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“Bella Ciao” y la dimensión de lo inconsciente

19/06/2018- Por Martín Ruano - Realizar Consulta

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Con motivo de la identificación masiva a ciertos íconos como la canción aludida, valgan estas líneas para pensar. Parte de la atadura contemporánea del sujeto tiene que ver con registros que van mucho más allá de la novela familiar generando ese océano social en el que algunos navegan, otros nadan y la mayoría suele ahogarse… Desde esta perspectiva, categorías como “clase”, “género”, y otras tantas toman un color diverso: ya no pueden permanecer ajenas al psicoanálisis porque ya no son importadas, sino que importan. El pantano que nos separa de lo social, puede comenzar a observarse como un suelo mojado pero transitable.

 

 

 

           *

 

 

 

  A la hora de comprender cómo se articulan el aparato psíquico −tal como lo entiende el psicoanálisis− y aquello Real −considerando éste como sustancia sin lenguaje−, empieza un farragoso territorio donde las definiciones puntillosas de conceptos no llegan a cubrir el microscopio del asunto. En este terreno, la comprensión de lo inconsciente devela tan diversas concepciones epistemológicas como entendimientos del hecho científico mismo existen.

 

  Para el caso de lo inconsciente dentro del campo lacaniano, no faltan las divergencias. Podemos aceptar que una concepción dentro de este campo (el lacaniano) implica reconocer el hecho inconsciente como algo distinto al entendimiento Freudiano: si para S. Freud el inconsciente era “del sujeto”, para nosotros el inconsciente es algo que surge y se proyecta por otros laberintos, muchos de ellos “fuera” del sujeto.

 

  Es cierto que la palabra de Freud habilita e incluso insinúa esta otra lectura, pero la idea de continuidad entre Freud y Lacan no es el objeto de la presente.

 

  Bien se ha dicho que el capitalismo tiende a deshistorizar procesos, hechos y personajes cuando no puede lograr, a fuerza de la historia oficial, calmar el murmullo que contradice sus relatos.

 

  Quizás uno de los hechos más arquetípicos que reflejan el mecanismo sean las “remeras con la cara del Che”: se asume que al llevar la imagen del revolucionario más famoso y dejarlo en la instancia de mero objeto de consumo masivo se contradice y destruye su mensaje. Nada más contradictorio con el argentino asesinado en Bolivia que su cara repetida infinitamente en remeras y todo tipo de objetos, cual estrella pop, tan al modo de la cultura neoliberal.

 

  Debe concederse, sin embargo, que la mirada con la que se encuentra aquel que lleva una remera del Che devuelve otras imágenes. Para decirlo cortito y al pie: al que lleva la remera del Che se lo mira distinto y, más importante, el portador de la cara de Ernesto se siente mirado distinto.

 

  Esa distinción, aunque el portador lo ignore, lo hace sentir de un modo particular, en algo que quizás no sabe por qué, pero ese barbudo, de quién incluso podemos asumir que desconoce nombre e historia, genera un vínculo con esa sensación de rebeldía, con aquello contestatario, con esa piedra fundamental que no puede ser digerida por el capitalismo, porque al fin de cuentas implica algo que va más allá de él (del capitalismo).

 

  Lacan en su Seminario 3 dice:

“En su fondo, el inconsciente está estructurado, tramado, encadenado, tejido de lenguaje...”[1]

 

  El sector famoso de la cita es la primera definición: el inconsciente está estructurado de lenguaje. Voy a forzar la cita habitual y a decir que a fin de cuentas lo que quiero expresar aquí es que la estructura del inconsciente es el lenguaje: que a fin de cuentas el inconsciente es el lenguaje tejido de un modo particular con el cuerpo “real” (otra vez, concibiendo Real como materia sin lenguaje). Gusta más al público analítico otra versión de la cita, aquella que reza que el inconsciente está estructurado COMO un lenguaje. Eso dice otra cosa[2].

 

  Aquí me interesa resaltar el hecho del lenguaje, ese ente no definido que no está pero que lo abarca todo, que encarna (y quiero subrayar ENCARNA) a un pedazo de carne para hacerlo ser humano. Es en ese encarnamiento donde el microscopio nos deja solo una imagen nebulosa, que apenas permite observar que hay continuidad, que se han tendido algunos puentes entre la carne y los significantes, pero no detalles del proceso.

 

  Es ese mundo que transcurre entre “la lengua” (como encarnado “individual”) y el lenguaje (como hecho colectivo sin soporte material específico) el que nos interesa. Lo que atañe aquí decir es que da la sensación de que lo significante excede lo parlante y se plasma en señal.

 

  Señales, registros, transmisiones de clase, género, época, emocionales: aquello que sin decirse significa, tiene efectos. Algo de lo mágico de la masa, algo del detalle de lo identificatorio, quizás el lado B, parece pasear por estos canales.

 

 

Los puentes

 

  Al finalizar su segundo año de mandato, al gobierno argentino le tocó transitar uno de sus momentos de menor popularidad. A su vez, en el mismo período y en los meses siguientes, se puso de moda una serie en Argentina: “La Casa de Papel”. En la misma, se escuchó una de las canciones más famosas de la resistencia partisana al fascismo: “Bella Ciao”.

 

  Hay dos situaciones en las que aparece referenciado el tema en la serie. La serie trata de un robo a la casa de la moneda española. La primera vez que aparece la canción partisana, es luego de que uno de los atracadores le insistiera al otro para que si surgían problemas abandone la operación. La respuesta fue que no, porque ellos eran “la resistencia” y a continuación el personaje principal entona la canción.

 

  La segunda vez surge cuando uno de los personajes se enfrenta con la policía para darle más tiempo a sus compañeros para que se escapen, sabiendo que va a morir. Está claro que “Bella Ciao” ocupa el lugar de “la resistencia”. Mucho más podría verse esto si se tiene en cuenta la letra, pero allí nos desviaríamos del tema que buscamos abordar.

 

  Lo llamativo de estos hechos es que en poco tiempo la canción de resistencia se expandió como fuego por la pradera. Se hizo lugar en estadios, videos, mensajes, memes, bares y en casi todo lugar público.

 

  Ocupó casi todo espacio posible, y su letra fue deformada y por lo general sencillamente vaciada para no decir nada de nada, hacer chistes, o incluso pedir a jugadores de la selección. También para hacerle reclamos al gobierno, por supuesto. “Pegó” y fue el tema de moda por casi un mes. Los sectores que silbaron la canción partisana fueron de lo más variopintos y, por supuesto, no se redujeron a aquellos críticos al gobierno (aunque por supuesto predominó en éstos).

 

  Como para las remeras de Guevara, muchos alzaron su voz indignados por el “olvido” y “desconocimiento” mundano de los significados y orígenes de Bella Ciao. Para aquellos que gustan de “olfatear” el momento y el “ánimo” social, fue la señal de que el viento cambiaba de dirección. Para mí fue la oportunidad de ver como se transitan algunos de esos puentes entre la carne y los significantes.

 

  De intentar observar un poco como ese “otro” lenguaje habla y hace hablar a los cuerpos (al tiempo de que es usado para que los cuerpos hablen). De cómo se actúa más allá de uno mismo. De cómo las palabras son entonadas por unos, pero siempre son de otros.

 

  De cómo, al fin, parte de la atadura del sujeto tiene que ver con registros que van mucho más allá de la novela familiar generando ese océano social en el que algunos navegan, otros nadan y la mayoría suele ahogarse.

 

  Desde esta perspectiva, categorías como “clase”, “género”, y otras tantas toman un color diverso: ya no pueden permanecer ajenas al psicoanálisis porque ya no son importadas, sino que importan. El pantano que nos separa de lo social, puede comenzar a observarse como un suelo mojado pero transitable.

 

  La afirmación excesiva pero a tono lacaniano quizás no esté fuera de lugar para marcar el punto: “el individuo no existe”. Es que algo de la resistencia empezó a tener la necesidad de ser leído entre líneas. Ya lo dijo el poeta: “ya va a venir el día, ponte el alma”[3].

 

 

Nota*: la imagen de la izquierda se corresponde con una de las primeras ediciones discográficas en las que “Bella Ciao” aparece como canción emblema de los partisanos de la resistencia antifascista y antinazi de Italia. La foto hermanada está tomada de la escena de “La casa de papel” −de Álex Pina− en la cual a modo de juramento mediante dicha canción, los protagonistas −Álvaro Morte “El profesor” y Pedro Alonso “Berlín”− sellan el abrazo.

 


[1]l'inconscient est dans son fond structuré, tramé, chaîné de langage...”, Seminario 3.

[2] Por ejemplo “L’inconscient est structuré comme un langage” Seminario 11.

[3] César Vallejo

 


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