. Inmediatamente, agrego que Lacan privilegia el corte, el intervalo entre los significantes, y no la oposición. Así, estamos ante un fenómeno del tipo figura/fondo. O subrayo la oposición de dos elementos, o la falta de un elemento tercero, entre medio, capaz de significar o representar la oposición binaria (de ahí que un pensamiento de estilo binario, opositivo, no convenga al psicoanálisis lacaniano: es necesario situar cierto pasaje de la falta). O corte u oposición. El corte es la célula germinal. Por allí van a ir desfilando los conceptos. Por ejemplo, la falta de un elemento tercero que signifique la oposición va a devenir el A barrado, incluso el significante de la falta del Otro, cuando la cadena se cierre. Asimismo, el Falo como significante (no como objeto), en tanto “fuera de sistema”, como significante convencional para designar la forclusión del goce sexual, resulta de una exigencia de este planteo. Si Fi representara el intervalo, formando parte de la cadena, tendríamos dos intervalos en lugar de uno: entre S1 y Fi y entre Fi y S2. El objeto a, se sabe, también se ubica en el corte significante y esto lleva al fantasma, puesto que a permite leer la elisión significante en la que consiste el sujeto (por eso Lacan insistió y enfatizó en la necesidad de no soslayar su concepto, es el intervalo mismo). Estamos aquí en la escritura del fantasma.

  Si agregamos el corte de la sesión (que también comienza en los años ’50), obtenemos el núcleo inicial de la elaboración de Lacan. El comienzo de la historia. Un corte concurre con otro: estructura y técnica1.

Subrayo: el encuentro del estructuralismo con la técnica del corte está en la base2. Esto legítima aún más una crítica técnica.

 

  Paso, hecha esta introducción, a tres cuestiones técnicas ligadas al corte.

Espero que señalarlas sitúe cómo y por qué llegamos a la situación actual del psicoanálisis lacaniano (que podría resumirse hoy en la fantasía apocalíptica del final del psicoanálisis): el testimonio de pase, por ejemplo, reducido a no más de tres carillas escritas y con la consigna de esquivar la historia del pasante y centrarse en el goce del síntoma (el escabeau). 

  

  a) La primera, la unidad mayor: el final del análisis como corte (disyunción) del sujeto y el a. Lacan hace coextensivo el desarrollo y la caída de la transferencia a la estructura del fantasma. Hay una conexión automática, relativamente incorrecta según creo, entre los términos, entre fantasma y transferencia. El final del análisis, en Proposición, en el seminario XV, se produce tocando las dos vertientes del fantasma: la destitución subjetiva, el sujeto, del lado del paciente; y el deser, el objeto, del lado del analista. Estamos aquí en los temas del fantasma fundamental, el atravesamiento tan famoso, y la adquisición del deseo del analista, el pase.

  Para trabajar cotidianamente o para pensar un tramo de un análisis esto plantea dificultades irresolubles. Es una teoría excesivamente macro. Si el analista acepta este encuadre teórico, durante todo el tratamiento queda en una posición muy pasiva, sin posibilidad de intervenir sobre las fantasías y sobre la transferencia.  Mucho menos aún de interpretar fantasías inconscientes transferenciales (esto, como señalaba, queda excluido por hipótesis). El analista se encuentra en una situación similar a la de alguien que intenta manejar un quiosco con la teoría económica de Milton Friedman. Si salta el interdicto, se supone que esto detiene el análisis o que el curso de la transferencia no obtiene el desarrollo deseado. Salimos del análisis.

  A este planteo, efecto del estructuralismo, del programa estructuralista inicial del Seminario, hay que oponer el concepto de caídas parciales del SSS, al menos por el momento y hasta encontrar un término mejor. Trabajar con caídas parciales por hipótesis refiere a la ubicación de fantasías transferenciales (son caídas parciales del SSS). Y esto cambia todo. Desde aquí, hay que revisar una serie de conceptos que hacen sistema: el deseo del analista, la idea de real que resulta de esta teoría ‒la no-relación que se produjo por la evitación sistemática de la interpretación de la transferencia‒, el acto analítico, etc. Otro tema a revisar: si la transferencia no se sostiene solo del fantasma, entonces se hace necesario dar otro estatuto en la cura a la pulsión3.

  Última observación respecto de este punto. Si la teoría de la transferencia tiene un tal alto grado de generalidad, cabría la posibilidad de que esté en juego en el proyecto de Lacan la construcción de una Razón Psicoanalítica, y no otra cosa.

 

  b) Segunda cuestión, la unidad intermedia, el objeto (de gran importancia en todas las escuelas de psicoanálisis): el corte del a. También aquí encontramos una construcción muy general. Las cinco especies del a constituyen en Lacan una suerte de truísmo, vale decir, una verdad sin alcance. Cortocircuitan el trabajo analítico hacia la pulsión, casi al revés que en el punto anterior que situaba antes.

  Dicho menos elegantemente, la teoría del objeto a no sirve en la cura. Solo produce un horizonte abstracto. A esto hay que oponer, creo, una aprehensión más artesanal, singular, más técnica del objeto. El objeto en la fantasía toma cientos de formas. No puede reducirse a cinco (las zonas erógenas, las pulsiones). Ahí encontramos parte del problema. Para conseguir situar el objeto en la transferencia una de las preguntas es ¿dónde me encuentro en el decir? El objeto de la fantasía en la transferencia es ectópico al dicho. Es una glosa, sin lugar, un objeto-glosa, un comentario al margen y relativamente ajeno al texto (a las asociaciones), si llegamos a ponerlo en palabras, es decir, si consigo situar dónde estoy en el decir. Esta glosa, insisto, no puede identificarse nunca masivamente al objeto pulsional.

 

  c) Tercera cuestión, la unidad menor: el corte significante. Los juegos de palabras, el equívoco. Aquí ligamos también con el corte significante puesto que el equívoco o la interpretación por juegos significantes pasa por el no-sentido, toca el intervalo. Esta técnica es la más expandida en la forma de trabajar del lacanismo. Se empieza por ahí. Y vehiculiza la mayor creencia. La relación entre sexualidad y lenguaje, por qué un juego de palabras refiere a la sexualidad, es una pregunta que suele aparecer al comienzo de la formación y la lectura. Entre nosotros, en Argentina, esta forma de trabajar comienza con la enseñanza de Masotta: “El chiste es el modelo general de las formaciones del inconsciente”, decía Oscar.

  En Lacan, esta cuestión conduce a la idea de “estafa analítica”. Recordaran que Lacan intenta resolverla en los últimos seminarios, especialmente en el XXIV, sin éxito. El saber inconsciente identificado al juego significante, al lapsus, al une-bevue, no resuelve el problema puesto que este está mal planteado4. No se trata de justificar la eficacia del significante, de la palabra en general, sino de ubicar hacia dónde me lleva lo que interpreto, o los juegos de palabras que hago.  El lugar hacia donde soy llevado es aquel en el que ya estaba tomado (o, mejor dicho, a posteriori estaba tomado): es el que causó, sobredeterminó  la interpretación. La cuestión gira nuevamente alrededor de la transferencia. Lo que se pierde, o está de lado, en la interpretación, y que define su alcance y eficacia, viene desde otra escena.

  Frente a cualquier material, las asociaciones del paciente, se presentan diversas posibilidades interpretativas. Un ejemplo. El paciente cuenta que el padre trabaja de chofer en una línea de colectivos. Luego, cambia de tema y se queja de que todas las relaciones que mantuvo los últimos años con mujeres fueron breves. Puedo interpretarle, situando el intervalo y situándolo a él: “Usted prefiere las relaciones pasajeras”. Pero también: “Esto es un viaje”; “¡Qué viaje la sexualidad!”. O simplemente podría señalar su identificación con el padre. Que tome alguna de ellas no resulta ajeno a mi implicación en la transferencia.

  Frente a cualquier material, las asociaciones del paciente, se presentan diversas posibilidades interpretativas. Un ejemplo. El paciente cuenta que el padre trabaja de chofer en una línea de colectivos. Luego, cambia de tema y se queja de que todas las relaciones que mantuvo los últimos años con mujeres fueron breves. Puedo interpretarle, situando el intervalo y situándolo a él: “Usted prefiere las relaciones pasajeras”. Pero también: “Esto es un viaje”; “¡Qué viaje la sexualidad!”. O simplemente podría señalar su identificación con el padre. Que tome alguna de ellas no resulta ajeno a mi implicación en la transferencia.

 

  Resumo, para concluir, los puntos de la crítica: caídas parciales, ectopia del objeto al dicho, que me atreví a llamar provisoriamente objeto-glosa, y el punto de pérdida de la interpretación se oponen a la teoría de la transferencia, el objeto a y el juego de palabras “ingenuo”, entre comillas, emblemático del lacanismo6, 7.

 

 

Notas

 

   1. El corte, la sesión breve, se justifica en una idea precisa de la estructura. Por eso, podemos suponer, Lacan se ocupa muy poco del tema en el Seminario. En Écrits hallamos una referencia importante, p. 843: “Separare, se parare: pour se parer du signifiant sous lequel il succombe, le sujet ataque la chaîne, que nous avons réduite au plus juste d’une binarité, en son point d’intervalle. L’intervalle quie se répéte, estructure la plus radicale de la chaîne signifiante… »

   2. Estamos saliendo en este momento de un doble experimento: la traspolación del estructuralismo a las ciencias sociales, a la antropología especialmente por Lévi-Strauss, y en lo que nos ocupa, por Lacan al psicoanálisis, y un cambio notable en la técnica que consistió en las sesiones cortas, o el privilegio del corte y la eficacia que se le otorgó.

  3. Una de las formulaciones clásicas de la relación de la pulsión con la cura, que deberíamos revisar, se halla en el seminario XI: “Después de la ubicación del sujeto en relación con el a, la experiencia del fantasma fundamental deviene la pulsión” (Seuil, París, 1973, p. 245). Otro desarrollo de esta idea, en L’Étourdit, p. 42: “Punto-nudo (es el caso de decirlo), es la vuelta con la que se hace el agujero, pero únicamente en este “sentido”, que por la vuelta el agujero se imagina, o se maquina, como prefieran. La imaginación del agujero tiene consecuencias precisas: ¿hay necesidad de evocar su función “pulsional” o, para decirlo mejor, lo que deriva (Trieb) de ella? La conquista del análisis es haberla convertido en matema…” (Scilicet n˚ 4, Seuil, París, 1973).

   4. Si aceptamos que el síntoma exige el desvío de la transferencia para ser abordado, la interpretación (eficaz) no puede de ninguna manera escapar de la implicación transferencial. De ahí, que no se halle respuesta a la cuestión planteada.  Este abordaje ingenuo deviene, en parte, de un problema “metodológico”: el grupo de seminarios “borromeos” trabaja sin sujeto, sin transferencia. 

  5. Sin objeto, una sesión de análisis sólo se compone de palabras. Sólo hay asociación libre y alguna que otra interpretación. ¿Cómo hacer en un análisis para que no se trate únicamente de palabras? La pregunta está relativamente oculta por (el descubrimiento de) la transferencia. Podríamos perfectamente situar allí la primera emergencia técnica del objeto en la historia del psicoanálisis. Poco después, la relación de objeto toma este lugar. Con Lacan, con el objeto como falta y la estructura de la castración disponemos de otra forma de pensar este tema. Es sorprendente, pues, que los últimos seminarios examinen la cuestión exclusivamente desde el punto de vista del significante. Por otro lado, el concepto de caídas parciales que proponemos aquí no participa de la relación de objeto. Las caídas parciales también retroplantean el objeto y lo sitúan como falta.

  6. La puesta en cuestión del dispositivo del pase y su concepto nos hubiera ahorrado los últimos e inconducentes treinta y pico de años de psicoanálisis, y el desenlace actual que lo transforma en una psicoterapia. Básicamente, según creo, el pase fracasa en gran medida por los tres puntos que señalamos en este texto. A estos se suma el hecho de que así como el planteo macro impide trabajar sobre fantasías inconscientes transferenciales, el dispositivo analítico, su curso a fortiori no puede evaluarse dentro adentro. De allí mismo, el pase.

  7. El denominador común que resulta a simple vista de los tres ejes críticos que tomamos es el elevadísimo nivel de abstracción con el que se maneja Lacan, propiciando una suerte de psicoanálisis cuya práctica deviene “abstracta”, para decirlo con un término del Derecho. Las consecuencias no pueden aplicarse. Por eso, el Seminario se dirige más a una Razón Psicoanalítica, en el texto aludimos a ella, que a los analistas.                                                                       

 

 

III.

 

  No hay por qué concluir que la teoría y la práctica lacaniana son incorrectas. Sería mucho más coherente decir que son muy limitadas. El corte, y la concomitante teoría del final del análisis1, la cuestión del fantasma fundamental, si se quiere, son efectivamente practicables, existen. Se trata ciertamente de una manera de practicar el psicoanálisis. Solo que de una manera precaria. No constituyen una práctica ideal, la mejor posible, y ni siquiera es deseable trabajar de esa manera.

  El lacanismo ha desechado las construcciones sobre la escena primaria2, la relación entre los juegos infantiles y el sueño y las fantasías adultas, las fantasías puberales (y su relación con las teorías sexuales infantiles, el efecto reinterpretativo y casi paranoico que señalaba Freud a este respecto), confirió poca importancia a las fantasías diurnas, y ninguna a la perelaboración de fantasías inconscientes transferenciales en relación a la eficacia del tratamiento sobre el síntoma3, etc.

  Si se objeta que el fantasma fundamental da cuenta o resume todas estas cuestiones técnicas, entonces debemos recordar que aquel concepto, en los términos de un análisis relativamente bien llevado y trabajado, es solo la fachada del análisis4, un contenido manifiesto que da inteligibilidad al proceso analítico, pero que se halla lejos de explicarlo. No es más que una elaboración secundaria que nos tranquiliza al ubicarnos teóricamente.

 

 

Notas

 

   1. El corte de la sesión deja fuera el objeto; el final del análisis, es obvio decirlo, hace lo mismo. De ahí su concomitancia. El corte, en este sentido, repite, como un fenómeno elemental, la estructura mayor del final del análisis.

  2. Para construir sobre la escena primaria hace falta en primer lugar poder leer por dónde anda la transferencia, en un período más o menos prolongado de análisis, y desde el objeto pensar un desplazamiento desde una posición inicial presubjetiva hacia su segregación. Si entendemos que la primera de estas operaciones es casi inhallable en la clínica lacaniana, poco cabe esperar de la segunda.

   3. Por esto no es extraño que se aluda en este momento al aspecto real e inanalizable del síntoma: un efecto de la práctica y no un avance de la teoría. La lectura que se hizo del seminario XXIII para justificar este punto es completamente forzada.

  4. Concibiendo de esta manera el análisis, en términos de atravesamiento del fantasma, pase, fantasma fundamental, es improbable que haya despertar (más allá de que esto sea posible). En otro sentido, la fachada del sueño (del análisis) se ve exigida por la técnica utilizada, excesivamente molar. Pensar el tratamiento, o nombrar lo que ocurrió, exige salir de él. De ahí, asimismo, que las cuestiones se vayan desplazando: el ultrapase, ciertas interpretaciones del savoir-faire con el síntoma, etc.

 

 

Apéndice

 

  Algunas referencias bibliográficas en relación con la segunda parte del texto (siguen el orden de mayor a menor de la exposición).    

 

  1. En Scilicet 1 encontramos dos ejemplos de final de análisis. Uno de ellos refiere al objeto a, aunque difiere la versión escrita de la oral. “De aquel que ha recibido la clave del mundo en la hendidura de la impúber, el psicoanalista no tiene más que aguardar una mirada, pero se ve devenir una voz” (p. 26, París, Seuil, 1968).

  En el otro caso, mencionado también muy escuetamente por Lacan, se trata de aquel que ha hallado su representante representativo a través de su irrupción en el diario desplegado de su padre, y reenvía al analista al efecto de angustia donde bascula en su propia deyección (cf. ídem).

  Quizá ambos análisis hayan sido conducidos por Lacan, si pensamos que la expresión “representante representativo” fue muy criticada por Lacan, que la utilice en este texto parece ser un guiño a Laplanche. Recordemos que en este mismo volumen de Scilicet Lacan retoma la traducción de Vorstellungsreprasentanz (p. 6).

  Aun aceptando que un análisis conducido lacanianamente lleve a ese punto, al fantasma fundamental, podría simplemente tratarse de la fachada del análisis, parafraseando la expresión de Freud. Así, tal tipo de elaboración secundaria dotaría al desarrollo del análisis de inteligibilidad, le daría sentido, y nos tranquilizaría.

  Expliquémonos. No es que no se pueda trabajar así o que las dos comunicaciones de Lacan (y muchas otras) sean falsas. Está clínica existe. El punto es si es deseable.

 

  2. La gran mayoría de las referencias clínicas que encontramos en el Seminario consisten en relecturas de casos comunicados por otros analistas. Y son, lamentablemente, aplicaciones de la teoría, ilustraciones, y, con la mayor frecuencia, analogías. El caso de Ella Sharpe, en el seminario VI, por ejemplo, se utiliza para aplicar el grafo. Las correas del cochecito se conectan analógicamente con el objeto (a). Otro tanto ocurre con las comunicaciones de Bouvet, Lebovici, Pearl King, etc., en otros contextos teóricos.

  El caso Dora, en cambio, es el único comentario que conozco donde Lacan procede por una aprehensión transferencial. Freud cubre a Dora de prejuicios, la rodea. Sus interpretaciones son “contournées”. (L’envers de la psychanalyse, Seuil, París, 1991, p. 107). Esto refiere a la caja del primer sueño de Dora. Las joyas nos distraen, lo que interesa es la caja. La cuestión remite, pues, a la voz. La elaboración de Lacan es muy lograda: liga diversos registros.

  Pero hay un problema. No se ve por qué si Freud acierta el objeto, el análisis se interrumpe a los tres meses.

  Una observación sobre la analogía. Si se utiliza para interpretar, conectando los dichos del paciente con algún sector de la teoría, por poco que reflexionemos vemos que llama al insight. La analogía teórica es una explicación abreviada, sea que se explicite o no. El contraste entre una teoría súper sofisticada y el manejo clínico concreto es altísimo. 

 

  3. Lacan comenta su manera de supervisar: “Me doy el lujo de controlar, como se lo llama, cierto número de gente que se ha autorizado por sí misma a ser analista, según mi fórmula. Hay dos etapas. Esta aquella en la que son como rinocerontes. Hacen casi no importa qué, y los apruebo siempre. En efecto, siempre tienen razón. La segunda etapa consiste en jugar con el equívoco que podría liberar el síntoma” (Seminario XXIII, Seuil, París, 2005, p. 17).

  Que este haya sido el estilo de supervisión de Lacan explica por lo menos en parte algunas cosas que sucedieron con la clínica lacaniana, la formación de los analistas y el pase. La idea que tiene Lacan de la supervisión –y seguramente su práctica como supervisor– es en extremo precaria. A un punto tal que si no dispusiéramos de otros testimonios, el de Geblesco por ejemplo, nos costaría creer que Lacan trabajaba así.

  Lasciate ogni speranza

 

 


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