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Mujeres que deciden no ser madres, lecturas psicoanalíticas con perspectiva de género

22/05/2021- Por Milagros Victoria Müller - Realizar Consulta

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En la actualidad, los modos de intervención y abordaje de les psicólogues respecto del surgimiento de subjetividades femeninas que deciden no ser madres pueden resultar estigmatizantes. Por este motivo es que –asumiendo una posición ético-profesional– llevaremos a cabo un escrito que se sostenga en el reconocimiento de las subjetividades femeninas desancladas de la maternidad con vistas a un alojamiento de su posición subjetiva. Para ello emprenderemos un breve recorrido por el escenario sociopolítico que permite la emergencia de cuestionamientos respecto de la maternidad, revisaremos las significaciones sociales-hegemónicas que proponen, reproducen y perpetúan la maternidad como destino privilegiado para la feminidad y nos propondremos sistematizar el modo en que estas impactan en los procesos de constitución psíquica.

 

                 

                    Mural de Florencia Duran Itzaina en La Bañeza, España*

 

 

Escenario sociopolítico en el cual las mujeres enuncian su no deseo de ser madres

 

  En primer término, se nos impone la necesidad de explicitar las características principales de las mujeres con las cuales estaremos trabajando, sin por ello caer en definiciones biologicistas, esencialistas o androcéntricas.

 

  Nos abocaremos exclusivamente al abordaje de mujeres cis-género cuyo proceso de subjetivación tendrá lugar en un escenario sociopolítico patriarcal, capitalista y heteronormativo –que describiremos a continuación–. En este sentido, nos referimos a mujeres cis como aquellas cuya vivencia interna e individual del género coincide con el sexo asignado al momento del nacimiento, de acuerdo a lo establecido por la Ley Nacional N° 26.743 de Identidad de género en 2012.

 

  Siendo este un recorte puramente metodológico, que no pretende desconocer la legitimidad ni invisibilizar la existencia de subjetividades trans con capacidad gestante –aun cuando no se perciban como mujeres– como es el caso de los varones trans. A su vez, con la nominación “mujeres que deciden no ser madres” aludiremos a todas aquellas que no eligen la maternidad como un destino, teniendo presente la heterogeneidad de experiencias subjetivas y la variedad de motivos que cada una de ellas puede tener.

 

  El interés por el abordaje de esta temática encuentra el empuje en los debates socio-políticos y las producciones teóricas en torno a la libertad de las mujeres para decidir y exigir la emergencia de la pastilla anticonceptiva, la libertad reproductiva, la despenalización del aborto y su legalización; todas cuestiones que han ganado un lugar en la agenda político-institucional actual.

 

  En este contexto, las luchas feministas erigidas a lo largo de la historia han ido inscribiendo y conformando una serie de desobediencias (Bellucci, 2014) respecto del sistema patriarcal y del orden sexual moderno.

 

  Como ya han introducido las tesis foucaultianas (2014), con el advenimiento de la Modernidad la sexualidad pasa a ser un vector decisivo en la producción social del sujeto. El orden sexual moderno se va a regir por el establecimiento de categorías mediante las cuales se pretende encorsetar las identidades y los modos de ejercicio de la sexualidad.

 

  Por este motivo es que la normativa tradicional establece como fundamental la presencia de una soldadura inseparable entre sexo biológico y género –lo que da lugar a la categoría cisgénero– y se atribuyen a cada uno de ellos características y roles esenciales. De acuerdo al sexo se es hombre o mujer y la orientación deseante debe ser la heterosexualidad. De ese modo, se arrojan al vertedero de lo marginal todas aquellas subjetividades y orientaciones deseantes que no ingresen en estas clasificaciones.

 

  Este escenario trae aparejado el establecimiento de la división sexual del trabajo y de la vida social donde a los varones les fueron encargadas tareas referidas a la provisión económica y plena libertad para la circulación por la esfera social y pública; mientras que a las mujeres les fue asignado el cuidado del hogar, la atención a les hijes y el esposo, quedando relegadas al mundo de lo privado donde la maternidad les fue impuesta como destino privilegiado, siempre y cuando cumplan la normativa rectora: ser mujeres cis-heterosexuales.

 

  Sobre ellas recae este imperativo como exigencia constante, ya que –por ejemplo en el caso de las mujeres lesbianas por no cumplir con la normativa deseante se las arroja a la marginalidad y sobre ellas aparece, más bien, el mandato opuesto: no reproducirse. En este sentido conviene preguntarnos ¿qué implica la existencia de justicia reproductiva? ¿Sólo el acceso a la posibilidad de decidir sobre tener o no hijes?

 

  No basta con ello, sino que sostenemos que para que exista una verdadera justicia reproductiva, todes –independientemente de su identidad y orientación deseante- deben tener la posibilidad de decidir tener o no hijes, así como también poder elegir cómo, cuándo y con quien(es) tenerles.

 

 

El instinto perdido

   

                         *

 

   El contexto descripto hasta ahora tuvo un fuerte impacto en las teorizaciones epistémicas de la época, tanto en las formulaciones de un sector de la Psicología como también en algunas conceptualizaciones psicoanalíticas que llevaron a cabo un reforzamiento del binomio mujer=madre.

 

  Para echar por tierra rápidamente la ilusión de naturalidad (Fernández, 1993) que le han otorgado a la ecuación mujer=madre basta con analizar que el hecho de que las mujeres tengan aparato reproductor y capacidad gestante, no basta para que surja en ellas el deseo de maternar. Si existiría una especie de “instinto materno” este se definiría por la aparición de un patrón heredado y, por tanto, inmodificable que implicaría su presencia en todas las mujeres sin excepción.

 

  No obstante, el hecho de que algunas mujeres expliciten que no desean ser madres introduce algo más allá de este supuesto instinto, algo del orden del deseo que lo pervierte y que produce una ruptura de esta concepción.

 

  Por el contrario, el binomio mujer=madre es una construcción socio-histórica que ha sido reforzada por las condiciones del escenario sociopolítico descripto anteriormente y por ciertas teorizaciones inmersas en él. Entre ellas, se encuentran los desarrollos freudianos acerca de la subjetividad femenina que han quedado capturados por los imaginarios sociales de la época, los cuales suponían la reproducción de una lógica patriarcal que sólo otorgaba legitimidad a las mujeres a partir del ejercicio de su función social principal: la maternidad.

 

  Las paulatinas modificaciones producidas por la irrupción de las luchas feministas y los estudios de género en el escenario sociopolítico generaron un resquebrajamiento del ideal maternal como constitutivo de la subjetividad femenina, lo cual nos mueve a pensar:

 

¿Se evidencian modificaciones en el psiquismo femenino, en cuanto a la introducción de nuevos anhelos o contenidos en el Ideal del Yo? ¿De qué manera se produce la constitución psíquica de las subjetividades femeninas en relación a los cambios producidos en los enunciados que sobre ella recaen?

 

 

Un pequeño acercamiento a la constitución psíquica

    

  Para llevar a cabo una revisión sobre la constitución psíquica de las mujeres que deciden no ser madres, nos valdremos de la perspectiva exógena de la constitución del psiquismo planteada por Laplanche (1992) y Silvia Bleichmar (1993). En ella, les autores plantean 3 tiempos de constitución del aparato psíquico.

 

  En primer lugar, se ubica la implantación de la sexualidad pulsional que no coincide con el primer tiempo de la vida biológica, sino que radica en la inscripción de un exceso que pervierte lo autoconservativo e impone exigencias de trabajo al aparato psíquico convirtiéndose en su motor.

 

  Posteriormente, la persona adulta a cargo del niñe va a otorgar vías que permitan el drenaje y la morigeración de estas excitaciones implantadas; siendo este el prerrequisito prínceps para la formación de la tópica yoica.

Por este motivo es que el segundo tiempo de constitución psíquica radica en la constitución del Yo, en la primera investidura libidinal del Yo primera vez que la libido se organiza en la representación del Yo a raíz de la proyección del narcisismo parental.

 

  Y finalmente, como resultado del sepultamiento del complejo de Edipo se dará lugar al tercer tiempo de constitución del aparato que remite a la formación de las instancias ideales: el Super Yo y sus funciones ideal del Yo, conciencia moral y auto observación. Por cuestiones de extensión, simplemente nos abocaremos al segundo y tercer tiempo del desarrollo de la niña.

 

  En la fase pre-edípica se lleva a cabo la formación del Yo, cuya materialidad radica en las identificaciones primarias que se desprenden de la propuesta ontológica ofertada y/o propuesta por la madre –por ser ella el agente cultural a quien le fueron asignadas las funciones de crianza-.

 

  El género es uno de los contenidos de estas identificaciones primarias. Por este motivo, la niña va a quedar completamente transformada en ese modelo que ha incorporado, con la particularidad de que ese ideal pertenece a su mismo género. De esta manera, la representación narcisística de la niña va a tener un carácter omnipotente y perfecto –lo que conocemos como Yo ideal femenino primario– debido a la pregnancia del modelo de la madre como ideal narcisista y semejante del género.

 

  En esta etapa se puede evidenciar que la niña juega mucho a la mamá y a darle de comer a sus muñecas, cuestión que Freud planteaba como un pasaje de la pasividad a la actividad (de ser hija a cuidar y alimentar a sus muñecas) que la niña realizaba a los fines de apropiarse de esa situación e incorporarla.

 

  Ahora, cabe preguntarnos ¿las fantasías que se simbolizan en el juego radican en un deseo de penetrar a la madre y hacerle un hijo o en la expresión de una temprana feminidad, siendo la maternidad la más activa de las condiciones esperadas para su adquisición?

 

  Este cuestionamiento nos permite desamarrar el binomio establecido entre actividad y masculinidad, lo cual implica que esta escenificación que pone en juego la niña –donde se posiciona de manera activa– lejos de masculinizarla, la feminiza. “Por lo tanto, podemos sostener que en la fase preedípica existe en las niñas un ejercicio activo de la feminidad, a través de la ficción, de la fantasía, de uno de los aspectos del rol de género femenino: la maternidad” (Dio Bleichmar, 1984, p. 97).

 

  En la entrada al Complejo de Edipo dentro de lo que Freud va a denominar la fase fálica, el autor plantea la existencia de una teoría de la universalidad del pene, entendiendo a este como el atributo fálico que garantiza –en esta etapa– la máxima completud narcisista.

Esta premisa se entrama con la teoría de la madre fálica, por la cual la niña cree que su modelo omnipotente e ideal también se encuentra en posesión de este atributo.

 

  Frente al hecho traumático de la percepción de la diferencia anatómica de los sexos donde se descubre el pene real del padre –símbolo sobre el cual recae el poder y la omnipotencia–, se produce la caída de su representación narcisista –hasta ese momento cubierta de perfecciones– y de la madre en tanto ideal del género, poniendo en duda su papel narcisizante.

 

  De ahora en más –siendo el padre quien cuenta con el atributo valorizado culturalmente y que lo coloca en posición de poder– la niña esperará de él la valorización para aumentar su estima narcisista. Por lo tanto, lo fundamental no recae sobre la posesión del órgano biológico en sí mismo, sino sobre la importancia cultural de la que está revestido, lo cual erige a los hombres como jerárquicamente superiores a las mujeres y le devuelve a la niña una imagen devaluada de su género que será confirmada a través de las desigualdades vivenciadas posteriormente.

 

  Por lo tanto, la herida narcisista que supone la castración en la niña remite a la pérdida de ese Yo Ideal femenino primario y a la asunción de la devaluación de su género. En relación a esto, es que podemos pensar en un viraje de la pregunta freudiana de ¿Qué desean las mujeres? para plantearla, en otros términos:

 

¿Cómo desear arribar a la feminidad tradicional establecida como ideal –que supone la maternidad como coordenada fundamental- si culturalmente se encuentra emplazada como segundo sexo o condición inferior?

 

  Cuando podamos responder a este interrogante y modificar las condiciones sociales que perpetúan esta jerarquía, tal vez nos podamos abocar a la pregunta freudiana.

 

  Hacia la finalización del Complejo de Edipo, la niña tendrá el desafió de rearmar su sistema narcisista de acuerdo a ideales del género que le permitan forjar una feminidad valorizada y armonizar el conflicto existente entre su rol de género con su deseo sexual.

 

  En este sentido, se nos hace menester retomar los desarrollos freudianos relativos a la formación del Súper Yo, recordando que una de sus funciones remite al Ideal del Yo que se erige como una representación idealizada de lo que el Yo va a buscar alcanzar. En la niña se producirá una renuncia al Yo ideal femenino preedípico y se construirá una representación que integre estos contenidos y funcione como norte de su accionar: el Ideal femenino secundario.

 

  En relación a esto se nos imponen algunas preguntas:

 

¿Habrá forma de restituir el narcisismo por otro camino que no sea la maternidad? En la actualidad, ¿han cambiado los ideales erigidos a los que las mujeres cis-heterosexuales aspiran? ¿Han cambiado los contenidos de las instancias que entran en conflicto? Si esto es así, ¿estamos en presencia de un cambio y ampliación de los modos de resarcimiento narcisístico? ¿Qué sucede en aquellas mujeres que deciden no ser madres? ¿Qué contenidos se erigen en su Ideal del Yo del género? ¿Estos ideales entran en conflicto con sus deseos o pueden armonizarse?

    

  Me resulta estimulante dejar plasmadas estas preguntas que surgen a partir de las presentaciones clínicas actuales, a los fines de poder sostener los paradigmas y los pilares del Psicoanálisis, pero desprendiéndonos del lastre que implica la reproducción de teorizaciones anquilosadas. Entendiendo que:

 

“la clínica no es el lugar donde se produce la teoría; es el espacio desde el cual se plantean los interrogantes que ponen en tela de juicio las teorías cuyas convicciones sostenemos” (Bleichmar, S; 2000, p. 19).

 

  Por este motivo es que el cuestionamiento de los desarrollos freudianos se nos impone como un ejercicio ético. Esto implica –en primer lugar– reconocer que estas teorizaciones en su tiempo permitieron visualizar los efectos psíquicos que el sistema patriarcal producía sobre los psiquismos de las mujeres, pero que nos resultan insuficientes para dar respuesta a la emergencia de las subjetividades femeninas actuales.

 

  Teniendo la clínica como punto de partida es que, sin realizar generalizaciones absurdas y teniendo en cuenta la importancia de la singularidad de cada caso, me gustaría introducir una pequeña diferencia entre el no deseo de ser madre y el deseo de no ser madre.

 

  Esto que parece un juego de palabras resulta una diferencia importante en sentido metapsicológico, ya que cuando nos referimos a que no existe un deseo de ser madre nos estamos refiriendo a que la maternidad no es un contenido que se encuentre en el Ideal del Yo y al cual el Yo aspire a arribar para aumentar su estima narcisista o su sentimiento de grandor.

 

  Esto implica que en ese Ideal del Yo pueden existir otros contenidos susceptibles de ser investidos para arribar a las realizaciones en términos narcisistas, sin que exista un conflicto intrapsíquico entre el deseo y el Ideal del Yo. Mientras que, por otro lado, cuando nos referimos a un deseo de no ser madre, la maternidad es uno de los contenidos que se encuentra en el Ideal del Yo fuertemente investido por más que el Yo intente rehusarse de él. He aquí un proceso que acontece de manera inconciente, lo cual no permite el retiro de la investidura libidinal de ese contenido para poder ser depositado en otro.

 

  Esta diferencia conceptual nos permite explicitar la importancia de trabajar en la clínica con rigurosidad metapsicológica y lo fundamental que resulta la problematización permanente de los conceptos que forman parte del edificio psicoanalítico.

 

  En esa dirección es que, si pretendemos aplicar un Psicoanálisis que apunte al alojamiento y mitigación del padecimiento psíquico producido por un conflicto intersistémico, no debemos perder de vista el eje del conflicto y, por consiguiente, las modificaciones producidas en las variables que entran en conflicto. Por este motivo es que pensar metapsicológicamente el no deseo de ser madres que expresan algunas mujeres se nos impone como un desafío clínico y un deber ético.

 

  Si continuamos reproduciendo de manera dogmática ciertas lecturas, corremos el riesgo de no advertir los cambios producidos en el contexto actual, en las condiciones de producción de subjetividad y su impacto en los procesos de constitución psíquica; cuestión que resulta fundamental y se nos impone como exigencia de trabajo constante a los fines de generar condiciones de salud y alojar el advenimiento de nuevas subjetividades femeninas que se alejan cada vez más de los modelos tradicionales de la época victoriana.

 

 

Arte*: En el pueblo leonés de La Bañeza, los grafitis llenan de color y reivindicación feminista las paredes. La artista uruguaya “Fitz” Florencia Duran dejó su obra mensaje –en el muro inmenso de una vivienda– durante el festival de arte urbano que demoró diez días en terminar. Ha sido elegido entre los diez murales de arte urbano más impactantes del mundo en 2018.

Florencia Duran es una artista plástica Uruguaya e integra el colectivo LICUADO

                        https://www.facebook.com/florencia.duran.37/photos

 

 

Bibliografía

 

Bellucci, M., Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2014.

Bleichmar, S., En los orígenes del sujeto psíquico. Del mito a la historia, Paidós, Buenos Aires, 1986.

Bleichmar, S., La fundación de lo Inconciente. Destinos de pulsión, destinos del sujeto, Paidós, Buenos Aires, 1993.

Dio Bleichmar, E., El feminismo espontaneo de la histeria. Adotraf, Madrid, 1984.

Fernández, A.M., La mujer de la ilusión, Paidós, Buenos Aires, 1993.

Foucault, M., Historia de la sexualidad, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2014.

Freud, S., “Sobre la sexualidad femenina”, Tomo XXI, Amorrortu, Buenos Aires, 1931.

Freud, S., “El sepultamiento del complejo de Edipo”, Tomo XIX, Amorrortu, Buenos Aires, 1924.

Freud, S., “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos”, Tomo XIX, Amorrortu, Buenos Aires, 1925.

García Colomé, N., Matices sobre el Paisaje. Sobre el deseo de no ser madre. (Tesis de Maestría en Teoría Psicoanalítica). Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos, México, 2004.

Laplanche, J., La prioridad del otro en psicoanálisis, Amorrortu, Buenos Aires, 1992.

Laplanche, J., Vida y muerte en psicoanálisis, Amorrortu, Buenos Aires, 2001.

Ley Nº 26.743 de Identidad de Género. Boletín Oficial 24 de mayo de 2012. Congreso de la Nación Argentina.

Pecheny, M., Yo no soy progre, soy peronista: ¿Por qué es tan difícil discutir políticamente sobre aborto? VI Jornadas de Debate Interdisciplinario en Salud y Población, Buenos Aires, 2005. Recuperado en http://www.cedes.org/publicaciones/documentos/Salud/2005/7566.pdf

Stoller, R., Sex and Gender. Vol I, Jason Aronson, Nueva York, 1968.

 

 

 

 


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