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Jaques Lacan: ¿homenaje o tributo?

02/08/2021- Por Demetrio Demirdyian - Realizar Consulta

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Valga el presente desarrollo cómo homenaje y expresión de algunos aspectos centrales del entramado conceptual y estilístico de Jacques Lacan en el 40 aniversario de su partida. Su extraordinaria honestidad intelectual más su exigencia de rigor es lo que lo va haciendo cada vez mas freudiano. Se trata de recobrar lo más vivo, una extracción de lo fundamental que además perdure en el tiempo…

 

                 *

 

 

 

“Las treinta velas con que se anuncia una flota en el ejemplo vuelto célebre por ser lugar de la retórica, por más que velen treinta veces el cuerpo de promesa que porten retórica o flota, nada hará que un gramático o un lingüista haga de ello el velo de Maya. Nada hará tampoco que un psicoanalista confiese que al hacer su juego de mano sin levantar este velo sobre el oficio que administra, se rebaje al rango de prestidigitador. No hay esperanza…”

 

                         Respuesta de J. Lacan a la Pregunta III en “Radiofonía”.[1]

 

 

“Y tú, lo quieras o no, tienes que soportar ser medida.”

 

                         Protágoras en “Teéteto”, Platón. 

 

  

Pantalla y siembra de discursos

 

  Si hay un “Acontecimiento Lacan” este está signado por su producción tanto escrita como oral que no constituye un Universo pero sí un mundo. Mundo Lacan que nos interpela con su “logos”. Logos griego, que si bien es un término muy abarcativo, indica la pretensión al universal sin alcanzarlo. Los latinos lo traducen por ratio et oratio, razón y discurso”[2]. Las treinta velas por flota de la “célebre” metáfora también muestra sus límites para definir, sólo por el sistema simbólico, a los “pliegues, bordes y lo periférico que devine central”[3] de una producción inacabada, macedoniana por su estilo y que busca ser interpretada por un lector interrogado por la misma.

 

  Lo “periférico que deviene central” va a tener un nombre, dado por el mismo Jaques Lacan, que nos implica en cualquier tarea que abordemos ya que, según definió, lo más íntimo está en exterior de una lengua que es la del Otro, siempre exiliada, siempre inmigrante. Así lo tan problemático del discurso analítico como “extraterritorial” deviene en una exterioridad radical a la vez que íntima y no nos deja escapatoria para sopesar la conflictiva humana que con el nombre de sujeto es nuestro objeto en la aventura analítica. Sujeto Lacan, pero mejor, sujeto a Lacan, a su producción como verdadera homenajeada. 

 

  El confinamiento oscuro, casi antitético al oxímoron “espléndido aislamiento” freudiano de los inicios de su descubrimiento, en el que se encontraba el psicoanálisis, recibe al momento de declarar una nueva legalidad para su discurso con su “Retorno a Freud”, una interpretación audaz. Lo que justamente J. Lacan llamó “extraterritorial”[4] nos otorga un sostén topológico[5] a aquello que no se sabe cuándo empieza ni cuándo termina o cuándo uno está afuera o adentro de determinado discurso. Pregunta moebiana que permite pensar en el exilio de la lengua del que somos producto. Resta saber cómo nos llegó esa palabra, esas letras. Es el problema de la transmisión.

¿De qué manera nos llegó y cómo intentamos subjetivar la transmisión de quien hoy homenajeamos su enseñanza? 

 

  Para tal razón pretender trazar genealogías es comenzar por un lugar engañoso. Remitirse a un origen, que además de perdido, sabemos que es una apelación que no confiere ninguna legitimidad ni autorización. El discurso analítico al que se dedicó nuestro homenajeado para extender y formalizar su alcance en la Cultura no se transmite a través de las vías de sucesión ni por herencias que sólo harían acentuar el criterio endogámico del mismo.

 

  Es fijar una posición comenzar un homenaje que ya desde el epígrafe, tomado de un escrito del autor, dice de lo concernidos que estamos en alojarnos en alguna adscripción deudora a su discurso. Pero pegarnos a su letra invocando “principio de autoridad” es arriesgar la impostura que sólo nuestro deseo reduce. “Principio de autoridad” que por supuesto no lo es de autorización según lo que el maestro formuló apuntando a cómo se autoriza un analista por sí mismo… y no sin algunos otros. El agregado en éste último párrafo lo es para insuflar aire y que no se haga emblema de auto-engendramiento que nos llevaría de vuelta al mito del origen que no hay. 

 

  Homenajear a J. Lacan es tener en claro que su figura estará entorpeciendo de continuo nuestro propósito cómo “un autorretrato del que el artista no ha tenido la elegancia de abstraerse”. Esto sería poniendo en negativo lo que el escritor Julio Cortázar cita aceptando que él mismo cree no haber tenido esa elegancia. Elegancia de la abstracción imprescindible como “pago por su persona” que el analista deba poner en acto en su praxis.[6]

 

  Pero todo no es obra del maestro. Dando un gran salto temporal y visto en su diacronía es posible apreciar que el desfallecimiento de su imagen, sólo para tomar un aspecto, resulta a veces, pocas o muchas, no sabemos, impedida por el sostén de una pantalla que él mismo erigió durante largos años de su enseñanza y que cuando cerca del final de su vida quiso, se interesó, en ver qué pasaba con aquellos a quienes su persona no hiciera pantalla a lo que enseña[7], un mecanismo o artefacto como aquel de las mareas  

de “La invención de Morel”[8], lo mantuvo y lo mantiene vivo en la pantalla para consolidar con imaginerías próximas a las de un rebote especular al infinito sin caída verdadera de la imagen, el no-saber de unos versus el saber de otros, obstaculizando que su matema gane, según su propio deseo expresado, y que no deja de ser una objeción al ideal de una transmisión integral alejada del dogma.[9]

 

  El “mentismo” es un término de la vieja Psiquiatría, usada para describir el vértigo ideativo e imaginativo de la manía, pero que nos puede venir bien para el caso siendo que grafica con su definición lo especular a lo que alude esta primera versión de la pantalla como desfile de imágenes: “Proyección cinematográfica vertiginosa de recuerdos vividos en estado de duermevela” o “Actividad mental durante la cual las ideas y las imágenes desfilan por la conciencia en forma rápida y casi incoercible”. Mientras para la Psiquiatría clásica la imagen es engañosa y mentirosa, para el Psicoanálisis Lacan guarda otras definiciones que son claves para la lectura y no desestiman la imagen figurada, dirá: “Hay que darle crédito a las figuras que se pasean en los sueños porque hacen jeroglífico”[10] es decir, escriben en la pantalla del sueño.

 

  La influencia que tuvo y tiene el personaje que fue Jaques Lacan hace que estemos  hablando y escribiendo acerca de él siendo muy generosa su figura en proveer de los elementos para ser homenajeado. Mejor hacerlo “lejos de la pompa funeraria…”[11]. Y también lejos de la mirada ontológica. Para aquel que toma el riesgo de homenajear a alguien de la talla de él la desproporción se hace evidente y sólo la ficción nos permite acercarnos y arriesgar nuestras construcciones. “La ficción está al servicio de contar verdades indemostrables, inverificables, improbables”[12].

 

  Aunque homenaje alude a hombre, no sólo se trata del hombre, sería una semblanza en ese caso, sino de quien como Freud o como Marx, son fundadores de disciplinas, de teorías y tradiciones “en cuyo interior otros libros y otros autores a su vez van a ubicarse.”

 

  Pierre Bourdieu en 1996 en “¿Qué es hacer hablar a un autor?”, leyendo la conferencia de Foucault del 12 de febrero de 1969 en la Sociedad Francesa de Filosofía: “¿Qué es un autor?”, dice que ese lugar, el lugar de autor, excede a aquel que emprende la escritura de un libro cuando se trata, viéndolo en retrospectiva, de quienes establecieron “posibilidades indefinidas de discursos”.

 

  La pregunta de Foucault habilita a pensar si la presencia del autor tras la escritura significa algún borramiento de la función sujeto o no.[13] Ya Beckett se lo preguntaba con insistencia: ¿Quién habla tras el autor? (“Textos para Nada”), revelando la pérdida de identidad entre el autor y su obra. “Es el lenguaje, y no el autor, el que habla”, R. Barthes, en 1967, “La muerte del autor”.

 

  Según el mismo Barthes “la escritura es la

destrucción de toda voz, de todo origen…”, es decir, en la escritura el sujeto no está. El texto “es un espacio de múltiples dimensiones, es un tejido de citas provenientes de mil focos. Por lo tanto, el escritor se limita a imitar un gesto siempre anterior, nunca original”, continúa el mismo Roland Barthes. La propiedad intelectual y la propiedad simbólica están en entredicho en la escritura. Claro que hay un estilo personal, pero este no pasa por firmar su trabajo.

 

  Tampoco se trata en un homenaje de la persona, que además de traer consigo la perspectiva ontológica que la idea de persona tiene, como señalábamos más arriba, bien sabemos por él y desde muy temprano también en la enseñanza freudiana, que ese compost yoico que conocemos como personalidad es algo tempranamente desacreditado en cartas y conferencias de Freud por totalizador y unitario.

 

  Una condensación de Balthus entre veneno (poison) y personalidad deviene poisonnalité, y deja a las claras lo tóxico que puede resultar la integridad de un don nadie aplastado por la personalidad cuando se detiene la metonimia que requiere el acto creativo al cancelarse la división del sujeto.

 

  Noción contradictoria con lo que vulgarmente entendemos por una “alta personalidad” en cualquier campo de la cultura, asignación esta a la que Lacan pone del lado de la paranoia por su fijeza a un Otro gozador sin falla alguna. La paranoia es La Unidad. ¿El Dios de Schreber la representa? y ¿La Unión Mundial del Psicoanálisis? Seguramente ambas cosas y cualquier unidad que implique el Universal, el Todo.

 

  La personne, en francés nadie, remite justamente a la descripción dificultosa e inaprensible donde un homenaje refiere a esa nada del ser que se trasmite mas que nada al soporte de una autoría que siempre demanda el tributo. Quizás allí podemos ver el impacto que produjo en Lacan el haber escuchado e intervenido al final de la Conferencia de Foucault sobre el autor y que luego llevó a su seminario.

 

  Durante casi 30 años, la voz de Lacan, su enunciación y el objeto de su enseñanza hicieron que la gente acudiera para escucharlo en persona, nunca le faltó público. Su voz resonaba en su seminario con valor de firma, intentaba inscribir algo aunque hablara a los muros[14] Una voz insustituible que instaba, llena de encantos y también de intimidación según testimoniaron quienes lo escucharon en la escena misma y pudieron registrar su puesta y su teatralidad esperada frente a un público que oía sin escuchar, sin interrogar.

 

  Ya lo dijo Freud, en muchos aspectos el Psicoanálisis es una continuación de la escena teatral, y antes, del juego infantil que Lacan encarnó hasta la caricatura sin titubeos uniendo el acto a la palabra hablada, dicha. Dirá en una conferencia conocida como “La Tercera de Roma”: “Soy un payaso. Tómenlo como ejemplo. ¡Y no me imiten!”. 

 

  Además de ser un gran orador, heredero de Laségue y Charcot, su voz, según un discípulo suyo, Jacques Nassif, recordaba que: “además de ser inimitable, era al tiempo áspera y aflautada, esgarrada y amanerada, académica y arrabalera, parisina y provinciana…”[15] Era el coro (que es el que narra la escena en la Tragedia Griega) y a su vez el solista que la actúa simultáneamente en una duplicidad inquietante para su público.

 

 

Dr. Jaques Lacan, Psiquiatra.

 

  El largo historial de Freud acerca de las Memorias del Presidente Schreber es publicado recién en lengua francesa en la Revue Francaise de Psycanalyse recién en 1932, poco tiempo después de: “Celos, paranoia y homosexualidad”, ambos leídos por Lacan en lengua alemana con anterioridad sin implicar una adhesión temprana a las tesis freudianas, mas bien su opinión era contraria a las mismas en ese entonces. 

 

  Justamente es lo que no vamos a poder decir de Lacan, que sea a futuro un observado ni un perseguido. Mas bien será un observador sutil que convocará y provocará fuertemente la mirada para volcarla después como un exquisito lector de signos y señales que apunten a singularizar la experiencia nutriéndose de los saberes de la época. Si no, ¿Cómo habría hecho él para intuir y llegar a configurar el lugar del Sujeto en psicoanálisis? Un sujeto sin sustancia ni identidad, como lugar evanescente en la cadena significante.

 

  Otro de sus desvelos, comprendido en la pregunta foucaultiana que ya examinamos más arriba. Alta abstracción la del Sujeto, que inexistente como noción en la obra freudiana, hizo del Yo un puro reflejo repleto de ignorancia y desconocimiento para separar la paja del fardo. Es decir el Yo, del Sujeto. Un Yo “fayuto”, “farabute” y engreído. Ese es el tango que como piedra de toque y con mucha astucia pondrá a rodar en Marienbad en 1936 donde se meterá de lleno en el debate acerca de los tiempos instituyentes del pre-edipo que era tema del momento. ¡Hay varias versiones mas o menos orquestadas del mismo Estadio del espejo!

 

  Tiempo antes de sus primeras lecturas freudianas Lacan era Psiquiatra. Y llegó a ser un psiquiatra de fuste, comme il faut. Cuando leemos acerca de esos primeros tiempos de curiosidad asombrosa sumada a una producción clínica incipiente volcada en trabajos escritos como médico psiquiatra residente con formación de 6 años, nos es perfectamente compatible suponer para el novel Jaques-Marie Lacan un futuro de “alienista”.

 

  Es en la Enfermería Especial de Alienados de la Prefectura de la Policía de París, conocida como Dépot, (depósito), donde rotó durante dos años dentro de su plan de Residencia, y forjó su observación ya que le permitió, es asombroso el dato, ver más de 1500 ingresos al mismo, bajo la atenta mirada de sus maestros durante su rotación en el año 1928 y 29, año bisagra este último para su formación.

 

  Nadie podría decir después de esto cómo se “excepciona”, es decir cómo se “desaliena” de ese discurso tan pregnante máxime luego de conocer los pormenores, del Automatismo Mental que parasita por doquier la Clínica Psiquiátrica de comienzos de siglo XX de la mano del Dr. Gaëtan Gatian de Clérambault, además de conocer la profusa semiología y cuánta clasificación había al respecto dentro o de la escuela francesa como de la alemana.

 

  Sostiene Clérambault: “el automatismo es el zócalo que espera la estatua… del parásito de las ideas delirantes”. Difícil bajarse de ahí, de ese pedestal. ¿En ese momento Lacan será parasitado por aquel “cuerpo extraño” que resultará el resorte del lenguaje mismo más tarde? Es decir, ¿en qué momento subjetivará su experiencia psiquiátrica y saldrá del Automatismo al que tanto Clerambault como Henry Ey lo reducían en un dualismo o binarismo supuestamente cartesiano?

 

  No sólo fue la influencia de Clérambault sino también la de George Heuyer, más otros tantos homenajeados en su Tesis, son 23. Pero es Heuyer, con quien firmó varios trabajos en conjunto, quien es admirativamente agasajado por Lacan en su Tesis donde llamativamente no figura el nombre de Clérambault a quien sí reconoce en otros lugares mas tarde como su maestro en Psiquiatría, rindiéndole de esta manera un homenaje paradojal y a destiempo...[16]

 

  En 1946 en el Coloquio de Bonneval y frente a Henry Ey: “de Clerambault fue mi único maestro en la observación de enfermos…”.

Más tarde en sus Escritos:

 

  “De nuestros antecedentes” será “nuestro único maestro en psiquiatría. “Su automatismo mental, con su ideología mecanista de metáfora, muy criticable sin duda, nos parece, en su manera de abordar el texto subjetivo, más cercano a lo que puede construirse por un análisis estructural, que ningún esfuerzo clínico en la psiquiatría francesa”[17].

 

  Así formulado parece una crítica anticipada, o nos hace pensar en eso, al estructuralismo por venir. Aquel que hará sistema frente a la subjetividad. 

¿Será esta otra prueba más que hace que los homenajes, que a menudo se resuelven en el elogio o el reconocimiento de la enseñanza y obra transmitida, tengan también formas paradojales cuando no contradictorias al homenajeado?

 

  Es cierto en este caso que su homenajeado había dado pruebas de no recibir de buena manera elogios de su discípulo ni mucho menos que retomen sus ideas aunque sea con inventiva y evitando el plagiarlo. “Los alumnos siempre esperan más de sus maestros y eso los mantiene como alumnos, mientras los maestros siempre exigen mas a sus alumnos cuanto mas les interesa mantener su pedestal de maestro”. Esto es una máxima paradojal que en el caso de Lacan en el reconocimiento para con su propio maestro, que resulta ambiguo y tardío, ¿avizorará para él mismo el salto a dar para ocupar un lugar que tempranamente ambiciona?

 

  En fin. Son ambos maestros, Clérambault y Heuyer quienes contribuyeron desde ese lugar privilegiado a “quitarle de encima la tontería con que el sentido común se apresta a abordar la locura”18. Tontería que como necedad o debilidad mental en el marco del discurso universitario, es un paso de “iniciación” donde comprender y abocarse al sentido rápida y precipitadamente era considerada falta grave y iatrogenia marcada. La “tontería”, la boludez, a la que hará hablar mas adelante, tenía que dejarse de lado para dar el paso hacia una “madurez advertida”, avispada. Ese es el lugar y esos son sus maestros griegos.

 

  El Dépot, como torre de observación, además del Hospital Sainte-Anne donde asistía a otras clases en el Servicio del Dr. Henry Claude, lo dotaron del “ojo clínico” que jamás cerró. ¿Otro desvelo? Voracidad del ojo que nos hace recordar el dibujo de un árbol que hará una paciente esquizofrénica que pinta, Isabella, y que figura en la clase del 06/12/62 en el seminario “La angustia”. Se trata del dibujo de un árbol lleno de ojos abiertos como Argos con la frase: “Io sono sempre vista” dice del drama del que es observado por un ojo sin parpadear.

 

  Ya lo decíamos más arriba, ¿Lacan triunfa como Freud donde el paranoico fracasa? Este parece ser un paso obligado para cualquiera que quiera poner en funcionamiento su capacidad diagnóstica en la urgencia de determinar cuadros clínicos que requieren concluir con prisa y certeramente con la confección del famoso certificado con el que se realizaba el “veredicto” que diferenciaba a locos de delincuentes y a estos de vagabundos, y sobre todo a aquellos/as que constituían el karma de todo psiquiatra: la simulación y el engaño encarnado en distintos cuadros.

 

  Esta suerte de captura de pantalla conseguida a golpe de mirada de un parpadeo, estará llena de consecuencias clínico-temporales en la praxis que emprenderá después como analista. No es mucho aventurar suponer que el tiempo lógico de duración variable de las entrevistas y sesiones con el que responderá al estandarizado como tiempo cronológico es una herramienta templada en la bigornia de ese lugar de triage (despeje y ordenamiento) por excelencia donde el tiempo de concluir apremia al observador. Se trata de otro tiempo. Un tempo que es el tiempo del tiempista que lleva consigo un cálculo lógico y que Lacan va a agregar a su cajón de sastre.

 

  Algo que también suena como puente a un próximo arribo al psicoanálisis es la observación que hace Lacan, era buen alumno y empezaba a “leer” bien a sus maestros, incluyendo en su lectura cierta dosis de malicia, y ¡nada homeopáticas! que luego va a demandar a otros, a nosotros, cuando llegue el momento de (bien) leerlo a él. Dirá: “yo soy freudiano porque discuto con él, a ustedes les toca ser lacanianos”.

 

  La observación, decíamos, que hace acerca de las teorías tan mecanicistas y organogénicas a las que suscribe con firmeza en esos tiempos, por ejemplo a postulados que  de Clérambault sostenía con alguna pompa como por ejemplo: “el cerebro grita, así se manifiesta”. (Hoy nadie diría que no es más espectacular y elocuente aquello, prácticamente un cuadro expresionista, de lo que se dice del cerebro en la actualidad).

 

  Que el cerebro “grite” no le impide a Lacan ver ni escuchar que para explicar las distintas patologías los maestros recurrieran a tantas figuras de la retórica que sonaban abusivas, extrañas y hasta sospechosas de poder corresponder a cuestiones afectadas a “factores personales”. Interesante punto ya que esas metáforas utilizadas por ellos, algunas muy floridas, serán atacadas duramente en su Tesis de doctorado.[18]

 

  Siendo muy antifreudiano en ese entonces, como todo su entorno, que además era de una infatuación masculina casi exclusiva, no deja de consignar algo atribuible al “inconsciente” del sujeto que habla sin saber exactamente lo que dice. La Tesis explora, ya lo mencionamos, en las relaciones de la paranoia con la personalidad sin adherir a etiologías neurofisiológicas.

 

  Sin embargo no cede ni cederá las banderas de cierta psicología experimental ni de las bases que le otorga la Ciencia más dura, la Neuroanatomía y la Neurofisiología. No cederá ante nadie que quiera acceder a ese territorio, al que aun alejado de dichas premisas siempre visitó incluso en seminarios avanzados en el tiempo de su enseñanza posterior. Parece impertinente la pregunta que nos formulamos siendo que los desprendimientos y desmarques serán evidentes con respecto a la Ciencia orgánica enarbolada en la época.

 

  Pero la no cesión de lugares que en su tenacidad y firmeza conserva la habilita a hacer aun cuando tengamos en mente la imagen de alguien enredado en sus nudos del final del recorrido: ¿Su curiosidad intelectual irrefrenable mas todos los conocimientos adquiridos le permitían a Lacan ir y venir de la Psiquiatría al Psicoanálisis moebianamente sin renunciar a ninguna de las dos disciplinas? Más aún, ¿sirviéndose de cada una de ellas?

 

  Esto es arriesgado de sostener y a la vez controvertido ya que plantea la posibilidad de un no-corte entre ambas que se puede extender no sólo a nivel de la Teoría y la elaboración de los conceptos sino también a la praxis en extenso en lo que fundamentalmente se refiere a “maniobrar” (handhabung en Freud) en transferencia.

 

  No nos referimos a maniobrar al paciente ni someterlo a un interrogatorio sino a maniobrar para conmover lo real en juego y para “hacer saltar los goznes sueltos” que como signos se puedan advertir, como ocurre en las llamadas Lecciones Clínicas con examen público de los enfermos, (conocidas como “Presentación de enfermos” en la tradición psiquiátrica) que Lacan mantuvo casi hasta el final de su vida en el Hospital. “¿Es por ello que le preguntaba luego a sus analizantes-practicantes qué es lo que habían escuchado de cada presentación?”[19] 

 

  El término maniobrar o quizás “accionar” sea más correcto, nuevamente es de

Clerambault, el inventor de lo difuso, de lo insignificante y anideico. Fenómenos tan sutiles como esos pliegues y sedas de los drapeados árabes del albornoz que fotografió por cientos en el norte de África (en Fez y Marruecos fundamentalmente), y documentó como obra etnográfica. (El arte no le era ajeno, como tampoco lo era, se puede apreciar, cierta idea de cuerpo que como rúbrica debía ser cubierto con telas, pliegues y vestimentas flotantes: “… paños animados de vida propia”, los llamaba.)[20].

 

  En ese accionar estaba incluido “inducir en el sujeto un estado de espíritu que lo lleve a monologar y a discutir…” “a través de preguntas difusas que den señales de no comprenderlo todo” para no forzar ni producir un cierre intempestivo y sobre todo que sean limpias de todo gesto de “gaste” o de denigración que lo aleje de la ascesis pretendida, y que el gusto marcado por la arrogancia y la provocación que tenía un personaje tan histriónico como de Clérambault no le jueguen la mala pasada de confundirse con el sadismo gozoso del poder médico psiquiátrico. En todo caso que el tono altanero y burlón sea el propio de la manía y no el del maniático Jefe que lo interroga.

 

  El resultado que se esperaba de esa combinación de elementos altamente inestables era el surgimiento de la “verdadera locura” para su encasillamiento en el Orden psicopatológico. Clerambault llevó a un grado tal de perfección la “Presentación de enfermos” que seguramente no se le escapará al novel Lacan que sostener una posición en el interior de una cura no es muy diferente a hacerlo cuando por ejemplo lo es en público, en su puesta en escena, en su teatralidad manifiesta.

 

  De un modo similar a maniobrar o accionar será como ubica, el futuro Lacan, lo que dará en llamar “acto analítico” cuando se refiera a la “manipulación de la transferencia” que sólo tendrá validez en la intensión, es decir en el interior de una cura. Por fuera de ella quedará el salvajismo de la acción o coacción del analista que no se abstiene de realizar su goce.

 

  También podemos adelantar, en el ir y venir temporal que venimos haciendo, que el pragmatismo inicial del que es aprendiz el joven Lacan, muy propio de la Psiquiatría, regresa con fuerza de la mano de Charles Peirce en los últimos años de su enseñanza con la noción de signo.[21]

 

 

NADIE CEDE. ¡Hay que forjarse un estilo!

 

  D. Winnicott, con quien Lacan mantuvo una profusa correspondencia, da testimonio en una carta dirigida a M. Klein en 1952 acerca de la molestia que le causaba no poder expresar sus experiencias y conceptos teóricos con su propio lenguaje. ¿Quién le solicitaba semejante desapropiación? En términos “lacanianos” sería equivalente a renunciar a una ética del bien decir o del decir como acto y no tan solo como significación.

 

  Quienes leímos alguna vez a Winnicott, sabemos que no cedió a dicha solicitud. (Un ejemplo muy elocuente es como Winnicott hace acto al hablar por radio a las madres durante los bombardeos nocturnos que los nazis hacían sobre Londres, para que puedan dejar a sus hijos en los refugios destinados para ello.)

 

  Tampoco Lacan cede. Su extraordinaria honestidad intelectual más su exigencia de rigor es lo que lo va haciendo cada vez mas freudiano. Su retorno es riguroso a la vez que necesario. De su estilo escritural se han ahogado mares de tinta tanto en describirlo como en imitarlo. Su letra atravesó el velo de Maya, (diosa de la ilusión para los hindúes), tanto de la sugestión, como dice en el epígrafe, como del “ideal de claridad” que aún hoy se le solicita.

 

  Fundamentalmente en los “Escritos”, salidos a la luz en 1966, un mensaje cifrado, propio de los códigos de guerra, requiere de un buen espía o de un matemático loco o de ambas cosas, además de una erudición extrema para su desciframiento. “Bar-bar ismos” escritos si tomamos a los griegos antiguos para llamar a lo que nada se entiende de la lengua del otro, del extraño, del extranjero que no habla “como nosotros”[22].

 

  Según expresa Oscar Masotta en su traducción del texto de la emisión radial que venimos recorriendo desde el acápite, se trata “del mismo estilo cerrado, elíptico, juguetón, oracular y laberíntico”, según muchos otros: barroco, oscuro, maniero, (de acá mañero, vueltero).

 

  Su genio estilístico es algo por él buscado, trabajosamente construido tanto que cuando se refiere en determinado momento de su enseñanza a textos anteriores a sus Escritos, como por ejemplo al caso Aimée que vertebra su Tesis, contesta con un oxímoron: “una oscura claridad”, “para que lo que escribo se torne claro para todos, lo vi con mi tesis en la que sin embargo mi estilo todavía no era cristalino”, tan así era que se opuso tenazmente a la reedición del mismo, y cuando lo hizo, casi 40 años después en 1975, puso, con muchos reparos, en la contratapa de esa reedición un mensaje según su estilo, ya apropiado para entonces, que incluye algunas claves de lectura:

 

“Tesis publicada no sin reticencia. Por pretextar que la enseñanza pasa por el rodeo de mediodecir la verdad. A condición de que, rectificado el error, esto demuestre lo necesario de su rodeo. Que este texto no lo imponga, justificaría la reticencia.”

 

  Se trata de la verdad, de la verdad del sujeto ya diferenciada del saber. Con estas palabras toma resguardo acerca del enigma de alguna verdad no-velada en la temprana exposición del caso para hacerla pasar por el rodeo del medio-decir, del decir a medias. Que la verdad se dice a medias, ya lo sostenía mucho antes Baltasar Gracián en su Oráculo manual. “Decirla toda es materialmente imposible: faltan las palabras.

 

  Precisamente por este imposible, la verdad aspira a lo real.”[23] Su verdad también es no toda dicha. Entiéndase el dicha por la doble acepción de dicho y ¡felicidad! No parece contentar a Lacan una verdad no-velada tempranamente.

También en relación a su estilo, ¡tinta por favor!, con su habitual arrogancia escribe en “Radiofonía” lo siguiente:

 

“Digo estas cosas difíciles por saber que la ineptitud de mis auditores los pone con ellas en pie de igualdad. Que el vicio del psicoanalista de ser persona por su acto más que cualquier otra desplazada, lo torne de otra manera inepto, es lo que hace a cada uno de mis Escritos tan circunlocutorio para obstaculizar que él sirva de ellos como de boca en boca. Es necesario decir que el deseo de ser el amo contradice el hecho mismo del psicoanalista: es que la causa del deseo se distingue de su objeto.” 

 

  Obstaculizar es la palabra. ¿Poner valla con lo ilegible? Si, y una barra para separar lo escrito, del boca en boca de lo oral. El peligro de homologar letra escrita y enseñanza oral borrando el malentendido, y el “falso enlace” también, cuando se trata del síntoma, es equiparable al posible barrido del carozo real con la misma escoba del sentido común del bla, bla con el que arriesga Lacan en la posición de analizante cuando dicta su seminario.

 

  Su transmisión oral siempre fue un “work in progress”, algo abierto por más preparación que ello tenía. En términos heideggerianos, tan cercanos a él, la dificultad se sortea siempre que permanezca abierta la pregunta fundamental. Eso permite avanzar.  

 

  Para alguien como Lacan que desde los primeros tiempos de su enseñanza más propiamente analítica estuvo denunciando las desviaciones de la letra freudiana en manos de los post-freudianos, este tema de lo que ocurra con su propia letra no es un tema menor. Se trata de recobrar lo más vivo, una extracción de lo fundamental que además perdure en el tiempo con el menor desgaste posible.

 

  ¿Teoría inercial? La moneda que va de mano en mano borrándose la silueta y sus caracteres remiten a la letra que es homologada al canto rodado que es desgastado y que por su rodamiento o uso deviene caduca su significación.[24] Los rulemanes de su transmisión debían soportar el paso del tiempo y del sentido, soportando a su vez los embates desviacionistas y neutralizantes.

 

  La advertencia que tenía Lacan al respecto lo llevaba a arremeter no sólo con la Ética que relacionaba al bien-decir y antes a la palabra plena, verdadera, asentada en lo simbólico para que figure una línea de continuidad con Freud, sino además darle al instrumento creado por Freud la resistencia necesaria pasando por la fragua de los saberes de su época.

 

  Una herramienta templada, forjada y resiliente, (noción ninguneada por los analistas y que sin embargo pone algo del orden psiquiátrico a la cuenta del sujeto intentando subvertirlo y que retomaremos en otra ocasión), que asegure con la potencia de su uso el valor instrumental para la praxis.

 

  Hay una amenaza real, encriptada en su mensaje. Su estoicismo le hace saber al maestro que la muerte está en nosotros disimulada detrás de diferentes máscaras y que esto también alcanza a la letra que se gasta y se borra con el tiempo. Trabajo de zapa, incansable, que resulta épico[25] por lo inevitable, lo imposible y utópico a la vez.

 

  No son pocos, de entre aquellos que lo conocieron en persona a Lacan, los que subrayan el enorme entusiasmo y la cuasi certeza de estar realizando, en gran medida en soledad pero con otros, un giro subversivo que requería un redoblamiento de la alienación a su discurso de parte de sus numerosos alumnos.

 

  Esta “tour de force” trajo muchas consecuencias de abandonos en capas de quienes lo acompañaban, algunos eran pares además de discípulos, y analizantes, ocurridos en distintos tiempos de su enseñanza, siendo ya parte de la historia escrita y prontuariada del psicoanálisis. Para tomar sólo uno de esos testimonios cercanos, Charles Mellman dice de su maestro en unas Jornadas[26] acerca de “La práctica de Lacan”: “Era el provocador que permitía a cada uno desplegar su propia tontería, y medirla”. 

 

  La operación imaginaria con la que Lacan intenta “encriptar” lo real de su simbólico es para alejar su “retorno” de un nuevo idealismo, sea el que sea, el que venga a obstruir nuevamente al inconsciente freudiano.

 

  Así lo dice casi al final del camino en 1978 en el Hospital Saint Anne mientras recuerda y se recuerda siendo joven haciendo sus primeras presentaciones que concernían a los historiales de Dora y de Juanito, es decir el ABC freudiano de su enseñanza que consideraba absolutamente necesaria. La Cruzada, el “croisement” para cumplir con la idea de “dignificar” al psicoanálisis de aquel otro que impartían los infieles post-freudianos era su emblema.

 

  El riesgo era quedarse cruzando la Cruzada sin arribar a ninguna orilla. Dignificar también equivalía a proceder con “lo nuevo” de su relectura de las grandes tesis freudianas y dar por tierra con ese psicoanálisis “lúgubre”, ritualizado, no afectado por la diferencia y por ende sin lugar para la creación.

 

  Quizás ese peligro animaba y entusiasmaba a un ser sin descanso, que no paraba, alguien absolutamente desvelado: “Pienso perdidamente” es la frase de alguien infatigable…

 

“No encuentro en la medida de lo que busco”, es otra. Hay más. Ud. puede agregar la que le guste de su lectura. Les aseguramos que aquellos momentos cercanos a algo mas testimonial e íntimo son los lugares donde habla de su inconformismo intelectual por la búsqueda de un significante nuevo en tanto producto del acto analítico. La fórmula provocadora surgida de “Un discurso que no fuera del semblante”[27]

 

  Esto puede darnos una pauta de aquello que nos interrogaba más arriba, casi al comienzo, acerca de cómo llegó a cada quien la letra de Lacan cuando se trataba tanto de la lectura de sus textos como de los textos de aquellos adscriptos a las Escuelas que impartían su enseñanza. De cómo se hizo posible aquello que parecía imposible de abordar, de leer, de entender en su complejidad. Un semblante, cuyo término no es de fácil traducción pero que no se reduce a cáscara ni apariencia. Su cobertura,[28] a la que tampoco se reduce el semblante, implica a aquellos tres registros que abrieron un horizonte nuevo en la Clínica.

 

  “El semblant es un pliegue y un nudo de espacio y tiempo que en su despliegue realiza su cometido y alcanza su límite, dando lugar al devenir temporal y al giro escénico”[29] Se trata de un discurso, el que no fuera de semblante, que “afirma negando aquello mismo que niega”[30].

 

  Juego de pantallas, velos y máscaras para aquel a quien le concierne lo real, que de cerrarse ya no contaríamos con la falla que nos estructura y decide nuestros movimientos y giros discursivos de cada nueva versión del sujeto que nos habita.

¿Cuál sería la provocación en este caso? Hay un ¡hay qué! fundamentado en mantener encendido el faro, la antorcha de “la faille”[31], es decir faya y velo juntos, para que no encalle, no naufrague el discurso analítico en lo imposible, sino que se sirva de él. Es una fórmula que avanza contradiciendo aquello imposible… lo que no cesa de no escribirse.        

 

 

Transmisión y más pantallas 

 

  La enseñanza de Lacan demanda un trabajo de articulación lógica de conceptos y términos no homogéneos ni fijos en el desarrollo que la hacen una “una estructura abierta” como la de aquellos que en tiempos adolescentes no han sellado aun la misma.

 

  El desafío de nuestra generación, intermedia en muchos sentidos, pasados los años y vistos en retrospectiva, era soportar sus efectos cuando sobre todo su lectura, mucha veces exegética, redoblada en oscuridades y barroquismos como los que ya tantos señalaron del famoso estilo lacaniano, cuando no en simplificaciones absurdas, nos llegaba además con una buena carga de mandamientos poco creativos, iterativos y muy desligados del contexto donde se producían, siendo que la “extraterritorialidad” de la que Lacan mismo hablaba y abordamos en el inicio, aunque después él mismo la criticara, se había tornado en un signo cuya fijeza no permitía una lectura ni una buena ubicación con respecto a esos mismos textos, otros posicionamientos y mucho menos a la Clínica, cuando no estaba desviada o confundida con lo excéntrico o directamente con lo bizarro.

 

  “Lo extraterritorial” remite a una disposición a la Clínica que no es sin la Teoría que le haga soporte y le de fundamento para no abroquelarse ni atrincherarse y para poder participar en el interjuego con otros discursos aceptando que cierta marginalidad romántica caiga para permitirnos ver lo que está más a la vista.

 

  La palabra odd, ya presente en “La carta robada” del texto de Poe, es lo que está a la vista y sin embargo escamoteada de la mirada, significa tanto lo impar como lo bizarro. Para aquellos que desde el ejercicio clínico intentábamos, aferrándonos a la determinación ética de un discurso, como el analítico, muchas veces o siempre opuesto al discurso amo institucional en Servicios y Hospitales, encontrar la manera de ponerlo en funcionamiento, de hacerlo practicable se tornaba oscuro, dificultoso y hasta marginal.

 

  Nos topábamos que la formación como analistas distaba muy fuertemente, análisis personal incluido, de los contextos que resultaban excluyentes de esas mismas enseñanzas que intentábamos incorporar. Siendo que ni el Hospital ni los Servicios del “loquero” le fueron ajenos a Lacan, como vimos extensamente, y que sí le fueron ajenos a Freud, marcaban una diferencia en los posicionamientos clínicos, si es que uno quería seguir dentro de un campo analítico, jaqueados en teoría y praxis por una buena cantidad de presentaciones clínicas que no solo abarcaban a las psicosis sino a lo actual que volvía a hacerse presente, se mostraba y que requería nuevas formalizaciones.

 

  Vemos hoy, desde nuestra ya larga experiencia hospitalaria, que lo odd que pugnaba por entrar y recibir legalidad subjetiva requirió de verdaderos Manifiestos que ensancharan el campo clínico y aflojaran los marcos que se habían vuelto a rigidizar pero ahora con estándares supuestamente lacanianos, aún a riesgo de bordear el fuera del campo analítico.

 

  En cuanto al analista, y su posición era central tanto como su apuesta deseante siendo que allí radica la deuda con la construcción lógica de Lacan que palmo a palmo extendió el alcance del descubrimiento freudiano, el obstáculo que le concernía era lo real contratransferencial que vivía de manera “descarnada”, sin velamiento alguno, cuando el subterfugio de permanecer fijado en el lugar del Otro no era opción. Es sabido que desde ese lugar sin apelaciones toda maniobra de corte puede resultar desgarradora[32].

 

  La subversión[33] no sólo era del campo analítico sino que mucho antes había ocurrido dentro del campo psiquiátrico, como ya vimos, aunque ya había sido duramente degradada en su estatuto semiológico en pos de una medicalización y un ordenamiento clasificatorio que acentuaba la objetalización de hecho.  

 

 

Los diádocos…

 

  Con el antecedente de la reciente disolución de su Escuela Freudiana de París de más de 15 años, ya anciano y enfermo, Lacan en 1980 llegó a Latinoamérica. Ya había anticipado su curiosidad por saber cómo será para los “lacanoamericanos”, a “los que nunca he visto escucharme”[34], la cuestión de la transmisión de sus escritos sin su persona para hacerle pantalla, obstáculo a su enseñanza.

 

  Deja su matema, su letra, y tiene la esperanza de que esta pase y deje un resto no taponado por su persona. ¿Será otro de sus desvelos? ¿El último? Lacan conoce el valor de la presencia y a quienes están dispuestos a “pagar con su persona” para sostenerla siempre que nos sea posible desligarla de la misma, es decir articularla a la ausencia que ya se avizora en su desaparición física.

 

  Así y todo, en esas pocas palabras dichas en el seminario previo al viaje[35] alude al porvenir y se ilusiona porque vamos a ser beneficiados por esto que nos traerá. ¿Lo fuimos? Sí y no. “Los dispuestos a pagar con nuestra persona somos pretendientes a sostener esa presencia. Que lo pretendamos no quiere decir que siempre lo logremos…”[36]

 

  El significante “lacanoamericano” agujerea ese real de la presencia aunque su imagen aún se pasee cual “espíritu vivo” por la pantalla opacificando su transmisión. Ahora sabemos que su desaparición física no hizo más que avivar el fuego, (¡y no sólo el fuego benéfico de Prometeo!), también el aura que a su alrededor funcionaba cristalizando saberes ¿¡para nuestro beneficio!?

 

  Es esa imagen espectral la que es tomada por “las bandas tributo”. Bandas que tributan al reconocimiento del amo con burdas imitaciones más o menos logradas, sin creatividad alguna en sus reiteradas copias de letras y citas vacías, ridículas y transliteradas, sin tomarse el trabajo de traducirlas con la debida “traición” que implica ser interrogadas.

 

  El tributo es una carga, es vasallaje en reconocimiento al amo. Es servidumbre. Se tributa desde el lugar del súbdito, (al señor feudal). Y se hace en moneda constante y sonante. “Tanto el griterío de la Banda como el monólogo del Caudillo son dos formaciones gemelas extirpadas al Otro”.[37] Se diferencia del homenaje que se realiza sobre el reconocimiento de una deuda simbólica.

 

  Los primeros tiempos del lacanismo “sin Lacan” significaron una atomización temprana de la que podemos dar cuenta con un apólogo: El cuento “Reunión” de Julio Cortázar[38], a quien volvemos nuevamente luego de su “elegante abstracción”. El cuento, que ocurre en medio de las duras jornadas que siguieron, luego de varios días de travesía marítima, al desembarco del Grannma en las costas de Cuba, el narrador, que no va a ser cualquiera, eso está por verse, lo hace en primera persona y dice:

 

“Antes de dormirme tuve como una visión: Luis junto a un árbol, rodeado por todos nosotros, se llevaba lentamente la mano a la cara y se la quitaba como si fuese una máscara. Con la cara en la mano se acercaba a su hermano Pablo, a mí, al Teniente, a Roque, pidiéndonos con un gesto que la aceptáramos, que nos la pusiéramos. Pero todos se iban negando uno a uno, y yo también me negué, sonriendo hasta las lágrimas, y entonces Luis volvió a ponerse la cara y le vi un cansancio infinito mientras se encogía de hombros y sacaba un cigarrillo del bolsillo de la guayabera. Profesionalmente hablando, una alucinación de la duermevela y la fiebre, fácilmente interpretable. Pero si realmente habían matado a Luis durante el desembarco, ¿quién subiría ahora a la Sierra con su cara? Todos trataríamos de subir pero nadie con la cara de Luis, nadie que pudiera o quisiera asumir la cara de Luis. <<Los diádocos- pensé ya entredormido-. Pero todo se fue al diablo con los diádocos, es sabido>>.”

 

  En este cuento, conjuntamente a la gesta y la epopeya revolucionaria, se tocan temas éticos que hacen a la Cultura, y que Freud por ejemplo tematiza en Psicología de las masas ante la muerte del líder, del jefe y la desbandada posterior que en el cuento está en la pesadilla-alucinación del protagonista.

 

  En los diádocos encontramos la cuestión de la sucesión ante la muerte del padre que toca lo medular del cuento cuando nadie quiere aceptar el rostro, la máscara que le ofrece Luis, el líder. La peripecia, tiempo lógico de la Tragedia griega, que tras la muerte de Alejandro Magno desencadena las cuatro batallas por su herencia y su sucesión que culminan en el epígono.

 

  Un homenaje requiere para su realización llevar un deseo más allá del padre pero “a condición de servirse de él”. “Es un duelo inexorable de cada uno”, dice Mustaphá Safouan en “La palabra o la muerte”. ¿Cómo es posible una sociedad humana?[39], podemos agregar, cuando lo esencial del duelo por la muerte del padre es el desamparo según testimonia Freud en carta a Fliess, cuando a sus 40 años, muere Jacob Freud, su padre.[40]

 

  “Hay una banda de Lacan” les dice por último el mismo Lacan hablando de sí mismo en tercera persona a quienes están en las escaleras del Panteón parisino y lo interpelan cuando el 13/5/70 está cerrada la Facultad de Derecho para dictar su Seminario “El reverso del psicoanálisis”.[41] 

 

  Bandas tributo del “Lacan dice”, para hacer sonar el tachin tachin de “un saber predigerido, aun cuando resuma los datos de la experiencia analítica” M. Safouan agrega:

 

“Una enseñanza sin cuestionamiento permite un progreso por acumulación. En cambio, la eficacia de una enseñanza de acuerdo con la concepción de Lacan sólo se mide por los esfuerzos de envite que esta enseñanza suscita”.[42] 

 

 

Arte*: Jacques Lacan, fotografiado por Maurice ROUGEMONT (izq.) y por

Martine Frank (der.).



[1] Jaques Lacan: “Radiofonía & televisión”, pag.32-33, Editorial Anagrama 1977.

[2] Barbara Cassin:”Elogio de la traducción. Complicar el universal”, pag.11-12. El cuenco de plata. 

[3] Silvina Friera: Nota periodística en Cultura del periódico Pagina 12 por los 15 años de la muerte de J.J. Saer.

[4] Jaques Lacan: Psicoanálisis y medicina. 1966????

[5] Luis Gusmán: “La pregunta freudiana”, Prólogo, “Extraterritorial”. Paidós. Biblioteca profunda.

[6] Jaques Lacan: “Intervención sobre la transferencia”. Escritos 1. Siglo XXI editores.

[7] Jaques Lacan: Seminario del 10 de Junio de 1980.

[8] Adolfo Bioy Casares: “La invención de Morel”, Editorial Emecé.

[9] Pura Cancina: “Qué dice Lacan a-la-letra”, Revista Imago número 12. “Lacan 10 años después”, Noviembre 1985

[10] Jaques Lacan: “Posición del inconsciente”, Escritos 2. Siglo XXI editores.

[11] Jaques Lacan: “En memoria de Ernest Jones”, Escritos 2. Siglo XXI editores.

[12] Juan josé Saer: “Ficciones”, Seix Barral, editores.

[13] Daniel Paola y otros: “Cuando falta la palabra. O decir: presentaciones, interrupciones, homofonía” Filigrana.

[14] Jaques Lacan: “Hablo a los muros”, seminario en la capilla del Hospital Sainte Anne. 1975

[15] Jaques Nassif: “Elvira quiere ser psicoanalista”, Ediciones del serbal.

[16] Jorge Baños Orellana: “La novela de Lacan. De neuropsiquiatra a psicoanalista.” El cuenco de plata.

[17] Jaques Lacan: “De nuestros antecedentes”, Escritos 1. Siglo XXI editores. 18 Ibíd 16

[18] Jaques Lacan: “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”. “Paranoia de autopunición”. Siglo XXI editores.

[19] Pablo Kovalovsky, Víctor Junger, Texto sobre “Presentación de enfermos”. Cuadernos Sigmund Freud. EFBA.

[20] Gaëtan Gatian de Clérambault: “Automatismo mental. Paranoia.” Editorial Polemos. Presentación de Paul Bercherie.

[21] Pablo Kovalovsky: Seminario sobre el signo en Convocatoria Clínica, año 2014.

[22] Barbara Cassin: “Elogio de la traducción”. El cuenco de plata.

[23] Jaques Lacan: “Psicoanálisis. Radiofonía y Televisión”. Editorial Anagrama.

[24] Émile Bréhier: “Crisipo y el antiguo estoicismo”.

[25] Demetrio Demirdyian: “El lugar de la épica en psicoanálisis”. Reunión Lacanoamericana de La Plata. 2019. 

[26] Charles Mellman: “Conferencia del 16/11/03 en el Anfiteatro Saint-Germain.

[27] Jaques Lacan: “De un discurso que no fuera del semblante”. Seminario número 18. Editorial Paidós.

[28] Isidoro Vegh: “Imago”,12. Revista de psicoanálisis, psiquiatría y psicología. Lacan 10 años después.

[29] Sergio Staude: “El acto y el semblant”. Cuadernos Sigmund Freud. “Del acto”. EFBA.

[30] Pura Cancina: “Imago”,12. Ibíd 24.

[31] Etimológicamente “faille” designaba en el siglo XIII al “velo de mujer” y recién en el siglo XVIII fue “seda”. 

[32] Demetrio Demirdyian: “corte o desgarro”, trabajo presentado en la Reunión Lacanoamericana de Montevideo, 2007.

[33] Jaques Lacan: “La subversión del sujeto”, Escritos 1, Siglo XXI editores.

[34] Jaques Lacan: Seminario de Caracas. Correo de la Causa Freudiana.

[35] Jaques Lacan: Seminario del 10 de junio de 1980.

[36] Clara Cruglak: “De la presencia del analista en la transmisión”. Reunión Lacanoamericana de Buenos Aires. 2013.

[37] Guillermo Maci: “El analista y el führer”. Revista Imago 12. Lacan 10 años después.

[38] Julio Cortázar: “Reunión”, en “Todos los fuegos el fuego”. Editorial Sudamericana. 1966. También “Reunión” con ilustraciones de Enrique Breccia. Libros del zorro rojo, 2012. Barcelona.

[39] Mustaphá Safouan: “La palabra o la muerte. ¿Cómo es posible una sociedad humana?”, traducción de Graciela Klein. Ediciones de la flor.

[40] Sigmund Freud: “Correspondencia Freud-Fliess”, Amorrortu editores.

[41] Testimonio de Patrick Valas.

[42] Mustaphá Safouan: “Jaques Lacan y la cuestión de la formación de los analistas”. Biblioteca freudiana. Paidós.

 


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