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Entre la escritura y la ficción: un lugar posible

26/11/2007- Por Lucila López y Mónica Soba - Realizar Consulta

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¿Qué tiene que pasar en un taller de escritura dentro del dispositivo de Hospital de Día? ¿Tiene que pasar algo? Y cuando pasan cosas, ¿qué significan? Estas simples preguntas orientan la reflexión de las autoras de este trabajo, a partir de su experiencia como coordinadoras de este espacio hospitalario. El movimiento que va de la inercia a la producción de una incomodidad y su puesta en forma de cara al trabajo constituye el eje de estas reflexiones.


I. De elecciones y entrecruzamientos
 

    Cada una de nosotras, como parte de nuestra rotación libre, elegimos el Hospital de Día, del cual contaremos nuestra experiencia como coordinadoras de un Taller de Escritura. Repensando en este momento dicha elección y nuestro interés por el mencionado taller, creemos que no es casual, teniendo en cuenta nuestros lugares de formación: un hospital de niños y un neuropsiquiátrico de adultos. Pensamos que convergen, en la experiencia del taller que coordinamos, cierto entrecruzamiento entre la apuesta a lo ficcional y un saber hacer con la psicosis.

II. “Todo forma parte de mi mundo onírico” [1]

    ¿Qué tiene que pasar en un taller de escritura dentro del dispositivo de Hospital de Día? ¿Tiene que pasar algo? Y cuando pasan cosas, ¿qué significan? Cuando comenzamos a coordinar el taller no sabíamos mucho sobre estas preguntas; suponemos que estábamos ahí para empezar a contestarlas.

    En un principio sentíamos que “nada nuevo” se producía. En ocasiones, algo de la inercia y la abulia que predominan en las psicosis invade los espacios de taller y deja un poco desorientados a quienes los coordinan. “¿Qué pasó hoy? ¿Pasó algo?”.

    En el taller de escritura se estaba escribiendo poco. Los pacientes estaban “cómodos”: “Incomodar desde el lugar de la coordinación de los grupos constituye una respuesta a una situación que puede definirse como de comodidad, de inercia, de instalación sin preguntas en el dispositivo” [2]. ¿Qué hicimos desde nuestro lugar? Introducir una variación. Los pacientes elegían para escribir, siempre, “tema libre”. Tomamos esto, pero con una frase propuesta por nosotras que comenzara el texto, por ejemplo: “De repente...”.

    Algo de esta intervención tuvo efectos y los textos comenzaron a tener una mayor elaboración. Al decir de Elena Nicoletti, “se trata de causar, de promover con nuestras intervenciones que los sujetos se dispongan a dar cuenta en una elaboración, por estrecha que sea, de las cuestiones que le conciernen [...], sostener firmemente el ámbito grupal como elaboración de un saber” [3].
Luego dimos un paso más, y fue en la dirección acertada: cada uno debía escribir tres palabras, que luego se repartieron al azar en el grupo, y debían utilizarse para escribir un texto. Esta consigna luego derivó en el “juego de las tres palabras”, ya invención de los pacientes: entre todos elegían las tres palabras con las que cada uno creaba su escrito.
Este juego produjo una serie de talleres en los que “pasaban cosas”. En primer lugar, los pacientes se entusiasmaron: concurrían más, había mayor participación. Parecía que allí se “divertían”. Pero no en el sentido de entretenerse sino de di-versión, allí se producían distintas versiones, con las palabras se podían hacer diferentes cosas. En principio cambiarles el sentido, jugar con ellas, escribir, producir sentidos divergentes.

    En la psicosis, en la que la palabra en ocasiones se transforma en intrusiva, como las voces que todo lo invaden, en la que la palabra del Otro puede ser aplastante, poder hacer otra cosa con eso, poder jugar con eso y di-vertirse, constituye un saber hacer posible con eso, dando un lugar diverso al padecimiento.

    “Las consignas estructuran el campo, permiten que algo del sujeto surja, corriéndolo de su alienación, recortando el todo en una parte. [...] No sólo ordena[n] la tarea, [sino que] permite[n] la tercerización, terceriza[n] la alienación en la que está sumergido el paciente” [4]. Que estas palabras que vienen del otro —pero esta vez de otro semejante, otro que no aplasta— se transformen en un relato, en un texto, es permitir la apertura de otro lugar posible. “El relato de ficción permite que el sujeto psicótico se desprenda de algo, y ese algo, por ser de ficción toma distancia de sí mismo” [5].

    Cada uno se apropiaba de esas palabras ajenas para hacer algo singular, único, inédito con ellas. “Cada producto, poesía, dibujo, escrito, serían los hitos de un proceso: en cada uno de ellos el sujeto se enfrenta, no a una hechura de la fantasía, sino a un objeto cuyo sentido se le escapa al igual que el de sus padecimientos, y que por lo tanto puede ser indiferentemente abandonado, destruido, repudiado, pero también «hablado» por él y por otros, en una tarea ardua en que podrá ser reconocido, mostrado, donado. Cada producto, en su estar ahí concreto e irreversible, le propone al psicótico el trabajo de inventarle un sentido, inventándose el mismo como autor frente a otros”  [6]. El trabajo de producción de los escritos se acompañaba, al finalizar el taller, de su lectura y comentario para y con los otros, momento para compartir entre-varios lo realizado, como autores, como creadores

III. “Ahora mi amigo está encerrado pero mañana tendrá su ansiada libertad, pero ¿dónde? [7]

    No todos trabajaron de igual manera con las palabras dadas. Algunos pudieron hacer de eso un relato estéticamente bello, que podría ser considerado una producción literaria. Un relato ficcionalizado de una experiencia difícil de simbolizar. A partir de las palabras calefón, descubrimiento y vida, Marcelo escribe: “El calefón estaba apagado en la casa de mi amigo. Solamente vivía él y la desolación del paisaje, lo cual me llevó al simple descubrimiento que todo a mi alrededor estaba muerto, el paisaje, los árboles, la vida no existía. Lo único que se veía a lo lejos era una sepultura y un artista que dibujaba en el aire símbolos con un lápiz dorado. Eso fue un recuerdo que atormenta mi vida”. Marcelo cambia la primera persona en algunas partes del texto e introduce a “su amigo”. En el comentario posterior a la lectura no puede dar cuenta de lo escrito. Un poco enojado, nos dice, simplemente: “Es una invención, algo que se me ocurrió”.

    Podemos pensar que, para este paciente en particular, la experiencia de la escritura permite cierto corrimiento que lo ubica como autor de un texto, y no como objeto de cierto padecimiento. Incluso, recientemente el paciente ha comenzado a concurrir a un taller literario, por fuera del hospital.

 

IV. “Ésa fue mi pequeña aventura en un mundo que no recuerdo su nombre” [8]

    A partir de los trabajos producidos y el entusiasmo que provocó este juego, surgió la idea de la creación de una revista, como forma de compartir con otros lo escrito. Pensamos que esta apuesta implicaría un más allá del taller que facilitaría un cierto lazo con los otros, más allá del dispositivo. “Allí donde la metáfora no se ha constituido, la analogía del taller se ofrece a la apropiación del sujeto, como espacio mediador a lo simbólico, lugar de la co-construcción de un «fragmento de la realidad» humana, junto a otros como semejantes” .[9]

    No obstante lo producido por los pacientes y sus efectos, actualmente algo de la inercia con que nos encontramos al comenzar la coordinación del taller ha vuelto a instalarse. El “juego de las tres palabras” hace las veces de lo que en su momento fue el “tema libre”. Y, cuando se les pregunta sobre algún escrito para la revista, no surge ninguna propuesta posible. Creemos que quizás esto es algo característico de la clínica de la psicosis. Se tratará de volver a ponerlo a trabajar.

 

Lucila López y Mónica Soba
lucilalopez79@hotmail.com, fliasoba@ciudad.com.ar.

Trabajo presentado en las XIII Jornadas de Residentes de Salud Mental del Área Metropolitana, Buenos Aires, noviembre de 2006, en la categoría Arte y Salud Mental. Lucila López es residente de 4to. Año en Psicología Clínica del Hospital de Niños “Dr. Ricardo Gutiérrez”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Mónica Soba es residente de 4to. Año en Psicología Clínica de la Colonia Montes de Oca, Provincia de Buenos Aires.

Referencias

[1] Fragmentos de textos escritos por el paciente Marcelo en el taller de escritura de Hospital de Día, Turno Mañana, del Hospital Álvarez.

[2] Nicoletti, E., “Incomodar al grupo”, en Hospital de Día. Particularidades de la clínica. Editorial Minerva, Buenos Aires, 2004, Pág. 105.

[3] Ídem 2, Pág. 106.

[4] Neo N. y otras, en “Cómo pensar la lógica de los talleres expresivos para pacientes psicóticos dentro del dispositivo de Hospital de Día”, en Hospital de Día. Particularidades de la clínica. Editorial Minerva, Buenos Aires, 2004, pág. 121.

[5] Ídem 4, pág. 121.

[6] Maza E., “El taller y el trabajo de las psicosis”, en Psicoanálisis y el Hospital Nº 9, pág. 132. 

[7] Ídem 1. 

[8] Ídem 1.

[9] Ídem 6, pág. 133.

 

Bibliografía

BERTRÁN, G. (comp.), Hospital de Día. Particularidades de la clínica, Minerva, Buenos Aires, 2004.

Psicoanálisis y el Hospital, N° 9 y 1.

ZABALZA, S., La Hospitalidad del síntoma, Letra Viva, Buenos Aires, 2004.

D’AGOSTINO, L. y UMARAN, G., “El rol del psicólogo en un taller”, Ciclo de Charla-debate “Arte y Salud Mental”, Buenos Aires, 2001.

MILLER, J. A., “La invención psicótica”. En: LACANIAN JOURNAL. Revista Virtual de la AMP. http://www.wapol.org/index.html

LACAN, J., El Seminario, Libro 3. Las psicosis, Paidós, Buenos Aires, 1993.

SOLER, C., Estudios sobre la psicosis, Manantial, Buenos Aires, 1991.


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