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Gustavo Cordera o el imperio de la sombra. Un análisis desde la psicosociología junguiana

27/08/2016- Por Antonio Las Heras - Realizar Consulta

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Las declaraciones del cantante Gustavo Cordera de evidentes características discriminatorias y que entrañan violencia de género suscitaron el inmediato repudio. Desde el análisis junguiano esto no es otra cosa que el imperio del Arquetipo de la Sombra toda vez que su posición es dar por tierra la normativa que permite una convivencia civilizada para atender sólo a los impulsos animales que –por supuesto– aún habitan en cada uno de nosotros, los humanos. La propuesta emergente de sus palabras no es otra que destruir el contrato social…

 

 

 

Las declaraciones del cantante Gustavo Cordera de evidentes características discriminatorias así como de violencia de género suscitaron el inmediato repudio. Empero, entendemos que conviene profundizar en el análisis de tales dichos pues a nuestro entender la cuestión es aún muchísimo más grave de lo que a primera mirada parece. Es que haciendo una lectura concienzuda advertiremos que lo que sencillamente el artista ha propuesto es un regreso a las leyes que imperan en la selva; o lo que es lo mismo, en la Naturaleza. Desde el análisis junguiano esto no es otra cosa que el imperio del Arquetipo de la Sombra toda vez que su posición –bien manifiesta si nos atenemos a sus dichos– es dar por tierra la normativa que permite una convivencia civilizada para atender sólo a los impulsos animales que –por supuesto– aún habitan en cada uno de nosotros, los humanos.

Al referirse de manera metáforica al Arquetipo de la Sombra, Carl G. Jung expresó que se trata de la cola del saurio que aún albergamos cada uno de nosotros. La comparación es muy útil puesto que –como conocemos– todos los saurios utilizan su cola con dos finalidades precisas y muy diferentes a la vez: como arma de ataque o defensa para preservar la vida y atender lo instintual por un lado y como instrumento de equilibrio para desplazarse en la tierra. O en el agua, como hacen los cocodrilos al utilizar su cola a manera de timón y propulsor.

De manera tal que cuando la persona humana se deja llevar por el instinto está poniendo en uso la Sombra en una de sus facetas. Cuando atiende a las normativas que hacen a la vida civilizada tal fuerza arquetípica es la que impulsa el adecuado navegar en la vida social.

“La Sombra es la instancia más abismal de la personalidad, es nuestro ‘alter ego’, nuestro ‘hermano tenebroso’, suma de todas las disposiciones psíquicas personales y colectivas, que no son vividas a causa de su incompatibilidad con la forma de vida elegida conscientemente y se constituyen en una personalidad parcial relativamente autónoma en el inconsciente con tendencias antagónicas.”[1]

Antes de continuar nuestro análisis nos parece conveniente reproducir las frases pronunciadas por Cordera y que motivan este trabajo. Se trata de dos asuntos precisos.

Uno, su consideración de que es “una aberración” que la legislación actual no permita tener relaciones sexuales con los menores que "quieran" mantener relaciones con un adulto. Y agrega: “Si yo tengo algo bueno para darte puedo desvirgarte como nadie en el mundo. A mí lo discursivo no me dice nada de los derechos de la mujer. A mí hablame de cómo te sentís y te entiendo, pero si me hablás de los derechos no te escucho porque no creo en las leyes de los hombres, sí en las de la naturaleza.” Sus palabras exactas fueron: “Es una aberración de la ley que si una pendeja de 16 años  con la concha caliente quiera coger con vos, vos no te las puedas coger”.

El otro tema que abordó, lo expresó así: “Hay mujeres que necesitan, porque son histéricas, ser violadas, porque psicológicamente lo necesitan y porque tienen culpa y no quieren tener sexo libremente. Quieren jugar a eso. A mí no me gusta jugar a eso, pero hay gente a los que sí. Somos muy complejos los seres humanos.”

De la lectura de estos párrafos se advierte de inmediato que la propuesta no es otra que destruir lisa y llanamente el contrato social para pasar a vivir en instancias netamente animales; regirse por los instintos. Ni más ni menos que el imperio todopoderoso de la Sombra respondiendo a lo exclusivamente instintivo de cada individuo. Cosa que, para que así ocurra, requiere la destrucción de todo el proceso civilizatorio constituido por las normas en que hemos consensuado vivir.

Cuando Cordera afirma “si me hablás de los derechos no te escucho porque no creo en las leyes de los hombres, sí en las de la naturaleza” pone la condición animal por encima de lo que es privativo de lo que caracteriza a lo humano que es la toma de conciencia antes de decidir. Expresiones que no hacen otra cosa que confirmar lo dicho por C. G. Jung (en 1959) al afirmar que el “fracaso intelectual y moral es uno de los descubrimientos más dolorosos del hombre de nuestra época.”[2]

Obviamente que todo animal –al estar regido por instintos que aseguran la procreación para evitar la extinción de su especie– llevará a que la hembra sea preñada ni bien su organismo se encuentre en condiciones para ello. Pero la persona humana no vive de esa manera. Hace mucho que con el desarrollo de la conciencia –que permite el ejercicio del razonamiento crítico necesario para una vida en sociedad– hemos acordado elevarnos sobre lo instintivo para una convivencia basada en normas acordadas. Ésas, que implican derechos y obligaciones de las que Cordera afirma descreer y, por ende, no estar dispuesto a cumplir.

Siguiendo el criterio de Cordera de no creer “en las leyes de los hombres, sí en las de la naturaleza” cada uno de nosotros queda habilitado para quitarle el abrigo en la calle al prójimo si se está sintiendo mucho frío e ingresar a robar el alimento a los comensales de un restaurante porque en ese momento se siente uno hambriento.

Llegado a este punto, recordamos la advertencia de Jung: “Si ustedes oyen hablar a cualquiera sobre un problema de la cultura, incluso sobre un problema de la Humanidad, deberán siempre inquirir quién es verdaderamente el que habla, pues cuanto más general es el problema tanto más su psicología propia, personal, va encapsulada encubiertamente en su exposición.”[3]

A más de que Cordera hable de algo que hace a su “psicología propia” trátase de una figura pública cuyos decires habrán de ser atendidos por miles de seguidores, no puede dejar de denunciarse –como lo estamos haciendo– que su real propuesta es una forma de vida ajena a la que los humanos hemos estado pergeñando por milenios. Se trata de acabar con lo que entendemos como “proceso civilizatorio” para abrirnos al imperio de la Sombra, de las conductas animales. Disolver la conciencia y entregarse a los llamados del instinto. Algo que, desde hace algún tiempo, también se está proponiendo con el uso de agentes químicos –se ha llegado al despropósito de hablar de “drogas recreativas” como si pudiera haber tales y resultaran inofensivas– que al provocar la alteración de la conciencia favorecen la producción de conductas en las que las normas pasan a diluirse.

“La Sombra es ‘el otro lado’. Es la expresión de la propia imperfección y terrenalidad, o sea, lo negativo no coincidente con los valores absolutos; es lo corpóreo en contraposición a lo absoluto y eterno de un alma que ‘no pertenece a este mundo’. La Sombra representa la unicidad, lo efímero de nuestra naturaleza; es la condicionalidad y el límite; pero por eso mismo constituye también el sistema nuclear de nuestra individualidad.”[4]

 



[1] JUNG, C. g. “Recuerdos, sueños, pensmientos”. Seix Barral. Barclona, 1974 (Pág. 419)

 

[2] JUNG, C. g. “Escritos sobre espiritualidad y trascendencia”. Ed. Trotta, Madrid, 2016. (Pág. 48)

 

[3] JUNG, C. G. “La Psique y sus problemas actuales”. Ed. Poblet. Bs. As., 1944. (Pág. 350)

[4] NEUMANN, Erich. Psicología profunda y nueva ética. Ed. Fabril. Bs. As., 1960 (Pág. 27)   


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