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Psicodiagnóstico ¿obstáculo para el psicoanálisis?

20/02/2005- Por Susana Pérez -

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PSICODIAGNÓSTICO ¿obstáculo para el psicoanálisis

 

En estos momentos muchas obras sociales y redes de medicina prepagas imponen como modalidad de entrada al tratamiento la realización de un psicodiagnóstico. Por lo general es llevado a cabo por el mismo profesional al que se le ha hecho la derivación.

 

A mi entender, existe la idea en muchos colegas de que ambas prácticas son de suyo incompatibles, idea que me tomaré el atrevimiento de revisar a partir de mi propia experiencia.

 

Habiéndome iniciado hace algunos años en la práctica del psicoanálisis, recibo también  consultas de psicodiagnóstico y me pregunté si las diferencias que existen entre ambos  impiden el comienzo de un análisis, luego de efectuado un psicodiagnóstico.

 

El contacto inicial con el consultante, en psicoanálisis está planteado desde las entrevistas preliminares, que resultarán, justamente preliminares, o no, a un análisis.

En psicodiagnóstico partimos de entrevista semidirigida, y de técnicas proyectivas o incluso test psicométricos y concluimos con una entrevista de devolución. El objetivo no es aquí hacer clínica ¿pero es obstáculo para ello?

El del psicodiagnóstico es un terreno curioso: muchas veces denostado, ubicado en el lugar de lo inútil o lo inservible, y otras muchas terreno de una ilusión: se obtendrán de él resultados develadores, algo así como la verdad y toda la verdad sobre la persona que consulta.

A esta última ilusión me quiero referir hoy.

Es común que la verbalicen los consultantes (“¿Cuándo me va a decir los resultados de los test?” “¿Cómo me salió el test del otro día licenciada?”), pero, me pregunto ¿qué pasa si también el profesional cree que “la verdad” está en el instrumento en sí y no, en algún acercamiento que en todo caso surja de la lectura que de él se haga? Problema, a veces no enunciado o aún no advertido, y probablemente reforzado por la cantidad de información obtenida en tan poco tiempo (cuestión que además puede precipitar alguna intervención)

 

A mi entender, las técnicas son eso, técnicas, instrumentos, se pueden usar de muchas maneras. Una de ellas sería sostener que la técnica es la verdad. Lectura con la que no acuerdo.

 

En palabras de Korchin y Shuldberg

“La orientación psicodiagnóstica ubica al clínico más que al test en el centro del proceso de evaluación...ya que el valor último de los resultados de una evaluación psicológica depende mayormente de la capacidad y el conocimiento que tiene el clínico que interpreta el material”

 

Resalta acá el quien usa el instrumento, y podríamos situar una cuestión sobre si lo que se obtiene es un conocimiento de quien nos consulta ¿se tratará de esto? Para muchos si.

 

Yo creo que se trata, intento que se trate de algo diferente: que escucha mediante, al consultante, (sea por su propia palabra, por sus dibujos, por sus gestos, por las historias que construye a partir de unas láminas, por lo que apercibe en una mancha de tinta...) se le devele que dijo más de lo que quería decir. Ya en las “Lecciones de Psicoanálisis” Freud lo advertía “El conocimiento  del médico no es el mismo que el del enfermo y no puede tener iguales efectos” (lección XVIII)

Somos nosotros entonces quienes podemos situarnos, o no, desde la escucha, registrando la insistencia de un significante, las detenciones del discurso, los temas recurrentes, el surgimiento de la angustia, el lenguaje corporal y esto, creo yo, hace una diferencia de lectura y abordaje sobre el material, que es en todo caso una que no perdiendo de vista lo simbólico universal y cultural, pueda encontrar al sujeto, a ese  que simboliza.

Si no nos situamos haciendo una interpretación de la interpretación de las consignas hecha por quien nos consulta, que abarque el producto, pero también el proceso y lo transferencial,  la lectura es la de “Para Ti” que remite cada observable a un significado casi universal, y único para todos los sujetos. Signos a interpretar en una hermenéutica sin Otro de la transferencia, no solo como lugar otro de lo simbólico, sino también como alguien devenido en soporte de la transferencia. 

 

Retomando entonces el tema de la ilusión, sostengo que eso no dicho (la verdad está en la técnica, o la verdad está en quien interpreta la técnica) se “cuela” en las intervenciones en la toma y en la forma de encarar la entrevista de devolución, y deja “secuelas”. Obtura preguntas en vez de ayudar a abrirlas, instala certezas donde podría abrir cuestiones.

Mi hipótesis de trabajo es que otra forma de intervenir es posible. Escuchemos un  recorte clínico:

 

N. llega a la entrevista inicial del psicodiagnóstico, con la perspectiva de empezar un tratamiento. El motivo de consulta es: “Por un lado cosas que me pasaron antes. y otras cosas,  que me pasan ahora”. Se le presentan ahora dificultades para relacionarse con la gente en general y con su hijo en particular. Se aísla. Desearía formar nuevamente pareja y siente temor de “quedarse solo en la vida”.

Tiene 30 años, hace 4  que está separado y tiene un hijo de 5 años de ese matrimonio.

Se presenta como una persona a la que la relación con los demás se le dificulta, pero en eso no hay implicación, en todo caso es su destino: “ yo trato de ser buen amigo, buen padre, buen compañero, pero siempre me encuentro solo al final... con las parejas me pasa lo mismo, no es que no me relacione con chicas, pero no logro tener una pareja estable(...) A mi siempre me fue mal con esto...desde chiquito. Parece que mi destino es estar solo...

Y empieza a hablar del antes.

Relata una historia infantil plagada de pérdidas. Tenía 3 años cuando muere un hermano recién nacido, y 4 años cuando falleció su padre a raíz de un infarto. Su madre queda al cuidado de los dos hijos, él y un hermano 2 años menor. Una “estafa” en relación a un negocio que compartían el padre y un hermano, provoca una ruptura familiar. Pierde contacto con la familia paterna. Luego durante su infancia, de la que dice recordar muy poco, mueren varios tíos maternos, abuelos, y en la adolescencia, a sus 15 años, su madre, de un cáncer. La madre tenía 45 años al fallecer, N dice “Ella era muy joven, en un mes murió, se descuidó por nosotros”, se angustia.

Además en estos últimos años N perdió a varios amigos, gente muy joven muerta en accidentes.

Actualmente sólo le quedan su hijo y un hermano como familiares directos. Con su hermano la relación es difícil, viven en la misma casa y se generan constantes peleas por temas cotidianos en las cuales él “siempre cae” ante los argumentos, del otro.

Sobre su matrimonio habla poco, que “eramos muy jóvenes, yo me casé sin saber bien porqué y me separé por que ella me lo pidió. Siempre me reclamaba que nunca iba a llegar a nada. Quería un marido que escale posiciones; que valga”

Hacia el final de la entrevista semidirigida indago, como suele hacerse habitualmente, sobre el uso del tiempo libre y hobbies. Desde hace años practica andinismo, “me gusta escalar y estar, cuando llego arriba, contemplando todo solo, sentado en la cima, en lo alto viendo todo desde arriba. Incluso después me cuesta bajar, y cuando bajo me vuelco para adentro, hablo poco, estoy como triste. Me aíslo.” Y agrega que muchas veces pasa todo el año pensando y ahorrando para ir esos 15 días de vacaciones: “... y yo me doy cuenta que a veces dejo de lado a M (hijo) porque él me reclama y tiene razón.”

Antes de despedirnos le recuerdo que en el próximo encuentro tendrá que dibujar “¿Qué es lo que hacen ustedes, lic. con esos dibujitos y esas cosas que preguntan que nada que ver?” Me abstengo de explicar o aclara nada: “Ya veremos” le digo. En el inicio del encuentro siguiente comienza a tutearme.

 

Me interesa situar aquí un punto. Es cómo si me hubiese preguntado si yo, o más aún si “nosotros los psicólogos” podríamos ver algo allí, dónde él no ve nada. Mi contestación, “veremos”, implica un potencial, una apertura al tiempo que nos convoca, a ambos. ¿Qué hubiese provocado una respuesta como “ya le voy a decir”, o “en la entrevista de devolución le informo?” Creo que hubiese dejado de mi lado el saber, me hubiera convertido en “explicadora” y en ese movimiento a la vez no se hubiese instalado el Otro de la transferencia cómo SSS.

 

En test gráficos, N dibuja lentamente, y trata de cuidar los detalles, muestra un gran nivel de exigencia y frustración. Repasa los dibujos varias veces y no obtiene el resultado ideal que espera. Dibuja la línea del piso como horizonte, con lo cual la casa, el árbol y la persona del HTP, no están apoyadas en el piso.

 

Cuando alguien realiza test gráficos estoy atenta no solo a los indicadores gráficos, sino a su estilo, al “sujeto dibujando”, y, por supuesto a las verbalizaciones espontáneas. N dice: “Siempre dibujé así la línea del piso. ¿Es raro no? Siempre tiene que haber una perspectiva, parece que eso no los deja pararse sobre la tierra ¡Tanta perspectiva y terminan en el aire!”.

 

Al dibujar la Persona Bajo La Lluvia dibuja una figura sin paraguas,  Voy a dibujarla sin paraguas, no porque le guste mojarse, pero es como yo, no le gusta cargar con el paraguas, pero tampoco mojarse”.

 

En el test Dos Personas se le pide luego de realizado el gráfico que ponga nombres y edades a los personajes y escriba una historia en la que sean protagonistas. La historia contada es el encuentro de una pareja que por un motivo “externo”, un viaje, se separa. Leo la historia en voz alta para ver si entiendo la letra, y N. dice “ !Qué terrible! Ni en esta, que es una historia creada por mi zafo de la soledad...(y a los pocos segundos agrega) ¡ Y esta historia la cree yo! ...¿Se tratara de mi?” Me abstengo de formularle comentarios, pero lo miro. N comienza a escucharse, yo le ofrezco mi presencia.

 

Esta ocurrencia parece sucumbir al olvido en el encuentro siguiente, pero vuelve ante la construcción de la historia de la lámina en blanco del TRO. Allí nuevamente “se escucha” a sí mismo, y nuevamente se produce esta suerte de “efecto sorpresa”. Agregaría aquí que el cuestionario desiderativo, donde resalta la gran polarización entre los símbolos elegidos (cóndor, sol, roble) y los rechazados (invierno, cactus, boa constrictora), él se percata de esto: ”Yo siempre tan extremista”

 

Para trabajar la entrevista de devolución, elijo abordar el motivo de consulta a partir de estos momentos en que el sujeto se escuchó a sí mismo, planteando la posibilidad de que algo cambie a partir de escucharse en  estas preguntas. Le contesto con sus preguntas. Hago una apuesta a la implicación del sujeto en su padecer, y desde allí recomiendo el tratamiento, estableciendo entonces con él otro contrato, el analítico.

Me pregunto que hubiese pasado si tomaba otro camino en la entrevista de devolución y por ejemplo, me dedicaba a hacerle comprender que lo que le pasa ahora esta ligado a aquello que le había pasado antes, hubiese sido una intervención fuera de tiempo, mucho antes que esto pudiera llegar a ser atisbado por N. Me hubiera quedado en los tiempos de la sugestión, me hubiese sustraído a ser soporte de una transferencia analítica. Y es probablemente este, el punto en que la sugestión se aleja de la transferencia sea el punto en que en un psicodiagnóstico se juega la posibilidad de ser obstáculo de un análisis. 

Hablando de la diferencia entre sugestión y transferencia, y del valor de la repetición y la resistencia, Freud dice en la lección XVIII “Con la ayuda del hipnotismo resulta el tratamiento psicoanalítico, mucho más breve, fácil y agradable que actualmente, pero sus resultados eran inseguros y nada duraderos, razón por la cual me decidí a prescindir de él en lo absoluto, y vi entonces claramente como durante todo el tiempo que hubimos de recurrir a su ayuda fue imposible llegar al conocimiento de la dinámica de estas enfermedades. En efecto, el estado hipnótico ocultaba la resistencia a la percepción del médico(...) La actuación del hipnotismo, con respecto a la resistencia, resultaba así muy semejante a las que atribuimos a la duda en la neurosis obsesiva. Creo por tanto, tener pleno derecho a proclamar que el psicoanálisis propiamente dicho no data sino del momento en que renuncié a recurrir a la sugestión hipnótica.”  Lacan, en “La dirección de la cura”, Escritos II, refiriéndose a Freud dice: “El reconoció enseguida que ese era el principio de su poder, en lo cual, no se distinguía de la sugestión, pero también que ese poder no le daba salida al problema sino a condición de no utilizarlo, pues era entonces cuando tomaba todo su desarrollo de transferencia. A partir de ese momento ya no es al que está en su proximidad al que se dirige, y esta es la razón por la que le niega la entrevista cara a cara.”

 

Volvamos al recorte clínico. Ya iniciadas las entrevistas, y luego de varios intentos por reivindicar su postura de “víctima” del destino y llorar por tantas pérdidas, N se descubre, no sin cierto horror, usando esta imagen para atraer la atención de las mujeres. Esto lo conmueve. es un momento de implicación. N se pesquisa dividido.

Los recuerdos infantiles comienzan y uno de ellos insiste: está arriba, mirando todo desde la altura a caballito de su padre, poco antes de la muerte de éste, a sus 3 años aproximadamente, ”me encantaba ver el mundo desde arriba. Desde ahí sentía que dominaba todo”.  Este recuerdo casi inmediatamente lo conduce al tema de la muerte del padre. ”Recuerdo a mi padre caído en el piso, muerto en el comedor de  casa”. Aparece con insistencia una pregunta.” ¿por qué no me puedo sacar esto de la cabeza?” Pregunta que me dirige y aparecen también los dolores de cabeza luego de las entrevistas.

Comienza a situar sus dificultades como padre: “mi hijo necesita que lo sostenga, que lo acompañe y yo no sé cómo. No estoy a la altura de las circunstancias”. Se angustia.

Se empieza a complicar su situación laboral, ocupa un cargo de jerarquía intermedia y le dicen que hay posibilidades de ascender a partir de lo cual comete errores infantiles”. Es un momento de gran zozobra, no sabe que esperan de él. ¿Qué quieren de mi?

“No sé que me pasa, soñé algo que me angustió mucho estaba en un lugar, y no sabía si estaba arriba o abajo. Estaban mi mamá, mi hermano y yo, y una persona parecida a mi padre que me decía algo en relación a mi cabeza. No entendía que querían de mi. El me decía que suba, ellos que baje una escalera. Y yo no sabía dónde estaba. ¿Era arriba o abajo?” Las asociaciones lo llevan a descubrir que siempre su vida es una lucha por estar arriba”. Lograrlo, dominar ser el mejor, llegar a la cima de la montaña, a jefe en el trabajo, llegar alto en lo económico, arriba en el acto sexual, ser el mejor padre, el más importante de los amigos, el mejor de los hermanos, en cada una de las cosas.

La transferencia hacia mi persona, el síntoma y el significante de la transferencia estaban ya.

 

En “La iniciación del tratamiento” Freud compara al psicoanálisis con el ajedrez: Sólo las aperturas y los finales pueden ser estudiados exhaustivamente. Allí diferencia también las entrevistas de la iniciación del análisis: ”solo podremos diferenciar algo del análisis propiamente dicho, dejando hablar preferentemente al enfermo y no suministrándole más explicaciones que las estrictamente necesarias para la continuación de su relato” ¿Cuándo intervenir entonces? “Nunca antes de haberse establecido en el paciente una transferencia aprovechable. El primer fin del tratamiento es siempre ligar al paciente a la cura y a la persona del médico”

Lacan lo reformulará diciendo que en el principio no está la demanda, sino la transferencia, y situará como imprescindible para el comienzo un acto del lado del analista.

“ ¿Qué es lo que hacen ustedes, Lic. con esos dibujitos y esas cosas que preguntan que nada que ver?” , que esta pregunta se transforme en ¿Qué podrá hacer Ud. Con eso?, dependió de mi en el punto en que me situé en la escucha..

 

Esta intervención en psicodiagnóstico le permitió a N sorprenderse, descubrirse en eso que él a priori consideraba como algo descartable, desechable podríamos decir. Y a partir de allí pudo ser posible el inicio de un análisis.

 

Quisiera resaltar por último que esas producciones marginadas de la vida diaria de la mayoría de la gente, como los dibujitos, las respuestas a unas preguntas absurdas del desiderativo, o las respuestas a las láminas del TRO o del Rorschach unas veces intrigan, otras provocan desprecio o curiosidad, descreimiento o fascinación, pero como los sueños, los fallidos o los chistes, no nos son indiferentes, pertenecen a esa categoría de producciones que nos permiten acceder al mundo del sujeto y su verdad.  Son lenguajes y en este sentido pueden ser escuchados (Freud trabajó esto en  muchos textos, partiendo de ciertas producciones de literatura, pintura o escultura “El <Moisés> de Miguel Angel” “Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci” “El delirio y los sueños en <LA GRADIVA>”...)

En alguna época Freud acostaba inmediatamente a los pacientes en el diván para definir si eran o no analizables. Esto no marcaba antes, como no marca hoy el inicio de un análisis ¿Y comenzar con entrevistas preliminares? Tampoco, pues no hay en ellas garantía sobre a que conducirán. ¿Qué garantiza entonces el comienzo verdadero de la cura? Lo primero: un analista y por supuesto, la puesta en forma del síntoma, el anudamiento de la transferencia al analista como SSS, el significante de la transferencia.

 

¿Y el psicodiagnóstico entonces?

Ciertamente creo que es más fácil si comenzamos con entrevistas, pero el  psicodiagnóstico no necesariamente es un obstáculo, aquí ( y no sólo aquí en mi experiencia) fue un elemento posibilitador, que ayudó al consultante a devenir sujeto.

Como siempre el resultado dependerá del paciente y por supuesto, de que allí haya un analista dispuesto...

 

Correo del autor: superez@alternativa1.com


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