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¿A qué llamamos investigación en psicoanálisis?

15/09/2018- Por John James Gómez Gallego - Realizar Consulta

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Nuestra investigación se ocupa de lo necesario que siempre retorna bajo la forma del desarreglo, de lo que no marcha; eso que se repite, una y otra vez, bajo la forma de lo que no cesa de no escribirse, allí donde cada uno no cesa de escribir una historia que no sabe muy bien cómo hacer soportable. El axioma psicoanalítico, el de la existencia de un campo Otro que corresponde a lo inconsciente, está ausente en otras prácticas. No se haya ni en la ciencia, ni en la filosofía, tampoco en el discurso común que incluye formas diversas del discurso del amo y del capitalismo tales como las religiones, los mercados o las ideologías…

 

 

 

               

                                     “Freud” por Oleg Shuplyak - Óleo*

 

 

 

  La pregunta con la que he intitulado este trabajo sugiere, necesariamente, la idea de que, cuando ejercemos el oficio de investigadores desde el psicoanálisis, existe un rasgo diferencial, es decir, algo que le es propio, particular, incluso singular, si lo comparamos con el ejercicio investigativo en cualquier otro campo de investigación.

 

  Y si digo campo, presten atención, es porque esa palabra describe un espacio-tiempo de relaciones específicas, en cuyo caso, se trata, para nosotros, de aquel campo que fue descubierto por Freud y que en términos de Lacan podemos denominar campo del Otro, es decir, del inconsciente.

 

  Este punto de partida en torno a la noción de campo es axiomático. Podemos reconocer que un axioma es un enunciado que se considera necesario y del que solo se sabe algo por sus efectos. Esto no deja de ser interesante pues suele asumirse que un axioma es algo verdadero, lo cual, seguramente ustedes ya lo sabían, no es más que una ilusión, pues como lo indicó Henry Poincaré a finales del siglo XIX, los axiomas “no son intuiciones sintéticas a priori ni datos experimentales. Se trata de convenciones.” (Citado por Livio, 2011, p. 157).

 

  En ese sentido, un axioma es una definición disfrazada de evidencia. Les propongo que lo constaten por sus propios medios. Es lo más consecuente que podemos hacer si se trata de la investigación en psicoanálisis, puesto que nada garantiza que lo que yo les digo sea verdadero.

 

  Es por eso que en nuestra práctica llamamos analizante a alguien que, justamente, desgasta una a una sus palabras intentando establecer un criterio infalible de verdad, veracidad y verificación, mientras descubre que cuando se trata de eso que solemos llamar realidad humana, no hay verdad que no tenga estructura de ficción.

 

  Nuestro axioma, el de la existencia de un campo Otro, que corresponde a lo inconsciente, no debe operar como certeza sino como principio de una indagación por aquello que resulta enigmático en cuanto a lo que llamamos sujeto. Ese sujeto, por supuesto, es el sujeto del inconsciente. Y si he dicho antes “nuestro axioma”, es porque está ausente en otras prácticas.

 

  No se haya ni en la ciencia, ni en la filosofía, tampoco en el discurso común que incluye formas diversas del discurso del amo y del capitalismo tales como las religiones, los mercados o las ideologías, esto, muy a pesar, de que en todas ellas se hacen sentir sus efectos.

 

  Entonces, nuestro axioma no debe suponerse como verdadero, sino como la manifestación según la cual cada uno se enfrenta a la interrogación más íntima frente a lo que siendo más propio le resulta más extraño. Tenemos conceptos que dependen de ese axioma y que se acompasan con la palabra inconsciente, entre ellos: goce, deseo, saber y algunos otros más.

 

  Espero hayan captado hasta aquí el punto diferencial que justifica el título. ¿A qué llamamos investigación en psicoanálisis? A una práctica que se ocupa de un saber relativo a la efectividad de un discurso que pone de manifiesto lo más paradójico de la condición humana.

 

  Si no se trata de la filosofía es porque en ella la única razón posible es la conciencia. Si no se trata de la ciencia, es porque en ella se cofunde lo necesario y lo general con lo verdadero. Si no se trata del discurso común es porque en él, como en los anteriores, se producen fixiones, y permítanme escribirlo con “x” en lugar de la doble “c” con las que se vela la estructura de ficción inherente a la verdad.

 

  Fix, vocablo inglés que podemos traducir como “arreglo”, expresa de manera precisa lo que el disco rayado, al que denominamos discurso común, intenta una y otra vez, a saber, velar que hay un desarreglo estructural en lo que atañe al ser que habla, habitante de un mundo de lenguaje en el que su propia existencia está escrita con un único soporte material: la letra.

 

  Ahora bien, retomemos, un axioma no es algo que tenga valor de verdad. Entonces, ¿cuál es su valor? De manera precisa, un axioma es algo que introduce el valor de lo necesario. Esto cuenta con toda relevancia en la lógica pues llamamos necesario a aquello que no puede no ocurrir. Es por eso que no puede confundirse con lo general, que aplica, según se cree, para un conjunto constituido por elementos homogéneos. Lo necesario no exige homogeneidad.

 

  De hecho, lo necesario puede situarse precisamente en la diferencia. Esto quiere decir que una afirmación axiomática podría formularse de la siguiente manera: “La diferencia es aquello que no puede no ocurrir”. Noten que estamos en el plano del movimiento. Dicho de otra forma, lo necesario se inscribe en el orden de lo potencial, de lo que está por venir y no podría no llegar.

 

  Ustedes escuchan (o leen aquí) una seguidilla de negaciones, lo que no introduzco al azar, puesto que si en lugar de ellas pusiera una afirmación definitoria saldría de inmediato de lo necesario para entrar en lo general, con lo cual habríamos construido una premisa mayor que devendrá proton pseudos (premisa falsa).

 

  Entonces, ¿qué es lo que constituye el axioma que sitúa lo necesario en el campo psicoanalítico? Se trata de aquello que el descubrimiento de Freud puso en escena, con todas las dificultades que tuvo para él tratar de formalizar una escritura; él lo llamó trieb y se ha traducido como pulsión. No había nada como eso en el campo del conocimiento antes de Freud.

 

  No sólo se trató de un concepto que, por decirlo así, reanudaba soma y psique, sino también de una fuerza, un movimiento de algo que apunta hacia una forma paradójica de satisfacción. Entre las afirmaciones de Freud uno puede encontrar cosas realmente maravillosas por su agudeza. Llegó a decir que la pulsión es no anobjetal, es decir, que es falso decir que tiene un objeto, como también es falso decir que no lo tiene.

 

  Noten la diferencia que sugiere el uso de la doble negación, introduciendo lo necesario como diferente de lo general. Que sea falso que tiene objeto y que sea falso que no lo tiene, indica la imposibilidad de afirmar que lo tiene. Por tanto, lo que se introduce como necesario a partir de esa doble negación no es la relación entre la pulsión y el objeto, ni su ausencia de relación, como leyes generales. Lo que se introduce como necesario allí es la imposibilidad de la relación entre la pulsión y el objeto.

 

  Que Freud haya captado esto escuchando a quienes iban a verle para hablar de un sufrimiento, es muestra de una sutileza clínica insondable. Al captar este punto, que es ante todo lógico y por tanto material únicamente en un mundo hecho de lenguaje, Freud fundó una práctica, y también una teoría, que se ocupa no de lo que parece marchar como un relojito, el universo, la relación estímulo-respuesta o las máquinas, sino, de lo que no marcha y, de manera más precisa, de un mundo cuya constante no es otra que el retorno del desarreglo.

 

  Así, Freud levantó el velo que durante más de 2000 años la filosofía, el discurso común, y en los últimos tres o cuatro siglos la ciencia, se habían encargado de sostener a partir de la elevación de lo necesario y lo general al estatuto de lo verdadero, o de lo verificable si nos atenemos a los términos menos imprudentes, pero no por ello más sensatos, usados en nuestros días por los científicos, y merced de lo cual la ilusión del completo dominio de sí mismo y del universo, su predictibilidad y su comprensión absoluta, parecían un horizonte alcanzable.

 

  Entonces, Freud marcó un punto de quiebre para los sueños de la razón conciente, mostrando que había otra razón a la que llamó inconsciente, la cual develó que lo necesario por él descubierto da cuenta de la imposibilidad tanto de lo general como del acceso a la verdad.

 

  Ese punto de quiebre tuvo un segundo tiempo, curiosamente en otra disciplina, la física, cuando Heisenberg introdujo el principio de indeterminación en el campo de la mecánica cuántica. Al parecer, no hay trauma que no se exprese bajo la forma de los dos tiempos.

 

  A propósito de lo que les he dicho hasta ahora, voy a presentarles un breve fragmento tomado de Aun, el libro 20 de El Seminario de Jacques Lacan:

 

“Lo necesario –lo que les propongo acentuar con ese modo– es lo que no cesa, ¿de qué?– de escribirse” (1981, p. 74). Y sólo unas líneas más adelante, “Lo que no cesa de no escribirse es una categoría modal que no es lo que hubieran esperado oponer a lo necesario, que hubiera sido más bien lo contingente. Imaginen que lo necesario está conjugado con lo imposible, y que ese no cesa de no escribirse es su articulación” (p. 74).

 

  Noten que Lacan introduce dos cuestiones aquí. Por un lado, lo que no cesa de escribirse, que sería lo necesario. Por otro, lo que no cesa de no escribirse, que sería lo que se conjuga de eso necesario con lo imposible. Es decir que lo que no cesa de escribirse solo surge como necesario en la medida en que hay algo que no cesa de no escribirse.

 

  ¿Qué corresponde a lo que no cesa de escribirse? Lo que atañe a la función fálica. ¿Qué corresponde a lo que no cesa de no escribirse? El hecho de que no hay relación sexual. Esto es lo que Lacan encontró en Freud y en ningún otro lado. Se trata de arreglar algo porque hay un desarreglo estructural. Hay fixión porque hay algo que se quiere reparar. Entonces, escribimos sin cesar para intentar reparar lo que no cesa de no escribirse.

 

  Basta que miren hasta dónde se ha llegado en lo que se llama investigación científica, cuando se pide que todo el mundo publique los resultados de sus investigaciones en revistas de altísimo nivel, en las que son bienvenidos todos aquellos que presenten evidencias de que hay relación sexual, es decir, evidencias de que con sus escritos demuestran que han encontrado lo necesario y lo general en tanto verificable.

 

  Claro está, luego se sabe, como lo supimos por ejemplo esta misma semana, que lo que allí se publica puede estar impulsado por farmacéuticas que pagan a investigadores reconocidos grandes sumas de dinero para que escriban bien sobre sus productos de mercado[1].

 

  Nuestra investigación, por tanto, se ocupa de lo necesario que siempre retorna bajo la forma del desarreglo, de lo que no marcha; eso que se repite, una y otra vez, bajo la forma de lo que no cesa de no escribirse, allí donde cada uno no cesa de escribir una historia que no sabe muy bien cómo hacer soportable.

 

  Por tanto, nos ocupamos del modo singular en que se presenta, para cada uno, lo necesario y su articulación con la imposibilidad en el sentido de eso real que no para de retornar. Esa es nuestra particularidad con campo, disciplina, teoría y práctica.

 

 

Nota: el presente escrito se corresponde con la ponencia de apertura, presentada en el I Coloquio de Investigación Psicoanálisis: Subjetividad y lazo social en el crimen y el posconflicto, organizado por el “Semillero de Psicoanálisis Parlêttre” del Grupo de Investigación Clínica y Salud Mental de la Universidad Católica de Pereira.

 

 

Imagen*: Oleg Shuplyak es un pintor ucraniano (1967) dedicado a realizar obras estructuradas para promover la inversión perceptual (ilusiones ópticas), dando a ver la escena detrás de la escena.

 

         

Referencias

 

Lacan, J. (1981). Aun. En: El Seminario, Libro 20. (1972-1973). Buenos Aires: Editorial Paidós.

Livio, M. (2011). ¿Es Dios un matemático? España: Editorial Ariel.

 

 

 

 

 

 

 



[1] Me refiero a la noticia del 10 de septiembre de 2018, con la que se dio a conocer el caso del médico español José Beselga quien recibió pagos millonarios de las farmacéuticas entre 2013 y 2017, para publicar a favor de sus medicamentos en revistas top de Inglaterra y Estados Unidos. Pueden leer la noticia en el siguiente enlace: https://www.eldiario.es/sociedad/principales-investigadores-cancer-vinculos-farmaceuticas_0_812969126.html 

 


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