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Lo indecible, el cuerpo, lo psicosomático

04/04/2019- Por Alejandra Madormo - Realizar Consulta

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El término psicosomático, según lo define la medicina: “las repercusiones en lo somático, en el cuerpo, de ciertos procesos psíquicos”, tiene muy escasa precisión. Hoy, podemos afirmar, que no hay enfermedades fuera de la articulación con el sujeto que las padece, y la salud no es un don, sino una construcción. El desorden psicosomático consiste en una marca muda en el cuerpo imaginario, donde el sujeto no representa al significante para otro significante, y esta incapacidad de desdoblamiento y desplazamiento, esta solidificación, va a producir una incidencia imaginaria.

 

 

                             

                                 Óleo sobre lienzo de Raquel Forner*

 

 

 

  El término psicosomático, según lo define la medicina: “las repercusiones en lo somático, en el cuerpo, de ciertos procesos psíquicos”, tiene muy escasa precisión.

El rubor súbito producido por una palabra significante para el sujeto, es un fenómeno psicosomático, aunque sea transitorio.

 

  Freud nos trae, en sus primeros casos, a una paciente que presentaba una intensa neuralgia facial. Durante el desarrollo del análisis, nos refiere que fueron pronunciadas contra ella unas palabras que “le dolieron como una bofetada”, y desde entonces había comenzado aquel dolor que la atormentaba.

 

  Aunque tanto el rubor, como este caso de histeria, son la marca de una frase en el cuerpo, el primero es un fenómeno fisiológico, y el segundo se encuadra en la neurosis histérica, sin lesión de órgano, y mediatizada por el significante.

 

  Un rubor constante, es la consolidación de un fenómeno transitorio, y fisiológico normal, en una enfermedad dermatológica, llamada rosácea, y a día de hoy, sin una etiología causal, determinante, encuadrada dentro de las llamadas “psicosomáticas”.

 

  El término psicosomático fue acuñado por Heinroth en 1818, en un intento de enlace, de vinculación, entre los componentes de esa palabra compuesta, psiquis y soma, con lo cual, lejos de alcanzar una articulación, se estableció una separación tan arbitraria como imposible.

 

  Para el psicoanálisis, son fenómenos, término propuesto por Lacan en el Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. Allí se refiere a “lo psicosomático” como: “algo que, al fin y al cabo, sólo es concebible en la medida en que la inducción significante a nivel del sujeto ocurrió de una manera, que no pone en juego la afanisis del sujeto”.

 

  Inferimos entonces, que el desencadenamiento y la evolución del mismo, son comprendidos como la respuesta del cuerpo viviente a una situación simbólica que no fue tratada como tal por el inconsciente del sujeto.

 

  La Escuela de Chicago, liderada por Franz Alexander, establece siete enfermedades psicosomáticas: hipertensión arterial, úlcera péptica, asma bronquial, tirotoxicosis, artritis reumatoidea, neurodermatitis y colitis ulcerosa.

Todas ellas son enfermedades crónicas, con un pronóstico basado en la evolución de la enfermedad en sí misma.

  

  En muchos casos, se trata de afecciones severas, discapacitantes, y cuyas complicaciones pueden ser mortales, como la perforación o el sangrado masivo de una úlcera duodenal, la crisis hipertensiva o el estado de mal asmático.

 

  Hoy, podemos afirmar, que no hay enfermedades fuera de la articulación con el sujeto que las padece, y la salud no es un don, sino una construcción.

La imprecisión del término, “proceso psíquico que tiene una influencia en el cuerpo”, ha provocado que casi dos siglos después de la aparición del concepto, la enfermedad psicosomática, no tenga una definición completa y universalmente aceptada.

 

  La medicina descartó la investigación en este campo, por considerar que los factores causales son variables imposibles de estudiar metodológicamente. Tengamos presente que la medicina se ocupa del cuerpo biológico, como un objeto observable y cuantificable. Es una ciencia determinista, que llega a los efectos partiendo de las causas.

 

  La causa es siempre concreta, aunque pueda ser múltiple y variada: un agente infeccioso, los niveles de glucemia, el disbalance de un neurotrasmisor. Y los efectos son mensurables: cambios en la función de un órgano o en su estructura anatómica.

 

  Partiendo de este modo de concebir la enfermedad, un varón de 50 años, hipertenso y con altos niveles de colesterol, no podría librarse de un infarto de miocardio. Pero sabemos que no es así, dos más dos… no son cuatro.

En esa discordancia, en esa variable impredecible e inmensurable, está el sujeto psíquico.

 

  Lo psicosomático nos plantea el estatuto de lo que llamamos cuerpo, ya que éste es el escenario de los acontecimientos en la enfermedad psicosomática.

La medicina considera al cuerpo como una máquina, al punto de llegar a concebirlo en piezas separadas, en cualquier caso observable, tangible, mensurable, a partir de los aparatos perceptivos y los recursos tecnológicos, que no hacen otra cosa que intensificar y sofisticar la percepción.

 

  La concepción psicoanalítica es diferente: el cuerpo es pensado como una adquisición tardía, con una materialidad gozante y promovida por una causalidad sobredeterminante. Aunque resulte paradojal, “cuerpo” es algo con lo que no se nace, es del orden de una construcción. Lo viviente, para el psicoanálisis, no es el cuerpo. No es un dato primario, sino que tiene un estatuto subordinado.

 

  El cuerpo nace mirándose al espejo: son necesarios un cachorro humano, una gestalt visual y un soporte significante para que el acto tenga lugar.

Hay por un lado un organismo discordante, prematuro, siempre al borde del despedazamiento, y por otro una unidad tranquilizante, lograda por un cuerpo organizado por la imagen.

 

  Y entonces muy tardíamente el niño va teniendo un cuerpo, con una organización suficiente para comenzar a tolerar ser miembro de la cultura.

El cuerpo es un atributo del cual hasta se puede prescindir. Como sujetos del significante, estamos separados de él hasta tal punto, que del sujeto se habla antes de que nazca y después de su muerte, cuando su cuerpo ya no existe pero está sostenido por los significantes de la memoria.

 

  Los sujetos perviven en sus escritos, en sus obras, en las inscripciones de sus lápidas.

El lenguaje nos atribuye un cuerpo, y luego al unificarlo nos permite usufructuarlo.

 

  El cuerpo debe vaciarse de goce, quiere decir que, salvo el goce ordenado, fálico, del significante, todo goce de la cosa fuera de las zonas erógenas asegura la enfermedad en su persistencia.

Es así como la función simbólica va a reemplazar la anatomía, en tanto destino de lo humano.

 

  En el Estadio del Espejo formulado por Lacan, hay una anticipación del dominio psíquico sobre el motor, y al sujeto se le abre la dimensión de una ilusión.

La señal libidinal parte del Yo e irá a investir el objeto una y otra vez en el proceso de la identificación, marcando sucesivamente al sujeto a partir de esa imagen de completud que le viene del Otro.

 

  En ese recorrido libidinal que va a constituir su cuerpo hay a veces un error, una falla en la identificación.

La libido intentará revestir el objeto que se le aparece como tal, pero que en vez de ser una virtualidad que permite la reflexión es un compacto que la señal no puede atravesar, y por lo tanto volverá sobre el sujeto como su propia imagen fragmentada, despedazada, impidiendo el efecto de captura.

 

  Falla en los mecanismos de la identificación primordial que no le permite ilusionar la completud sino que sólo captura su propio cuerpo desmembrado, resolviendo la tensión en una escena autoerótica.

 

  El desorden psicosomático consiste en una marca muda en el cuerpo imaginario, donde el sujeto no representa al significante para otro significante, y esta incapacidad de desdoblamiento y desplazamiento, esta solidificación, va a producir una incidencia imaginaria.

 

  El sujeto no se encuentra en su decir, y la expresión discursiva de este trastorno es “la holofrase”. Este es un concepto importado por el psicoanálisis desde la lingüística, funcionando en paralelo junto a la metáfora y la metonimia, pero excluido de la dimensión discursiva.

 

  Las operaciones metafórica y metonímica, permiten que los significantes estén articulados en cadena, S1…S2…S3…, y que puedan ser sustituidos.

La holofrase es un estado del significante que no permite el desplazamiento ni la sustitución, nos hallamos frente a un significante solo, S1, desencadenado, coagulado.

 

  En la clínica, esto se traduce en una suerte de acentuación del ser en el psicosomático: “soy asmático”, “soy ulceroso”, y la pobreza asociativa que caracteriza su discurso.

Hay una consolidación de la dupla significante, por lo que no adviene sujeto.

 

  La medicina psicosomática nació como un intento de dar cuenta del sujeto psíquico en la enfermedad, pero en una ciencia de causalidad que no lo considera, fue un intento fallido que provocó un divorcio aún más pronunciado.

Lacan llegó a decir que “la medicina forcluye al sujeto”.

 

  Freud sostiene que nada sucede en el ser humano, incluida la muerte, sin participación de su psiquismo, de su deseo inconsciente, y el inconsciente está estructurado como lenguaje. “Muere el sujeto biológico cuando el sujeto psíquico deja de desear”, escribe en “Psicoterapia por el espíritu”, y veremos la importancia de este concepto al tratar sobre depresión y proceso de enfermar, especialmente en el desarrollo de enfermedades potencialmente mortales.

 

  El cuerpo está afectado, pero al mismo tiempo es el paciente el que decide en qué posición coloca al médico para poder tramitar su enfermedad.

El psicoanálisis aporta un saber fundamental a la medicina, acerca de la relación transferencial. No es que sea un instrumento a aplicar al paciente psicosomático para curarlo, es que una vez en análisis, ese sujeto no precisa la enfermedad, no necesita enfermar sus órganos para expresarse.

 

  La somatización propia de la histeria, es del orden de una falla en la simbolización del cuerpo imaginario, y puede ser interpretada sobre el discurso del paciente: la historia de la histeria, es una historia de deseos.

Hay un significante intolerable reprimido, que vuelve como síntoma conversivo.

 

  En el psicosomático hay una falla simbólica que afecta el cuerpo real, se lesiona el órgano, hay una verdadera pérdida de sustancia, marca muda en lo real, ya que la historia no está construida sobre deseos reprimidos como en la histeria, sino que es una historia de goces, no interpretable.

Como estos sujetos tienen incapacidad para expresar una ambivalencia afectiva, la expresan en el cuerpo.

 

  Trae una historia de repeticiones de encuentro con el goce, en cada brote, cada crisis de su enfermedad.

La función del análisis deberá desprenderse de las significaciones posibles de la lesión y centrarse en el discurso del sujeto, de ese interrogatorio fallido, promoviendo el desplazamiento de lo no acontecido.

 

  Es en este lugar, que ubicamos el trabajo en la sesión de psicoanálisis, desde el lado de la construcción, y no de la interpretación.

El desafío será construir junto con el paciente allí donde la falla primordial impidió el acceso a la representación.

 

  Un nombre que como significante, lo represente, más allá de su lesión.

El “soy asmático, transformado en un nombre propio, “Soy Juan”.

Y todo el universo de significantes, no coagulados en una holofrase, sino metonímicamente desplazados en el discurso.

 

  Hacer de una frase coagulada, múltiples frases.

Pasaje discursivo, descentramiento subjetivo, de la holofrase a lo que algunos psicoanalistas llaman “neurotizacion del discurso”.

 

 

Nota: el presente escrito ha formado parte del ejemplar de la revista Imago Agenda de la Editorial Letra Viva Nº 205 - Otoño 2019 (“Fenómenos Psicosomáticos). Buenos Aires. Argentina

 

 

Imagen*: Obra denominada “La marcha” (1954), de Raquel Forner (1902 – 1988). Pintora argentina expresionista

 

  

Bibliografía

 

Freud, Sigmund: “El Yo y el Ello”. O. C. Ed. Amorrortu.

“Pulsiones y destinos de pulsión”.

“Más allá del principio del placer”.

“Inhibición, síntoma y angustia”.

Lacan, Jacques: “Psicoanálisis y Medicina, intervenciones y textos”. Ed. Manantial.

“Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. Ed. Paidós.

“Seminario 1: Los escritos técnicos de Freud”.

“Acerca de la causalidad psíquica”, Escritos 1. Ed. Manantial.

Alexander. F., Gregg A.: Psicología y Medicina. Ed. Eudeba.

Miller, J-A.: Matemas 1. Ed. Manantial.

Nasio, J. D.: Los gritos del cuerpo. Ed. Paidós.

Sami Ali: Cuerpo real, cuerpo imaginario, Ed. Paidós.

Gorali, Vera (comp.): Estudios de Psicosomática, vol. 1, 2, 3. Ed. Atuel.

Menassa de Lucia, Alejandra; Rojas Martínez, Pilar: Medicina PsicosomáticaI. Ed. Grupo Cero

Menassa, N.; Barrio, I., Madormo, A.: Medicina Psicoanalítica II. Ed Grupo Cero.

 

 

 


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