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El Uno concentracionario

12/11/2018- Por Marcelo Esses - Realizar Consulta

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El tiempo de alienación del sujeto a advenir se encuentra convocado al pasaje por la pérdida del en sí de dos substancias heterogéneas: el organismo y el lenguaje. Dimensiones que van a cobrar el valor de lo Uno, aún compacto, completo, consistente, no imbrincado, ni enlazado… Lo irreductible de la voz cursará en el escenario de lo político-social, hacia complejos trayectos que se bifurcarán. Por un lado se encarnará en la voz del Fürer como máxima y siniestra expresión en su versión de voz de mando presente en un hipnótico líder, haciendo una compacta masa. Entretanto lo compulsivo de la pulsión esta vez se volcará al mercado y sus mercancías de la tecnociencia. Hacer masa al igual que encajarse en objetos de goce, plasman versiones de un borrar la barra del sujeto, como de fijarse en una substancia de goce resistiendo a su giro y caída.

 

 

 

    

                       Escena del film “Tiempos Modernos”*

 

 

   Agamben en Homo Sacer nos dice:

 

“No es, pues, un azar que un pasaje de la Política sitúe el lugar propio de la polis en el paso de la voz al lenguaje… La pareja categorial fundamental de la política occidental no es la de amigo-enemigo, sino la de nuda vida-existencia política, zoe-bios, exclusión-inclusión”.

 

  El tiempo de alienación del sujeto a advenir se encuentra convocado al pasaje por la pérdida del en sí de dos substancias heterogéneas: el organismo y el lenguaje. Dimensiones que van a cobrar el valor de lo Uno, aún compacto, completo, consistente, no imbrincado, ni enlazado.

 

  Un Uno hermético que es perforado en la puesta en relación de ambos campos. Chance entonces del pasaje del Uno al Otro, de la marca muda al significante, del lenguaje a su puesta en orden discursivo, de la voz a la palabra, no sin quedar tallado por los irreductibles restos y su traumatismo. Ensambles comandados por una lógica de la inadecuación.

 

  En tanto efecto de la constitución del sujeto, el cuerpo será escrito por parciales pulsiones, cuyo recorrido resguarda lo inalcanzable de la satisfacción lograda.

 

  En el “Malestar en la Cultura” Freud enuncia:

 

“… toda renuncia pulsional se convierte entonces en una fuente dinámica de la conciencia moral, toda nueva renuncia a la satisfacción aumenta su severidad y su intolerancia… tesis paradójica…”.

 

  Baño de la Cultura que producirá como consecuencia, una voz y un goce incapturables por lo simbólico y lo inacabado de la insatisfacción. En cuanto a la voz cursará como uno de sus destinos, el superyó, anhelando restituir un todo del lenguaje.

 

  Mientras su otro sendero, el de la pulsión se configura articulado en los términos de una gramática verbal desde los tres tiempos, de la voz activa, media y pasiva, en donde, sus primeros dos dan cuenta de una gramática del verbo aún sin sujeto, acéfala, siendo recién en el tercero cuando se cristalizará con la dignidad del fantasma. Pulsión que pretenderá fallidamente un todo goce en el cuerpo.

 

  Desde aquí invito a ubicar cómo lo irreductible de la voz cursará en el escenario de lo político-social, hacia complejos trayectos que se bifurcarán, por un lado se encarnará en la voz del Fürer como máxima y siniestra expresión en su versión de voz de mando presente en un hipnótico líder, haciendo una compacta masa.

 

  Por otro, lo que de la voz aún no se articuló al sujeto en la pulsión, presente en los modos de su voz activa y media en Lacan, y así también en sus dos primeros destinos prerepresivos en Freud: la transformación en lo contrario y la orientación hacia la propia persona, que propongo a ser leídos en los términos del autoerotismo y el narcisismo respectivamente.

 

  Desde la perspectiva del escenario de lo político-social, lo compulsivo de la pulsión esta vez se volcará al mercado y sus mercancías de la tecnociencia. Lathouses, ventosos gadget, adictivos, hasta algunas veces seductoramente letales. Hacer masa al igual que encajarse en objetos de goce, plasman versiones de un borrar la barra del sujeto, como de fijarse en una substancia de goce resistiendo a su giro y caída.

 

  Si el líder se centraba en la era del Estado total, va a ser la mercancía la candidateada a ocupar el lugar de consistir al Uno del Mercado. Siendo ambos a su vez lo que de la voz aún no calló, ni cayó, Eso habla allí, delimitando un decir que sufre demora. Modos de suturar la hiancia del Malestar en la Cultura en tanto causa desbordante del movimiento de la marcha de la historia.

 

  Formas de cristalizar al Uno compacto de goce e imaginariamente unificante, impidiendo el curso hacia el Uno contable y a lo partitivo del hay de lo Uno. Lugar de la fe de la religión del padre ideal, del uno fuera de serie, conformando Iglesias y siempre acoplado a la fuerza del Ejército, coartada del impostor que desmiente como el cero lo antecede.

 

  Se establece una inevitable construcción de tal creencia del Uno, incansablemente trabajada por el goce del a-cosado esclavo, enmarcado en una trágica encerrona del sin fuga del dolor del desamparo.

 

  La lógica del amo clásico quedará escasa ante los tiempos posmodernos y del capitalismo neoliberal. El Uno concentracionario, aquí se consolidará en maneras aún más compactas. Ya que si el amo clásico ambiciona subsumir todo saber hasta el poder del absoluto, el amo actual del discurso capitalista va por el saqueo del saber y el goce, aglutinado en virales corporaciones hacia el Uno concentracionario total.

 

  Lacan enuncia en “Del discurso psicoanalítico”, 1972 en Milán:

 

“No es que yo diga que el discurso capitalista esté mal, es al contrario algo locamente astuto… No por esto está menos consagrado a reventar… Es insostenible en un truco que podría explicarles…una pequeñísima inversión entre el S1 y el S barrado… eso marcha sobre ruedas… demasiado rápido, eso se consume…”.

                                                    

  La mencionada inversión de letras del discurso amo en el discurso capitalista desaloja al sujeto del lugar de la verdad, interrumpe el lazo entre significantes que promueve el decir y su relación al saber, empuja al sujeto a una relación directa y suturante con el objeto, cristalizándolo en el goce. Discurso capitalista que hace cortocircuito con lo imposible, rechazándolo y retroalimentándose sin giro, corte, ni caída, engordando de goce sin saciedad.

 

  Si lo concentracionario es el goce, va a ser el sujeto y los otros lo desechable y de allí su ininterrumpido movimiento de segregación y exclusión social. El desenlace de los lazos significantes y sociales predispone a un estado de labilidad que la dirige a la condensación de los otros en los nuevos campos de concentración de la pobreza local y migratoria. Los desplazados, exiliados de la morada del Otro de la palabra y la ley.

 

  Desde esta perspectiva disiento en la ubicación que formula Lacan entre la plusvalía de Marx y su plus de goce, en tanto homólogos, ya que si en la plusvalía se establece la pérdida del valor de uso y su recuperación en el de cambio, su lógica tiende ininterrumpidamente a la acumulación. Mientras el plus de goce se rige por una ecuación de constante pérdida y recuperación, erigiéndose como causa del deseo.

 

Un informe de la ONG Oxfam publicado en el diario Clarín determina que el 1% de los más ricos del mundo han acumulado el 82% de las ganancias en el año 2017. Contundente vigencia de la plusvalía y homenaje para los doscientos años del natalicio de Marx en el año en curso.

 

  En la actualidad el capitalismo ha girado de su versión moderna e industrial, a la posmoderna y financiera. El capital ya no solo se acumula por la plusvalía que se le expropia al trabajador, sino como consecuencia de la globalización de los mercados de trabajo, de producción y financieros. Donde los trabajadores pueden ser fácilmente sustituidos por otros de menor costo en cualquier parte del mundo, al igual que el emplazamiento de las fábricas como la permanencia de los capitales.

 

  Estado de vulnerabilidad del mundo del trabajo y la producción que genera una permanente amenaza y/o disolución de los lazos laborales, promoviendo un nuevo modo de lo concentracionario, fronterizado con crueles muros de la exclusión tanto entre clases sociales como entre pueblos naciones.

 

  Desde hace varias décadas una multiplicidad de autores intentan dar cuenta de este estado del asunto: era del vacío, los no lugares, lo viral en tanto primacía de la metonimia por sobre la metáfora, lo líquido, la nuda vida, el biopoder, remarcan una declinación del campo simbólico a cambio de un modo concentracionario ejercido sobre los mismos cuerpos.

 

  La actual dialéctica del amo y el esclavo, sitúa a un amo que ya no le alcanza su irónica risa cuando registra como caen las monedas producto de la plusvalía en su bolsa, sino que el magnate actual y sus gerentes de turno configuran anónimas sociedades que les permite contrabandear y esconder su titularidad de la riqueza. Un anónimo, sin rostro, ni nombre.

 

  Nuevo impostor que suple el padecer un cero a la izquierda con lo infinitesimal de los ceros a la derecha. Un amo marcado por la sin vergüenza y la sin culpa, señal de la falla en el re-mordimiento de la pulsión con el significante. Renegación de la verdad y la deuda con el otro.

 

  Mientras el goce del esclavo, se pondrá en juego, no solo como trabajador mal pago, desocupado, sino además en tanto adicto al consumo. Un sujeto ajustado y aplicado, nuevo disciplinamiento de la tecnociencia, encajándolo en el vano entretenimiento de sus aplicaciones. Paradojal dramática de un mercado que ya precisa a causa de su capital intensivo menos trabajadores y a todos consumidores. Expulsión de la dimensión de trabajador y ciudadano por la de consumidor.

 

  Considero que es tiempo de recordar el vigente poema de Bertolt Brecht:

 

“Primero se llevaron a los judíos,

pero como yo no era judío no me importó.

Después se llevaron a los comunistas,

pero como yo no era comunista, tampoco me importó.

Luego se llevaron a los obreros,

pero como yo no era obrero, tampoco me importó.

Más tarde se llevaron los intelectuales,

pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.

Después siguieron los curas,

pero como yo no era cura, tampoco me importó.

Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde”.

 

  El neoliberalismo arrasa, hace estragos, desmantela, desaloja: jubilados, niños, mujeres, trabajadores, pueblos originarios, extranjeros, pequeñas empresas, profesionales, investigadores, maestros, discapacitados, enfermos en estado agudo o terminal y a tantos innumerables otros.

 

  Para el psicoanálisis la política es el síntoma, lo que acontece en tiempos de neoliberalismo, es que el discurso capitalista al empujar al goce, promueve una clínica que por lo menos en su presentación del potencial analizante, concurre mucho más situado en posición de inhibición, angustia o aún peor, adicto a su goce.

 

  Allí el Psicoanálisis hoy queda convocado a una ética de “hacer síntoma”, en tanto condición de posibilidad para un análisis y la experiencia del inconsciente, un reanudar el enlace con el decir y con el otro.

 

  Invito a pensar si esta ética no lo convoca también a interpelar a los arrasadores discursos y prácticas de la época antes de que sea demasiado tarde.

 

 

Nota*: film mudo de Charles Chaplin (1936), con Paulette Goddard.


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