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El niño que enfrentaba a su maestro

07/01/2019- Por Facundo Schink - Realizar Consulta

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Las aulas están plagadas de niños desbordados, que se portan mal, que pegan, se escapan, no hacen caso, no respetan la autoridad... La categoría “oposicionista desafiante”, como muestra el escrito del autor vino a estigmatizar los desbordes desde una categoría diagnóstica. Esas lecturas, ya sea morales o del campo de la salud, ponen todo el peso de lo que no anda del lado de los alumnos. Así, la escuela permanece indemne, intentando luchar contra los que no se adaptan. Las categorías se desentienden del sufrimiento y la pregunta acerca de qué podría aliviarlo. Es la ilusión de una escuela que sí funciona, lo que no funciona son los niños.

 

 

 

                            

 

             Ilustración de Chiara Carrer*

 

 

El niño que enfrentaba a su maestro

 

 

  Solamente con 7 años, Rodrigo había coleccionado más sanciones, suspensiones y observaciones de los que una escuela podría esperar (y tolerar) de un alumno de su edad.

Dado a ello sus padres habrían consultado con diversos profesionales de la salud mental, a partir del diagnóstico inicial: “Oposicionista-Desafiante”

 

  Debo confesar, que no conocía la “patología”, por lo cual tomar la integración era un desafío, siendo la escuela clara en su pedido: evitar disrupciones. ¿Qué debiera hacer? ¿Cómo podría colaborar desde mi práctica?

 

  En primera instancia, me ubiqué en calidad de observador, lo suficientemente cerca de Rodrigo como para no perderlo de vista y a la vez conocer el aula y su dinámica.

 

  Se percibía en el aula cierta electricidad, el profesor se encontraba desbordado por la situación y agotado de confrontar a Rodrigo. Al mismo tiempo éste intentaba dar la clase, golpeaba la mesa haciendo un molesto ruido. Si bien en primera instancia parecía que su objetivo era molestar al profesor, se detectó que el objetivo era salir del aula para jugar.

 

  Este patrón de molestar al profesor para salir, era algo que se venía repitiendo, me comentan, habiendo ahora la diferencia de que saldría acompañado por la figura del integrador pero: ¿cómo se posibilitaría la integración de Rodrigo, cuando lo esperado es que salga del aula y que no moleste?

 

  Los juegos de Rodrigo, parecieran carecer de imaginación, él imitaba aquellos videojuegos que consumía en su hogar “pulse siguiente y desbloqueara un nuevo mapa” “despliegue el menú para ver sus opciones”. Así también en sus recreos, cuando jugaba con sus pares, estos simulaban ser algún videojuego, siendo también que estaban mucho tiempo discutiendo y peleando por las reglas y el tiempo que jugaban.

 

  No solo habría que apuntar a que Rodrigo se organice y ordene, sino, quizás más importante, era enseñarle a jugar, esperando que con ello mejore sus relaciones vinculares y sus lazos con el otro.

 

  Combinando actividades lúdicas con las escolares, aquel niño que golpeaba el banco, ahora diría “Juego, pero prestó atención”, “dibujó mientras aprendo”, logrando que la experiencia dentro del aula no resulte estresante.

 

  Sin embargo, esto no aplacó los episodios de violencia. Los golpes e insultos ocurrían dentro del aula, y siempre en situaciones donde algún otro compañero era el centro de atención, también se tiraba al piso, se subía a los bancos, gritaba. ¿Quería ser él el foco?

 

  Me gusta pensar que cuando un niño llora, grita, desafía o se opone: demanda amor, y esto podría llegar a deberse a sentimientos inconscientes de soledad y aniquilación ¿Será por ello que aparentan tener una fuerza que realmente no poseen? ¿Y mediante la provocación logran llamar a un otro, que aunque éste sea un otro enojado es mejor a no poseerlo?

 

  Entrevistando a sus padres, me enseñan que en el período más arcaico de Rodrigo padeció una enfermedad casi mortal, lo cual provocó que fuese sometido a diversos e invasivos tratamientos y estudios, estuvo gran parte de su lactancia bajo la mirada de muchos médicos, y a la vez separado de su madre.

 

  Sabiendo esto de Rodrigo, y considerando que pudiera existir una causalidad, y que está vivencia pudiera haber influido en su forma de mostrarse en su escuela ¿Cómo trabajar con este goce en ser “observado/retado” por su docente?

 

  La intervención apunta a que la “observación” difiera de aquella que habitualmente recibía, sugiriendo que cuando Rodrigo se tirase al piso, la mirada fuese para otro lado, se le pidiese que se levanté antes que levantarlo, y que las observaciones ahora fuesen dadas cuando esté hiciese sus tareas o cometa una buena acción. Y más importante, se necesitaba que la figura que representase la ley pudiera sostenerla, para que Rodrigo encuentre en ella un lugar de resguardo y contención emocional.

 

  Este es un trabajo que llevará mucho tiempo, habrá que seguir pensando estrategias para intentar poner coto a su goce y que pueda operar en él la ley. No obstante es alentador poder decir que a partir de estos cambios, cuando un compañero lo molesta o siente que está siendo desbordado viene a hablar conmigo.

 

  Quisiera concluir señalando que no debemos olvidar que son niños. Al tildar a Rodrigo como “oposicionista-desafiante”, no sólo se le depositó una fuerza que él realmente no posee, sino que también se lo induce a una posición que le genera angustia y sufrimiento psíquico. El trabajo debiera enfocarse allí, en que pueda correrse de ese lugar.

 

 

Imagen*: tomada del libro Esteban y el escarabajo, de Jorge Luján. Fondo de Cultura Económica, 2011.

Chiara Carrer es una ilustradora destacada de nacionalidad italiana nacida en Venecia.

 

Nota: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las

transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y reserva

correspondientes a cada abordaje clínico.

 

 

 

 

 

 


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