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Psicoanálisis y violencia de género, un dialogo sin coartadas

08/12/2018- Por Irene Fridman - Realizar Consulta

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¿Qué lugar tiene en el psicoanálisis la vehiculización de la crueldad en los vínculos? ¿Cuáles son los efectos psíquicos de la violencia proveniente de un sujeto que supuestamente ama? ¿Cuál es el costo psíquico de ser un sujeto subordinado en una cultura en donde la noción de semejante parece ser adjudicada solamente a los iguales: varones blancos hegemónicos? Nominación que deja a las mujeres por fuera de ser consideradas como semejantes, por lo tanto significadas como las idénticas y como sujetos pasibles de violencia. Estas cuestiones son analizadas en este texto, desde una lectura psicoanalítica con perspectiva de género.

 

 

 

                        

                               “Manifestación” (1969)- Óleo de Mariette Lydis*

 

 

  La construcción del cuerpo teórico psicoanalítico, se realiza en un momento de crisis social y cultural de los países hegemónicos de esa época, que tiene como una de sus consecuencias, la de conmover las históricas representaciones de la feminidad y masculinidad.

 

  No puede resultarnos ajeno el hecho de que Freud construye su teoría arrojando luz sobre el padecimiento que les plantea a las mujeres el advenimiento de una forma de feminidad marcada y delimitada por el orden cultural. Tampoco podemos negar que el psicoanálisis se ha constituido en un relato que se refiere a la feminidad desde el punto de vista[1] masculino.

 

  El psicoanálisis no sólo ha descripto la construcción subjetiva diferenciada por género, sino que, de alguna manera, también ha tenido un efecto prescriptivo con relación a postulados que delinean los modos de ser atribuidos a cada género, como así también la ubicación de varones y mujeres dentro de la estructura falogocéntrica[2].

 

  Como desarrollo teórico se edifica todavía en pleno auge de la modernidad, pero cabalga en los comienzos de la posmodernidad, y trae en su seno ‒a través de la formulación de la noción de inconsciente el cuestionamiento más importante hecho hasta ahora a la noción de sujeto unificado, con todas las implicancias que ello acarrea para el paradigma moderno de un sujeto racional.

 

  Tanto el psicoanálisis como los estudios de género son dos disciplinas que interrogan acerca de cómo se construye la subjetividad sexuada dentro del orden simbólico. La primera ‒que comienza su desarrollo en los finales del siglo XIX‒ da por tierra, a través del descubrimiento de la instancia inconsciente, con la noción de un sujeto regido solamente por la racionalidad de sus acciones.

 

  También interroga sobre la evolución psicosexual de los sujetos y, habilita el estudio de la sexualidad, otorgándole un status que no había tenido hasta ese momento. La formación del sujeto sexuado constituye un pilar de esta disciplina. Como tal, da cuenta de los avatares que los sujetos deben atravesar para alcanzar la asunción de la posición sexuada en cada género.

 

  En el año 2000 un encuentro realizado en Francia denominado “Estados Generales del Psicoanálisis”, interrogaba acerca del momento histórico que atravesaba esta disciplina y cuáles eran las cuestiones que se planteaban en la actualidad.

 

  En este encuentro Derrida (2000) puntualizó y alertó acerca de la resistencia del psicoanálisis a pensar los órdenes de la crueldad, demandando una revisión y actualización de esta teoría en función de este flagelo. Hoy a 17 años de este encuentro, todavía no se ha visto este trabajo, y la crueldad ha aumentado ante la crisis global del sistema capitalista patriarcal, por lo que nos debemos un análisis profundo no solamente de sus raíces, sino de sus efectos en el psiquismo.

 

  Retomando la escucha de Freud, quien encuentra en el malestar de las mujeres los sujetos que dieron origen a su ciencia, debemos escuchar que tienen para decir, y en función de esta escucha, pensar y reflexionar teóricamente acerca de esto, para que los psicoanalistas con perspectiva de género podamos trabajar con paradigmas que tengan en cuenta el efecto de la estructura patriarcal de este orden simbólico, en el psiquismo de los diferentes géneros.

 

  Son las mujeres y otros colectivos no hegemónicos los que hoy nos traen padecimientos y malestares que podríamos decir que están motivados en alguna medida por la lucha de poder entre los sujetos que pertenecen al colectivo hegemónico y quienes han sido subordinados históricamente a ellos.

 

  En este sentido las voces rupturistas de estas experiencias vitales, nos obligan a interrogarnos por ciertas cuestiones que en nuestra práctica se presentan diariamente, y que no son sido tenidas en cuenta, permitiendo enriquecer nuestra concepción de los avatares psíquicos de los sujetos que padecen la dominación en todos sus aspectos, o los sujetos que padecen la dominación y la exclusión del orden heteronormativo aceptado por el patriarcado.

 

  ¿Cómo leer los efectos de la crueldad en el psiquismo, en donde a mi entender se transgreden dos leyes fundamentales de nuestra cultura, el tabú del incesto, la históricamente denominada ley del padre y la noción de la ética del cuidado al semejante, que denominé irónicamente la ley de la madre.

 

  Voy a empezar con el efecto que acarrea ser víctima de abuso incestuoso: en el mismo momento en que el padre abusa, sexualiza el cuerpo de la hija perdiendo esta su condición de hija, y el victimario su condición de padre.

 

  Es por esto que retomando el concepto de cuerpos abyectos de Judith Butler (2002) definí la vivencia del ASI como productor de una representación en las víctimas de un cuerpo abyecto, porque quedan transitando en dos realidades, por un lado un sujeto atravesado por el tabú del incesto y por otro un cuerpo obligado a transitar por fuera del orden simbólico imperante.

 

  Las mujeres abusadas aprenden a desautorizar al yo (Stern, 1991), los recuerdos que son disociados, muchas veces no es que no aparezcan en la conciencia, sino que surgen escindidos de afectividad y por lo tanto vaciados de contenidos (Fridman, 2005, 2007).

 

  Lo que se ha desmentido en estas narraciones no ha sido casual, sino que ha tenido que ver con la desautorización que históricamente han tenido algunos colectivos para poder denunciar ser víctimas de violencia.

 

  Si el incesto se da en la frecuencia que lo encontramos, es por lo que Celia Amorós (1991) definió como, “el espacio de las idénticas”, lugar que el orden cultural reservó a las mujeres como grupo indiscriminado. La noción de “las idénticas” aludiría a un contrato social en el cual las mismas son seres intercambiables tanto entre unas y otras, como dentro de la diferencia generacional que habilitaría la práctica incestuosa.

 

  Al ubicar a las víctimas en el lugar de las idénticas, cae automáticamente la constitución edípica, arrasando con el tabú del incesto y con la necesaria diferencia generacional productora de subjetividad y de espacio deseante.

 

  ¿Han tenido en cuenta las teorizaciones psicoanalíticas estas implicancias?, ¿han tenido en cuenta los desarrollos teóricos, estas implicancias para cuando la víctima incestuosa es un niño varón? ¿No hay acá una deuda impaga todavía en los desarrollos teóricos?

 

  Pasemos a otro aspecto que no ha sido suficientemente desarrollado, y es el que tiene que ver con los efectos de la violencia en el psiquismo.

 

  Uno de los aspectos que ha sido más dificultosamente estudiado es el que hace al efecto de las experiencias de terror que padecen las víctimas de violencia de género, si tomamos en cuenta los estudios que se han llevado a cabo en lxs sobrevivientes del terrorismo de Estado y/o de víctimxs del Holocausto, podríamos interrogarnos acerca de la similitud que tienen los efectos de uno y otro padecimiento.

 

  Podríamos llamar traumática a una situación en donde una persona impone a otra por diferentes estrategias una realidad psíquica que es ajena al individuo y que arrasa las necesidades propias, afectos etc. En este sentido es muy importante que el terapeuta no desconozca la condición real y traumática del suceso porque si esto sucediera estaría revictimizando a la persona que lo consulta.

 

  Si bien tenemos en los estudios acerca de los efectos del trauma en el psiquismo la noción de stress post traumático, es interesante señalar una diferencia esencial entre esta noción y los efectos de este tipo de violencia, porque lo que marca un punto diferencial es que, en esta última, el trauma es producido por una persona, no accidentalmente, sino con una intencionalidad especifica.

 

  Tanto en la tortura política, como la tortura que se lleva a cabo dentro de un vínculo, el daño es infringido por una persona con deseo de someter a otra. En este sentido es que cobra nuevamente importancia la noción de lo personal es político, caro al feminismo, ya que la violencia política se replica en la vincular, y viceversa, la violencia que observamos dentro de los vínculos se replica en la política.

 

  Todos los autores que trabajan con la noción de trauma desde lo social hacen hincapié a que lo que fortalece la condición traumática y o catastrófica para el psiquismo, está apoyado por la retirada de la asistencia del orden social a las víctimas.

 

  Junto con esto debemos tener en cuenta que el abandono que lleva a cabo el entorno social con las víctimas, produce un efecto traumático perenne que es el descreimiento de la noción de semejante, o sea que lo que se pone en duda es la noción del otro como sostén.

 

  Silvia Amati Sas (2006) expone que lo que se descubrió en las víctimas del nazismo, es que reconocer que lo que padecieron fue llevado a cabo por otros seres humanos, genera una profunda destrucción, quizás irreversible, de la esperanza en la naturaleza humana, lo que se pierde para siempre es el “objeto benevolente complementario”. Vínculos objetales de base sobre los que se construyen el self y la esperanza.

 

  Este tipo de daños muchas veces se torna indecible porque no se puede procesar, pero lo indecible habla en otro lenguaje. Pero siempre habla, nunca desaparece.

 

  Si las mujeres tenemos un “alerta femenina” por el solo hecho de ser mujeres, en donde monitoreamos permanentemente la realidad para detectar las señales de peligro, ¿podríamos postular que las mujeres y otros colectivos pasibles de violencia presentamos una tendencia  paranoide?

 

  La violencia padecida y la amenaza de la violencia a padecer, parece constitutiva de nuestra subjetividad. ¿Esto está conceptualizado por el psicoanálisis?

 

  En el caso de las víctimas de violencia esta alerta es constante, porque intentan prevenir el episodio de violencia. Intento profundamente fallido porque una de las estrategias del terror, es producir la deposición del fenómeno psíquico de anticipación yoica.

 

  Por último, ¿qué podemos pensar del surgimiento del sentimiento de vergüenza, tanto en víctimas de violencia como de ASI?, ¿podemos seguirlo leyendo como producto de conflictivas edípicas intrapsíquicas?, o debemos ya complejizar su abordaje pudiendo dar cuenta de que la vergüenza es un sentimiento que sucede posteriormente a las situaciones vividas, cuando las victimas vuelven a ser introducidas en el orden simbólico reinante y deben confrontar su yo, con lo que han sido obligadas a hacer para conservar la vida?

 

  En las situaciones límites, en la encerrona trágica, como bien lo ha denominado Ulloa (1995) las víctimas son llevadas a hacer cosas en muchos casos aberrantes, en esos momentos cuando todas las legalidades son arrasadas, las victimas negocian, pero cuando salen de estas situaciones, la mirada de quienes las escuchan, y el orden legal que se vuelve a imponer, las confrontan con un sentimiento de vergüenza por lo que han sido obligadas a llevar a cabo.

 

  Por último, quisiera finalizar como empecé esta presentación, Derrida demandaba pensar en la crueldad desde el punto de vista psicoanalítico, hoy actualmente la crueldad se ha instalado.

 

  Franco Berardi (2016), considera que la asunción de un psicópata como Donald Trump se puede explicar como resultado de la reacción de las masas de hombres blancos empobrecidos y que han perdido su poder hegemónico.

 

  Actualmente, un manual de teoría política expone el modo de debilitar al adversario por medio de estrategias de terror, postulado que esta es la mejor estrategia para derribar al adversario, ya que lo que se busca es la demolición de la persona. Es interesante señalar que nadie se ha escandalizado demasiado con este postulado, que tiene una similitud con las estrategias que pergeñan los victimarios que ejercen violencia de género.

 

  Si tenemos en cuenta que la crisis del patriarcado ha puesto en cuestión el poderío histórico del colectivo masculino hegemónico, podemos pensar que los vínculos entre los géneros hoy no están exentos de esta práctica de violencia y que el fenómeno de crueldad que estamos observando en este momento replica los fenómenos de crueldad política, con una cierta aceptación del orden social, asustado por perder las prebendas del poder.

 

  Para finalizar, así como Freud leyó el malestar de la cultura para poder teorizar acerca del malestar subjetivo, ¿no es hora de que el psicoanálisis se aboque prontamente a leer los efectos de la crueldad en el psiquismo para poder dar cuenta de las nuevas producciones de malestar psíquico?

 

 

Nota: este material se corresponde con desarrollos del libro de próxima aparición: Agonías impensables. Psicoanálisis y Violencia de Género. Ed Lugar.

  

Imagen*: Mariette Lydis (1887 - 1970). Pintora e ilustradora austríaca que vivió en Argentina desde la década del ‘40. Su obra figurativa (retratos, desnudos) ha tenido trascendencia mundial.

 

 

Bibliografía

 

Amati Sas, Silvia: (2006) “Recuperar la vergüenza”, en Violencia de Estado y psicoanálisis. Puget, J.y Kaes, R. Ed Lumen.

Amorós, Celia: (1991) Hacia una crítica de la razón patriarcal. Madrid. Ántropos.

----------: (2008) Mujeres e imaginario de la globalización. Homo Sapiens.

Berardi, Franco: (2016) Generación post alfa, Tinta Limón, Buenos Aires.

Butler, Judith: (2001) Mecanismos psíquicos del poder, Paidós, Buenos Aires.

------------: (2002) Cuerpos que importan. Buenos Aires. Paidós.

Derrida, Jacques: “Estados de Ánimo del Psicoanálisis. Más allá de la soberana crueldad”. Conferencia Inaugural de los Estados Generales del Psicoanálisis. París. Junio 2000.

Fridman Irene: “Poner en palabras lo traumático: Mujeres sobrevivientes al abuso sexual”, en “Cuestiones de Género. De la igualdad a la diferencia”, Rev. del Seminario Interdisciplinar de Estudios de las Mujeres. Universidad de León. Nº 2 2007. León España

 

----------: (2007) Sobrevivir al incesto. Poner palabras a lo traumático. En Miradas sobre el Género, Leonor Oliva, Nelly Mainero (comps.), Universidad Nacional de San Luis.

---------: (2005) “Elaborando lo siniestro: Violación e Incesto su efecto en los equipos de atención”,  en Delitos contra la integridad sexual –documento 3 del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

 

---------: (2005) “Lo siniestro de la cultura. Trabajando con violencia sexual”, en Aportes para la intervención desde el sistema público de salud. CECYM y British Council.

 

Ulloa, Fernando: (1995) Novela clínica psicoanalítica. Ed Paidós. Buenos Aires.

 

 



[1] Tenemos que tomar en cuenta que la noción de punto de vista es cara al feminismo porque permite pensar quién es el narrador y desde qué lugar está sustentado ese relato. Esta noción se contrapone a la de relato único hegemónico.

[2] El sentido de este término proviene de la noción del privilegio masculino de enunciar, de considerarse los varones los dueños del logos y desde allí prescribir lo esperado para cada género. Quienes gozan del status de sujeto fálico designan qué es verdad. Desde este lugar los varones hétero designan a la mujer como lo otro.


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