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“Tenemos que vivir hasta morir” (“Wir müssen leben bis wir sterben”). ¿Qué puede decirnos Rammstein sobre la vida en la pandemia

06/02/2021- Por Slavoj Zizek - Realizar Consulta

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La pandemia nos confronta con la idea de finitud. LLegamos a sentir que la vida se alarga en la incertidumbre, y se reduce al padecimiento provocando consecuencias permanentes, la más grave es la del sufrimiento psíquico, y la pérdida de la voluntad de vivir. La pregunta que plantea el autor es ¿cómo podemos pasar de la resignación del padecer, a la pasión de la lucha, a la pasión de vivir?

 

                            

 

                                    “Dalai Lama” de Rammstein*

 

 

  Una de las sabidurías con las que nos bombardean los medios de comunicación es que la pandemia del Covid 19 nos enseñó sobre la contingencia de nuestras vidas, sobre nuestra mortalidad y limitación biológica: debemos abandonar nuestros sueños de dominar la naturaleza y aceptar nuestro modesto lugar en ella.

 

  ¿Existe una lección más aleccionadora que la de ser humillados y reducidos a la casi impotencia por un virus, un mecanismo primitivo de autorreproducción que algunos biólogos ni siquiera consideran una forma de vida? No es de extrañar que abunden los llamamientos a una nueva ética de la modestia y la solidaridad global...

 

  Pero ¿es ésta la verdadera lección de la pandemia? ¿Y si el problema de nuestra vida a la sombra de la pandemia es exactamente el contrario: no la muerte sino la vida, ¿una vida extraña que se alarga, que no nos permite ni vivir en paz ni morir rápidamente?

 

  ¿Qué postura ante la vida debemos adoptar en semejante situación? Tal vez, “Dalai Lama” de Rammstein[1] indique la respuesta correcta. La canción se basa vagamente en “Der Erlkönig” (“El rey de los elfos”) de Goethe, un poema que habla de un padre y un hijo que montan a caballo cuando el viento empieza a hipnotizar al niño y finalmente éste muere.

 

  En la canción, el niño está volando con su padre; al igual que en el poema, los viajeros son amenazados por un espíritu misterioso que “invita” al niño a unirse a él (aunque sólo el niño puede oír la invitación del espíritu). Sin embargo, en el poema, el padre alarmado cabalga en busca de ayuda, sosteniendo al niño en sus brazos, sólo para descubrir que su hijo está muerto; en la canción de Rammstein, es el propio padre quien causa la muerte del niño...

 

  ¿Qué tiene todo esto que ver con el Dalai Lama? El título de la canción no sólo se burla del miedo a volar del actual Dalai Lama: hay un vínculo más íntimo con el núcleo de la enseñanza budista. El miedo del Dalai Lama a volar hace un extraño eco de las palabras del Señor de los Cielos en la canción de Rammstein:

 

“El hombre no pertenece al aire / Así que el Señor en el cielo llama / a sus hijos en el viento” para provocar una fuerte turbulencia que mate al niño. ¿Pero cómo? No sólo estrellando el avión, sino atormentando directamente el alma del niño: Un coro gotea de las nubes / Se arrastra hasta el pequeño oído / Ven aquí, quédate aquí / Somos buenos contigo / Somos hermanos para ti”.

La voz del diablo no es un grito brutal, sino un suave susurro amoroso.

 

  Esta ambigüedad es crucial: la cruda amenaza externa es redoblada por un coro de voces seductoras que sólo escucha el niño. El niño lucha contra la tentación de rendirse a estas voces, pero el padre, que lo sujeta con demasiada fuerza para protegerlo, no se da cuenta de la falta de aliento del niño y “le saca el alma”. (Nótese el ambiguo final de la canción: tu letra nunca dice que el avión se haya caído realmente, sólo que hubo una fuerte turbulencia).

 

  El padre (que obviamente representa al Dalai Lama) quiere proteger al niño de la amenaza externa de la realidad (la turbulencia), pero en su excesiva protección mata a su hijo: hay una identidad más profunda entre el Dalai Lama y el “rey de todos los vientos”.

 

  La implicación obvia es que la protección budista del dolor y el sufrimiento nos mortifica, nos excluye de la vida. Así que, citando una conocida paráfrasis irónica de las primeras líneas del himno de la RDA, el mensaje del Dalai Lama es efectivamente "Einverstanden mit Ruinen / Und in Zukunft abgebrannt" (“De acuerdo con las ruinas / y en el futuro quemado”).

 

  Sin embargo, “Dalai Lama” da a esta sabiduría pesimista estándar un giro adicional ‒el estribillo central de la canción es: "Weiter, weiter ins Verderben / Wir müssen leben bis wir sterben" ("Más lejos, más lejos en la ruina / Tenemos que vivir hasta que muramos”)‒ esto es lo que Freud llamaba “pulsión de muerte” en su estado más puro, no la muerte en sí misma, sino el hecho de que tenemos que VIVIR hasta que muramos, este arrastre interminable de la vida, esta compulsión interminable de repetir.

 

  El estribillo suena a lo que en Francia llaman una lapalissade (una sabiduría tautológica vacía como “un minuto antes de morir, Monsieur la Palice seguía vivo”). Pero Rammstein le da la vuelta a la sabiduría obvia “no importa cuánto vivas, al final morirás”: hasta que mueras, tienes que vivir. Lo que hace que la versión de Rammstein no sea una tautología vacía es la dimensión ética: antes de morir no sólo estamos (obviamente) vivos, sino que TENEMOS que vivir. Para nosotros, los humanos, la vida es una decisión, una obligación activa: podemos perder la voluntad de vivir.

 

  Esta postura de “tenemos que vivir hasta que muramos” es la adecuada para adoptar hoy, cuando la pandemia nos ha recordado a todos nuestra finitud y mortalidad, sobre cómo nuestra vida depende de un oscuro juego de (lo que nos parece) contingencias. Tal y como lo experimentamos casi a diario, el verdadero problema no es que podamos morir, sino que la vida se alarga en la incertidumbre, provocando una depresión permanente, la pérdida de la voluntad de seguir adelante.

 

  La fascinación por la catástrofe total y por el fin de nuestra civilización nos convierte en espectadores que disfrutan morbosamente de la desintegración de la normalidad; esta fascinación se alimenta a menudo de un falso sentimiento de culpa (la pandemia como castigo por nuestro modo de vida decadente, etc.).

 

  Ahora, con la promesa de la vacuna y la propagación de nuevas variantes del virus, vivimos en una desintegración eternamente pospuesta. Obsérvese cómo cambia el marco temporal de la salida: en la primavera, las autoridades mencionaban más a menudo dos semanas (“después de dos semanas, debería mejorar”); luego, en el otoño de 2020, eran dos meses; ahora, es sobre todo medio año (en el verano de 2021, tal vez incluso más tarde, las cosas mejorarán); ya se escuchan voces que posponen el final de la pandemia a 2022, incluso 2024...

 

  Cada día trae noticias: las vacunas funcionan contra las nuevas variantes, o tal vez no; el Sputnik ruso no es bueno, pero ahora parece que funciona bastante bien; hay grandes retrasos en el suministro de vacunas, pero la mayoría nos vacunaremos hasta el verano... estas interminables oscilaciones, obviamente, también generan un placer propio, que nos hace más fácil sobrevivir a la miseria de nuestras vidas.

 

  Como en “Dalai Lama”, Covid-19 es la turbulencia que destroza nuestra vida cotidiana. ¿Qué provocó la ira de los dioses de hoy? Se sintieron ofendidos por nuestras manipulaciones biogenéticas y la destrucción del medio ambiente, pero ¿quién es el Dalai Lama en nuestra realidad?

 

  Para Giorgio Agamben y muchos manifestantes contra el encierro y el distanciamiento social, el Dalai Lama que pretende protegernos pero que en realidad asfixia nuestras libertades sociales, son estas mismas medidas de protección. Agamben ha escrito recientemente un breve poema, “Si è abolito l'amore”, que deja clara su posición. He aquí dos líneas de su poema:

 

“Si la libertad es abolida / en nombre de la medicina / entonces la medicina también será abolida. / Si el hombre es abolido / en nombre de la vida / entonces la vida también será abolida”. 

 

  Pero también se puede argumentar exactamente lo contrario: ¿la postura defendida por Agamben ‒sigamos con nuestra vida social como siempre‒ no es también una seductora voz de los ángeles a la que debemos resistir? Para decirlo con las propias palabras de Agamben:

 

“Si la medicina es abolida en nombre de la libertad, entonces la libertad también será abolida. Si la vida es abolida en nombre del hombre, entonces el hombre también será abolido”.

 

  El "we have to live till we die" de Rammstein esboza una salida a este callejón sin salida: luchar contra la pandemia no como una forma de retirarse de la vida, sino como una forma de vivir con la máxima intensidad. ¿Hay alguien más VIVO hoy en día que los millones de trabajadores sanitarios que, con plena conciencia, arriesgan su vida a diario? Muchos de ellos murieron, pero hasta que murieron estaban vivos. No sólo se sacrifican por nosotros, recibiendo nuestros hipócritas elogios. Y son aún menos máquinas de supervivencia reducidas a la vida desnuda: son los que hoy están más vivos.

 

 

Referencias:

 

Einverstanden mit Ruinen (paperblog.com).

https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-si-bolito-l-amore.

 

 

Imagen*: Blog de rammstein58 Rammstein: Dalai Lama

https://rammstein58.skyrock.com/50524128-Rammstein-Dalai-Lama.html

 

 

Traducción al español de Nicol Andrea Barria-Asenjo

 

 

 

 



[1] Es una banda musical metálica alemana formada en 1994 por los músicos Till Lindemann, Richard Z.

 


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