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Entrevista a Pura Cancina08/11/2005- Por Emilia Cueto - Realizar Consulta
El presente recorrido facilita destacar aspectos salientes del pensamiento y la obra de la entrevistada, en lo atinente al dispositivo denominado Fábrica del caso (su importancia en la clínica y la formalización del psicoanálisis), las neurosis de angustia y las neurosis actuales, hoy llamadas fatiga crónica. El lugar que estas últimas han tenido no solo en el psicoanálisis freudiano y lacaniano sino también en la psiquiatría, pudiendo a partir de sus investigaciones y práctica clínica dar cuenta del más allá de las manifestaciones sintomáticas. Para desarrollar diversas aristas de este cuadro clínico toma entre otros elementos el libro Un padre-puzzle de Sibylle Lacan, quien al decir de su padre Jaques Lacan en el siglo XIX hubiera sido diagnosticada como neurasténica.
-Usted ha acuñado la expresión “la fábrica del caso” siendo esta una práctica que sostiene desde hace varios años ¿Qué es la fabrica del caso y cómo surgió esta experiencia?
El nombre de “Fábrica de Casos” para un dispositivo que vengo implementando hace varios años no es mío. Lo tomo de los textos fundacionales de la École Lacanienne y de una experiencia, conducida por Eric Porge, que realicé en Córdoba hace ya mucho tiempo.
En el año 1986 empecé la fábrica de casos en la cátedra de Clínica, en la Facultad de Psicología de Rosario. Un par de años antes entré en contacto, en un encuentro que se hace en Córdoba, con gente de la Escuela Lacaniana. Yo seguía con mucho interés a la revista Litoral. Recuerdo que en ese encuentro en Córdoba, ellos comentan lo de fábrica de casos, y se hace un ensayo de puesta en acto de un dispositivo que luego yo modifiqué un poco pero conservando lo esencial de su lógica.
La idea de implementar este dispositivo de trabajo de la clínica psicoanalítica con estudiantes de psicología –estudiantes avanzados en la carrera ya que se trata de una asignatura de quinto año– responde a una pregunta válida también para analistas ya formados. Por eso, al cabo de un tiempo, también puse en acto este dispositivo en la Escuela de Psicoanálisis Sigmund Freud – Rosario donde hemos fabricado durante varios años. El trabajo fue de tal calidad que a partir de un momento iniciamos la publicación de la serie La Fábrica del Caso.
La pregunta es la siguiente: ¿cómo dar a la elaboración clínica un estatuto riguroso, cómo, en el trabajo a partir de un caso, lograr niveles de formalización que hagan avanzar a la clínica psicoanalítica y superen el registro de lo opinable? Pienso que a la clínica hay que trabajarla de otra manera, con una lectura que se sostenga con un referente textual. La fábrica exige una tarea de elaboración mucho más rigurosa. Esto lo planteo así con respecto al trabajo de Escuela con otros analistas.
En la Facultad hay algo más. Al cabo de los años me doy cuenta que, para los estudiantes es una experiencia importante; más aún para los que ya han hecho su elección respecto del psicoanálisis. Ellos dicen “aquí estamos aprendiendo psicoanálisis”, “esto nos da una idea de lo que es realmente el psicoanálisis”, como quien dice “¡existe, se practica y eso se puede leer!”. ¿Y qué leen? Leen dentro del registro de lo que pueden leer, con los instrumentos que tienen: leen acerca de la transferencia, leen acerca de la posición del analista respecto de esa transferencia, leen algo de la estructura, apuntan a posibilidades diagnósticas, leen acerca de qué operaciones se produjeron.
La fábrica de casos es un dispositivo. Un dispositivo es una convención que dispone simbólicamente lugares y funciones, como así también tiempos en los que estos lugares y estas funciones se despliegan a los fines de que algo se produzca. Algunos dispositivos psicoanalíticos (cartel, dispositivo de pase, presentaciones de enfermos, fábrica de casos, etc.) deben ser evaluados en su funcionamiento según los criterios propios al psicoanálisis en extensión. El interés que reviste este término –dispositivo– para el psicoanálisis proviene de una doble incidencia significante: una que remite a la práctica y la otra al juego, al teatro en acto. Practicable que implica la noción de movimiento. Práctica, Juego, Semblante, Desplazamiento son términos del vocabulario del psicoanálisis, y están en las cuatro esquinas de la estructura del ser hablante.
Los lugares, al tratarse de un dispositivo del psicoanálisis en extensión, están dispuestos según la lógica y la ética del dispositivo analítico. Quien habla (el analista que expone), está en posición de analizante de su práctica y, el lugar del analista, está distribuido entre quien conduce la presentación e interroga y el público que durante la presentación debe guardar silencio. Sólo al final se abre un breve espacio de preguntas por parte del público. Para este primer tramo es necesario subrayar que ya se ha puesto en función el ternario que enmarca la experiencia (RSI) y la diferencia entre saber textual y saber referencial porque el analista que expone conmemora (se le solicita que no traiga nada escrito y si lo trae, es función de quien conduce la experiencia tratar de que “quede olvidado”) algo de lo real de su práctica, práctica que se demuestra formar parte de lo real en tanto que perdida, imposible de ser pasada más que por el tamiz de la palabra; por lo tanto, es no-toda dicha. Lo real como imposible se hace también presente en lo que cada caso tiene de necesariamente fragmentario, necesariamente puntuado ya por el analista.
-¿Cuál es el sustento y el aporte teórico y clínico de este dispositivo?
Si respondo rápidamente, puedo decir que este dispositivo demuestra que la clínica psicoanalítica es un hecho de fabricación. Ahora paso a explicarme.
Me fue necesario comenzar por situar las diferencias y la articulación, en psicoanálisis, de teoría, práctica o experiencia y clínica. Las diferencié y las anudé de manera borromea.
Se habla usualmente de práctica clínica para referirse a la práctica de la cura. Ante esto podríamos preguntarnos si, en el psicoanálisis, hay otra, ya que una primera cuestión a subrayar entre nuestros fundamentos, es la consideración de que el psicoanálisis es, fundamental y radicalmente, una practica. Usualmente se piensa que la clínica es la práctica porque se lo piensa a la manera del encuentro con el médico clínico y, también, a partir de lo que es una de las incumbencias del psicólogo: la clínica como la atención de pacientes.
Yo entiendo la clínica como una instancia diferente a la del acto, como otro tiempo, un “a posteriori”. La clínica ya es ese tiempo de volver sobre lo que ocurrió en el acto y lograr alguna formalización.
Se usó el término “clínica” según un sentido que viene de la clínica médica y viene de lo que fue, después, la psicología clínica, donde por tal se entendía la atención de los pacientes. Pero la clínica médica excede eso. La clínica médica no es solo la atención del paciente, la clínica médica es el intento de formalización de lo que se observa. Para los fundadores de la clínica psiquiátrica, que no es lo mismo que la psiquiatría, se trataba de observar atentamente, discriminar, o sea diferenciar y clasificar. Esto dio lo mejor de la clínica psiquiátrica, que es su época clásica.
Ahí me parece que excede el simple hecho de atender a alguien o escuchar a alguien, porque ya está incluido, en la observación, el hacer clínica. Que es lo que Lacan después llamó “cliniquear”. “Cliniquear” sería que cada uno a partir de su práctica, vaya construyendo su propia clínica.
Mucho tiempo después de estar llevando adelante estas puntuaciones, me encontré con una afirmación de Lacan que me resultó, no sólo confirmatoria sino, también, clave porque daba cuenta de lo que yo venía tratando de sostener, y me abría un campo de pensamiento mucho más amplio. Es cuando Lacan dice que es necesario que el psicoanalista sea al menos dos. En el Seminario XXII (R.S.I) textualmente dice así: “Para tener efectos es imprescindible que el psicoanalista sea al menos dos: aquél que los produce y aquél que, a esos efectos, los teoriza”. Me parece que se trata de la diferencia entre el momento del acto y la necesariedad de su teorización. A eso yo le llamo “clínica”, diferente de la teoría y la práctica del psicoanálisis. Esto se conjuga con el requisito de que el psicoanalista de las razones de lo bien fundado de su acto, tal como Lacan lo expresa en “Discurso de apertura de la Sección Clínica en Vincennes”.
Entonces, la clínica, siendo una instancia de formalización, también es una instancia de transmisión. Por eso, para mí, la clínica es transmisión, es esa reflexión sobre el acto en función de transmisión. Porque cuando se está formalizando ya no se está haciendo algo que le sirve a uno solamente sino que también es ponerlo a disposición de otros.
El aporte teórico entonces hay que pensarlo desde el encadenamiento de estos tres registros, donde, si se suelta uno se sueltan todos. Esto es patente en Freud: era su clínica lo que, cada vez, le exigía reformulaciones de la teoría y ello producía consecuencias en su práctica.
-En el libro La fábrica del caso: la Sra. C plantea que el nudo borromeo posibilita una manera más flexible de pensar la estructura, a diferencia de la forma rígida de los esquemas. ¿Cuál es esa forma más flexible y cuáles serían las consecuencias en la clínica de esta diferencia en la escritura?
Cuando Lacan utiliza el nudo borromeo manipulado en las tres dimensiones y su puesta en plano o aplanamiento (los diseños en el pizarrón), ocurre como con la fantasía de las jirafas del pequeño Hans: se trata del trámite de pasaje a las dos dimensiones, de un recurso, de un pasaje a la escritura.
Por ejemplo, la suspensión de la línea en los cruces. El diseño exige su lectura: leemos que la cuerda pasa por arriba y por abajo y no que son pedazos de cuerda desconectados, y así leyendo, estamos ante la ley de los cruces que deben cumplirse para que digamos que se trata de un nudo borromeo.
En el Seminario XX, Encore Lacan, usa una imagen tomada de la naturaleza: la tela que teje la araña, donde uno puede ver trazarse la huella de unos escritos que mostrarían lo real accediendo a lo simbólico.
Cuando Lacan descubrió el nudo borromeo, ya no lo abandonó. Sabemos que pensaba que era algo que le había venido “como anillo al dedo”. Desde el punto de vista de la formalización, llega a considerar que en su “aplanamiento”, o sea su diseño en una superficie de dos dimensiones –sea una hoja de papel o el pizarrón– se trata no sólo de una escritura sino, incluso, de otra forma de escritura.
Despliega esta cuestión ya muy avanzada su enseñanza, en el Seminario XXIII, más precisamente en el capítulo 11, “El ego de Joyce” cuando dice que una escritura es un hacer que da soporte al pensamiento. A decir verdad, el “nudo bo” cambia completamente el sentido de la escritura. Eso da a esta escritura una autonomía, una autonomía tanto más notable que aquella de la otra escritura, la que resulta de lo que se podría llamar una precipitación del significante. El nudo borromeo cambia el sentido de la escritura y muestra que hay algo a lo cual se puede enganchar significantes.
Esta otra escritura tiene la mayor importancia puesto que se trata del abordaje de lo real como imposible, sólo cercable por la letra. Es cuando uno escribe –y no hablo de la escritura corriente, de la trascripción de los sonidos de la lengua– que se puede tocar lo real, a diferencia de la verdad que se dice a medias en el habla.
Con respecto a lo que proferí en cuanto a la supuesta “flexibilidad” de los nudos, me estaba refiriendo a su carácter de souple y a su dinámica. El nudo, mejor dicho, la cadena borromea, muestra hechos de corte y de costura, anudamientos y reanudamientos.
Recuerdo en este momento que en el prólogo de Bordes, un límite en la formalización, decía que la clínica es el trabajo de cernir las diferencias y que, en el ir y venir, de la palabra que corta, cose y descose, al intento de escribir y así recuperar su trazado, se trata de la interrogación del topos que se de ese modo comienza a perfilarse. Hay un ir y venir desde la soledad del acto al interrogar el saber trasmitido por los maestros que nos precedieron. En ese ir y venir, el escrito permite que otros tomen la cuerda, el hilo, con el que mejor leer e interrogar esos dibujos que serán letras.
-Desde Freud las neurosis actuales no han sido tan claramente delimitadas ni definidas como las psiconeurosis, ¿Cuál es el estado actual y cuáles sus aportes sobre el tema?
-Podríamos decir que luego de las primeras nosografías y una vez avanzado en el campo de las psiconeurosis, las cuales le fueron revelando cada vez más sus secretos, Freud a la vez que olvidó, nunca abandonó a las neurosis actuales como tampoco la teoría que las sustentaba. Mi aporte fue, simplemente, hacer pública y notoria su presencia en la actualidad; actualidad en la que han sido rebautizadas con los términos en uso por los nomencladores según el servicio que los mismos prestan a la industria farmacológica. La neurosis de angustia y la neurastenia actualmente se denominan “ataque de pánico” y “fatiga crónica” respectivamente.
Ahora bien, retomarlas desde el psicoanálisis no podía ser hecho sin una relectura –una relectura crítica si se quiere– de lo que Freud pensaba de las mismas.
-Usted relaciona el lugar que las neurosis actuales han tenido en la teoría freudiana con la característica de la transferencia de Freud con Fliess, ¿Por qué formula esta articulación?
-Con el “factor tóxico” que Freud suponía en la base de ambas afecciones –aunque de manera diferente–, Freud se mantuvo tributario, en su errar, de las ideas de Fliess. La dificultad de Freud fue sostener a las neurosis actuales como cuadros separados de las psiconeurosis en razón de su especificidad definida por lo actual en contra del conflicto, conflicto que cuenta con la determinación de lo infantil. Esto hizo que las mismas quedaran como “desabonadas del inconsciente”.
El saber de Fliess, –un saber delirante que pretendía haber encontrado la forma de escribir la relación sexual–, retiene a Freud en su manera de teorizar las neurosis actuales, tributo quizás pagado para poder liberar el terreno de las psiconeurosis.
En mi seguimiento del tema me sostengo no sólo en la teoría de Fliess, sino también en sueños de Freud de esa época y en fragmentos del intercambio epistolar.
-¿Cuáles han sido las consecuencias en la teoría y en la práctica?
-Haber conservado el factor tóxico aun más allá de Más allá del principio del placer impidió a Freud y a los posfreudianos una elaboración clínica de los fenómenos propios de las neurosis actuales que superara el simple binomio “retención-descarga” que las mantenía subsidiarias de las llamadas “prácticas sexuales dañinas”, o sea hechos absolutamente ligados a la genitalidad más que a la sexualidad y la castración.
-Dentro de sus trabajos ha dedicado particular atención al estudio de la Neurastenia siguiendo los rastros del lugar, los síntomas y la etiología que esta enfermedad ha tenido en los pre-freudianos, Freud, Lacan y la psiquiatría, ¿Cuáles eran los obstáculos que le planteaban a su práctica clínica la forma convencional de pensar la neurastenia?
-En realidad no encontré este tipo de obstáculo en mi clínica ya que la manera de pensar estos problemas había desaparecido con los problemas mismos. Con lo que sí me encontré es con ciertas presentaciones sintomáticas que aun no habían encontrado su clínica, que aun no habían sido cliniqueadas desde el psicoanálisis, por ejemplo la fatiga. Pensarla como depresión me resultaba insuficiente ya que significaba permanecer del lado del síntoma sin poder responder por la estructura, sobre todo cuando las operaciones a nivel significante resultaban no solamente insuficientes sino, incluso, inocuas. Fue por esto que el libro de Sibylle me resultó revelador y me indicó una vía de teorización.
Mis desarrollos me han llevado a poner a la neurastenia en serie con la melancolía y ello hace que me reencuentre con anteriores elaboraciones mías, por ejemplo las de El dolor de existir y la melancolía y las de la serie La fábrica del caso.
-En su texto Fatiga crónica–Neurastenia desarrolla sus consideraciones sobre “el caso Sibylle” (la hija de Lacan) quien al decir de su padre en el siglo XIX hubiera sido diagnosticada como neurasténica.
Allí expresa que en este caso se trata de una identificación mimética con la que se llama y se convoca al padre en su función. ¿Cuáles son las características de esta identificación y cuales sus diferencias con la identificación al rasgo en la histeria?
-Ante la no-respuesta del Otro, el sujeto, en tanto no sabe qué objeto es para el Otro, para consistir se deja representar por un significante holofraseado, con valor de 1 pero sin relación a otro, en la afección. No hay puesta en función del significante binario (significante índice 2) o del binarismo del significante, lo que es fundamental para que el sujeto sea lo que un significante representa para otro significante. En el punto de la afección no hay puesta en función de la afanisis del sujeto respecto al saber inconsciente, lo que del movimiento de alienación-separación puede concluir en una identificación que sea orientación del sujeto en función de la falta, en función de lo imaginario y de lo simbólico.
En estas afecciones –en serie con las psicosomáticas–, la inconsistencia de lo imaginario es suplida por la imagen, el cuerpo imaginario que se aproxima así al cuerpo mimético.
El cuerpo pierde consistencia y ésta es suplida a nivel de la imagen del cuerpo, en ese caso, por la mímica de la tristeza, que remite a una identificación mimética al otro del amor, al padre privador, a quién se ama y se odia por esta privación. Remite a una identificación imaginaria al padre, en tanto la mimesis supone un movimiento de regresión de la vida a un estado anterior, que implica, en su movimiento, una precaria diferenciación. Por el contrario, la ley que marca al cuerpo, anuda los registros en el orden de la significación fálica y sustenta al sujeto en una identificación secundaria no coincidente con la identificación por el amor.
En estos casos, al padre simbólico se sustituye la presencia del padre. Son afecciones ligadas a la latencia, a algo que queda latente, detenido. Algo ocultado se da a ver por la afección. El efecto ante el que estamos es una identificación mimética con la que se llama y se convoca al padre en su función.
Se trata de un decir que, como sostiene Roberto Harari en su libro ¿Qué sucede en el acto analítico? La experiencia del psicoanálisis, “se expresa-revela por medio del acting-out, de la mise en scène, de la escenificación: talla un decir que no habla”.
Esto es lo que pudimos ver en el caso fabricado cuando el recurso utilizado por Sibylle pudo ser situado como recurso a la mimesis; identificación mimética que entendimos como detención de la dialéctica identificatoria, lo que da ese cuadro pintado por Sibylle Lacan para su padre. Subrayo: “cuadro pintado”. Se trata de mimesis; mímica de la tristeza sostenida por algún rasgo tomado de la imagen del padre. El mimetismo es puesto en suspenso, detención del acto en el gesto. Un gesto es algo hecho para detenerse y quedar en suspenso. El gesto, como gesto, se inscribe en un “antes del acto”. Es esta temporalidad particular, definida con el término detención, lo que nos permite distinguir entre gesto y acto.
Pero, también subrayo: “cuadro pintado para”. Esto quiere decir que no es sin el Otro, aquel al que el mensaje se dirige. Si las neurosis actuales le parecieron a Freud como que su cura no dependía del análisis sino de cambios en las relaciones con el otro, en parte tenía razón, salvo que no se trata de un cambio en el terreno de la genitalidad sino en aquellas relaciones en la que se dirime el estatuto del objeto, o sea el terreno donde éste se desprende.
-En la lectura que he podido seguir de su trabajo sobre el libro Un padre-puzzle de Sibylle Lacan se destaca el lugar que le da al padre, al Nombre del Padre y a la nominación. ¿Qué lugar le asigna a la depresión en que cayó la madre de Sibylle con posterioridad al nacimiento de esta hija?
–Es Marité Colovini quien desarrolló esta problemática en la “Fábrica del caso Sibylle” –libro que aun espera su publicación, lo que es lamentable dada la riqueza de lo allí elaborado grupalmente, elaboración a la que hago mención en mi libro– donde se refiere a las consecuencias de haber quedado tomada –exponiendo el “complejo de la madre muerta”– entre una madre muerta como madre y un padre inaccesible. En Padre para sí (o la crónica fatiga de fabricarse una letra que de cuerpo al padre) Colovini nos dice que, sintiéndose una hija incierta, Sibylle, como resultado de una madre-muerta que no puede duelarse ya que no hay pérdida en lo real del objeto y un padre inaccesible demasiado ocupado en otra mujer y otra hija como para atender el llamado, demandar un padre, se transforma para Sibylle, en una necesidad imperiosa, ya que de lo contrario, sólo puede sentirse íntegra en forma intermitente, punteada.
-Tomando la definición de libido de Lacan como “órgano incorporeo” refiere que con relación a la neurastenia, la neurosis de angustia y la melancolía se trataría de “libido corporificada” en tanto el cuerpo no ha terminado de perder este órgano que es la libido. ¿Por qué no se habría producido esa pérdida?
–Sí, se trata de un trastorno que, si Freud pudo pensarlo como energía sexual no tramitada psíquicamente, es porque, si la libido queda definida por Lacan como “órgano incorporal”, se trataría en estos casos de libido “corporificada”, retenida en el cuerpo, es decir que, por el fallido del anudamiento el cuerpo no ha terminado de perder este órgano que es la libido.
Mi planteo es que si, el circuito de la pulsión, en un recorrido que va del sujeto al sujeto, si se cumple el tercer tiempo de la pulsión –ya no, ver-ser visto, oír-ser oído, sino “hacerse ver”, “hacerse oír”, etc.–, esto implica la exigencia de un trabajo de traducción. Este trabajo de traducción hace a la doble vuelta por la que la realidad sexual apela a la disponibilidad significante. Está claro que este circuito se verá afectado si, por fragilidad narcisística, se deja de contar con el recurso a la sustitución significante.
Para decirlo más claramente, si la pulsión es el eco del decir en el cuerpo, se trata de cómo el sujeto traduce lo sentido en el cuerpo en función del decir que lo afecta. Esto no se produce bien si algo impide el recurso a los significantes con los que cada sujeto inventa su traducción y la pérdida de libido no termina de producirse o se produce catastróficamente.
-¿Por qué pensar estos síntomas como la expresión de “libido corporizada” y no de la insistencia de un real?
–Recordemos que lo real es una ex-sistencia con respecto a lo que cosiste y al agujero, o sea, imaginario y simbólico, por lo tanto para que lo real insista hace falta la plena vigencia del anudamiento.
-Si bien gran parte de la bibliografía de procedencia médica considera que no se conocen con precisión las causas de la llamada “fatiga crónica” no dudan en proponer un origen de naturaleza biológica, y en relación a los efectos que esta pudiera tener en el área psíquica recomiendan una terapia de tipo cognitivo-conductual, ¿Cuál es su posición al respecto?
Creo que lo antedicho se opone a esta salida comportamental medicamentosa. Sería algo así como remar en la arena. Al respecto me parece interesante comentar que mantengo una correspondencia epistolar con un médico especialista en “fatiga crónica” en Europa quien se dirigió a mí después de haber caído en sus manos mi libro. Él me refirió su desencanto con respecto a los resultados tanto de la medicación como los de esos modos actuales de “terapiar lo psíquico”. Actualmente tenemos por delante un programa de intercambio que me resulta sumamente prometedor.
Esta persona me comentaba que el tratamiento usual comportamental-medicamentoso consistía en antidepresivos y energizantes acompañados de lo que no podemos menos que señalar como aleccionamiento reeducativo. Resultados: aparecen otros modos de convocar al Otro y se mantiene el rechazo al reconocimiento del sujeto. Esto es “terapiar (tapiar) lo psíquico”.
Esto lo hemos visto en otros terrenos. Recordemos la época en que se pretendía tratar la fobia al avión con una preparación comportamental y sugestiva que concluía con un tour en avión del grupo de “ex fóbicos”. Desaparecía la fobia al avión pero aparecían otras ya no tan fáciles de tratar.
-En nombre de elSigma, le agradezco el profundo recorrido clínico que ha transmitido a nuestros lectores. Considero de sumo relieve que desde el psicoanálisis se pueda dar cuenta del más allá de las manifestaciones sintomáticas, como Usted lo ha realizado, en épocas en las que las resistencias a nuestro pensamiento intentan desconocer y elidir la causalidad psíquica inconsciente de la problemática del sujeto.
Pura H. Cancina es psicoanalista y doctora en Psicología. AE y AME de la Escuela de psicoanálisis Sigmund Freud – Rosario (República Argentina). Docente del grado y del postgrado en la Facultad de Psicología de la UNR. Docente y supervisora en Après-coup, Psychoanalitic Institution, Nueva York.
Autora –entre otros– de los siguientes libros:
Escritura y feminidad, ensayo sobre la obra de Marguerite Duras. Nueva Visión, El dolor de existir... y la Melancolía, Homo Sapiens,
Fatiga crónica <> Neurastenia, las indolencias de la actualidad, Homo Sapiens, publicado también en portugués y se prepara su edición francesa.
Co-autora y compiladora de numerosos libros pertenecientes a la serie de “La fábrica del caso” (La fábrica del caso I: la Sra. C. y La fábrica del caso II: los personajes de Ernesto Sábato de editorial Homo Sapiens)
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