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Sexualidad ¿y? Discapacidad

31/12/2018- Por Alicia Branca - Realizar Consulta

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Hablamos de discapacitados desde la negatividad, desde la falta, la carencia. La mirada hegemónica sostiene que hay que acercarlos a parámetros de normalidad, y cuestiona y estigmatiza la sexualidad posible. En contraste el término “diversidad funcional” se ajusta a una realidad en la que un sujeto procede de manera diferente. La discapacidad no es una tragedia personal sino un problema social y como tal nos implica a todxs. Surge la famosa frase: “Lo personal es político”… Jordi Planella Ribera expresa ruptura con la definición clínica de discapacidad y de todas las actitudes sobreprotectoras que ésta implique. El neologismo “divertad” articula otro pensar…

 

 

     

     

           

 

                  Foro de Vida Independiente y Divertad (España 2014)*

 

 

  El título me invita a reflexionar acerca de si la sexualidad y la discapacidad son dos conceptos independientes que unimos mediante el nexo coordinante “y” o si podríamos expresarlos mediante la preposición “en”. Este cambio llevaría a que pensáramos per se la existencia de sexualidad en las personas con discapacidad. Esta consideración nos llevaría a reflexionar acerca de los dos términos involucrados.

 

  En principio: ¿Qué se entiende por sexualidad? ¿Hay sexualidades de primera? Si hay sexualidades de primera, hay sexualidades de segunda. ¿Cuál es el parámetro utilizado para tal apreciación? ¿Existe una sexualidad normal? Si establecemos entonces que hay una sexualidad normal, la sexualidad de las personas con discapacidad pasaría a ser un problema: habría que normativizarlos.

 

  El otro término involucrado en el título: discapacidad. Si hablamos de discapacidad, lo hacemos desde la negatividad, desde aquello que estas personas no pueden hacer de la misma manera que la mayoría, o desde la falta, desde aquello de lo que carecen.

 

  Por otro lado, se consideraría a todas las personas discapacitadas como iguales: todos unidos por una única condición: la invalidez, sin ver la diversidad dentro de la diversidad. En realidad, aquello que iguala o une a estas personas es la discriminación que sufren y el acceso restringido a sus posibilidades de desarrollo.

 

  El Foro de Vida Independiente y Divertad, que es una comunidad virtual de carácter filosófico que nació en España en el año 2001, prefiere llamar a las personas con discapacidad, personas con diversidad funcional, ya que consideran que sus características no constituyen un retraso ni una enfermedad.

 

  Consideran que este tipo de visión proviene de la mirada médica hegemónica que sostiene que son personas que hay que rehabilitar para que cubran los parámetros de normalidad. Es la primera vez que se propone un término no negativo ni basado en la capacidad.

 

  Divertad constituye un neologismo que representa el fin último de esta organización: la libertad y la dignidad de las personas con diversidad funcional. En uno de los textos del Foro se lee: “Entendemos que las mujeres y hombres con diversidad funcional tienen que ver con sociedades que, siendo intrínsecamente imperfectas, han establecido un modelo de perfección al que ningún miembro concreto de ellas tiene acceso, y que definen la manera de ser física, sensorial o psicológicamente, y las reglas de funcionamiento social. Y que este modelo está relacionado con las ideas de perfección y ‘normalidad’ establecidas por un amplio sector que tiene poder y por el concepto de mayorías meramente cuantitativas”.

 

  Por eso el término “diversidad funcional” se ajusta a una realidad en la que una persona funciona de manera diferente o diversa de la mayoría de la sociedad. Lo que queda claro desde este concepto es que las mayorías cuando construyen sus entornos físicos y sociales no consideran la existencia de la diversidad funcional.

 

  En cuanto al ejercicio de su sexualidad, existen dos vertientes: por un lado, aquella en la que son considerados seres angelicales, eternxs niñxs cuyas zonas erógenas se convierten en áreas terapéuticas, todo su cuerpo es objeto de “estudio”, carecen de eroticidad.

 

  La característica angelical los convierte en seres que no sólo no tienen apetencia sexual sino que no tienen ningún tipo de apetencia. Si son eternamente niñxs no van a tener ingreso en la vida adulta y por tanto tampoco en la vida sexual.

 

  Cierto es que resulta más “aceptable” un niñx con diversidad funcional que un adultx o un adolescente. Desde esta “creencia” se sigue considerando –muy a pesar de lo sostenido por Freud– que los niñxs carecen de sexualidad.

 

  Por otro lado, está la vertiente que considera que las personas discapacitadas son seres hipersexualizados. Es decir, si tienen sexualidad, es agresiva y se la asocia con conductas problemáticas: masturbatorias, exhibicionistas, que todas las chicas con discapacidad que mantienen relaciones sexuales se embarazan. Se escucha por parte de los padres que si se les brinda educación sexual será un descontrol.

 

  Un recurso que se utiliza es la medicalización para evitar estas conductas que molestan al entorno. Podríamos estimar que cuando se hace “educación” sexual con estas personas, se realiza “sexoterapia”: concepto unido al de rehabilitación, que tiene el objetivo de lograr “conductas o aprendizajes socioafectivos esperables”.

 

  Adaptación: conseguir que la persona con discapacidad logre una “sexualidad normal” dentro de sus “posibilidades”. Se realiza educación de la sexualidad y no educación sexual. Hay una manera correcta y una incorrecta de tener relaciones sexuales; el sexo debe ser espontáneo y genital, por eso las personas discapacitadas no pueden acceder a un “sexo real”.

 

  Se obliga a vivir la sexualidad desde lo prohibido, lo negado, la falta de experiencia y públicamente, debido a la falta de espacios privados. Tanto aquellas personas que están institucionalizadas como las que no, son considerados casi como objetos que deben ser trasladados, controlados, hablados…el sexo es un lujo que no pueden permitirse.

 

  Un mito muy común es considerar que las personas con discapacidad, son sólo atractivas para las personas que se encuentran en su misma condición. Por eso, cuando una persona “sin discapacidad” está en pareja con alguien que sí la tiene, se la ve como alguien “noble”, que hace una causa de bien olvidándose de su deseo. No entran en consideración los atractivos de la persona con discapacidad.

 

  Si erradicamos el concepto de normalidad, podemos hacer lugar al deseo y la subjetividad, es decir, considerar a estas personas como sujetxs deseantes, con sus características propias y sus propias técnicas amatorias. El concepto de capacitismo hace que se considere que estas personas no pueden ejercer una sexualidad normal debido a sus discapacidades.

 

 

  En sexología se suelen manejar tres conceptos centrales y básicos, que son: sexuación, sexualidad y erótica:

 

  Con el concepto sexuación se hace referencia a los elementos estructurales y estructurantes que determinan los modos de ser machos o hembras. La sexuación es fundamentalmente el soporte biológico que sirve al propósito diferenciador. A través de la sexuación nos hacemos sexuados.

 

  El concepto sexualidad se refiere al modo de expresarse y a la vivencia subjetiva de esta condición sexuada. La sexualidad es fundamentalmente conciencia, significación y vivencia subjetiva de la condición sexuada. A través de ella nos hacemos sexuales.

 

  Finalmente, el concepto erótica hace referencia a la expresión gestual de lo sexual. Es decir, aquellas producciones, hechos, realizaciones, conductas e interacciones a través de las cuales vivimos y expresamos que somos sexuados y sexuales. La erótica es fundamentalmente acción. Más aún, es interacción con unos otros reales o simbólicos que son “distintos y diferentes” de mí. A través de ella nos hacemos eróticos.

 

  Dado que la sexualidad es esa manera de vivirse, sentirse, relacionarse como ser sexuado, se puede afirmar que no puede hablarse de una sexualidad única, sino de tantas sexualidades como varones y mujeres hay, sean personas con discapacidad o no. No hay una erótica normalizada y otra discapacitada. Existen cientos, miles, millones de eróticas.

 

  A pesar que desde la sexología “clásica u ortodoxa” se afirma que existe una respuesta sexual humana tanto para el varón como para la mujer, se puede considerar que no siempre es así. La sexualidad es algo circular, sin un recorrido ni un principio o final estipulados previamente. No hay un objetivo al cual llegar. De esta manera, existe mayor libertad y menor presión en cuanto al rendimiento.

 

 

Sexualidad Integral

 

  Los conceptos de enfermo y padeciente connotan el rol pasivo en el que se ubica al paciente. Ponerse en el lugar del otro, sentir el sentir del otro… Una frase que utilizan los integrantes del colectivo de personas con diversidad funcional es: Nada sobre nosotros/as sin nosotros/as”, afirmación que sostiene que no son seres pasivos y que son sujetos de derecho.

 

  La Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad (2008, en Argentina), reconoce que las personas con discapacidad tienen derecho a formar una familia, tener relaciones sexuales, hijos, mantener su capacidad reproductiva, etc. Ningún niño puede ser separado de sus padres porque alguno de ellos tenga discapacidad.

 

  Si suponemos entonces que la mejor manera de tener sexo es la coital, todas aquellas personas que no quieran o no puedan hacerlo de esta manera quedarían excluidas del placer de la sexualidad. “¿Cómo solucionamos el problema del sexo de los discapacitados?; nos preguntamos.

 

  Esto es lo que sucede cuando los genitales no nos dejan ver el sexo: el problema no radica en que algunos cuerpos “no sientan” sensaciones físicas sino en que se los discrimine y responsabilice por ello. “Todxs tenemos piel, y la piel nunca nos falla”. A partir de esta famosa frase, miles de opciones son posibles.

 

  Si repensamos la sexualidad de manera integral, de forma que se vea enriquecida de acuerdo a las nuevas posibilidades de exploración y permisos que cada persona se otorgue, el disfrute aparecerá siempre que el deseo esté presente. No olvidemos el papel preponderante que cumplen las fantasías, las estimulaciones verbales, visuales y táctiles.

 

  Por otro lado, también resulta muy importante revalorizar y resignificar todas las zonas de los cuerpos, más allá de aquellas frecuentes y conocidas como erógenas. Masajes en los dedos, orejas, brazos, cara, piernas… superficies en las que se pueden obtener altas dosis de placer. El registro de la temperatura del cuerpo del otrx, las texturas, las diversas intensidades de las caricias…

 

  Es una revalorización que –por supuesto no es exclusiva para aquellas personas que presentan una limitación en cuanto a los genitales, por ejemplo. Constituiría un aprendizaje de gran significación para todxs dejando de lado el coitocentrismo y revalorizando aquello que se ha dado en llamar “los preliminares”, que en muchos casos son usados por algunos hombres heteronormativos, como un trámite inevitable sólo para lograr la excitación de la mujer y poder lograr la penetración que resulta su objetivo fundamental.

 

 

La disidencia como reducto de ejercicio de derechos

 

  Disidencia: “separación de una doctrina o filosofía”.

Jordi Planella Ribera –catedrático de Pedagogía Social en la Universitat Oberta de Catalunyaplantea la postura disidente desde el colectivo de personas con discapacidad y sostiene que en primer lugar, se han separado de la definición clínica de discapacidad y de todas las actitudes sobreprotectoras que ésta implica.

 

  Esta disidencia supone poder exigir derechos laborales, autonomía, accesibilidades, educación, inclusión, equidad y por supuesto, el desarrollo de la sexualidad. Por esta razón se habla de la disidencia sexual. Este concepto es muy importante ya que expresan que aquellas normas referentes al ejercicio de la sexualidad que les fueron impuestas no constituyen las únicas posibles, lo cual hace que adquieran visibilidad aquellas maneras de relacionarse que permanecieron invisibles.

 

  Un tema muy relevante es considerar que la discapacidad no es una tragedia personal sino un problema social y como tal nos implica a todxs. Me surge la famosa frase: “Lo personal es político”.

 

  “En una sociedad que nos educa para la vergüenza el Orgullo es una respuesta política": frase emblemática de Carlos Jáuregui en referencia al colectivo LGBTI, perfectamente aplicable al colectivo de personas con diversidad funcional. “Hay que activar políticamente la noción de tullido, porque, de algún modo, la presión de los distintos regímenes somatopolíticos que operan sobre nuestros cuerpos y nuestras subjetividades, nos convierte a todxs en tullidxs potenciales”, afirma Paul Preciado.

 

 

Ciudadanía sexual

 

  Las personas con diversidad funcional son ciudadanos/nas de derecho y no objetos de caridad ni sólo territorios abordables por la medicina. Desde el Foro de Vida independiente y Divertad, se habla de la condición de DIS-ciudadanos a la que se ha sometido a estas personas, por lo que hablar de ciudadanías es hablar de derechos, de decisiones sobre la propia vida y el propio cuerpo.

 

  El fin último es repensar formas, actitudes, ideas, modelos, pedagogías y saberes que permitan que las personas con diversidad funcional puedan ser disidentes deconstructores/ras -en principio- de sus formas de auto-percepción/nominación por fuera del constructo de la DIS-capacidad y que ésta se transforme en múltiples DISidencias.

 

 

Nota*: imagen tomada de https://viandalucia.org/wordpress/nuestro-nombre-foro-vida-independiente/

 

 

 


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