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¿Qué significa andar en bicicleta?

03/11/2012- Por Nicolás Cerruti - Realizar Consulta

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Seguramente responder esta pregunta no le resultaba tan esencial al viejo Heidegger, aunque se la planteara: ¿qué significa andar en bicicleta? Para transitar el camino, rencontrarse con la sensación apacible del andar, él elegía el pensamiento. Afirmando sin embargo “el pensar no conduce” Heidegger elige el pensar, la interrogación por el lenguaje y los pensadores para encontrarse en el camino.
Otros, como Joyce, eligen el exilio; del camino, el que lleva afuera. Pero nosotros nos preguntamos esa bella pregunta que Heidegger deslizó que, al parecer, todo el mundo conoce, que se la puede enseñar como algo conocido: ¿qué significa andar en bicicleta? Basta subirse de nuevo a una bicicleta para saber qué significa, lo que no parece ocurrir con el pensar.

  

 

“Al parecer esto el mundo lo conoce; se lo puede enseñar, sino, como algo conocido. El pensar no. ¿Qué significa pensar? Aún no lo conocemos, porque es problemático”.

Martín Heidegger

 

  Seguramente responder esta pregunta no le resultaba tan esencial al viejo Heidegger, aunque se la planteara: ¿qué significa andar en bicicleta? Para transitar el camino, rencontrarse con la sensación apacible del andar, él elegía el pensamiento. Afirmando sin embargo “el pensar no conduce” Heidegger elige el pensar, la interrogación por el lenguaje y los pensadores para encontrarse en el camino.

  Otros, como Joyce, eligen el exilio; del camino, el que lleva afuera. Pero nosotros nos preguntamos esa bella pregunta que Heidegger deslizó que, al parecer, todo el mundo conoce, que se la puede enseñar como algo conocido: ¿qué significa andar en bicicleta? Basta subirse de nuevo a una bicicleta para saber qué significa, lo que no parece ocurrir con el pensar.

                                  

  Es Cortázar quien nos enseña que todo lo enseñado, cotidiano, conocido por todo el mundo, puede de pronto abrirse en un eco indefinido y postergar cualquier seguridad, o detenerse al borde de su abismo. Sus relatos “Instrucciones para subir una escalera”, “Instrucciones para dar cuerda al reloj”, etc., relativizan lo conocido de lo automático, de los procedimientos mecánicos a los que todos nos sometemos sin pensar. Siguiendo en el terreno de la literatura también están otros que abordan aquello como lo familiar y allí mismo construyen lo ominoso en tanto tal, donde lo conocido de repente se rompe.

  Con esto tenemos un indicio de aquello que señala Lacan como motivo de separación del pensador Heidegger: el objeto, el objeto a. Y si estamos en esos tratos y proponemos pases de prestidigitador, el dicho de Heidegger de que lo que constituye al hombre es que señala: “…señalando hacia la sustracción, el hombre es originariamente hombre. Su esencia consiste en ser uno que señala. Lo que es por sí, según su esencia, un algo que señala, lo llamamos un signo”, ese mismo señalar es el de la angustia, que señala para un sujeto.

  El pensar es un recurso, las más de las veces, trazado por sendas fantasías, contra la angustia. ¿El pensar filosófico lo será a su vez? ¿El motivo (el sentido, la explicación) que le encontramos a la angustia, será en lo que el pensamiento se detiene? Si es así los motivos podrán cambiar pero la angustia no.

 

  El Che Guevara fue famoso además de por su tenacidad y la convicción de su pensamiento, por su ánimo intrépido. Antes de realizar el famoso viaje en motocicleta, que se retratara en la película (basada en su diario), él había armado una bicicleta con un pequeño motor y salido a recorrer la Argentina. Bicicleta con motor como la que hoy vemos en todos lados. Con su bicicleta anduvo por doce provincias, 4500 kilómetros, encontrándose con las zonas más pobres. Este viaje le valió salir en un aviso publicitario.

 

 

 

 

 

  Heidegger no estaría pensando en el Che Guevara cuando afirmaba “¿qué significa andar en bicicleta?” en desmedro de un pensar por lo gravísimo de nuestra época grave, pero cuánto se hubiese sorprendido si conocía su historia (podría haberlo hecho, ya que el curso que imparte es de 1952 y el viaje del Che de 1950). Es que ni siquiera andar en bicicleta es algo conocido por el mundo, que se puede enseñar; como no lo es pensar.

  El andar en bicicleta, el pensar, en un sujeto como el Che, tiene otra magnitud. Casi como esa otra propiedad del lenguaje profundamente relegada (no así por los poetas):

 

“En general, la amplitud del significado pertenece a la esencia de cada palabra, lo cual, a su vez, se basa en el misterio del lenguaje que permite las dos cosas: la una el rebajarlo a un mero sistema de signos uniformemente utilizable por cualquiera y que es entonces impuesto como obligatorio; la otra el que el lenguaje diga en un momento sublime y por una sola vez algo único que permanece inagotable, por cuanto continúa siendo siempre prístino y por esto inalcanzable para toda clase de nivelación. Es tan inmensa la distancia que separa estas dos posibilidades inherentes al lenguaje que aun resultaría inadecuada la medida que definiera su heterogeneidad recíproca como extremos opuestos”[i].

 

  Entonces, ese segundo misterio, el del lenguaje que dice algo único que permanece inagotable, eso que Heidegger hace hablar cuando piensa en los pensadores de la talla de Parménides, de Nietzsche, que también nos orienta en los poetas, eso mismo surge con cualquier uso de cualquier objeto, siendo la impronta del sujeto el hacer que eso sea susceptible de ser leído.

  ¿Qué significa andar en bicicleta? resultará ser tan fundamental como el pensar, dependiendo del sujeto, y del camino que se proponga.



[i]    HEIDEGGER, Martín, ¿Qué significa pensar?, Terramar, La Plata, página 181

 


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