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Malestar en las escuelas

29/11/2016- Por Ana Paula Lucero - Realizar Consulta

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En sintonía con el libro de elSigma recientemente editado El estadio del screen. Incidencias de la virtualidad en el lazo social, la autora nos presenta algunos interrogantes. La escuela expresa su malestar por estar dividida entre la modernidad y la posmodernidad. Los ideales, los mandatos, las formas de subjetivación han ido variando a lo largo del tiempo. Como no se puede recuperar lo perdido, será preciso reconocer las nuevas coordenadas para pensar lo que viene.

 

 

 

                                

 

 

  En mi trabajo como Acompañante Externo en una escuela de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, algunas situaciones cotidianas que se fueron manifestando y repitiendo, me fueron abriendo algunas preguntas sobre las condiciones que impone la época al trabajo en las escuelas: ¿Qué se le demanda a las escuelas hoy en día? ¿Las problemáticas son solo escolares o son propias de la sociedad actual?

  Para conocer el mundo en que vivimos es necesario problematizar las imágenes inmediatas que tenemos del mismo. Si consideramos que estamos atravesando un periodo de transición en una sociedad posmoderna, es importante que tengamos en cuenta las características de la época, los valores, las éticas que dan marco a nuestros hábitos y modos de relacionarnos. Como señala la filósofa argentina Esther Díaz, a nuestra escuela moderna asisten niños posmodernos:

“Existe una escuela moderna a la que asisten individuos posmodernos. Porque el niño que llega a la escuela ya fue culturalizado, entre la diversidad de nuevas prácticas sociales, por la pantalla, obviamente del televisor. Y, en algunos casos, por las pantallas: computadoras, electrodomésticos “inteligentes”, juegos electrónicos y circuitos cerrados.”[1]

  Estos niños que llegan a la escuela tienen otra modalidad para construir nociones fundamentales como: tiempo, espacio, cuerpo, vínculo con los objetos y con los otros. La simultaneidad informática y mediática organiza un presente continuo y trae aparejada reacciones instantáneas no mediadas por el lenguaje simbólico.   

  Ahora bien, la escuela debería ser capaz, en principio, de recibir a estos niños y acompañar un proceso de subjetivación. Pero para ello es preciso que reciba y aloje a los niños en un discurso distinto al discurso médico hegemónico, que busca afianzarse en las escuelas. Hoy, en vez de educar, la mirada esta puesta en evaluar a los niños de acuerdo a ciertas categorías diagnósticas que terminan provocando, paradójicamente, una patologización. El niño queda aplastado por esta perspectiva de evaluación, queda como objeto, al servicio de una técnica de medición de rendimiento, y de un saber científico (que se presume neutral y objetivo) capaz de dar nombre a aquello que falla.  

  Como señalaba al comienzo, es mi trabajo como AE lo que me permite pensar la escuela. Esta función (Acompañante Exerno/ APND) tiene un lugar en la institución escolar, pero es un lugar incómodo, porque está dentro pero desde un exterior, no perteneciendo. Y esta paradoja de la función abre la posibilidad de pensar las cosas desde otro lugar.

  En una institución a la que asisto desde el año pasado, por ejemplo, existe un alto grado de tensión y malestar en el vínculo entre los docentes y los directivos. En el transcurso del año que corre, y en el grado en que realizo mi actividad, han pasado ya varios maestros que renuncian al cargo. En la sala de maestros se repite cotidianamente la cantinela de la época: estrés, percepción de ausencia de compromiso, sensación de que uno a nadie le importa. Ahora bien, para poder comprender lo que sucede en esta escuela, donde debo necesariamente situarme para realizar mi trabajo como AE, me resulta imprescindible la referencia más general a las coordenadas de época.

  Según los análisis de Gilles Lipovetsky hoy habitamos en la época del posdeber, donde reina una moral sin imperativos, relativista y moderada. A diferencia de lo que sucedía en las sociedades modernas, signadas por la ética del deber y la referencia al imperativo categórico, ya no nos preguntamos “¿qué debo hacer?” sino “¿qué me conviene?”. En la cultura del posdeber las relaciones interpersonales se rigen en general por la búsqueda de la felicidad, la realización personal y el disfrute. Los sujetos son capturados por estos mandatos, desde una permanente presión que impacta en las vidas, con este deber de construir una vida feliz y realizada –exigencia que está siempre más allá de las propias posibilidades y más allá del pacer. Esto trae como contrapartida la depresión, “fatiga de ser uno mismo” como la nombra Ehrenberg, el sentimiento de “no estar a la altura” o “no dar la talla”, es decir, se asume como un problema personal algo que es un hecho estructural.

  El empuje de la época es estar bien a cualquier costo, “se feliz”, “goza”; si todo es posible “¿por qué no?”, si lo puedo pagar “¿por qué no?”. Hay un rechazo por la fragilidad de lo humano, socialmente no se tolera estar mal. Lo que está en juego es la producción de sujetos sin fallas. Pero sin falla y sin lazo al otro no hay sujeto, y sin saber cómo arreglárselas con estas demandas que vienen del Otro, gran parte de las manifestaciones de los niños tienen que ver con modos de sufrimientos, con “la fatiga de ser uno mismo” que impone la época.

  Para concluir, no es arriesgado afirmar que este empuje al “todo es posible” no genera más que malestar, cansancio y angustia en todos aquellos que sostienen la escuela con sus cuerpos (tanto los alumnos como los docentes, los directivos, y también los AE). Pero entonces debemos preguntarnos, y con estas preguntas concluimos el presente trabajo: ¿Qué recursos nos quedan para poner coto a semejante exigencia que atraviesa lo escolar? ¿Cuáles serían los modos más favorables de acompañar la subjetivación de estos niños frente a los empujes de la época actual?

 

   

    Nota: Imagen tomada de: http://juan23.edu.ar/pfp/css/img/portada-eje2.jpg 

 

 

Bibliografía:

 

     Díaz, Esther, Posmodernidad, Biblos, Buenos Aires, 2005

     Ehrenberg, A., La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad, Paidos, Buenos  

     Aires, 2000.

     Lipovetsky, G., Los tiempos hipermodernos, Anagrama, Buenos Aires, 2006

     Alemán J., Horizontes neoliberales en la subjetividad, Grama, Buenos Aires, 2016.

     Psicoanálisis y el hospital- “El superyó de la época” N° 49, Junio 2016.

 

 



[1][1] Díaz, Esther (1999),  Posmodernidad, Biblos, Buenos Aires, p.89

 


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