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Una conversación necesaria entre psicoanálisis y feminismo

26/02/2019- Por Nora Merlin - Realizar Consulta

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El sexo para el psicoanálisis, a diferencia de las teorías feministas, no es una construcción discursiva ni un argumento que se deconstruye, Butler hace de la sexualidad algo que se comunica vinculando el sexo con el significante y la significación. Para el psicoanálisis la noción de sexualidad es inseparable de la existencia del inconsciente y no se reduce a un deseo conciente… Son las prácticas las que construyen discursiva o culturalmente lo masculino y femenino como entidades diferenciales; el sexo “se hace” y puede deshacerse en el plano de la significación, que siempre está en proceso…

 

 

 

                   

                                       Fotomontaje de Grete Stern (1949)*

 

 

  A partir del impacto en la política y en las relaciones sociales que trajo el feminismo de esta última época, se plantea como necesaria una conversación entre feminismo y psicoanálisis A pesar de las diferencias, ambas teorías comparten preocupaciones como la sexualidad, el deseo y el amor.

 

  En primer lugar, queremos aclarar que estamos en un debate teórico caracterizado por el desacuerdo, por lo que también se trata de un debate político. Jacques Ranciere define la política como desacuerdo.

 

  El desacuerdo no es una situación de habla en la que uno dice blanco y el otro dice negro, sino que se caracteriza porque los interlocutores dicen lo mismo, pero no entienden lo mismo. Veremos en esta conversación que cuando ambas teorías dicen sexualidad o femineidad no hablan de lo mismo.

 

  Este diálogo comenzó con la renombrada feminista Judith Butler, quien en su libro El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad, critica la noción de sexo como sustancia natural e inmutable inscripta desde el origen. Esa concepción, afirma la autora, hace un uso político de la categoría “naturaleza” que obedece a los propósitos de la sexualidad reproductiva.

 

  Para Butler, el sexo no es natural, anterior a la cultura, prediscursivo, ni constituye una superficie políticamente neutral; el género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza.

 

  Butler define no sólo al género como discursivo/cultural, sino también considera que el sexo es una construcción de prácticas discursivas y políticas, una significación que puede dar lugar al género. La pensadora feminista se propone deshacer la “estabilidad del sexo binario”, sostiene que la diferencia sexual no está determinada de manera unívoca anatómica ni hormonalmente.

 

  Son las prácticas las que construyen discursiva o culturalmente lo masculino y femenino como entidades diferenciales; el sexo “se hace” y puede deshacerse en el plano de la significación, que siempre está en proceso. Dicho de otra manera, no hay estabilidad del sexo, los términos de la diferencia sexual son inestables.

 

  Una de las tesis del libro es que no es posible convertirse en mujer porque la identidad sexual es una construcción en proceso que nunca se completa y está en permanente cambio. La mujer a la que se refiere Butler no es lo que define el psicoanálisis como lo femenino y lo mismo sucede con la sexualidad.

 

  Para el psicoanálisis la sexualidad no es reducible a una construcción discursiva ni es modificable por decisión voluntaria y racional, porque hay fijaciones compulsivas solidificadas y determinismo inconsciente.

 

  Si un paciente viene a decir que no se siente mujer o varón o que anhela un cambio de sexo, un psicoanalista ofrece su escucha sabiendo que la sexualidad no es discursiva, y es imposible al significante; esa imposibilidad causa lo que no cesa de no escribirse y permite que haya discursos.

 

  Freud fue uno de los primeros en devolverle dignidad a las mujeres que afirmaban haber sido abusadas en la infancia, dijo “Les creo”, las escuchó sin prejuicios ni valoración moral. El descubridor del inconsciente articuló su teoría alrededor de Edipo-falo-castración; el falo ordena, divide aguas entre los que tienen y los que no tienen.

 

  Lacan, continuando con la teoría freudiana, demostró que la significación y el sentido son siempre fálicos, regidos por una lógica del tener-no tener, presencia-ausencia, el todo y la excepción. El saber es sexual, pero la sexualidad ‒la pulsión en Freud o el goce en Lacan‒ no se subsume a un saber ni es un dominio delimitado de prácticas o conductas.

 

  Lacan se diferencia de Freud, en el Seminario XX demuestra que el falo es obstáculo a la relación sexual que no hay (“No hay relación sexual”, afirmó de manera provocadora). Lacan se da cuenta que el falo no funciona como algo que diferencia dos sexos, ni se pueden definir identidades sexuales a partir de ese operador. Ese fue el primer paso para luego afirmar que no hay relación sexual.

 

  Si el falo no puede dar la diferencia sexual, deja de funcionar el concepto de heterosexualidad. El falo constituye una estrategia para no saber nada de la imposibilidad de la relación sexual. “No hay relación sexual” significa que la diferencia sexual no es una relación imaginaria ni complemetaria.

 

  Muchos años antes, en el texto “Análisis Terminable e Interminable” Freud llegó a formular que el complejo de castración incluye a todos ‒los que se ubican teniéndolo como no teniéndolo‒, y en ambos casos se trata de un rechazo de lo femenino; no querer saber nada de lo femenino para varones y mujeres.

 

  Este es el puntapié que le permite a Lacan formular que lo femenino es un goce que no hace relación y que constituye la diferencia absoluta de cada mujer y de cada hombre.

 

  Lacan en el Seminario XX formalizó la diferencia del goce femenino y la lógica fálica, el primero no se agota en la lógica fálica, escapa a la escritura, la representación, la cifra y la contabilidad, constituye una magnitud sin medida que no se deja apresar ni por el significante, ni por las identificaciones de géneros.

 

  Butler se opone a un binarismo masculino y femenino como una relación complementaria, recíproca, por la cual el significado de uno depende del significado del otro; sin embargo, a partir de Lacan no se puede continuar pensando de ese modo.

 

  Ubicamos acá un malentendido con las teorías de género, que nos conduce a discrepar con la crítica planteada por las feministas a la bipolaridad y al falo: el goce femenino no se define en relación a lo masculino, está concernido por la significación fálica pero no cernido por ella. En pocas palabras desde el psicoanálisis no hay ningún binarismo de los sexos, tal como plantea el feminismo, porque la relación sexual no se puede escribir.

 

  Lacan no teoriza la sexualidad en términos de género, sino de goce. Afirma que por la vía del goce fálico no se puede saber qué es una mujer. La lógica del no-todo caracteriza a la posición femenina, no-toda fálica implica que no todo lo subsume el pensamiento, la medida, la significación y la representación, que siempre son fálicos.

 

  A partir de Lacan no se puede hablar de una identidad sexual: no hay universo para las mujeres porque no hay un límite allí. El universo de los hombres es posible a condición de que exceptuemos algo de ese todo.

 

  El psicoanálisis lacaniano sostiene que existe un modo diferente de establecer la división en dos sexos que no responda a la heterosexualidad normativa: no es entre varones y mujeres, sino entre el sexo y el sentido. El sexo se produce a partir de la falla de la significación y encuentra su lugar donde las prácticas discursivas tropiezan, y no donde producen significado. La sexualidad no se define por el discurso sino por su fracaso: la diferencia sexual no se inscribe en lo simbólico.

 

  El sexo para el psicoanálisis, a diferencia de las teorías feministas, no es una construcción discursiva ni un argumento que se deconstruye, Butler hace de la sexualidad algo que se comunica vinculando el sexo con el significante y la significación. Para el psicoanálisis la noción de sexualidad es inseparable de la existencia del inconsciente y no se reduce a un deseo conciente articulado a una demanda de ser mujer o varón, nunca es una verdad revelada y certera.

 

  A manera de conclusión:

A pesar de las diferencias, ambas teorías comparten una postura a favor de la despatologización y el derecho a las formas singulares de la sexualidad. El feminismo se presenta como un nuevo agente político, se opone a toda forma del poder sobre el cuerpo de las mujeres.

 

  Un psicoanalista, afirmó Lacan, debe estar a la altura de la subjetividad de su época. Bienvenidos los cambios en la subjetividad y en los lazos sociales que trajo el feminismo sabiendo que un psicoanalista escucha la singularidad del sujeto dividido, efecto del inconsciente y en ese acto suspende la subjetividad.

 

 

Imagen*: tomada del sitio https://lamiradadelmamut.com/tag/igualdad/

la presente composición sin título pertenece a la serie “Sueños”, unos 150 fotomontajes realizados entre 1948 y 1952, por encargo de la revista femenina argentina Idilio, para ilustrar semanalmente las consultas de sus  lectoras sobre la interpretación de sus sueños en la sección “El Psicoanálisis le ayudará”.

La autora diseñadora y fotógrafa alemana nacionalizada argentina (1904-1999). Fue alumna de la Escuela Bauhaus.

 

 

Bibliografía

 

Butler J. El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad, Paidós, 2007

Freud, S. “Organización genital infantil”, Obras Completas, Amorrortu, 1985

Freud, S. “Análisis terminable e interminable”, Obras Completas, Amorrortu, 1985

Lacan, J. Seminario XX, Aún. Paidós, 1972

 

 

 

 

 


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