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Psicoanalistas: ¿Por qué es fascinante la Física?

03/06/2015- Por Laura Palacios - Realizar Consulta

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Gloria Dubner -Astrofísica. Directora del Instituto Argentino de Astronomía y Física del Espacio- se mete con algo que no estaba en mis cálculos. Algo sobre lo que la Ciencia no halla una explicación… El asunto hubiera hecho derramar lágrimas negras (de felicidad) a Lovecraft, a Nick Cave, a Klaus Kinski, a Francis Bacon. Es que ante una pregunta, nuestra astrofísica oriunda de Chajarí empieza a hablar de la energía oscura... Valga este párrafo para despertar en los lectores la curiosidad que demostraban los Maestros para nutrirse de los campos más diversos de la cultura y de las ciencias.

 

 

              

 

 

 

“La nada estaba adentro”

 

“Una supernova más que un objeto es un evento; cuando a una estrella se le acaba el combustible que necesita para sobrevivir, cuando ya no puede defenderse de la tremenda atracción gravitatoria que ella misma produce, colapsa, implota, o, dicho de otro modo, explota hacia adentro. Si la estrella se apaga tranquila, como ocurre en muchas ocasiones, se queda con todos los átomos que fabricó adentro, llena de elementos fríos.” Así habla la Dra. Dubner. Así nos deja pensando en qué consistirá la tranquilidad en ese Cosmos primordial del que habla con tanta (¿lo digo?) con tanta tranquilidad ante la periodista. Ante esa periodista, Guadalupe Treibel, que, en verdad, no hace otra cosa que representarnos… Cuyo privilegio es poder formular todas las preguntas que se agolpan en nuestra mente pero in vivo, al alcance de su curiosidad, su inteligencia y su oreja. Y como esa profesional es muy buena, casi oímos su respiración. El latido de su inquietud ante lo que va escuchando, cada vez más intranquila. ¿Cómo serían las cosas bajo el signo de la intranquilidad cuando de estrellas, planetas y supernovas se nos está hablando? “Solo las estrellas que explotan largan al medio todos esos átomos, los liberan al espacio y quedan en nubes difusas. Entonces, una segunda generación de estrellas -que nace con ese gas- ya viene enriquecida, empieza a formarse con átomos más maduros, más grandes y así, por ejemplo, surgen los planetas. Si no hubiese habido supernovas antes del Sol, no estaríamos acá; esto sería una nube de helio e hidrógeno nada más. Todo lo que respiramos, tocamos o somos estuvo en una estrella.” 

 

Sí, gracias por recordarlo, somos polvo de estrellas dijo Carl Sagan. Gloria Dubner, la astrofísica experta en supernovas debe valorar ese atisbo de poesía. Sus dichos, su voz provienen de otras voces, de otros ámbitos. Y sin proponérselo, algo de la poesía también pulsa en su decir, como si el territorio de las Ciencias duras pudiera ablandarse un poquito cuando ella se baja de las estrellas para explicárnoslas… Tal vez sea por su manera de hablar, por las metáforas que usa para que entendamos mejor, o con la secreta intención de tranquilizarnos frente a tanta cósmica desmesura. No sé, pero yo no me tranquilicé demasiado leyendo y re-leyendo este artículo. “Inquietud metafísica”, me atrevo a diagnosticar un poco salvajemente. “Angustia”, dirá mi analista tan dada a la simplificación cuando de mis elipsis se trata.

¿La explosión de supernova es la causante de los agujeros negros?, pregunta la entrevistadora, y creo que conoce la respuesta. A Dubner no le tiembla la pera (como decía mi abuela para describir las declaraciones enfáticas) cuando le contesta: “Los agujeros negros son restos de la explosión de una estrella muy, muy grande: se desprende de todas las capas externas, causa un desbarajuste tremendo en todo el entorno a cientos de años luz, y queda un núcleo compacto que implota, surgiendo el agujero negro.”

Entonces, nuestra amiga en el destierro en quien se ha transformado Treibel a esta altura del reportaje, quiere que le cuenten si un agujero negro podría ser sospechado de “entrada hacia otra dimensión.” También nosotros, ávidos de ciencia-ficción queremos saberlo. Pero lo que obtenemos es mucha Ciencia y poca, muy poca ficción

“Es materia que, estando allí, desaparece del universo visible; por eso se llama negro. Deforma el espacio-tiempo de manera tal que atrae hasta a la luz y no deja escapar nada. Si hay universos paralelos con salida, con agujeros blancos, no está probado; no es más que una hipótesis matemática.”

Dadas las circunstancias, queremos y necesitamos saber cada cuánto tiempo ocurre la explosión de supernovas. Para estar prevenidos, para ir un día antes a la peluquería (“¡explotó otra supernova y Yo con estas mechas!”) Para alimentar el insomnio… Para sufrir. Y se nos da la información, ¿por qué no saberlo? No somos niños. “Hay dos o tres cada cien años en una galaxia. En la nuestra, la última que se observó lamentablemente ocurrió tres, cuatro años antes de que se invente el telescopio.

¿Es posible anticipar la explosión?”

(Sí, es evidente, quien interroga está de nuestro lado: ella también irá a la peluquería.)

“Es posible anticipar qué estrellas van a colapsar, no el momento en que lo harán. Aunque sí hay indicios un par de días o un par de horas antes: un flash de radiación gama. Si hay telescopios monitoreando o barriendo el cielo, ven ese flash y largan un alerta. Pero como el universo es infinito, requeriría estar patrullando todo el cielo todo el tiempo.”

Ante este decir, la periodista eleva su apuesta. Y observo que usa doble signo de interrogación para lanzar su /nuestra pregunta (¿error de imprenta? Los blogs no pasan por la imprenta.)

¿Es verdad que lo que genera al explotar es similar a tropecientas (sic) bombas nucleares? Sí: escribió “tropecientas” y no es para menos. La desmesura ha taladrado el lenguaje y por esa fisura entró el invento, la Poesía. Los profesionales “psi” deberíamos leer más Poesía. Investigo y me entero que “Tropecientos” no es un lapsus lingüae… (deformación profesional: una psicoanalista muere con las botas puestas.) El término fue acuñado por un niño de 10 años. Tropecientos es aproximadamente igual al factorial y sus únicos factores primos son 2 y 5 (cien veces cada uno). En el sistema binario ocuparía 333 bits. Tropecientos = 10100 = 10.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000

Al respecto, Isaac Asimov tuvo un ataque de mal humor:"¡Tendremos que padecer eternamente un número inventado por un bebé!". Y sigue hablando la entrevistada: “Si lo vas a comparar con bombas nucleares, es 10 a la 26 (¿diez a la veintiséis, es elevar a la potencia? Parece que sí.) Es cientos de miles de veces más brillante que la estrella misma cuando estaba viva. Las supernovas se manejan con números extremos, al igual que el universo. Pensá que esa estrella en realidad ya colapsó, expulsó las capas externas y se quedó sin sustento; queda un núcleo compacto durísimo de 10 a la 14 átomos por centímetro cúbico. Una densidad tan tremenda que rebota y sale expedido hacia afuera. Como si agarrases el sol entero y lo llevases a una esferita de un kilómetro de radio, como si compactases el Aconcagua a un cubito de un centímetro cuadrado.”

¿Hay algo remotamente similar a esa densidad en la Tierra?

“Nada; no podría existir. Taladraría la Tierra.”

 

Estoy leyendo a Virginia Woolf, “Orlando”, para ser más precisa. Traduce Borges. Ella escribe sobre ciertos instantes de revelación, cuando un saber deja de pertenecer solo al intelecto. Y dice: “…esto hace que la mente zozobre de un lado a otro. Todo parece más desnudo e inútil, es un instante lleno de peligro para la mente humana. En instantes así las mujeres se hacen monjas, los hombres frailes. En instantes así, los hombres ricos hacen donación de sus bienes, los hombres felices se degüellan con un trinchante…”

Sé que estoy exagerando (Y Virginia W. también.)

Pero entonces Gloria Dubner se mete con algo que no estaba en mis cálculos. Algo sobre lo que la Ciencia no halla una explicación… El asunto hubiera hecho derramar lágrimas negras (de felicidad) a Lovecraft, a Nick Cave, a Klaus Kinski, a Francis Bacon. Es que ante una pregunta, nuestra astrofísica oriunda de Chajarí empieza a hablar de la energía oscura...

En términos generales, ¿es cierto que solo conocemos el 5% del universo?

“Es más mental el tema…” responde G. D.

Pero si es tan mental, me pregunto, por qué este nudito en mi garganta. ¿Qué loca fibra tocó este bellísimo tema para que me ronde el aura de la angustia? ¿Me pasa a mí sola? Si estos saberes de la Ciencia son tan lejanos, tan Años Luz, tan “Números Extremos” y ajenos al ámbito de la intimidad ¿por qué me palpita más fuerte el corazón? (Me reprimo y no digo “el Alma”; Lacan habló bastante del alma, pero no me siento autorizada.) ¿Será por caer en la cuenta de cuánto de lo desconocido nos alberga? ¿O a cuánto de lo desconocido estamos albergando…? Hay algo en nuestro fundamento que no va a ser alcanzado nunca. Que será opaco y siempre en fuga. A esa otredad que parece tan a distancia de nuestro ser, la originalidad de Freud la llamó Inconsciente. Y a modo de ilustración “ombligo del sueño”, ese “lugar más espeso de ese tejido [donde] se eleva luego el deseo del sueño como el hongo de su micelio.” Sabemos de una extranjeridad que nos ronda. Que retorna noche a noche en nuestros sueños. Así nos lo apunta Lacan:

“Hay en todo sueño, dice Freud, un punto absolutamente inasequible, que pertenece al dominio de lo desconocido: lo llama «ombligo del sueño». No hacemos hincapié en estas cosas de su texto probablemente porque creemos que son poesía. Pues no. Esto quiere decir que hay un punto que no es aprehensible en el fenómeno: el punto de surgimiento de la relación del sujeto con lo simbólico. Lo que denomino «ser» es esa última palabra, por cierto no accesible para nosotros en la posición científica, pero cuya dirección está indicada en los fenómenos de nuestra experiencia.” (“Seminario 2”, clase 9).

Esto nos acerca a lo que teoriza más adelante, cuando se refiere a “lo más íntimo de mí, pero externo y ajeno.” Aquello que está presente en la gestación del aparato psíquico, el primer ladrillito. Esa cosa (Ding lo llama Freud) que no llega a conformarse en imagen ni en palabra. Ni adentro ni afuera… Se trata de aquello denominado Lo Íntimamente Extranjero, pero que me atañe profundamente. Eso que a veces se intuye como raro, angustioso u hostil. Cierta otredad íntima, repito, que no halla palabra en el léxico psicoanalítico: “haría falta construir la palabra “éxtimo” para designar aquello de lo que se trata.”, dice en el Seminario 18 (“De un discurso que no sea del semblante”.)

Pero no perdamos de vista a Las Dialogantes, vale la pena.

“Si sumás todas las formas de materia y energía conocidas por los humanos, de ninguna manera el universo sería coherente. Todo estaría alejado, no nos llegaría luz y estaríamos en un cielo negro; viviríamos en un espacio negro. O, mejor dicho: no viviríamos y punto. El saber humano que se tiene hasta el siglo XXI solo alcanza para conocer el 5 por ciento del universo; nos está faltando explicar la energía oscura y la materia oscura (o sea, algún tipo de materia que no interactúa de ninguna de las formas conocidas, ni por gravedad, ni por fuerzas electromagnéticas). Porque mientras las fuerzas electromagnéticas entre cargas positivas y negativas atraen, mientras los imanes atraen, mientras la fuerza de gravedad atrae, la energía oscura repele. Son dos formas que, aunque investigadas, aún no logran entenderse. Sabemos que existen; lo que no conocemos aún es la Física que las explique. Del 5% conocemos la Física; sabemos que esa materia está formada por átomos, los mismos en todo el universo. Los mismo átomos con la misma estructura de núcleo, y hay materia y hay antimateria, y son los mismos electrones y positrones en cualquier dirección que se mire. Porque una vez estuvimos todos en un mismo punto: esa la única manera de que, a miles de millones de años luz, sea la misma Física. Solo si una vez estuviste pegado a tu vecino vas a tener los mismos ladrillos. Intentando explicar qué mantiene coherente a un universo que se expande aceleradamente, reconstruís el momento del Big Bang.”

 

Si yo fuera esa periodista no me hubiera atrevido a lanzar la siguiente pregunta. Pregunta que proviene de sus conocimientos, de sus lecturas, de su femenina intuición… hasta de Philip K. Dick, por qué no pensarlo. ¿Realmente el inicio del universo está concentrado en un punto? ¿Es cierto que el universo estuvo al principio concentrado en algo parecido a una pelotita de ping pong?

“Menos que eso. Yo diría que empezó apenas como un punto. Pero hay que tener cuidado aquí de no pensar que toda la materia y energía del Big Bang existía en un punto del universo. Ese punto era el universo.”

¿Y qué había a alrededor de él?

“No había "alrededor", dado que aún no existían ni el espacio ni el tiempo.”

¿Ni siquiera la nada estaba afuera?

“¡La nada estaba adentro! Entiendo que resulta muy difícil, incluso para nosotros, asimilar esa idea, tratar de imaginar que toda la masa y la energía del universo estaban concentradas en un solo punto. Es algo absolutamente desorbitado, aun en términos matemáticos. Los físicos pueden explicar lo ocurrido hasta diez a la menos cuarenta segundos antes de la explosión –un ratito antes– pero no el origen mismo. Antes del Big Bang no hay espacio y no hay tiempo; no hay un antes. Y el instante mismo es lo que se llama una singularidad en una ecuación diferencial; un infinito sin explicación.

Y a los primeros 10-33 segundos, que no pueden explicarse, algunos los llaman Dios. ¿Ves porqué es fascinante la Física?”

 

Sí, vemos.

 

 

 

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Apostillas a “Las Razones del Universo”. Nota publicada en el Blog Damiselas en Apuros N° 21

Entrevistada: Dra Gloria Dubner, Astrofísica. Directora del Instituto Argentino de Astronomía y Física del Espacio.

Periodista: Guadalupe Treibel

 

 


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