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“Soy un hombre con vagina”

30/08/2017- Por Pilar Errázuriz Vidal - Realizar Consulta

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A propósito del film “El camino de Moisés”: ¿Qué haría un o una psicoanalista con Ana/Moisés como paciente? ¿Siendo el psicoanálisis una disciplina que antes que nada se refiere al sujeto del inconsciente y no a un “tratamiento” del Yo? ¿Podemos pensar que el sujeto del inconsciente de Ana, el mismo que de Moisés, ha sido habitado por el Yo en su imaginería, y que el espejo y el imaginario son más fuertes que su “ser-deseante-de-ser” y que lo condicionan? ¿O, que el ser-deseante-de-ser no puede desarrollarse sino es por intermedio del Yo al nivel imaginario y a nivel del cuerpo?...

 

 

 

                              

 

 

“Era el mejor de los tiempos era el peor de los tiempos”.

  Charles Dickens, en Historia de Dos Ciudades (1859)

 

   

Acerca del video: “El Camino de Moisés”[1]

 

  En los tiempos en que Ana era una niña, la sociedad española aún no se cuestionaba el negociado de los géneros atribuidos a la diferencia sexual. Se nacía, crecía, sufría y gozaba según una creencia ciega en lo que se inscribía en el Registro Civil. Cierto es que los feminismos estaban en su esplendor y que las mujeres se interrogaban la razón de una jerarquía inquebrantable: varón superior a niña, mujer inferior a hombre. No sabemos si esta desigualdad ya estaba en el bagaje subjetivo de Ana, pero sí en aquel de su hermano mayor, sorprendido de que tan solo una niña como ella pudiera defenderse y jugar tan bien como un varoncito. Ana tenía amigas, quizás igual de osadas, pero en su interior la niña renegaba de su condición de tal: usar traje de baño de varoncito era uno de sus caprichos.

 

  Según crecía en edad y sabiduría, Ana esperaba que un buen día se despertaría varón. Grande fue su desilusión cuando, en lugar de aquello, la naturaleza le concedía pechos, y un físico femenino bastante estético. Fue entonces que el repudio por ser mujer invadió su subjetividad y decidió que en realidad era un hombre aprisionado en un cuerpo de mujer. Para entonces sobre Barcelona ya soplaban otros vientos, aquellos de la diversidad y de la emancipación del género prescrito. La marcha del orgullo gay era una explosión anual que removía los cimientos conservadores de la península. Hombres trasvestidos campaban por sus fueros para admiración de hombres y mujeres; las plumas eufóricas de la marcha hacían que los y las ciudadanas desearan estar allí, desearan terminar con el conservadurismo y la moralina. Amas de casa sonreían al ver pasar las turbas alegres y desafiantes de gays y lesbianas, y quizás, más de alguna o alguno, se habrá interrogado acerca de su subjetividad.

    

  Las Instituciones aún se interrogaban qué hacer con este fenómeno ¿social? ¿Sexual? ¿Conductual? Reprimir a tantas y tantos estaba fuera de orden. La Dictadura había terminado hacía décadas… Las autoridades se interrogaban, al mismo tiempo que España se insertaba en una Unión Europea de carácter liberal y, por qué no, más moderna. No se podían guardar valores del pasado. De modo que el tema de la diversidad sexual cabalgó junto a los feminismos para hacerse valer. Con su mayoría masculina, léase varones trasvestidos, transexualizados en mujer, mujeres en hombres, se lograron imponer en menos tiempo que las feministas que aún luchan hoy por sus derechos: ellos encontraron en la colectividad una mayor empatía. La Disforia de Género, nomenclatura que no patologiza, diagnóstico que manejan los centros médicos para favorecer la conversión trans financiada por el Sistema de Seguridad Social, es motivo de compasión y no ya de escándalo. Quizás porque el chaleco de fuerza de los géneros es repudiado conciente o inconscientemente por la mayoría de los sujetos, surge una identificación con quienes se rebelan a ello.

     

  Ana comienza su proceso de cambio de sexo por la ingesta hormonal y la cirugía de los pechos. Convertida así en un cuerpo que a primera vista es masculino, Ana deja atrás su nombre y deviene Moisés, en este caso no salvado de las aguas como en la Biblia, sino salvado de ser mujer. Su abyección por su nacimiento como mujer resulta evidente en sus relatos, y se confirma por comentarios de compañeros de trabajo que comprenden por qué Ana/Moisés quiso subir en la jerarquía transformándose de mujer a hombre. Pero aún le falta algo a Moisés hombre, y es el pene. Desnudo frente a otros de su sexo, sería ridiculizado. Aún no lo tiene todo y esto le preocupa sobremanera.

   

  Freud, en su carta a la madre de un joven homosexual de 1935 –y que valga la extrapolación– no se preocupa por la inclinación sexual del joven, sino por las dificultades que puede experimentar en la sociedad. No pretende una cura para su “perversión” sino proponer un espacio de esparcimiento para lograr preparar al Yo para tal destino. Hasta hoy, el psicoanálisis institucional califica de perversa la homosexualidad y de psicótica la transexualidad. Ahora bien, Moisés no parece estar psicótico, sino que se presenta como un individuo que en su búsqueda ilusoria, se propone como un yo real otro, o sea, un yo masculino, idealmente con pene. Consulta a una psicóloga por su inquietud, quien le muestra los riesgos del implante de un pseudopene, que es calificado de “colgajo” por los médicos a quienes acude, y que, siendo una prolongación artificial del clítoris por un injerto, arriesga perder la facultad orgásmica. Frente al detalle: tener una vagina, en lugar de pene y arriesgar el orgasmo por un “colgajo”, Ana/Moisés opta por el hermafroditismo: declara, soy un hombre con vagina.

 

  ¿Qué haría un o una psicoanalista con Ana/Moisés como paciente? ¿Siendo el psicoanálisis una disciplina que antes que nada se refiere al sujeto del inconsciente y no a un “tratamiento” del Yo? ¿Podemos pensar que el sujeto del inconsciente de Ana, el mismo que de Moisés, ha sido habitado por el Yo en su imaginería, y que el espejo y el imaginario son más fuertes que su “ser-deseante-de-ser” y que lo condicionan? ¿O, que el ser-deseante-de-ser no puede desarrollarse sino es por intermedio del Yo al nivel imaginario y a nivel del cuerpo? ¿Será también que el caso Moisés ilustra lo que Freud pensara a última hora en su “Análisis terminable e interminable” acerca de la abyección de lo femenino como lo común a ambos sexos? Si así fuera, ¿en qué nivel se da esta abyección? El compañero de trabajo que felicita a Moisés por su ascenso de categoría de mujer a hombre, ¿se refiere solo al imaginario social o también al orden simbólico?

 

  Sin contar con que la conversión sexual no hace sino confirmar el peso del binarismo, sea a nivel simbólico como imaginario y real, ¿dónde quedan los esfuerzos postmodernos por borrar la diferencia y escapar del binarismo centro/margen como pretende Derrida, entre tantos otros?

Y la pregunta para nosotras/os psicoanalistas feministas o de género, ¿qué escucha prestar a un sujeto del inconsciente que se ve obnubilado por el espejo de lo real de los sexos, como si ese cambio en el cuerpo fuera el final del camino de búsqueda del objeto perdido? ¿Se constituye su cuerpo reconstruido en el objeto anhelado como compensación de la falta producto de la diferencia sexual?

   

  Cuan fácil ha de ser para el psicoanálisis institucional de calificar a Ana/Moisés de psicótica/o y escapar así de este entuerto. Ni siquiera Freud osa diagnosticar al joven homosexual sino acepta que frente a lo social esta diversidad puede resultar incómoda. Reconociendo el orden simbólico patriarcal, Freud, de algún modo confiesa saber los avatares de la bisexualidad, de la feminidad abyectada y de los mandatos de género.[2] No será él quien nos dará carta blanca para teorizar sobre estos temas. Sin embargo, nosotros-as psicoanalistas del género tenemos aún mucha tela que cortar, mucho que bordar, y mucho que tejer en esta red de pensamiento compartido.

   

  Finalmente, nos cuenta Moisés, que fiel a su nombre, emigra a América Latina para mostrar el camino a aquellos trans-masculinos que existen prisioneros de los prejuicios, para confortarlos en su decisión, en su proceso y en su inserción en la sociedad.

                                                   

 

 

 

 



[1] Video disponible en Youtube, de Documentos Tv “El Camino De Moisés”, Documentos Tv Rtve es A La Carta 1 Publicado el 3 dic.  https://www.youtube.com/watch?v=EFG-z4jrEDw

 

 

[2] Con respecto a la feminidad Freud advierte sobre tres destinos para la mujer: uno conduce a la inhibición sexual o a la neurosis; otro, a la transformación del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad; y el otro, al fin, a la feminidad normal”. Esta última presupone que la niña advierta “en seguida la diferencia [de no tener pene como el pequeño varón] y –preciso es confesarlo- también su significación. Se siente en grave situación de inferioridad”, en Freud. S. “La Feminidad”, Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1981 p.3172.

 

 

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