» Introducción al Psicoanálisis

“Del rompecabezas identificatorio al discurso delirante. Una re-lectura del caso Philippe”

28/05/2021- Por Milagros Victoria Müller - Realizar Consulta

Imprimir Imprimir    Tamaño texto:

El abordaje sugerido ‒siguiendo el modelo propuesto por Silvia Bleichmar‒ vale como acercamiento metapsicológico al caso“Philippe”, trabajado por Piera Aulagnier en el libro “El aprendiz historiador y el maestro brujo. Del discurso identificante al discurso delirante”, (1986). Allí la autora se propone abordar como una de las temáticas principales la función del Yo como constructor o inventor de una historia libidinal; rasgo paradigmático que pone el acento en la representación del Yo como red mediadora y articuladora de significaciones. Para ello, expone el caso de Philippe, un joven de 28 años que comienza a tratar. Con sus intervenciones subjetivantes realizadas en el marco del hospital psiquiátrico regido por una lógica manicomial, intentará ubicar junto con Philippe la historia de su búsqueda identificatoria, tratando de propiciar procesos de simbolización y neogénesis que apunten a la recomposición de las fallas en la tópica psíquica.

 

                                  

 

                                        Piera Aulagnier (1923 – 1990)

 

 

Su infancia como tiempo mítico

 

  En la primera entrevista, cuya duración fue de una hora y cuarto, Aulagnier comienza interrogando a Philippe sobre su infancia y este responde <he tenido una infancia maravillosa, maravillosa. Quizás demasiado soñador. Yo tenía muchos recuerdos de infancia ‒no dice de mi infancia[1], sino de infancia a secas‒ pero me los retiraron de la cabeza en Pucallpa. Alla me abrieron la cabeza (…) He sido desintegrado.>

 

  Luego de unos minutos agrega con gran emoción <hay una foto de mis padres cuando estaban en África donde yo nací. Mi padre, en esa foto, tiene por el hombro a un mono llamado uistiti, que murió un año después. Mi padre quería mucho a ese mono, murió cuando yo tenía un año.>

 

  En este pasaje, se pueden ubicar algunos indicios propios de fallas en la fundación y en el asentamiento de la representación del Yo en la tópica psíquica: la infancia como tiempo mítico idealizado, sin posibilidades de recordarla o reconstruirla, la explicación delirante de esa ausencia de recuerdos mediante la invención de lo vivido en Pucallpa, la ausencia de pronombres personales ‒fundamentalmente del mi‒ para hacer referencia a lo vivido por su Yo en el pasado ‒signo de una aparente discontinuidad‒ y la sensación de desintegración o aniquilamiento por parte de ese Yo endeble.

 

  Imposibilitado de historizar por no poder anclarse en una propuesta identificatoria tiene que inventar para no quedar arrasado. A su vez, otra cuestión llama la atención y es la conservación de un solo recuerdo de su infancia: la foto en la cual el padre tiene en el hombro a un mono. Su padre fue un hombre que, desde su infancia, había recibido una educación militar muy severa y, en ese momento de la vida de Philippe, se encontraba atravesando una depresión que comenzó en su regreso de la guerra.

 

  Por el contrario, en esta foto, Philippe veía a su padre mirando al animal sonriente y con una gran felicidad. En este sentido, teniendo una madre imposibilitada ‒por su propia historia‒ de investirlo narcisisticamente y de realizar las acciones humanizantes pertinentes para la constitución de la representación del yo, sumado a la existencia de un padre deprimido la mayor parte del tiempo, Philippe se aferra a esta imagen de un padre sonriente y se identifica con la posición del mono: querido y adorado, a condición de comportarse correctamente.

 

  Así Philippe logra encontrar en la figura de su padre un punto donde intentar anclar su Yo para autopreservarse de la catástrofe psíquica que suponía quedar librado a los embates de excitaciones endógenas frente a las cuales no tenía las llaves ‒como dice él‒ o no poseía las vías para posibilitar su drenaje.

 

  Más adelante, frente al relato enredado y lagunoso de Philippe, Piera (1986) afirma: “escuchándolo no logro aprehender ni el tiempo, ni el lugar, en que a su entender se habrían desarrollado esos acontecimientos, ni por otra parte comprender el hilo asociativo seguido por su pensamiento.

 

  Frente a ello, Philippe señala: <todo eso es demasiado complicado para explicarlo, aún para mí. Entre pensamiento y palabra… (aquí sigue un tema muy enredado relativo a la no concordancia entre la velocidad del pensamiento y la velocidad de la palabra).>

 

  El Yo nunca entra en contacto directo con la realidad, sino que el modo que tiene de conocerla y representársela es a través de las formas discursivas que la constituyen. La organización de la realidad es algo que le compete al yo como estructura discusiva. Por lo tanto, ¿qué sucede en Philippe que su yo no puede ordenar sus pensamientos para trasponerlos a palabras?

 

  Se observa una gran dificultad para transformar estos documentos fragmentarios en una construcción histórica que presente una continuidad temporal. ¿Por qué esto falla? Porque los procesos secundarios no se instalan en un entramado que opere al modo de un fondo de memoria y no existe un Yo implicado en este proceso. Esto produce como consecuencia la dificultad para ligar, organizar y significar lo que se recibe bajo las categorías de la temporalidad, la negación, etc.

 

 

El rompecabezas identificatorio

 

  Un elemento interesante que aparece en la primera entrevista y que se irá trabajando con Philippe a lo largo de todo el proceso analítico es su teoría delirante respecto de la creación de la especie humana, su lugar en ella y su destino, circunscribiendo su origen como carente de toda razón.

 

  Dice: <Está Satán y está San Pedro. San Pedro posee las llaves del Paraíso. Satán es el que espera. Yo también esperaba, ya no tenía las llaves. Pero entonces comí un cacto y me encontré en el centro de desintegración de huesos humanos. Nada de eso es explicable por la ciencia. El tiempo que es circular, yo soy el primer hombre. (…) Un rey bretón nunca puede quebrarse la cabeza, nunca debe tener un accidente.>

 

  Aquí aparece descrito parte del rompecabezas identificatorio que se presenta en Philippe. ¿Por qué rompecabezas? Porque no existe una unidad en la representación del Yo en la cual Philippe pueda reconocerse, historizarse y proyectarse. No hay una representación yoica con garantía de permanencia en tiempo y espacio, sino que la misma está fragmentada. Él es algunas veces Satán, Adán, el primer hombre, el primer robot, el origen de la especie humana pero también el responsable del final de toda vida.

 

  Esto se entrama con algunos recuerdos de su infancia, en donde se observa gran emoción en Philippe al referirse al mono al cual su padre quería mucho. También existen recuerdos respecto de un conejito ‒querido a condición de conformarse tranquilamente con la hierba que le daban‒ y de algunos juegos que involucraban a un pequeño grillo y a mariposas blancas, a las cuales él perseguía intentando imitar su vuelo. Sin embargo, Satán parece tener una posición especial y preferencial: víctima inocente de no se sabe qué catástrofe que injustamente le reprochan y le atribuyen.

 

  A su vez, en los pocos recuerdos de su infancia que puede evocar se encuentra presente un denominador común: una angustia espantosa de muerte, de aniquilamiento. Describe la existencia de olas enormes que venían del fondo de la cama, que le daban la sensación de que iba a morir y que él no tenía otra opción que entregarse a ello.

 

  Tenía dos juegos privilegiados. Uno de ellos se basaba en el descubrimiento de agujeros en la tierra que denotaban la existencia de un nido de grillos. Entonces, él con una ramita tentaba el agujero hasta el momento que veía salir y aparecer el pequeño grillo. Un día en vez del pequeño grillo, vio salir <una enorme araña negra y peluda. Tuve un miedo enorme y todavía ahora cuando se lo cuento a usted, siento que me pongo a temblar y experimento el mismo sentimiento de horror, de terror.>

 

  ¿Por qué todos los recuerdos que presenta Philippe de su infancia se refieren a experiencias de muerte o presentan la angustia persecutoria de des-ser como denominador común? He aquí un pequeño acercamiento.

 

 

Philippe y su madre

 

  El primer dato llamativo radica en la ausencia de todo recuerdo e historización respecto de su hijo, anterior al accidente. Solo nombran una fuga que Philippe había realizado a los 14 años ‒un año antes del mismo‒ que no duró mucho tiempo. Frente a la reiterada pregunta por la infancia de Philippe afirmaban que siempre había sido un niño muy juicioso, silencioso y que no había dado problemas. Indicios estos, tal vez, de un silencio martirizante para Philippe, nunca oído por sus padres.

 

  Entonces ¿Fueron llevadas a cabo las acciones humanizantes necesarias para la constitución de la instancia yoica cuya materialidad singular radica en las identificaciones primarias que otorgan una propuesta ontológica?

 

  Freud en 1914 teoriza el concepto de narcisismo primario. Lo entiende como resultado de una nueva acción psíquica que se le agrega al autoerotismo y que remite al establecimiento de la represión originaria. La introducción del narcisismo en la vida psíquica resulta una premisa necesaria y fundamental para el funcionamiento de sistemas diferenciados y para el contrainvestimiento, sin el cual el sujeto quedaría librado al ejercicio de la pulsión sexual de muerte. (Bleichmar, 1993)

 

  Esta primera investidura libidinal del Yo ‒primera vez que la libido se organiza en la representación del Yo‒ se produce a raíz de la proyección del narcisismo parental. Es decir que la generosidad ontológica de los padres al ceder una parte de su propio narcisismo, da como resultado la fundación de la subjetividad y la existencia de un ser humano diferente de ellxs. Prerrequisito prínceps para ello resulta el otorgamiento de vías colaterales ‒que no dejen a la cría humana sometida a la repetición y permitan el drenaje de las excitaciones impuestas por la operación sexualizante instauradora de la pulsión‒ que posibilitará el armando del entramado representacional donde el Yo vendrá a asentarse.

  

  En la relación de Philippe con su madre, existe respecto de él “una tentativa de desinvestimiento que ha transformado la relación de la madre y el hijo en la relación de dos robots: un robot que alimenta-un robot que traga, un robot que educa, un robot que es educado” (Aulagnier, 1986, p. 75).

 

  Si el Yo comienza a formarse a partir de un primer investimiento humanizante que se vuelca sobre la cría humana, si ser pensado y amado por otra/as persona/as resulta la condición fundamental para la metabolización de enunciados identificatorios que den origen a la representación del Yo, a sus aspectos amorosos y ligadores, ¿qué sucede en la infancia de Philippe?

 

  La falta de propuestas identificatorias que provengan de adultxs significativxs, frustran la formación de una unidad yoica que permita establecer diferencias entre sí misma y lo demás, entendiendo a lo Icc y al mundo exterior como algo que deviene externo y extraño sólo si el Yo adquiere esta singularidad.

 

  La mirada perdida, no humanizante de la madre deja librado al niño a la presencia de lo atacante de lo pulsional. En este sentido, “la pulsión de muerte, del lado de la madre, es déficit de narcisización hacia el hijo. Es la ausencia en la madre del deseo de vida, de la vida como proyecto humano, lo que se plasma en la cría como muerte” (Bleichmar, 1993, p.161).

 

  Esto se observa, cuando Aulagnier interroga a la madre de Philippe sobre si había lamentado no poder amamantar a sus hijos y ella responde sorprendida: < ¿por qué lo lamentaría?, si yo no tenía leche y ellos nunca tuvieron problemas de alimentación.>

 

  ¿Qué relación tiene este déficit de narcisización con la ausencia de teorías sexuales infantiles, en el caso de Philippe? Su falta de interés respecto de la sexualidad radica en que las agencias representantes de la sexualidad autoerótica, no encuentran su fijación y sepultamiento al Icc y, por lo tanto, no devienen algo extraño que el Yo intentará cercar.

 

  Las fallas en la operatoria de la represión originaria para clivar el aparato y propiciar el funcionamiento de sistemas diferenciados, junto con las fallas en la constitución del Yo como instancia anclada en una propuesta identificatoria, no permiten al Yo la incorporación de algo en lo que se reconoce como diferente de los demás y, por lo tanto, no se constituye la lógica de negación y oposición por la cual el Yo es esto y no lo otro.

 

  En esto último radica la puesta en marcha del enigma, en la cual el Yo comenzará a interesarse por comprender y abarcar lo extraño. Si nada deviene extraño y el Yo no está anclado en una representación que le permita saber quién es, no se constituye el interés por conocer el mundo, su Icc y aquello que lo rodea.

 

  Los fracasos en la operatoria narcisista y, por lo tanto, la instalación fallida del Yo producía en Philippe sentimientos de riesgo de aniquilamiento constantes que lo dejaban librado al ejercicio de la pulsión sexual de muerte, sin que exista un Yo que pueda teorizar para contrainvestir su ejercicio. Aquí el problema de la locura es inseparable de la pregunta que el sujeto se formula por su identidad (Mannoni, 1976).

 

  No hay un sujeto capaz de delimitar y tolerar el enigma. Por este motivo es que para Philippe la pregunta por el origen y por su identidad resulta desestructurante y, por ello, da lugar a la emergencia del rompecabezas, ya que lo enfrenta a la ausencia de identificaciones ontológicas que le otorguen la posibilidad de anclarse e historizarse.

 

  Por eso es que en el marco de la primera entrevista afirma: <somos todos marionetas, entidades electro biológicas creadas inútilmente. Por eso yo soy también Adam y también Satán el que no tiene padre >. Ante la indicación de Piera de que Adán tiene un creador, agrega < yo no he visto mi nacimiento, ahora quiero ver mi muerte.> El enigma del nacimiento, momento impensable para él, en tanto contingencia azarosa -no deseada- se liga al de muerte, el cual pareciera ser su destino.

 

 

Philippe y su adolescencia. El accidente automovilístico

 

  Previamente se han expuesto las condiciones necesarias -pero no suficientes- para el advenimiento de una psicosis. La potencialidad en este caso se trabajará la psicótica remite a las posibilidades y recursos del Yo para hacer frente a futuros conflictos y/o encuentros que se puedan presentar. (Aulagnier, 2001)

 

  En el caso de Philippe, la ausencia de un entramado firme sobre el cual el Yo pueda asentarse llamado fondo de memoria los déficits en la función narcisizante, el rompecabezas identificatorio, la fallas en la operatoria de la represión originaria y, por tanto, en el funcionamiento de sistemas diferenciados, constituyen los prerrequisitos del fracaso del Yo en sus posibilidades ligadoras para hacerle frente a las exigencias conflictuales.

 

  La irrupción abrupta de la pubertad y los trabajos psíquicos que esta demanda pondrán a prueba la capacidad metabólica del Yo, pudiendo resultar desestructurantes. Se podría decir que, con cimientos endebles, el edificio corre mayor riesgo de derrumbe. En el caso de Philippe se ilustrará que el enfrentamiento de su Yo con fallas que desconocía hasta el momento fundamentalmente identificatorias producirán como consecuencia el refugio en la psicosis y la formación de una fortaleza delirante que operará como trinchera de la representación del Yo.

 

  Para Ilustrar esto se citará a continuación un pequeño fragmento de la entrevista entre Aulagnier y Philippe.

 

  En el marco de la primera entrevista, Philippe dice <Un rey bretón nunca puede quebrarse la cabeza, nunca debe tener un accidente>. Piera lo interroga acerca de este accidente y él le informa que un año antes de irse a Perú tuvo un grave accidente de auto. Sin embargo, afirma: <ese accidente no fue importante, cuando digo que hay un rey bretón que no debe tener accidentes me refiero al que viví en Perú, en Pucallpa donde he sido desintegrado. Allá en el Perú tuve (…) como un agujero en la cabeza, alguien me desarticulaba los huesos de la muñeca, querían quitarme algo.>

 

  En la historia relatada por los padres, se puede pesquisar el impacto que tuvo el accidente automovilístico en el modo de concebir a Philippe. Producto de él los médicos les dijeron a sus padres que no creían que sea capaz de sobrevivir y que si lo hacía iba a quedar inválido. En virtud de ello, se solicitó la donación de sus órganos. Petición a la cual los padres aceptaron y cuando se estaba por concretar, Philippe se despertó del coma. Cuando lo hizo no recibió más que reproches de sus padres por el accidente y había quedado reducido al estado de un bebe dependiente: <era como un bebe de tres años. Hablaba como un bebe> afirma su madre.

 

  Luego de ello, durante su periodo de recuperación, su madre no recuerda prácticamente nada de él: si lo ayudaron a caminar, si lo hacía con muletas o en una silla, etc. Antes del accidente no hay historia, por eso todas las explicaciones y teorizaciones acerca de lo que le sucedía a Philippe son reconducidas este acontecimiento. Sus padres creían <haber hecho todo lo posible> y veían difícil la posibilidad de seguir ocupándose de él. Motivo por el cual él se encontraba instalado en la institución psiquiátrica, luego de su repatriación.

 

  Una de las primeras cuestiones que llaman la atención es la afirmativa de su madre de donar los riñones cuando Philippe todavía seguía vivo. Esto ilustra una de las cuestiones ya trabajadas: la imposibilidad por parte de su madre de dar vida e inscribir a Philippe en un proyecto humano. Es decir que un acontecimiento como lo fue el accidente activa desde el polo de lo real en su madre un deseo de no dar vida que ahora se estaba cumpliendo.

 

  Por este motivo es que la serie accidente-coma-muerte del niño que lo precedió del cual no se conserva recuerdo-nacimiento de un disminuido resulta fundamental para ubicar las premisas fundamentales de lo histórico-vivencial en Philippe, ya que el despertar de su accidente pasa a coincidir con su nacimiento: es como un lactante al que hay que cuidar y darle de comer. Por eso resulta muy precisa la expresión utilizada por Piera de “lactante monstruoso que habita el cuerpo de un hombre de 18 años”.

 

 

Traumatismo y refugio en la psicosis

 

  Un año y medio después del accidente, ocurre un acontecimiento que provoca su partida a Lima. Caminando por la calle se encuentra con la mirada de un joven peruano frente al cual se le impone la idea de que tiene que abandonar su vida en Francia e irse a vivir a Perú. Según Philippe su partida estaba justificada por la promesa del peruano de que una chica lo esperaba allá, pero este motivo no resulta suficiente para comprender su certidumbre de tener que irse inmediatamente.

 

  Entonces, ¿Qué histórico-vivencial activa la mirada de este joven en Philippe? ¿Podríamos otorgarle el carácter de traumático a este encuentro? ¿Con qué fallas lo confronta?

 

  Desde Freud a esta parte existen diversos modos de concebir y teorizar al traumatismo. Por cuestiones circunscriptas a los límites de extensión de este trabajo, se tomará aquella relativa a los desarrollos de Bleichmar en la cual se podría definir el traumatismo por la relación existente entre el impacto de una determinada vivencia o acontecimiento, el aflujo de excitación desencadenada y las posibilidades ligadoras del Yo. (Bleichmar, 2010)

 

  Esto quiere decir que el traumatismo no se monta sobre la predisposición infantil como un eslabón más, no desencadena algo ya existente, sino que produce algo nuevo aun cuando pueda activar algo anterior. Supone una saliencia que implica una fractura de los modos defensivos empleados ‒hasta el momento‒ por el psiquismo, a los fines de obtener estabilidad. En este punto, es que el traumatismo reproduce la situación inicial de desvalimiento: deja impreparado al sujeto frente a los grandes montos de cantidades hipertróficas que lo avasallan.

 

  Por este motivo, la particularidad de lo traumático y sus efectos no se agotan en lo acontecido en la realidad objetiva sino en el modo en que eso se inscribe en una estructura de partida, provocando fracasos en las posibilidades defensivas del Yo para procesar esas excitaciones. Cuestión que pone de manifiesto la centralidad del concepto de realidad psiquica para abordar los efectos de lo traumático en cada sujeto en particular.

 

  En el encuentro que Philippe tiene con este joven, el papel que desempeña su mirada lo confronta con la ausencia de una mirada humanizante en los primeros tiempos de su vida. A su vez, activa la ausencia de todo sueño o proyecto narcisista pensado por sus padres para su futuro. Es decir que este acontecimiento activa una falla en el entramado simbólico de la representación del Yo: la ausencia de una propuesta ontológica. Sin embargo, el efecto traumático del encuentro no se agota allí, no se reduce a lo que esta vivencia activa, sino a su imposibilidad de construirse como experiencia.

 

  El Yo no opera como representación que otorga una garantía de permanencia a través del tiempo y del espacio porque no está regido bajo la lógica de los procesos secundarios. Una vez que lo vivido se inscribe no hay posibilidad de apropiarse de ello, unificarlo e historizarlo.

 

  Esto producirá una fractura de las posibilidades defensivas con las que contaba el Yo para reequilibrar el aparato psíquico, con la particularidad de que, en la psicosis, el estallido yoico es precedido por movimientos defensivos extremos ante el embate irreprimible de lo Icc que avanza en un proceso de desmantelamiento psíquico.

 

  Esto se observa en el intento de mimetización que emprende Philippe respecto de la figura de este joven, mediante el cual intenta ‒fallidamente porque no logra un reequilibramiento de la economía psíquica‒ contrainvestir los embates de estas excitaciones para sostener la representación del Yo.

 

  A su vez, llama la atención la irrupción brusca de un destino grandioso que se le impone, por el cual decide viajar inmediatamente. Por este motivo es que no duda ni un segundo en irse a Perú con este joven, a los fines de aferrarse a su mirada para sostener su representación narcisista. La mirada como significante lo confronta con significaciones ontológicas que nunca fueron metabolizadas en la representación del Yo y, al mismo tiempo, activa lo histórico vivencial acontecido en su infancia venciendo las posibilidades de contrainvestimiento yoico.

 

  La inscripción de este acontecimiento provoca una ruptura de las posibilidades defensivas y ligadoras del Yo frente al conflicto identificatorio que no puede resolver y como resultado se produce un refugio en la psicosis. “Así el lícito decir que el yo se ha defendido de la representación insoportable mediante un refugio en la psicosis. (…) El yo se arranca de la representación insoportable, pero esta se entrama con un fragmento de la realidad objetiva y, en tanto el Yo lleva a cabo esta operación, se deshace también, total o parcialmente, de la realidad objetiva” (Freud, 1894, p.60).

 

 

Sistema delirante

 

  En la segunda entrevista que Philippe tiene con Piera le revela el motivo de su partida de Lima a Pucallpa, lugar donde tuvo el brote psicótico. No había sido por indicación de las voces como Philippe había dicho en otra ocasión sino por un acontecimiento que aniquiló los recursos yoicos. La vivencia consistió en que una muchacha con quien tenía una relación amorosa le había prestado un libro de psicología pensando que esto lo podía ayudar a que se sienta mejor, sin contemplar la posibilidad de que podía poner al Yo en riesgo de derrumbe.

 

  Philippe dice: <Lo leí y todo en mi cabeza se embrolló. Fue como una tempestad.> Este acontecimiento remite a la segunda relación que había tenido en su vida con una joven, la primera había sido previa al accidente. Sin interesarse hasta la irrupción de la pubertad por cuestiones relativas a su historia, su nacimiento y su sexualidad, el embate puberal comienza a exigirle dos trabajos psíquicos fundamentales: la elección de objeto y la asunción de su identidad.

 

  En los primeros meses de relación con ella había logrado cierta estabilización hasta que tuvo esta vivencia que despertó una angustia extrema que puso a la representación del Yo en riesgo de aniquilamiento, motivo por el cual huyó a Pucallpa despavorido.

 

  En los momentos previos a la irrupción del delirio, Philippe le comenta a Piera que asistió a una reunión en Pucallpa donde le hablaron de un cacto llamado San Pedro cuyo efecto alucinógeno era extraordinario, a condición de que no debía consumir la parte central del mismo. Philippe dice: <cuando salí de esa reunión, me precipite a buscar uno de esos cactos, cogí y abrí su fruto y me unté la totalidad del cuerpo con su jugo. Era un gusto infame, incalificable, uno no puede expresarlo.>

 

  ¿A qué se debe la inmediatez con la que sale en la búsqueda del cacto? ¿Qué representaciones habían sido activadas en lo dicho o sucedido allí? ¿Qué efecto buscaba producir con su consumo? ¿Acaso trataba de evitar la catástrofe psíquica que suponía el desmantelamiento de su Yo a raíz de los desprendimientos de angustia producidos?

 

  En el historial no hay datos sobre lo acontecido y escuchado en esa reunión, pero probablemente haya tenido una asociación con la lectura del libro, pudiendo desprender grandes montos de angustia que se intentaron aplacar y suprimir con el consumo del cacto. Por lo tanto, su consumo remite a un intento de no sucumbir frente a los embates de las olas de muerte que desde su infancia lo amenazan y que, ahora, son activadas por su relación con las vivencias recientes.

 

  ¿De qué modo intenta preservarse? Ingiriendo una sustancia que lo haga sentir seguro de sí mismo, todo poderoso, capaz de alimentarse y autoengendrase: <la ingestión de algo que me volvía más fuerte, que me daba un poder parecido al de Dios> y le permitía ser <un San Pedro a quien Dios le ha dado las llaves del reino.>

 

  De este modo, ya no necesita un creador, sino que puede protegerse a sí mismo bebiendo el cacto y cubriéndose con su sustancia. Cobertura que, tal vez, apunta a la construcción de una membrana anti-estímulo para-excitación que lo proteja, poniendo coto a aquello que amenaza con destruirlo.

 

  Parece un intento desesperado que responde a la precariedad de su corteza psíquica antiestímulo como unidad protectora del Yo, la cual quedaba constantemente efraccionada, sin posibilidad de filtrar lo recibido, ni ligar desde el interior del aparato aquello que lo perforaba.

 

  En otro fragmento, Philippe narra respecto de su vivencia en Pucallpa: <Es ahí donde supe qué era la muerte, todo el tiempo que estuve allí fue un cara a cara con ella, me sentía una especie de cobayo al que unas fuerzas querían destruir o como un cobayo al que pedían que se destruyera.> El consumo del cacto activa la progresión de las excitaciones pulsionales implantadas mediante el ejercicio de la función sexualizante.

 

  Las mismas, ahora devienen atacantes producto de que no logran su fijación y sepultamiento al Icc por obra de la represión originaria ya que, en el momento en que fueron implantadas, no habían sido acompañadas por el otorgamiento de vías colaterales que permitieran su drenaje y morigeración.

 

  La ausencia de ello deja a la cría humana sometida a la repetición vinculada a los únicos modos conocidos para posibilitar la descarga, impide el asentamiento del Yo sobre una red firme, dificulta el establecimiento de la represión originaria y, por lo tanto, obstaculiza la tarea de contrainvestimiento a cargo del sistema Prcc encargado de estructurar los ordenamientos espacio-temporales.

 

  Enfrentado así con unas fuerzas que amenazaban con destruirlo y, por lo tanto, con la posibilidad de la muerte psíquica, construye un sistema delirante como trinchera para resguardar la representación del Yo. Dice: <Allá en el Perú tuve como un agujero en la cabeza, alguien me desarticulaba los huesos de la muñeca, querían quitarme algo.>

 

  ¿Qué era aquello que querían quitarle o qué quería quitarse? Todos aquellos recuerdos de su infancia y acontecimientos que ponían en riesgo de aniquilamiento la representación del Yo. Los recuerdos de su infancia, los detalles del libro leído y el encuentro con el joven peruano pasan a ser parte de los recuerdos que “le arrancaron de la cabeza” y que no podrá recuperar.

 

  “El Yo se arranca de la representación insoportable, pero esta se entrama de manera inseparable con un aspecto de la realidad objetiva, y en tanto el Yo lleva a cabo esa operación, se deshace también, total o parcialmente, de la realidad objetiva” (Freud, 1894, p.60). Hace como si ellos nunca hubieran comparecido y en su reemplazo “el delirio se presenta como un parche colocado en el lugar donde originariamente se produjo la desgarradura en el vínculo del Yo con el mundo exterior” (Freud, 1924, p.157).

 

  Luego de la emergencia de su discurso delirante, sucede su primera internación en un hospital psiquiátrico en Lima, su repatriación y los encuentros con Piera Aulagnier en el marco del hospital Sainte-Anne.

 

 

Historizar y simbolizar: el foco de las intervenciones

 

  El caso Philippe aporta mucha riqueza en términos teóricos, técnicos y éticos. Piera Aulagnier, lejos de retroceder ante la complejidad del caso, lo aborda con mucha audacia partiendo de la premisa de que el discurso de Philippe -bastardeado tanto por sus padres como por las instituciones psiquiátricas- merece ser escuchado.

 

  Desde el inicio, la autora marca la importancia de tres condiciones para llevar a cabo el análisis en el marco de instituciones psiquiátricas. La primera radica en no reducir al sujeto a su diagnóstico. La segunda remite a la importancia de dedicarle tiempo, cuestión por la cual las entrevistas con Philippe tenían una duración de una hora y cuarto aproximadamente y se realizaban todas las semanas. La última condición y fundamental implica no perder de vista la repercusión de la lógica institucional sobre el sujeto.

 

  Cuestión esta última, que resulta privilegiada al momento de pensar el tipo de intervenciones que se deben realizar: donde la institución aliena, la intervención debe ser subjetivante. ¿Qué implica ello? Se tratará y, particularmente en las psicosis, de que el sujeto comience a formular demandas que nunca ha expresado por temor a desmantelarse, propiciando paralelamente los procesos de simbolización de los que carece.

 

  A lo largo del caso, la analista se dispone a bucear en las profundidades del psiquismo de Philippe e intenta permanentemente ofrecer simbolizaciones que provean al Yo de recursos para poder anudar significaciones a aquello que lo expone al riesgo de aniquilamiento.

 

  Con sus intervenciones apunta a la construcción de un pasado, al fortalecimiento yoico en su función de constructor de una historia libidinal, en la cual intenta ubicar junto con Philippe, las causas de su sufrimiento. Por eso gran parte del trabajo se centra en el desarrollo de la infancia de Philippe y la relación con su madre y su padre.

 

  La comprensión de los déficits de narcisización de los que Philippe fue víctima en su infancia, presta las bases para el entendimiento del desmantelamiento yoico propiciado por las vivencias de su adolescencia. 

 

  Por ese motivo es que Piera Aulagnier interviene buscando estas fallas acontecidas en la historia libidinal de Philippe para, luego, ofrecer simbolizaciones que permitan la captura en el campo representacional de lo acontecido y sus efectos. Simbolizaciones a las que Philippe por sus propios medios no puede arribar, si no es a través de un adultx que las proponga.

 

  ¿De qué manera? Ofertando teorizaciones respecto de lo acontecido y proponiendo ligazones respecto de las excitaciones que lo compulsan, a los fines de producir cierta estabilidad yoica. El proceso de cura implica, fundamentalmente en este caso, un trabajo sobre lo desligado y un intento de recaptura a través del análisis para arribar a una mejor organización del sujeto en la tópica psíquica.

 

 

Referencias bibliográficas

 

Aulagnier. P., El aprendiz historiador y el maestro brujo. Del discurso identificante al discurso delirante, Amorrortu, Buenos Aires, 1986.

Aulagnier. P., La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado. Amorrortu, Buenos Aires, 2001.

Bleichmar, S., En los orígenes del sujeto psíquico. Del mito a la historia. Amorrortu, Buenos Aires, 1984.

Bleichmar. S., La fundación de lo Inconciente. Destinos de pulsión, destinos del sujeto. Amorrortu, Buenos Aires, 1993.

Bleichmar, S., Clínica psicoanalítica y neogénesis. Amorrortu, Buenos Aires, 2001

Bleichmar, S., El psicoanálisis extramuros. Puesta a prueba frente a lo traumático. Amorrortu, Buenos Aires, 2010.

Freud, S., Las neuropsicosis de defensa. Amorrortu, Buenos Aires, 1894.

Freud, S., Introducción del narcisismo. Amorrortu, Buenos Aires, 1914.

Freud, S., La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis. Amorrortu, Buenos Aires, 1924.

Mannoni. M., El psiquiatra, su loco y el psicoanálisis. Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1976.

 



[1] La aclaración y bastardillas son mías.

 


© elSigma.com - Todos los derechos reservados


Recibí los newsletters de elSigma

Completá este formulario

Actividades Destacadas

La Tercera: Asistencia y Docencia en Psicoanálisis

Programa de Formación Integral en Psicoanálisis
Leer más
Realizar consulta

Del mismo autor

» Mujeres que deciden no ser madres, lecturas psicoanalíticas con perspectiva de género

Búsquedas relacionadas

» Piera Aulagnier
» caso “Philippe”
» hospital psiquiátrico
» investimiento humanizante
» déficit de narcisización
» historizar
» simbolizar