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“Maleducades”. Hacia un lenguaje con perspectiva de género y diversidad

02/03/2021- Por María Eugenia Padrón - Realizar Consulta

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La lengua castellana tradicionalmente y durante extensos períodos de tiempo ha reproducido una hegemonía masculina que ha velado diversidades en perspectiva de género, manifestándose como una violencia difusa diseminada a través del lenguaje. Ante el estallido de cuestionamientos al lenguaje en este sentido, cuestionamientos que se enmarcan en la perspectiva más amplia de un movimiento social de transformaciones que se orienta a diversos órdenes e incluye la interrogación sobre el lenguaje –¿por qué no?– podemos encontrar una diversidad de proclamas en distintos sentidos. No obstante, el lenguaje no espera, inmutable y apacible. Más podría pensarse como un cuerpo vivo, social e histórico, que va transformándose a la par de las prácticas cotidianas.

 

                               *

 

 

  Si hay algo que está por todos lados presente es la palabra: conversamos, escribimos, pensamos a través del lenguaje. Proferimos palabras de amor, ternura, enojo, hilvanamos nuestra experiencia, nuestras sensaciones y vivencias a través de relatos. Esta “familiaridad” con el lenguaje puede llevar, por momentos, a que no reparemos especialmente en éste y que lo entendamos como un proceso “natural”. Como si, cerrado sobre sí mismo, quieto y estanco, no estuviera en permanente transformación.

 

  No obstante, el lenguaje no espera, inmutable y apacible. Más podría pensarse como un cuerpo vivo, social e histórico, que va transformándose a la par de las prácticas cotidianas. Entendido como un constructo socio-histórico, el lenguaje reproduce las atribuciones de poder establecidas en un tiempo dado.

 

  De este modo, parafraseando a Castoriadis, podemos pensar que existe un lenguaje instituido, reproducido a través de los espacios tradicionales, al tiempo que una creación continua, un movimiento instituyente que empuja desde la invención y que cuestiona los parámetros previamente establecidos (Castoriadis, 1997).

 

  En este sentido, en el lenguaje, como en otras esferas, la conformación de algún orden posible es siempre transitorio, contingente, mediado por una relación de poder que se establece como hegemónica en un momento determinado y que, no obstante, se encuentra presta a ser desafiada por otras fuerzas que pueden intentar establecer otros órdenes posibles. Chantal Mouffe decía en torno al orden social y su relación con lo político: “Aquello que en un momento dado es considerado el orden ‘natural’ (…) es el resultado de prácticas sedimentadas (…)” (Mouffe, 2007, pág. 25)

Todo podría ser de otra manera.

 

  Así es que la lengua castellana tradicionalmente y durante extensos períodos de tiempo ha reproducido una hegemonía masculina que ha velado diversidades en perspectiva de género, manifestándose como una violencia difusa diseminada a través del lenguaje.

 

  Me resulta llamativo que durante tanto tiempo no emergieran grandes cuestionamientos en torno a esta perspectiva claramente excluyente, que otorgaba primacía a un sector, la masculinidad (me tomo el atrevimiento, como un chascarrillo, de calificarlo en términos femeninos), que contaba con el privilegio de ser nombrado, mientras que tantos otros permanecían en penumbras.

 

  De un tiempo a esta parte se ha iniciado un movimiento crítico respecto a esta perspectiva. Algo sucede cuando nos advertimos de algo: ya no podemos volver atrás. Se vuelve imperioso inventar nuevas formas. En esta instancia viene a mi recuerdo la noción de “performativo” introducida por Austin (Austin, 1962) en la que establece que se hacen cosas con palabras. El lenguaje no es meramente un conjunto de enunciados, está ligado a la acción. Hacemos, y en este caso transformamos la cultura, al hablar.

 

  Ante el estallido de cuestionamientos al lenguaje en este sentido, cuestionamientos que se enmarcan en la perspectiva más amplia de un movimiento social de transformaciones que se orienta a diversos órdenes e incluye la interrogación sobre el lenguaje –¿por qué no?– podemos encontrar una diversidad de proclamas en distintos sentidos.

 

  Por una parte, a través de un trabajo de edición de textos para unas publicaciones que acompaño, donde nos ha interpelado este interrogante, me he topado con un escrito del Ministerio Nacional de Mujeres, Géneros y Diversidad en el que nos llaman a poner a “(…) jugar la creatividad (…)” (Ministerio Nacional de las Mujeres, 2020, pág. 16) en el desarrollo de construcciones gramaticales que tiendan a la inclusión.

 

  Me resultó acertada esta invitación, así como la expresión misma. Esto considerando, por un lado, que la inclusión de la perspectiva de género y diversidad en el lenguaje no se trata de algo ya establecido que tengamos que aprender, sino que es un proceso de invención de la que todes podemos participar.

 

  Este lenguaje con perspectiva de género y diversidad no es algo acabado que tengamos que ir a buscar ahí afuera, sino que es justamente aquello que vamos creando, inventando, en la medida que empezamos a hablar, escribir, a pensar de otras maneras. Ahí es donde esta expresión del “juego” del escrito que mencionaba me resulta tan atinado, en la medida que implica una elaboración creativa y en cierto sentido lúdica. ¿Qué mejor modo de inventar, que jugando?

 

  Por otra parte, en estas disquisiciones sobre el lenguaje me ha resultado curioso, hasta en cierto sentido jocoso, el llamado a la Real Academia Española (RAE) para que dirima la lucha y tome las decisiones pertinentes sobre la continuidad de un lenguaje que incluya la perspectiva de género y diversidad. Digo jocoso, en términos de que justamente organismos como la RAE, con todo el bagaje cultural y educativo que representa, reproduce, a su vez, las lógicas tradicionales que se han instituido a través del tiempo.

 

  Representan la tradición y costumbres establecidas en torno al lenguaje, y con esto también las atribuciones de poder asignadas en cada momento dado hacia algunos sectores. Esto no quita que no puedan producirse allí mismo movimientos instituyentes. Tal es así que en determinado momento la RAE comenzó a admitir, por ejemplo, palabras propias del lunfardo entre las expresiones reconocidas. Pero no dejemos de reparar en su lógica conservadora.

 

  En este sentido pueden leerse algunas de las afirmaciones del informe sobre “lenguaje inclusivo” emitido por este organismo, en el que, por ejemplo, refiere que las “alternativas al masculino genérico” pueden “violentar” postulados discursivos o pragmáticos como los de “estética” y “economía” (Española, 2020, pág. 54).

 

  Así es que, siguiendo a la RAE, sin problemas podemos morfar, laburar, afanar, pero no lo hagamos nosotras/nosotros, nosotres o nosotrxs porque “violentamos” principios “estéticos” y “económicos”. En igual sentido la RAE incorpora la palabra “elle” en su “observatorio”, para descartarla rápidamente.

 

  Otro aspecto que me ha resultado llamativo en este recurso a la Real Academia Española para zanjar estas cuestiones, es la apelación a una institución alejada de las prácticas y vivencias argentinas, de los movimientos que aquí se están desarrollando y que, sin descontar que puedan darse en otras sociedades y culturas, sin duda presentan aquí rasgos identitarios y singulares que los caracterizan.

 

  Esta llamada a España para dirimir nuestres asuntos, parece una nueva oleada del colonialismo que busca la venia extranjera por sobre los desarrollos territoriales.

 

  De algún modo estas contingencias me rememoran mis tiempos escolares. En la escuela –una institución que colabora con la reproducción de la cultura– me decían que había que “pedir permiso” para hablar. Este acto, de espera y quietud, era representado por la mano alzada a través de la cual se solicitaba autorización para hablar. Hablar sin permiso, sin estar autorizade a ello, podía representar un signo de “mala educación”.

 

  Allá entonces, al igual que ahora, estos imperativos me producen inquietud e incomodidad. Y así es que pienso que, en términos del lenguaje, ha pasado mucho tiempo de acallamiento y penumbras.

 

  Llegada esta instancia, vamos a ser maleducades.

No vamos a esperar pasivamente a que se reconozcan nuestres derechos.

No vamos a pedir permiso para hablar.

 

 

Fotografía:https://www.moonmagazine.info/estereotipos-de-sexo-rosa-para-las-ninas-azul-para-los-ninos/

 

Bibliografía

 

Austin, J. (1962). Cómo hacer cosas con palabras. Argentina: Ediciones Paidós.

Castoriadis, C. (1997). Poder, política y autonomía. Argentina: Altamira.

Española, R. A. (2020). Informe de la Real Academia Española sobre lenguaje inclusivo y cuestiones conexas. España: s.e.

Ministerio Nacional de las Mujeres, G. y. (2020). “(Re) Nombrar. Guía para una comunicación con perspectiva de género”. Argentina.

Mouffe, C. (2007). En torno a lo político. Argentina: Fondo de Cultura Económica.

 

 


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