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Aburrimiento, desinterés y falta de sentido en época de Pandemia

09/12/2020- Por María Cecilia Anton - Realizar Consulta

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La autora explora la noción de aburrimiento en un itinerario que incluye un rastreo de distintos modos de interpretarlo. Su articulación con el vacío de la época lo remite a reflexionar sobre tal afecto en el contexto de la pandemia como condición ineludible en la práctica del psicoanálisis.

 

                         

 

                                           Jean Harlow y Robert Taylor*

  

 

 

 

“Un tema para un buen poeta sería el aburrimiento de Dios después del séptimo día…”  

 

                                       Friedrich Nietzsche

 

  

  El término aburrimiento proviene del latín abhorrere (tener aversión a algo), compuesto por el prefijo ab (sin) y el verbo horrere (erizarse, estremecerse). Horrere dio origen a palabras como horror y horrible. Interrogarse sobre las sensaciones experimentadas durante el confinamiento 2020, empezar a nombrarlas y compartirlas, puede colaborar a encontrar un camino diferente.

 

  Existen varias formas de aburrimiento, desinterés y falta de sentido vital temporario, que van desde lo más leve a lo profundo, temas vinculados al concepto del tiempo modificado en su percepción interna y al transcurso en la actual época de pandemia por Covid-19.

 

  Los afectos interesan al discurso psicoanalítico. Colette Soler afirma que lo que Sigmund Freud llama “quantum de afecto” en su texto “Proyecto de psicología para neurólogos” (1895) y “La represión” (1915) debe ubicarse en el eje placer-displacer y no está reprimido ‒desaparecido‒, sino desplazado, o sea desconectado de su causa original. Por ende, no hay que oponer lo inteligible y lo afectivo, pues si el afecto está ligado, como todo lo indica, a imágenes y significantes, no puede ser concebido fuera de lo simbólico, sino como lo que opera en la técnica analítica (SOLER. 2011).

 

  Citamos:

“El afecto pasa por el cuerpo y perturba sus funciones, pero ¿proviene de él? Se trata de saber quién es el que afecta y quién el afectado. Habitualmente, se cree que el afectado es el sujeto por el hecho de que experimenta todo el abanico de las pasiones humanas, pero… ¿no es más bien el cuerpo viviente el que queda bajo el efecto del lenguaje, efecto que repercute en toda la gama de satisfacciones e insatisfacciones del sujeto” (SOLER. 2011, p.53).

 

  En Psicoanálisis, el discurso del paciente produce saber, a través de la letra de la que se sostiene.

  La realidad externa se ha modificado y pueden experimentarse sensaciones de desrealización o extrañeza. Como defensa, aparecen comportamientos tales como perturbaciones del sueño y regresiones a lo oral con el consiguiente aumento de la ingesta alimentaria y del peso. El vacío de la ausencia hace que el aburrimiento constituya un problema de sentido. Además, con la pandemia actual, la experiencia de la soledad puede cobrar distintos matices: calma, refugio, convocatoria al sueño o al narcisismo del dormir.

 

  El aburrimiento puede ser afecto-efecto de dos circunstancias, a saber: cuando aparece como sensación ante el vacío o la falta de sentido; o como un efecto de exceso de sentido, es decir cuando un discurso se torna entero, espeso, monotemático, sin admisión de faltas y ordenando mandatos o frases incuestionables (Ejemplos son los excesos de información)

En el otro extremo de la experiencia, hay aburrimientos que llevan a la creatividad y a un ocio productivo.

 

  Jacques Lacan se dedicó a trabajar el concepto de aburrimiento en varias partes de su obra. En Televisión (1973) el autor interpela a quienes le acusan que no hablar de los afectos, alega que antes se dedicó a la emoción, al impedimento, el desconcierto y especialmente a la angustia.

 

  En este texto agrega lo que llama las pasiones del alma, utilizando terminología de Santo Tomás (quien incluía a otras) y sosteniendo que las pasiones son afecciones íntimas, la tristeza, el gay saber, la felicidad, la beatitud, el fastidio (ennui, aburrimiento en francés) y el mal humor o pesadumbre (los dos últimos afectos aparecen especialmente en los jóvenes). Afirma que el fastidio es una forma de aburrimiento y constituye una de las afecciones por el lenguaje y por el inconsciente.

 

  Martina Kessel (2001) afirma en primer lugar, puede decirse en la Modernidad de manera clásica, el aburrimiento es adjudicado a los artistas y a otras figuras extraordinarias; mientras que el burgués normal, mediante el orden de una vida estructurada por el trabajo y la economía del tiempo, había ocultado el abismo del mundo moderno.

 

  Además, el aburrimiento vale como problema de las mujeres de la alta sociedad, tal como aparece en algunas novelas por ejemplo Madame Bobary. Esta interpretación sitúa al aburrimiento en una vida sin ocupación y sin actividad útil, en todo caso, no como característica de nobleza de un espíritu superior, sino como vacío de una vida inacabada, que debía remediarse con affaires que en definitiva actuaban destructivamente.

 

  Para los siglos XVII y XVIII, el ennui o aburrimiento era característico sobre todo de las clases altas francesas e inglesas como resultado del tiempo sobrante o como expresión de una pérdida de poder de la nobleza condicionada, por ejemplo, por el desarrollo del absolutismo francés.

 

  En cuanto a la historia del concepto y el campo semántico, Kessel sostiene que el concepto moderno de aburrimiento comenzó a gestarse en el siglo XVIII, como expresión de desesperanza metafísica o de impotencia político social, y constituyó desde entonces una figura de la literatura moderna y la filosofía.

 

  No obstante ya había aparecido desde el medioevo en el contexto semántico y en el terreno de los síntomas de acedia y melancolía [o hipocondría: Schwermut]. Como término independiente es detectado por primera vez en 1537 en un diccionario latino-alemán, avanzando en la explicación de la palabra, se la vinculó con la traducción de la acedia medieval. Hasta el siglo XVIII el aburrimiento tuvo una significación principalmente temporal, en el sentido del tiempo que transcurre lentamente, con el entretenimiento como concepto más importante desde el siglo XIV hasta el XVIII. (KESSEL, 2001).

 

  La autora realiza una interesante distinción entre ennui o forma amenazante y sustancial de aburrimiento y el aburrimiento superficial. Pascal, el más importante filósofo del aburrimiento del siglo XVII, permanece en la tradición de la acedia, cuando define el ennui, como distracción del estado de gracia, como pérdida de Dios.         

 

  Desde la filosofía en El ser y el tiempo, Heidegger propondrá un abandono de sí, una des-subjetivación como sólo el aburrimiento puede proporcionar; señala una verdadera inmersión en el vacío de la modernidad a través del aburrimiento estableciendo una transferencia entre nosotros y las cosas. Durante ese estado de ánimo, el mundo se vuelve indiferente (las cosas nos abandonan) y nosotros a ellas.

 

  Esta indistinción entre lo que aburre y el que se aburre alcanza su grado más radical en lo que Heidegger llama “aburrimiento profundo”. El aburrimiento sobreviene, se traga al yo. “Uno se aburre”, disuelve lo imaginario haciéndose un nadie indiferente. Si bien Heidegger analiza tres formas del aburrimiento, se trata de una escala de grados, la tercera forma es donde el sujeto se ha convertido en “uno” totalmente indiferente. (LESMES GONZÁLEZ. 2009, p.168 a 170).

 

  Heidegger, al igual que Martina Kessell, vinculan al aburrimiento con la época; en ese punto podemos pensar en todos los “artefactos tecnológicos” que están fabricados para que no nos aburramos, sin embargo, por momentos, ellos son los mismos que nos hacen sumir en una forma de hastío y sobredemanda peculiar.

 

  Resulta fundamental leer los efectos y formas del aburrimiento dentro de este contexto de pandemia y dentro un contexto subjetivo determinado y particular de valores e ideales inmersos en un universo socio-cultural amplio y a la vez específico. El aburrimiento genera efectos, nos conduce. Que propicie algunas formas de adicción no es novedad, aunque sea para sembrar sentido allí donde no lo hay.

 

  ¿Cómo enfrentar la pandemia? Aceptando el aburrimiento como respuesta a la situación novedosa, y si aparecen pensamientos circulares negativos intentar comunicarlos al analista para investigar sobre su sentido, sobrellevando la incertidumbre y el malestar generalizado.

 

 

Arte*: escena de la Jean Harlow & Robert Taylor en la comedia romántica estadounidense “Propiedad personal” (1937)

 

 

 

Bibliografía                                                                                                                             

 

- FREUD, Sigmund. “Proyecto de una psicología para neurólogos” (1895). Obras Completas, tomo I, Buenos Aires: Amorrortu Editores.

 

- HEIDEGGER, Martín (2009). Ser y tiempo. Madrid: Trotta.

 

- ídem. "¿Qué es la metafísica?", Siglo Veinte Editores, Orig. Was est metaphisyk?, 1930, Traducción: Xavier Zubiri.

 

- KESSEL, Martina. (2001). "La relación con el tiempo y los sentimientos en Alemania desde fines del siglo XVIII hasta principios del siglo XX". (Langeweile. Zum Umgang mit Zeit und Gefühlen in Deutschand vom späten 18. bis zum frühen 20. Jahrhundert, Wallstein Verlag, Göttingen 2001). Traducción:  Miguel Angel Mailluquet, Mar del Plata.

 

- NIETZSCHE, Friedrich (2008). Ideas fuertes. Buenos Aires: Editorial Longseller.

 

- LESMES GONZÁLEZ, Daniel (2009).Uno se aburre: "Heidegger y la filosofía del tedio". Universidad Complutense de Madrid. Becario FPU. Bajo palabra. Revista de Filosofía II Época, Nº 4 (2009):167-172.

 

- PANOFSKY, Erwin. Vida y  arte de Alberto Durero (1995). Madrid: Alianza Editorial. Editorial (3º edición).

 

- SAFRANSKY, Rüdiger. (1994). Un maestro de Alemania. Martin Heidegger y su tiempo. Biografía de su pensamiento. Editorial Tusquets. Barcelona.

 

- SOLER, Colette (2011). Los afectos lacanianos. Buenos Aires: Editorial Letra Viva.

 

 

 

 

 

 

 

 


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