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Alojar: de los fines del análisis y la contingencia de un otro amor

24/06/2021- Por Eduardo Said - Realizar Consulta

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Es mi interés interrogar los fines del análisis y el efecto contingente de habilitar a una otra forma de amar al otro… Si el fin de análisis depara un sujeto advertido de la irreductible y propicia escisión; si a su vez posiciona al sujeto en un saber-hacer con la escisión misma sin por ello melancolizarse; es sostenible la idea de que se habilite también la contingencia de alojar al prójimo, al partenaire, a otros…

 

                                        

 

                                                 Dibujo de Edvard Munch*

 

 

  Alojar es un significante de uso coloquial. Multívoco por cierto, lejos de la pretensión del matema en cuanto a acotar la semiosis. Me orienta en su diversidad de acepciones, con concordancias y diferencias, referidas tanto a los lazos sociales, a las relaciones de pareja, como a la posición del analista.

 

  Es mi interés interrogar los fines del análisis ‒desde mi sesgo de lectura no finalista tal vez convendría decir sus alcances, reversibilidades e irreversibilidades‒; y el efecto contingente de habilitar a una otra forma de amar al otro.

 

  Si el fin de análisis depara un sujeto advertido de la irreductible y propicia escisión; si a su vez posiciona al sujeto en un saber-hacer con la escisión misma sin por ello melancolizarse; si se da la alternativa de elegir ‒en el margen condicionado en que se elige forzadamente‒; es sostenible la idea de que se habilite también la contingencia de alojar al prójimo, al partenaire, a otros. No siempre ni todo el tiempo.

 

  Bajo las condiciones implícitas de un análisis sostenido, despejado de fantasmas sacrificiales ofertados para saldar con culpa la falta en el Otro.

Aun así, no dejaremos de ser puercoespines, acercándonos a veces en busca de calor, alejándonos por momentos para no pincharnos. Amor y odio a mejor enlazar.[1]

 

  Recurro a una cita de Lacan que me resulta de contundente orientación para tematizar los fines del análisis y la alternativa un amor en diferencia al amor-odio preñado de narcisismos.

 

“Entonces se verá que del psicoanálisis el sujeto sale no habiendo hecho nada más que aligerar ese resto, a saber, devolverlo al Otro del cual él proviene. Pero, abandonando así su deuda puede anular al acreedor mismo. Ya no tiene más necesidad de la demanda de este Otro para sostener su propio deseo. Él sabe que su deseo está formado de la zona que hace barrera al goce.

Se satisface con este vacío donde él puede amar a su prójimo, porque es en este vacío donde lo encuentra como sí mismo y es sólo de ese modo que puede amarlo”. “El psicoanálisis en este tiempo”[2]

 

  No desconozco que invocar a Lacan permite poner en consideración lo que se enuncia bajo el soporte de su nombre propio llevado a nombre común.

Tomo de la relevante expresividad de Lacan: aligerar ese resto, devolverlo al Otro y así anular al acreedor.

 

  El término resto requiere ser considerado en términos de una ecuación que no se resuelve en completamiento de lo calculable. Se suele exacerbar la versión de resto como basura, sicut palea al decir de Santo Tomás. En un viraje de sentido, en que el devenir resto puede pasar a la exaltación. Así la posición de resto puede deparar el engolamiento narcisista, que se cuela por cualquier hendija.

 

  Me evoca la alusión de Freud al chiste de raigambre judía que alude a que aún para parecer un don nadie, se esperarían ciertos atributos a la mirada de los otros. ¿Quién se cree que es para hacerse el don nadie?

 

  Devolverlo al Otro anulando al acreedor habilita a ser leído en términos del aligeramiento que depara la extenuación de la demanda Otro. Aligeramiento, morigeración serían términos menos extremos, ya que es poco sostenible su anulación.

 

  Temáticas que requieren un fino deslinde: el Otro como acreedor, si es disoluble la deuda simbólica, el clivaje entre culpa y responsabilidad, el sacrificio y las mutaciones de goces expectables en un análisis.

 

  Prosigo con la cita: “allí el propio deseo hace barrera al goce”. A mi lectura se trataría de la barrera al goce del Otro en tanto goce superyoico. Advirtiendo que no siempre conviene restringir los goces a ese topus. Escribí sobre el sujeto advertido y la apertura a las electividades de goces.[3]

 

  “Satisfacerse con el vacío”; toda una definición del sujeto advertido de lo irreductible de la castración misma. Satisfacción con el vacío que trasunta su dimensión pulsional. Condensación del goce de la castración misma, tal vez del goce sublimatorio.

 

  Con la condición de que el deseo no se extreme en deseo puro, de cuyas consecuencias en potencia criminales, Lacan advierte en el seminario XI. Impureza del deseo a ubicar y precisar del lado del analista. Que remite a la particular posición de disparidad subjetiva que, desde allí, lleva a tomar posición sobre el amor de transferencia.

 

  ¿Qué hace impuro el deseo del analista sino su particular implicación que entrama presencia, distancia, abstinencia, y alojamiento? Acentúo este término.

“Amar al otro como a sí mismo”. Frase bíblica abierta a la polémica. Mejor apuntar a un sí mismo a distancia de la completud esférica del desconocimiento yoico. Habiendo desandado las coagulaciones imaginarias en que el sujeto se esquicia y se suelda fantasmáticamente a la demanda del Otro insaciable.

 

  No es sino por reiteraciones en diferencia, por perlaboración al decir de Freud, que opera como posible el deshacimiento de la posición sacrificial.

Aquí me detengo en el término propuesto al título: alojar.

 

  Resto, vacío despejado de la demanda que evoca el sacrificio, la victimización, la incansable y repetitiva queja. Y si ese vació acontece entre al menos dos, aún sin completarse en relación escribible ‒alcance riguroso de la no relación sexual‒, da una versión del amor para el que no alcanzan las palabras, que no traiciona el goce del inconsciente.

 

  Es una perspectiva que me acontece cuando esporádicamente recibo una consulta de pareja. Intentar localizar el alcance del vacío de cada quien para receptar el vacío del otro. Si lo hubiere.

 

  De ampliar las referencias acudiría a tematizar la asunción de la castración, lo incorporal, y por qué no al vacío del “alma”. Si eso se produce, seguramente no sin una cierta interrogación de la posición subjetiva de los partenaires, podrá habilitar al contingente encuentro. La experiencia nos muestra los agravados desencuentros cuando quien está en posición analizante se espina con un otro que rechaza el inconsciente.

 

  Aceptando que la pulsión de destructividad no nos es ajena; no es solo lo que le acontece a la llamada “gente”. Forma expresiva de ausentarse en la excepción.

Remarco que no me resulta condición aludir a la pulsión de muerte como vuelta a lo inanimado. Me cuesta seguir a Freud en esa vertiente. A mi lectura, parcial y sesgada por cierto, no es condición de operación causal para la destructividad y las formas del odio.

 

  Saber hacer con la inminencia de la disrupción del odio derivado en violencia, sería un atributo para el que nos viene bien la palabra advertido. Me incomoda en algo el uso de la bondadosa palabra tolerancia por su cercanía a resignación. Hace tiempo que se sostiene la expresión resiliencia, que para algunos será sinónimo potencial de asumir la incompletud y para otros el “bancarse” el sufrimiento.

 

  El encuentro así esbozado, tiene sus particularidades, alcances y diferencias con el saber hacer con el amor de transferencia como quehacer del analista. Recordamos que para Freud el texto sobre el amor de transferencia fue por él señalado como privilegiado. Extendido en Lacan al sujeto supuesto saber objeto de amor, cuando no de odio. Y por qué no como el vacío allí subtendido aún desde los inicios. Dejar jugar la suposición de saber no implica presentarse en completud, ni en prestigios.

 

  Si se espera que el analista encuentre una posición que no implique el acceder a la demanda de amor, pero tampoco rechazarla, tal vez la perspectiva de un vaciamiento incompleto sea su fórmula. La presencia de la persona del analista es irreductible, aun cuando con ella pague. Pago al que alude Lacan en la dirección de la cura, acompañando a Freud en no pretenderse curadores de almas.

 

  Presencia de la persona que no anula ese borde no siempre preciso, a jugar en el caso por caso, de la buena distancia. Distancia que no deje de alojar. Más aún que sea el lugar en que se asiente. El alojar podría adquirir facticidad en la aptitud de receptividad y escucha. Inherente a la posición del analista, y perceptible en las subjetivaciones ‒me autorizo a decirlo con levedad‒ con posibilidad de albergar al otro.

 

  Mucho hemos estado debatiendo en tiempos de pandemia, cuarentenas y virtualidad sobre la dimensión de presencia. La voz y la mirada pueden encontrar formas de hacer presencia. No así el olfato y lo táctil, por otra parte poco tematizados en el lacanismo. No conforman las especies en que Lacan ahonda.[4]

 

  La corporeidad habitada por otro hablante, aún por vía de lo virtual, hace la diferencia con el hablar frente a una computadora, con todo lo big-data que le supongamos. Anticipándome no sin cierto exceso, tal vez cambie el imaginario del mundo si se alcanza al post humanismo, la robótica, la incrustación de poderosos microchips, sus correspondencias y/o superaciones respecto el homo sapiens, al parletre.

 

  Si eso ocurre y se intenta programar el amor con todas sus paradojas en sus lazos con el goce y el deseo, ahí sí será traición del inconsciente.

Y me permito terminar con una asociación libremente testimonial, alojar como albergar me remiten al encuentro que se dice amoroso. Referencia barrial al alojamiento o albergue, que tal vez solo sea transitorio.

 

  

Nota: el presente texto se corresponde con la ponencia del autor en las Jornadas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires EFBA en octubre de 2020.

 

  

Arte*: “Man and Woman in Bed” (Saint Cloud). Realizado en 1890.

Edvard Munch (1863 – 1944). Pintor simbolista noruego. Precursor de la corriente expresionista.

 

 



[1] En un reciente grupo de investigación inscripto en EFBA bajo el título de “El Odio”, interrogamos como anudar lo ineluctable del odio en cada quien, de forma tal que no depare destructividad.

[2] Lacan J., “El psicoanálisis en este tiempo”, conferencia en la logia masónica del Gran Oriente de Francia, el 25 de abril de 1969, en Temple nº 3.

[3] “Del sujeto advertido” Lacano – Oct. 2013

[4] Una puntuación de mayor alcance desarrollé en el libro Lacan en entredicho –para una lectura crítica de La Tercera– Prometeo Editorial – Bs.As. 2019

 


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