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Deporte y Salud Mental: consecuencias del nuevo lema olímpico

12/08/2021- Por Sergio Zabalza - Realizar Consulta

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El deporte de alto rendimiento impone severas exigencias a quienes lo practican. No por nada, Citius, altius, fortius ‒“más rápido, más alto, más fuerte”‒ ha sido el lema de los Juegos Olímpicos desde su creación: un propósito cuyo énfasis en la perfección individual bien puede redundar también en un “más loco”… Surgen deportistas que se hacen oír al momento de defender a sus colegas por el revés del fracaso. El campo femenino suele ser más sabio,–sororidad mediante‒. Cuestión que pone en primer plano la relación entre el deporte y salud mental.

 

                    

 

                       Delfina Pignatello nadadora olímpica argentina

                                                                                                          

 

  El escenario del juego suele ilustrar aspectos poco evidentes o desapercibidos por el sentido común. La relación del sujeto con un Otro ‒sea mediada por una pelota, un cronómetro o un blanco‒ en realidad transmite el carácter agónico de nuestra convivencia con el propio cuerpo.

 

  No por nada, Citius, altius, fortius ‒“más rápido, más alto, más fuerte”‒ ha sido el lema de los Juegos Olímpicos desde su creación por el barón Pierre de Coubertain: un propósito cuyo énfasis en la perfección individual bien puede redundar también en un “más loco”.

 

  Por ejemplo: “Desde que entro al tapiz estoy yo sola tratando con los demonios en mi cabeza”, dijo la gimnasta estrella estadounidense, ganadora de cuatro medallas de oro en Río, al abandonar la competencia durante la actual edición de los Juegos en Tokyo.

 

  Lo cierto es que, lejos de todo individualismo, la dura experiencia del coronavirus ha demostrado la imprescindible interrelación de los cuerpos en pos de conservar su salud. De hecho, con el fin de resaltar el valor de la solidaridad ‒sin el cual no hay salida posible de la pandemia‒, el presidente del Comité Olímpico Internacional Tomás Bach[1] propuso modificar el legendario lema mediante el agregado de la palabra juntos.

 

  De manera que Citius, altius, fortius, communis, reza el nuevo lema bajo el cual se disputan los actuales Juegos Olímpicos de Tokio, una fórmula que hace justicia al propio Pierre de Coubertain que, ya hace un siglo, destacaba las ideas de continuidad, interdependencia y solidaridad.

 

 

Somos humanos

 

  Ahora bien, como si necesitara demostrar el poder que reviste lo simbólico, el nuevo lema pareciera estar reportando sus primeras consecuencias: en principio, atletas dispuestos a poner un límite a la exigencia sobre ese prójimo privilegiado que acompaña a todo ser hablante: el propio cuerpo. No por nada decía Freud que el “objeto prójimo” es “una noticia en el cuerpo propio” a partir del cual “el ser humano aprende a discernir”[2].

 

  Y por otra parte, para hacer honor al ideal de la solidaridad, surgen deportistas que se hacen oír al momento de defender a sus colegas por el revés del fracaso. Cuestión que pone en primer plano la relación entre el deporte y salud mental. 

 

  Además de Simone Biles que fundamentó su decisión de abandonar para concentrarse en su Salud Mental porque “No somos sólo entretenimiento, somos humanos”, están las declaraciones de la tenista rosarina Nadia Podoroska, quien salió en defensa de la nadadora Delfina Pignatello por los mensajes de odio recibidos tras quedar eliminada en las pruebas de 800 y 1500 metros libres.

 

  Nadia posteó: “Antes de escribir algo sobre cualquier deportista en una red social piensen que somos personas que sentimos y sufrimos cosas como el resto”. Lo propio ya había expresado la tiradora riojana Fernanda Russo: “Tengamos un poco más de cuidado con las cosas que escribimos en la pantalla. Primero que nada, somos humanos”[3].

 

  Tal como Sabine, Delfina Pignatello declaró la decisión de priorizar su Salud Mental tras manifestarse muy lastimada por los agravios recibidos en virtud de su eliminación. A tal efecto, la nadadora optó por eliminar sus videos de youtube; borró el contenido de su canal de twitch (“ya no hago más streaming”) y puso en privado su cuenta de Instagram. 

 

  Vale agregar que, a nivel internacional, el tema de la Salud Mental en el deporte ya había sido puesto en primer plano a raíz del retiro de la tenista nipona de origen haitiano Naomí Osaka del torneo de Roland Garrós. Es que tras ganar el abierto de los Estados Unidos en 2019 y convertirse a los 20 años en la tenista mejor paga del mundo, Naomí acumuló una depresión que la llevó a tomar esta drástica decisión en pleno escenario parisino.

 

  Naomí; Delfina; Nadia; Simone; Fernanda…, todos nombres de mujeres. La cuestión se hace oportuna para revisar las exigencias propias de la práctica deportiva y las consecuencias  sufridas ante los excesos que la misma impone. Una situación ante la cual el campo femenino parece mostrarse tan sensible como dispuesto a denunciar y dar pelea.

 

 

El déficit lesionar

 

  Por lo pronto, está visto que el deporte de alto rendimiento impone severas exigencias a quienes lo practican, una prueba que el dinero no siempre alcanza a compensar. En primer término, vale mencionar los nocivos efectos de la fama, cuyos vaivenes transforman a sus protagonistas en dioses un día y al siguiente en poco menos que una escoria: tema que a la hora del fracaso o del apartamiento del equipo transforma un traspié en un insoportable desconsuelo.

 

  Todo esto para no hablar de aquellas personas provenientes de familias carenciadas cuyos mayores depositan en las habilidades del hijo la posibilidad de una mejora en la condición de vida.

 

  Una presión –para nombrarla de una vez‒ que en los cuerpos se traduce en términos de abrumador agotamiento, una suerte de “No doy más” cuyas secuelas de desánimo o sin sentido anuncian el oscuro horizonte del stress.

 

  En su seminario sobre la angustia Lacan hace referencia al stress en tanto “un agotamiento de las posibilidades respuesta”, esto es: “que la demanda hecha a la función (…) puede culminar, desembocar en esa suerte de déficit que supera a la función misma” hasta llegar al “déficit lesionar”[4], cuestión que se verifica si se tiene en cuenta que el estado anímico suele conspirar para producir los daños físicos que acostumbran sufrir los deportistas.

 

  Dicho sea de paso, el nivel de exigencia al que están sometidos hace que los atletas de alto rendimiento suelan ser más propensos a contraer infecciones comunes. Su sistema inmunológico es más vulnerable. Pero quizás el principal daño producido por el stress consiste en la lesión de la primera función de nuestro intelecto, a saber: el discernimiento entre lo que es  importante y lo que no lo es.

 

  Desde ya no hay parámetro universal para lo que cada Uno considera relevante o no, y es aquí donde prima el nivel ético de la cuestión, a saber: ¿Cuál es mi relación con lo que no funciona?

 

  Es decir: ¿Hasta qué punto la ansiedad que me recorre está al servicio de genuinos intereses personales o, por el contrario, responde a mandatos naturalizados por la costumbre, la moda o los caprichos de algún Amo cercano difícil de satisfacer? Nunca es fácil discernir entre lo propio y ajeno, pero la cercanía del stress indica que algo de lo íntimo está en peligro.

 

 

La respuesta femenina

 

  Ahora bien, si es cierto que no hay fortaleza más grande que la de conocer la propia fragilidad, los casos y nombres que dan pie a este comentario (Naomí, Simone, Delfina, Nadia, Fernanda) demuestran que el campo femenino suele ser más sabio, tanto para retirarse a tiempo como para –sororidad mediante‒ solidarizarse con quien afronta un traspié y, más aún, denunciar cobardes agresiones.

 

  Sería de esperar que esta fina sensibilidad por la cual una persona advierte el peligro de perder o dañar su más delicado y valioso tesoro –la salud mental, por si es necesario aclararlo‒ se trasladara del ámbito deportivo al resto de nuestra aldea global, tan necesitada de escuchar y escucharse, como seres hablantes que somos.

 

  Lo que está en juego (¡precisamente!) es aquello que todavía nos distingue como humanos y habitantes de un planeta al que –exigencia mediante– cada día estamos dejando más yermo y exangüe.   

 

 



[1] https://www.pagina12.com.ar/355991-el-nuevo-lema-olimpico-y-sus-implicancias

[2] Sigmund Freud, “Proyecto de una psicología para neurólogos”, en Obras Completas, A. E. Tomo I, pp. 376 y 377.

[3] https://www.pagina12.com.ar/358891-nadia-podoroska-planto-bandera-frente-a-los-mensajes-de-odio

[4] Jacques Lacan, El Seminario: Libro 10, “La Angustia”, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 70.

 


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