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¿La desaparición de la niñez?

15/04/2005- Por Diana Mindlis - Realizar Consulta

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Los niños son el mensaje vivo que enviamos a una época que no veremos. Desde la perspectiva biológica, es inconcebible que una cultura olvide que necesita reproducirse a sí misma. Sin embargo, es muy factible que exista una cultura sin una idea social de los niños. A diferencia de la infancia, la niñez no es una categoría biológica sino un concepto social.

El aumento de la delincuencia juvenil equipara la violencia entre jóvenes y adultos y, en muchos lugares, los castigos se vuelven equivalentes. Esta no es la única forma en que aparece hoy la no diferencia entre adultos y niños. Tampoco hay gran diferencia en el modo de vestir. Comprobamos también que están desapareciendo los juegos infantiles antes tan visibles en las calles de pueblos y ciudades.

 

Noé, labriego, comenzó a plantar una viña,

Se embriagó y se desnudó dentro de su tienda.

Cam, padre de Canán, vio la desnudez de su padre

Y habló con sus hermanos, que estaban afuera. Sem y

Jafet tomaron un manto y poniéndoselo sobre sus

hombros retrocedieron de espaldas a su padre y

cubrieron su desnudez. Con el rostro vuelto, no

vieron la desnudez de su padre.

(Libro del Génesis, IX, 20-23)

 

  Los niños son el mensaje vivo que enviamos a una época que no veremos. Desde la perspectiva biológica, es inconcebible que una cultura olvide que necesita reproducirse a sí misma. Sin embargo, es muy factible que exista una cultura sin una idea social de los niños. A diferencia de la infancia, la niñez no es una categoría biológica sino un concepto social.

El aumento de la delincuencia juvenil equipara la violencia entre jóvenes y adultos y, en muchos lugares, los castigos se vuelven equivalentes. Esta no es la única forma en que aparece hoy la no diferencia entre adultos y niños. Tampoco hay gran diferencia en el modo de vestir. Comprobamos también que están desapareciendo los juegos infantiles antes tan visibles en las calles de pueblos y ciudades. Hoy están supervisados por los adultos y se basan en los deportes adultos.

  En E.E.U.U. las modelos mejor pagadas son adolescentes. La edad de las prostitutas en la mayoría de los países es cada vez menor.

Los niños aparecen en los medios como adultos en miniatura y los guiones de los programas de TV son pensados para una edad promedio de doce años.

  ¿Cómo se explica este fenómeno? ¿Qué pasó históricamente? ¿Fue siempre así?

Tomaré un texto de Neil Postman, escritor, educador y teórico de la comunicación, profesor de la Universidad de Nueva York “La desaparición de la niñez”, en el que analiza el concepto social de la niñez a través de la historia y la actual repercusión de la era televisiva en los niños.

El origen de este libro fue su observación de que la niñez desaparece a una velocidad vertiginosa e intenta una teoría acerca de los motivos por los que esto ocurre.

Recurriremos a la teoría psicoanalítica para repensar su hipótesis intentando alguna respuesta sobre la violencia en la actualidad y nuestra responsabilidad como adultos y profesionales hoy.

  ¿Qué nos muestra la historia?

La historia de la niñez se ha convertido en un campo muy provechoso para los estudiosos. Marshall McLuhan dice que cuando un concepto social queda anticuado pasa a ser objeto de nostalgia y contemplación. En las dos últimas décadas historiadores y críticos sociales han publicado una infinidad de obras sobre la historia de la niñez, mientras que se escribieron muy pocas entre, por ejemplo, 1800 y1960. Es justo afirmar que Centuries of Childhood, de Philippe Aries, publicada en 1962, creó la especialidad y desencadenó el alud. ¿Por qué en ese momento?

  Según Postman las mejores historias acerca de cualquier tema aparecen cuando declina una época, cuando es improbable que se produzca una fase nueva y más vigorosa. Generalmente los historiadores no alaban sino que entierran. Sea como fuere, les resulta más fácil realizar autopsias que comunicar progresos.

  Vayamos a la historia:

Sabemos muy poco sobre las actitudes hacia los niños en la antigüedad. Por ejemplo, los griegos hacían poco caso de la niñez como categoría por edades. No contaban con una palabra específica para nombrarla. Entre las estatuas conservadas ninguna representa a un niño.

En su abundante literatura hay referencias ambiguas sobre la concepción griega de niño, pero, aunque no sean claros acerca de su idea de la niñez, fueron partidarios apasionados de la educación. Los griegos inventaron la idea de escuela. La palabra con que la representaban significa “tiempo libre”, lo que muestra la idea de que, en su tiempo libre, una persona civilizada se dedicaría naturalmente a pensar y aprender. Incluso los belicosos espartanos fundaron escuelas.

Sin embargo, la preocupación griega por la escuela no significa que su concepto de niñez sea parangonable al nuestro. Se diferencia, fundamentalmente, en su método de “disciplinar” a los niños. Hoy hablaríamos de maltrato. Pero, es justo añadir que los griegos nos ofrecieron la prefiguración de la idea de niñez, como ocurre con tantos otros conceptos. Aunque no inventaron la niñez, anduvieron lo bastante cerca para que dos milenios después, cuando se inventó, pudiéramos reconocer en Grecia sus raíces.

  Los romanos tomaron prestada la idea griega de la enseñanza y desarrollaron una conciencia sobre la niñez que superaba la idea griega. Por ejemplo, el arte romano muestra, según Plumb “un sentido realmente extraordinario de la edad, del niño joven y en crecimiento, que no vuelve a estar presente en el arte occidental hasta el Renacimiento”. Además, dice Postman, los romanos establecieron una relación -que los modernos damos por sentada- entre el niño que crece y la idea del pudor. Este, según el autor, fue un paso decisivo en la evolución de la idea de niñez. Tomando esta idea, Postman enuncia su hipótesis según la cual la niñez no puede existir sin una idea bastante desarrollada del pudor.

Los romanos comprendieron este aspecto aunque sólo algunos de ellos. Quintiliano, por ejemplo, reprocha a sus pares su comportamiento desvergonzado en presencia de niños romanos nobles.

Aquí topamos con una idea moderna que define parcialmente la niñez, al reivindicar para esta la necesidad de quedar protegida de los secretos de los adultos, sobre todo de los secretos sexuales.

  Se reconoce a Quintiliano como el antecedente de la primera ley que prohíbe el infanticidio. Dicha ley fue promulgada en el año 374 de nuestra era, tres siglos después de Quintiliano. No obstante, es una ampliación de la idea de que los niños necesitan protección, educación y estar al margen de los secretos de los adultos.

Después de los romanos, todas estas ideas desaparecen.

A partir de la caída del imperio romano, Europa transitará por lo que la historia recuerda como la Alta y Baja Edad Media. Postman destaca cuatro puntos que caracterizan este período: 1) desaparece la capacidad de leer y escribir; 2) desaparece la educación; 3) desaparece el pudor y 4) consecuencia de los precedentes desaparece la niñez.

El arte de la lectura se limita a los pocos que configuran la clase “de los escribas”, una clase privilegiada. Daban más importancia al virtuosismo caligráfico que a la transparencia de las letras que permitía leerlas sin pensar en ellas.

  Otra explicación de la pérdida de la capacidad de leer, no contradictoria con la anterior, consiste en que escaseaban las fuentes de papiros y pergaminos.

Los orígenes de las universidades medievales coinciden con la introducción del papel y su manufactura.

También es posible que la iglesia no fuera ajena a procurar un acceso restringido a la capacidad de leer con el fin de controlar una población extensa y diversa.

En un mundo que sabe leer y escribir, los niños deben hacerse adultos. En un mundo que no sabe leer y escribir, no es necesario distinguir entre niño y adulto porque hay pocos secretos y la cultura no está obligada a enseñar como comprenderse a sí misma.

La pintura de Brueghel representa permanentemente esta incapacidad para diferenciar niños y adultos.

  En síntesis, en el mundo medieval la niñez es invisible. Tuchman lo resume así: “De todas las características en las que la época medieval se diferencia de la moderna,

ninguna llama tanto la atención como la relativa ausencia de interés por los niños.”

  En la Edad Media hubo varios cambios sociales, algunos inventos importantes y muchos grandes acontecimientos. Sin embargo, no ocurrió nada que obligara a los adultos a modificar su concepción de la adultez hasta que, a mediados del siglo XV, tuvo lugar un acontecimiento fundamental: la invención de la imprenta de tipos móviles.

La imprenta creó un nuevo mundo simbólico que, a su vez, exigió un nuevo concepto de adultez. Por definición, la nueva adultez excluía a los niños. Expulsados del mundo adulto, fue necesario encontrar otro mundo donde habitaran los niños. Ese otro mundo se conoció con el nombre de niñez.

No debemos suponer que la niñez se presentó totalmente desarrollada a partir de la imprenta de Gutenberg. Al igual que cualquier otra idea ha significado cosas distintas para personas diversas y en momentos diferentes. A medida que cada nación intentaba comprenderla e integrarla en su cultura, la niñez adoptaba un aspecto específico en el marco económico, religioso e intelectual en que surgía. En algunos casos se enriqueció, en otros, se desperdició; en otros se degradó. Pero no llegó a desaparecer, aunque varias veces estuvo cerca de que así fuera.

  En el transcurso de un siglo se había creado un clima simbólico totalmente nuevo. Ese clima cubrió el mundo con nueva información y experiencias abstractas. Requería actitudes y talentos nuevos y, sobre todo, un nuevo tipo de conciencia. A medida que retrocedía el clima oral de la Edad Media, los siguientes elementos ocupaban el primer plano: la individualidad, una mayor capacidad de pensamiento conceptual y confianza en la autoridad de la palabra impresa.

A medida que el dominio de sí mismo adquiría importancia como principio intelectual y teológico, y como característica de la adultez, se reflejaba consecuentemente en los usos y costumbres sexuales. Entre los primeros y más influyentes libros sobre el tema figuran los “Coloquios” de Erasmo, publicado en 1516. Se proponía explicar el modo en que los varones debían regular su vida instintiva. Esta obra puede considerarse como el primer libro profano que se ocupa del tema del pudor. El propósito de Erasmo no consistía en reducir el sentido del pudor sino en incrementarlo. Al igual que Locke después y Freud aún más adelante, Erasmo ya sabía que el pudor es un elemento esencial del proceso de la civilización. Se fomentó la necesidad de establecer distinciones claras entre el comportamiento privado y el público.

Así como los sacerdotes y los escribas vieron destruido su “monopolio del conocimiento” mediante otro sistema de escritura más sencillo que reveló los secretos de la palabra escrita a muchísimas personas, la cultura del libro de los siglos XVI al XX creó otro monopolio que, en este caso, separó a los niños de los adultos.

  Con la aparición de la TV se derrumba la base de esta jerarquía informativa. La cuestión fundamental radica en que la TV ofrece la información de una manera indiferenciada en su accesibilidad, lo que significa que no necesita hacer distinciones entre las categorías de “niño” y “adulto”. A los medios de comunicación electrónicos les resulta imposible guardar secretos. Y sin secretos, obviamente, la niñez no puede existir. La curiosidad franquea el paso entre el mundo de lo conocido y el de lo por conocer. Su desarrollo depende de una conciencia cada vez mayor del poder de organizar bien las preguntas para descubrir los secretos. Los niños reciben por TV respuestas a preguntas que jamás plantearon. Usando una metáfora bíblica diremos que al haber accedido al fruto anteriormente prohibido de la información de los adultos, son expulsados del jardín de la niñez.

Pudor, prohibición…vayamos al psicoanálisis.

  El tema del pudor ya está presente en Freud en el “Manuscrito K”, donde refiriéndose a la neurosis obsesiva, considera la vergüenza un afecto que brota ante el temor de que los otros sepan sobre el acto del que el obsesivo se reprocha.

En textos posteriores Freud habla de las dos fases de la sexualidad humana separadas por el período de latencia en cuyo transcurso quedan edificadas las formaciones reactivas de la moral, el pudor y la repugnancia.

Spinoza nos aclara la diferencia entre vergüenza y pudor: “la vergüenza es una tristeza que sigue a la acción de la que uno se averguenza”, en cambio “el pudor es un miedo o temor que lleva al hombre a abstenerse de cometer algo vergonzoso”. Podemos concluir entonces que si el pudor entraña un juicio que concierne a la acción, no se refiere a la acción realizada- eso acarrearía vergüenza- sino que se trata de un juicio que lleva a evitar dicha acción, que la limita. Hemos desembocado en la idea de una barrera: la barrera del pudor.

En el “Malestar en la cultura” Freud agrega que “la cultura se ve obligada a realizar múltiples esfuerzos para poner barreras a las tendencias agresivas del hombre y restricciones a su vida sexual.”

  Cuando habla de pudor, Lacan recurre a la mitología: el pudor es Aidos, demonio que surge cuando en los ritos dionisíacos cae el velo que cubre el falo.

Las luces deben apagarse antes que caiga el último velo. Esto lo saben los empresarios de strip-tease, pero lo ignoran los exhibicionistas. Por eso aquellos saben despertar el deseo de seguir viendo, mientras estos obligan a dar vuelta la cara.

Si algo tiene que agregar el psicoanálisis a la mitología, es que no se trata de ocultar el órgano sino de velar la falta. Velarla en el doble sentido de ocultarla, pero también de cuidarla.

A partir del texto de Freud “Personajes psicopáticos en el escenario”, podemos pensar que así como el escenario del teatro tradicional está delimitado, la escena infantil debe estar enmarcada dentro de ciertos límites desde la perspectiva adulta. En el apartado de Tres ensayos referido a La teoría de la libido, escribe:”el psicoanálisis mira como desde una frontera, cuya transgresión no nos está permitida, la actuación de la libido narcisista”. Si este es el estado de la libido en la primera infancia, Freud estaría indicando la existencia de una frontera que señala por una interdicción, una zona que ubica a la infancia como lo que sucede previamente a la prohibición.

  Sabemos que siempre es un riesgo traspolar un concepto social como el de niñez al psicoanalísis pero si hay algo en común en la propuesta de ambos es el rescate del límite, el relato y la historia.

A diferencia de lo que suele ocurrir con las imágenes que el TV no alcanza a delimitar, en la escena teatral tanto el espectador como los que están en el escenario participan de una convención, la de que se trata de una ficción.

  Dice Mannoni que lo que asegura la otra escena -a cuyo rearmado como analistas debemos contribuír- escena a la que compara con el teatro y el juego de los niños, es que “basta que las metáforas estén allí, para significar la presencia del deseo”. Basta que las metáforas estén allí, para que ese niño caído pueda reubicarse en su condición de sujeto deseante y no de objeto sin historia.

Dados los violentos sucesos de los últimos tiempos, cada vez más los profesionales del campo psi somos convocados. Me preocupa que ese llamado tenga generalmente la misma forma que la demanda a más seguridad o más policías.

Postman propone dos instituciones capaces de resistir al ocaso de la niñez: la familia y la escuela. Ambas restituyendo el lugar paterno como lugar adulto hoy en desintegración.

Sabemos que el pudor es un límite, es marca de represión y de función paterna. Me pregunto como respondemos a ese llamado. Si entendemos el pudor desde lo moral, responderemos desde el lugar de policía y pondremos límites.

  Entiendo que, como analistas, nuestra responsabilidad es volver a la idea griega de “sabiduría”: el sentido de los límites, de los límites propios. Este límite que, como tal, produce el deseo y constituye territorios: lo público y lo privado; la niñez y la adultez.

La idea no es prohibir la TV sino recuperar la palabra. El relato nos abre la dimensión de la ficción necesaria para historiar, para recuperar el pasado y el futuro.

 

 


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