» Introducción al Psicoanálisis

Carlita y Mati: de lo palpable a lo intangible

22/07/2014- Por Laura Palacios - Realizar Consulta

Imprimir Imprimir    Tamaño texto:

Estación Chacarita y un graffiti en forma de corazón enlaza dos nombres. Gruesos caracteres un poco salvajes, ligeramente imperfectos, que dan cuenta de aquello que del encuentro amoroso y sexual nunca cesa de no escribirse. Pero queda ahí, a la vista de todos y haciendo escritura: un saber cifrado, anotado en cierta pared con vista a un cementerio. Pero cifrando ¿qué?

 

  

 

“Nada, ni en los elementos ni en el sistema, está nunca solo presente o solo ausente. Hay únicamente, siempre, diferencias y huellas de huellas”.

 

                                          J. Derrida

 

 

Plazoleta porteña, Chacarita.  En un muro recién pintado de rojo (pre-campaña electoral) se lee al pasar, y tallado en letras muy blancas:

 

                                      “Carlita y Mati”

 

Alrededor del binomio se ha trazado un corazón y ambos nombres quedan atravesados (¿ensartados?) por una flecha. La inscripción llama a los ojos y voy a confesarlo: el diminutivo femenino me mató.

Ese graffiti no es el resultado de un acto apurado y fortuito. Es, sin duda, un don de amor y forma parte de un ritual de cortejo. Justamente he copiado esta cita:

 

(…)  “en el nivel etológico el macho es más a menudo el agente del cortejo, pero la hembra no está ausente, porque ella es precisamente el sujeto al que apunta este cortejo.” (Lacan, J. Libro 18, Editorial Paidós. Bs. As. 2009)

 

Su ejecutor tuvo que trabajar para dejarlo allí asentado. Su mano tuvo que guiar el trazo de arriba abajo, de izquierda a derecha. Insistir, cavar, volver a repasar el trazo. Esta letra requiere cierto esfuerzo al que se llama energón, fuerza de trabajo. Y el arte que le sirve de referencia no es la pintura, sino la glíptica (grabado en piedras finas).

Porque esos caracteres no se pintan ni se generan por depositación. Hay diferencia entre el depositar y el morder. El primero acaricia, no lesiona ni quita nada, el segundo sí. A esa letra se la rasca, se la graba, se la arranca con una punta aguda. Y parece que hay que herir el soporte: La Letra con Sangre Entra. En este caso el soporte es la impoluta pero roja pared. ¿Usó Mati un clavo, un vidrio grueso, un cortaplumas? ¿Usó la flecha que de lado a lado atraviesa el corazón? Y sí: me empecino en suponer que esto es obra de Mati, el partenaire masculino.  

Me quedo pensando en él y no puedo dejar de suponerlo adolescente, adscripto al chat, al twitter, facebook, SMS, GPS y WhatsApp. A las letras intangibles que produce el teclado digital, pero… Pero viéndose instado [1] a enlazar esos  nombres usando recursos técnicos del galán de Neanderthal. Y sin saber bien por qué, creo hallar cierta lógica en la elección de muros. El muro rojo triunfando sobre el muro de “FACE”. El muro rojo humillando la sabiduría digital, dejándola à placé en pleno siglo XXI. Repito, aquí no hubo adición (pintura) ni pantalla, ni huella gráfica: por amor y oscuramente, él necesitó rasgar, horadar, hacer un surco en una superficie material, ¿para qué?  

¿Solo para luchar contra la fugacidad y el olvido? ¿Apostando a la duración? No me parece… No me parece, aunque R. Barthes diga que el escrito “es un registro de improntas indelebles, destinadas a superar el tiempo, el olvido, el error y la mentira…” [2] ¿O fue para poner en juego cierto Saber Hacer con lo que creí entender acerca del “hueso faltante” mencionado por Lacan en el Libro 18?

Aunque he transitado aplicadamente este seminario, no dispongo de una respuesta  teórica que me satisfaga. Debe haber algo más.

Por eso voy a detenerme en un detalle. (Cuando me detengo suelo llegar tarde a clase y pido disculpas. Es que me detengo a leer graffitis.)

Detalle no menor: a medida que se tallaban esas letras, al desgastar la pared, un polvillo opaco y sutil se fue desprendiendo. Era un resto parecido a la ceniza, y se volatilizó para siempre. Se perdió para hacer lugar a los gruesos caracteres. Caracteres un poco salvajes, ligeramente imperfectos, que dan cuenta de aquello que del encuentro amoroso y sexual nunca cesa de no escribirse. Pero queda ahí, a la vista de todos y haciendo escritura: un saber cifrado, anotado en cierta pared con vista a un cementerio. Pero cifrando ¿qué? Recuerdo un viejo refrán que pontifica: DONDE HAY AMOR HAY DOLOR “…con flecha incluida”, ¿no? Un saber acerca del amor, legado por el ignoto Mati. Ese Mati que ha quitado letras a su propio nombre, que ha cedido dos espacios (a-s) para hacer lugar al exceso del diminutivo (i-t). Sé que estoy exagerando, pero estoy tentada a proponer que el punzón y la piedra son la materia “natural” para escribir sobre ciertas cosas más cercanas a la letra que al significante.  (Y no estoy pensando en lápidas.)

 

En palabras de Romeo:

¿Qué es para el Amor una muralla de piedra? A todo lo que quiere se atreve.

 …

En  vistas al desenlace de su particular biografía, yo le diría:

¡Ah! calla ya joven Montesco, no desestimes las murallas de piedra...

 

 

 

 

 



[1] Instar  significa urgir con ahínco la pronta  ejecución de algo, (pienso la Instancia de la Letra).

2 Variaciones sobre la escritura  Ed. Sudamericana Bs As., 1989 


© elSigma.com - Todos los derechos reservados


Recibí los newsletters de elSigma

Completá este formulario

Actividades Destacadas


Del mismo autor

» Psicoanalistas: ¿Por qué es fascinante la Física?
» Madame Bovary, la Otra Mujer y… una perra

Búsquedas relacionadas

No hay búsquedas relacionadas.