» Historia Viva

                                         Dibujo de Esteban Serrano*

  Como muchos archivos, los de la historia del psicoanálisis suelen abrirse por motivos inescrutables. A veces, los dueños de la llave parecen haber sufrido reminiscencias o haberse sentido de pronto viejos o ávidos de protagonismo o con la certeza de que quedó cumplida alguna fecha mágica.

  Sea por lo que fuere, el pasado 23 de abril, a diez días del centésimo veinteavo aniversario del nacimiento de Jacques Lacan, Jacques-Alain Miller lanzó una serie de tweets que así comienzan:

“Ha llegado el momento de hacer pública toda esa montaña de papeles que lacan me confió decidir qué hacer con ellos. Yo, JAM, juzgo y decido que el público tendrá acceso a todo.”

  La noticia electrificó la comarca de los analistas. “Es un momento histórico para el psicoanálisis”, subrayará el comunicado del Consejo de la École de la Cause Freudienne et des ACF. “Quedamos a la espera de la orientación y pasos a seguir sobre un proyecto que tiene una marca de acontecimiento”, responderá el Consejo de la Escuela de la Orientación Lacaniana, y las siguieron otras manifestaciones de justificado entusiasmo.

  Pero con todo lo que ya hay para leer de Lacan, ¿qué falta nos hace esa montaña de papeles que incluiría borradores de los escritos, papeles de apoyo que Lacan llevaba a los seminarios, anotaciones en los márgenes de libros, correspondencia, el diario de sueños durante su análisis con Loewenstein, credenciales institucionales y vaya a saber qué más?

  Joyce decía “Al genio se lo descubre en los borradores”, en el sentido de que un estilo o el curso de un pensamiento se nos revela mejor cuando tenemos ocasión de observar los cambios que su autor introdujo, en el pasaje de los borradores al texto definitivo. Y esta máxima metodológica tanto más vale frente a párrafos enigmáticos, como los que abundan en el mismo Joyce y en Lacan.

  De manera que la promesa de J-A Miller no puede sino llenar de entusiasmo a cualquier lacaniano. No debemos, entonces, preguntarnos acerca de qué falta nos hace, sino –seguidamente veremos las razones–, preguntarnos acerca del cuándo, el para qué y el cómo se cumplirá.

¿Pero cuándo lo hará?

  El magnético anuncio del 23 de abril nos recuerda otros similares que quedaron en la nada. Particularmente el de 2001 cuando, a propósito del centenario de Lacan, Miller anunció la inminente publicación de unos Cahiers Jacques Lacan, que irían dando a conocer esa preciosa montaña de papeles.

  No salió ni un solo número. De ese tesoro escondido, en los últimos treinta años él solamente reunió y dio a conocer los invalorables documentos del libro Escisión, Excomunión, Disolución, publicados en español en 1987, y antes fragmentariamente, en francés, entre 1976 y 1986.

  De ese hábito de postergación y retención es muy señalada la publicación a cuenta gotas de los tomos de los Seminarios de Lacan, iniciada en 1973 y aún inconclusa. De esas entregas también se escucharon arranques de entusiasmo de Miller, semejantes a los de los últimos tweets.

  Así, el 19 de enero 2011, en su seminario El ser y el Uno, comentó: “Quedan otros ocho por publicar. Trataré de convencer al editor para que vayan apareciendo a razón de dos por año. Como las intenciones de su parte son las de seguir un ritmo de uno por año, cuento con la insistencia de la que sabrá valerse la vox populi, para manifestarse de manera tal que logre acelerar esa producción editorial y dispongamos por fin del séquito de los seminarios que dejó tras de sí Jacques Lacan.”

  Al contemplar nuestras bibliotecas, lamentamos que no se hayan cumplido siquiera, ni remotamente, los planes del editor.

¿Para qué lo haría?

  Preguntar acerca de o atribuir intenciones suele ser desatento; sin embargo, en esta ocasión parece prudente hacerlo y refrenar nuestro entusiasmo. Porque la publicación de esa montaña de papeles no parece conjugarse bien con el proyecto milleriano que, tanto editorial como institucionalmente, privilegia las tareas de reclutamiento.

  ¡Y muy bien lo viene haciendo! No es una mala palabra. La vida de las teorías y las prácticas no transcurre en el azul del cielo y sin reclutamiento no hay a quien transmitirlas.

  La astucia jesuítica del millerismo se ha infiltrado en universidades, hospitales y ministerios, sirviendo, por ejemplo, para reforzar la muralla con que cuenta, hoy, el psicoanálisis ante las inescrupulosas avanzadas cognitivo-conductuales.

  Lo señalo porque seguramente el abordaje de esos papeles pondrá en entredicho –como lo hacen todos los estudios logrados de la llamada genética textual– simplificaciones de la épica institucional y certezas de muchas cátedras universitarias y maestros de escuelas de analistas. Traerá el malestar de cuando cae el sentido, sacudiendo las fórmulas consagradas.

  Sin negarle originalidad a buena parte de su producción personal, es notorio que J-A Miller se impuso la tarea de centinela de esas estabilidades. Por eso, por ejemplo, en “De la micrologie”, su participación en el Coloquio “du Séminaire aux séminaires. Lacan entre voix et écrit" de 2005, bautizó irónicamente a los críticos del esfuerzo de legibilidad en su establecimiento de los seminarios de Lacan, calificándolos como lectores “micrológicos”, incapaces de apreciar debidamente el valor estratégico que cumplen las simplificaciones:

“La edición deseada por Lacan –les explica– no es una edición académica. Como dije, es una edición popular, una edición que pretende difundir el discurso analítico en la cultura contemporánea y facilitar mucho esa lectura al no sobrecargarla de glosas.”

¿Cómo se hará?

  De cumplirse en esta oportunidad la apertura del Archivo Lacan, importa saber cómo se realizará para prevenir que quede a mitad de camino. Al respecto, hay una primera respuesta en los tweets:

“No quiero ayuda del Estado, sino de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de sus siete Escuelas. Sí. Otras instituciones lacanianas más allá del Campo freudiano serán bienvenidas a participar en este monumental trabajo de edición.”

  Temo que esta iniciativa de buena voluntad acabará en interminables cabildeos, puntillosos contratos editoriales y la inevitable presencia de Miller a cargo de la curaduría de semejante monumento. Su último y alarmante tweet reza: “Exegi Monumentum aere perennius [He levantado un monumento más duradero que el bronce]”. Línea célebre de una oda autocelebratoria de Horacio...

  Los desengaños anteriores me empujan al atrevimiento de hacer una propuesta alternativa, un cómo hacerlo que, según me parece, corre con las ventajas de ser rápido, barato y sin aduanas.

Cómo debería ser el Archivo Lacan

  Creo que J-A Miller merecerá un monumento si se limita a soltar esa montaña y colocarla como páginas escaneadas en la web y disponible al dominio público. Podría añadirse a la página oficial de la École de la Cause Freudienne, lo que le sumaría mayor tránsito de visitantes y prestigio.

  De necesitar ayuda económica, bastará que cada uno de los analistas que nos encontramos en alguna escuela o institución lacaniana aportemos €1, no hará falta más para cubrir gastos.

  De lo contrario, un proyecto editorial clásico en papel tendrá grandes riesgos de acabar trunco. Porque una vez que salgan los primeros tomos de esos papeles enredados e incómodos, se verificarán ventas cada vez más desalentadoras, tal como ya sucedió con proyectos similares: Los Escritos de Jacques Lacan: variantes textuales, 1236 errores, erratas, omisiones y discrepancias en los Escritos de Lacan en español, 789 néologismes de Jacques Lacan, etc.

  Una publicación digital, en cambio, no reclamará retornos económicos importantes para mantenerse en pie. Además, permitiría mayor presencia en el mundo analítico, porque se lo podría comenzar hoy mismo e ir acrecentándolo, semana tras semana, anunciando las nuevas inclusiones.

  Una vez puesto el Archivo en la red, podrá esperarse, sin el apuro por vencimientos de recuperación financiera, que las hormigas micrológicas, de capillas millerianas y no millerianas, vayamos desentrañando la caligrafía de Lacan, precisando contextos de descubrimiento, cotejando versiones previas y ulteriores, es decir, vayamos glosando, glosando y glosando.

  Tal ejercicio escalonado no será amenazante para la concordia de las instituciones analíticas y, a cambio, les servirán de almácigo de novedades revitalizadoras.

Arte*: Dibujante y diseñador argentino. Autor del libro de historietas: “Los testigos de Lacan”.  @cienperros.  https://ar.pinterest.com/cienperros/lacan/

Del autor del presente escrito, y acerca de La historieta de Lacan:

https://ddd.uab.cat/pub/designis/designis_a2015n22/designis_a2015n22p159.pdf