» Introducción al Psicoanálisis

Trauma, entre necesario y contingente: heridas de guerra

08/01/2014- Por Graciela Ana Pérez - Realizar Consulta

Imprimir Imprimir    Tamaño texto:

Mi práctica con veteranos de Malvinas, causó el interés por formalizar ciertos avatares e interrogantes clínicos. El encuentro con las consecuencias de la guerra invita a considerar la noción de trauma, término cuya etimología griega, alude semánticamente a “herida”. El trauma como vía regia de acceso al aparato psíquico, admite diferentes explicaciones tanto desde las tópicas freudianas como desde la lógica lacaniana.

  

 

 

 “Sólo se descubre una vez la guerra, pero se descubre muchas veces la     

   vida” André Malraux (*1)

 

  Mi práctica con veteranos de Malvinas, causó el interés por formalizar ciertos avatares e interrogantes clínicos. El encuentro con las consecuencias de la guerra invita a considerar la noción de trauma, término cuya etimología griega, alude semánticamente a “herida”. El trauma como vía regia de acceso al aparato psíquico, admite diferentes explicaciones desde las tópicas freudianas como desde la lógica lacaniana.

  En los inicios del Psicoanálisis, la histeria permite ubicar al trauma como una experiencia sexual precoz ocurrida en la temprana infancia, previa a la pubertad, vivida pasivamente como resultado de una seducción practicada por otro. Dicho acontecimiento ha dejado una impronta imperecedera, cuyo recuerdo es el agente provocador en la etiología de la histeria. Dos escenas en tiempos diferentes son necesarias para que la segunda de apariencia anodina, resignifique a la primera por algún falso enlace, represión mediante como defensa de aquel suceso penoso. El recuerdo obrará como acontecimiento actual, que por efecto retroactivo (nachträglich) ha devenido trauma. Recuerdos fragmentados, distorsionados mienten acerca del suceso, escribiendo Freud en su epístola “ya no creo más en mi neurótica”(2). Ya no será un hecho efectivamente acaecido sino las mismas fantasías quienes actuarán con toda la fuerza de las vivencias reales, siendo las propias reminiscencias causantes del sufrimiento. Sustitución del acontecimiento por la fantasía, en ambos casos con la característica de estar reprimidos.

  Experiencia sexual anticipada, falso enlace entre dos escenas, “proton pseudos” histérica, represión como defensa, impronta imperecedera, acción póstuma traumática, fijan las coordenadas de esta primer noción freudiana. Será por la conexión palabra-afecto que se producirá el efecto catártico, vía ligadura/desligadura de las cargas de afecto con las representaciones por condensación y desplazamiento.

  En su “Introducción al Simposio sobre las Neurosis de Guerra”, Freud diferencia las neurosis de guerra de las neurosis de los tiempos de paz, y las incluye “como neurosis traumáticas que fueron posibilitadas o favorecidas por un conflicto yoico”(3). Dicho conflicto se zanja entre “el yo de la paz y el nuevo yo guerrero del soldado”; el yo de la paz advierte el peligro mortal que le impone las osadas empresas bélicas de este nuevo yo, de ahí “la huída a la neurosis traumática” como protección frente al peligro mortal.

  La guerra convoca a una predisposición a matar y morir. Los mandamientos “No matarás”, “Ama a tu prójimo como a ti mismo” se trastocan ante el imperativo de matar al enemigo frente a la renuencia de matar a otros. Al mismo tiempo se vuelve factible la muerte propia, se arrasa así con la creencia inconsciente neurótica en la inmortalidad. Lo prohibido antaño es permitido hoy; más aún, toma el estatuto de “deber de la guerra”. Escribe Maurice Blanchot en su libro “El instante de mi muerte”: “Eso era la guerra: la vida para unos, para los otros la crueldad del asesinato” (4).

  Exigencias extraordinarias, sacrificio incondicional de intereses personales en pro del bien común, transferencia del amor propio hacia ideales patrióticos revelan cierto perjuicio, afección narcisista. “Herida narcisista” entre el ideal del yo como exigencia social librada en la trinchera y el yo ideal de la retaguardia; o bien, entre la idealización de ser “héroe de la guerra” y el “deber de ir a la guerra” a modo de mandato superyoico. Hendidura a nivel de la segunda tópica freudiana, donde la idea de herida narcisista alude al término alemán “kränkung”, con sentido de ofensa, agravio, ultraje en referencia a una herida moral, social, herida al amor propio. “Quienes fuimos a Malvinas somos los chicos de la guerra: a veces héroes,  otras esos loquitos, escaras de la sociedad”.

  El refugio en la enfermedad, consecuencia de los horrores de la guerra, asilan los motivos provechosos del yo. Es el arma para la defensa y venganza, para exigir resarcimiento por las lesiones al yo, tal el beneficio secundario del síntoma. Es la solución económica, más inofensiva socialmente con ganancia para el sujeto, estipulando su valor heroico y económico en las pensiones de guerra. Un excombatiente decía: “Pérdidas son pérdidas, en cuestión de muerte,  no hay quien  lo pague”. Mientras que otro argumentaba: “Lo que viene de arriba me jode, las pensiones no las gané laburando. Pero las secuelas de la guerra siguen estando, las seguimos pasando, las seguimos pagando. Es una forma de pagar con el cuerpo y la mente lo que uno vivió”.

  A esa altura de la teoría freudiana, la etiología sexual de las neurosis era aplicable sólo a las neurosis de transferencia de los tiempos de paz y refractaria a las neurosis traumáticas. Quedando relegado como peligro interno, la libido,  para las neurosis de transferencia y situado un peligro externo para las neurosis traumáticas, compartiendo ambos peligros las neurosis de guerra. Así Freud concluirá el artículo anteriormente mencionado: “No parecen insuperables las dificultades teóricas que cierran el paso a esa concepción unificadora; en efecto, es posible, con buen derecho, caracterizar a la represión, que está en la base de toda neurosis, como reacción frente a un trauma, como neurosis traumática elemental” (5)

  Con lo cual el trauma será necesario, elemental para toda neurosis yendo desde el acontecimiento, la fantasía hasta lo estructural, estructurante para un sujeto.

  Así se resaltará para el trauma la hipótesis de excitación excesiva, exceso de energía en términos económicos para los procesos anímicos. Metáfora energética, figura paradójica en tanto energía no medible ni cuantificable. Frente al exceso económico, el saldo es un déficit en la simbolización.

  Se destaca el factor de sorpresa, un sujeto desprevenido ante un accidente. El shock provoca la ruptura de la protección antiestímulo generando un incremento en la intensidad de estímulo, con alteraciones en la economía energética. Con lo cual la tarea será ligar y dominar psíquicamente dichos estímulos a fin de su tramitación. Por la vía del “Más allá del principio del placer”, la vida onírica de quienes atravesaron la guerra reconducen al sujeto una y otra vez al acontecimiento horroroso, despertando al durmiente con renovado terror. Un sobreviviente del Crucero Belgrano manifestaba: “Duermo poco, sueño mucho. Sueño con mi pasado en el Belgrano, si me pudiera sacar eso de encima, tendría gran parte de la batalla naval ganada…Son siempre los mismos sueños de la vivencia del crucero. Pareciera que es un permanente castigo, pero ¿para qué?” Misteriosas tendencias displacenteras presentifican la pulsión de muerte a través de la compulsión a la repetición. Repetición compulsiva de una impresión desagradable por fijación al momento del accidente traumático. Escenificación de impresiones dolorosas con renovado placer.

  La situación traumática es equivalente a una vivencia de desvalimiento, indefensión. Hilflosigkeit, prototipo del desamparo originario, con desprendimiento de angustia como señal, ante una amenaza de un peligro interno o externo, coincidencia ahora si de peligro realista y pulsional, dirá Freud en “Inhibición, Síntoma y Angustia”. Un peligro interno es experimentado como separación o pérdida de un objeto amado o bien por la pérdida de su amor, experiencias de pérdida que resignifican la amenaza de Castración. Las neurosis de guerra, como secuela de un peligro mortal, son las consecuencias de la angustia de supervivencia o de muerte. La angustia de muerte es análoga a la angustia de castración en tanto reacción del yo por ser abandonado por el super yo protector quedando a merced del Destino. El escenario bélico revive la situación de desamparo, desprotección, quedando el sujeto indefenso librado al azar. Un veterano de Malvinas así lo relataba: “La guerra es una ruleta rusa. Las bombas no tienen nombre, ni apellido. Estás esperando que la suerte o el destino te caigan en algún momento”. Otro decía: “A partir de Malvinas nuestra vida cambió, estábamos entregados  física y psíquicamente, dependíamos de los demás, de los ingleses y de nuestros superiores”. Mientras que algún otro refería: “Siento mucha bronca: por haber perdido la guerra, por las pérdidas de vidas y compañeros, por haber estado sufriendo y perdiendo nuestra juventud”. Así Freud reconduce la concepción energética a un momento de pérdida esencial, pérdida primera de objeto que deja un agujero como traumático en un sujeto.

  En “Moisés y la religión monoteísta”, Freud define al trauma como aquellas impresiones o vivencias de la temprana infancia, “del período en que se inicia la capacidad del lenguaje” (6), que se han sustraído a la normal tramitación. Dichas impresiones son de carácter sexual y agresivo y también incluyen los daños tempranos al yo (mortificaciones narcisistas). Freud remarcó el carácter de vivencias en el cuerpo propio y de percepciones sensoriales, sobretodo de “lo visto y lo oído”. Por efecto de la amnesia infantil dichas vivencias han caído bajo el olvido, siendo asequibles sólo los recuerdos encubridores, restos mnémicos de los mismos. Ubicará el período de latencia, período de incubación de la enfermedad, entre el accidente y la primera aparición sintomática. Lo sintomático será el resultado de una formación de compromiso entre los “efectos positivos y negativos” del trauma, reafirmando el carácter traumático de las neurosis. Lo “positivo” tenderá a vivenciar lo olvidado, por compulsión a la repetición y fijación al trauma; lo “negativo” se canalizará por meta contrapuesta, es decir, por evitación, como reacción defensiva. Ambas fuerzas se patentizan en el retorno de lo reprimido, como formación sustitutiva, imprimiendo la “cicatriz de la represión”.

  Retorno de lo reprimido que insiste para no dejarse olvidar en esa remota escena de trinchera, la imagen permanente del compañero herido, las somatizaciones recurrentes, las adicciones, los sueños traumáticos. El sueño proyecta en su pantalla las escenas horrorosas de la guerra velando con imágenes lo Real escondido. Los actuales fuegos artificiales navideños podrán recordar los estruendosos bombardeos y conmover esa otra realidad escondida, he ahí el golpe de lo Real.

  “Lo Real es lo que siempre vuelve al mismo lugar” (7), dirá Lacan. El trauma como cita fallida con un real que se escabulle. Tychè como encuentro contingente con un real que está más allá del automaton, de la insistencia significante. Algo del mundo externo va a ligarse azarosamente con algo de la pulsión; sorpresivo encuentro entre un hecho fortuito y una fantasía que al anudarse produce trauma. Real como inasimilable a la estructura, como necesario y que puede presentarse por el accidente, por lo contingente haciendo tambalear la realidad fantasmática.

  Para Lacan lo traumático es el encuentro con el lenguaje, con ese agujero que deja el lenguaje, trou-matisme, condensación entre agujero y traumatismo. El significante mata la Cosa, quedando para siempre perdida. La pulsión de muerte es la incidencia del significante sobre la vida. El trauma como Real está articulado en un lenguaje en una relación de extimidad. Lo Real es un punto irreductible del lenguaje en que el sujeto se fundó, resto no asimilable que el lenguaje puede rodear pero no absorber. El lenguaje parasita al ser viviente, dando nacimiento al ser parlante, a un sujeto en función a su palabra.

  Desde los diversos modos de figurar el trauma es menester plantear dos acontecimientos, dos momentos, donde el segundo por après-coup resignifica al primero. Siempre ocurre por anticipación, a destiempo, demasiado temprano. Con lo cual el trauma adquirirá la dimensión de a-temporal y el carácter de “actual”; actualidad paradójica, en tanto presentifica lo pasado; lo actual como lo Real lacaniano. El efecto patógeno se producirá por vinculación, falso enlace, entre un suceso reciente y aquel suceso primitivo, trauma primordial. El síntoma, el sueño traumático será reminiscencia, recuerdo imborrable, y a la vez encubridor, de aquel suceso pre-histórico.

  Las neurosis de guerra son secuelas del encuentro con el horror, heridas de guerra producidas entre lo necesario de un trauma fundamental y lo contingente del azar de la guerra. Por un lado, el trauma admite una dimensión fáctica, contingente, azarosa donde lo traumático no reside sólo en lo dramático de la escena bélica, sino en el efecto para un sujeto. Por otro lado, una concepción metapsicológica en lo necesario del trauma como estructural, primero y fundante de la entrada del sujeto en el lenguaje. Castración para el sujeto, la represión primaria como cicatriz de la entrada en el lenguaje. La neurosis deviene cicatriz del inconsciente, efecto de la herida que dejó el lenguaje.

  La represión primaria divide y constituye al sujeto. Es la responsable de las primeras inscripciones y de la matriz misma del inconsciente. Represión primaria, clivaje para un sujeto, es lo traumático estructural y estructurante. El inconsciente es esa ranura por donde se produce el retorno de lo reprimido. Los síntomas como tentativa fallida de elaboración del trauma, son los restos que conmemoran los horrores de la guerra. El síntoma como monumento inconsciente del trauma, muestra la fijación del sujeto, la adherencia gozosa a las experiencias perversas de la guerra. Fijación a un goce perverso, a lo traumático. Un paciente decía: “Recordar algunas cosas pega… -¿Pega?... -Si te pegan y también quedas pegado. Te atraen, hay una atracción por esos recuerdos, y también te sacuden, te conmueven”.

  Toda neurosis conlleva una fijación psíquica al trauma dada la fuerza de la impresión, y las neurosis traumáticas una adherencia al momento del accidente traumático. Freud titulará su conferencia “La fijación al trauma, lo inconsciente”, me planteo la relación entre trauma, inconsciente y fijación, en tanto el inconsciente porta los restos traumáticos pulsionales, fijando y repitiendo su propia marca. Marca que moldea un vacío, punto de real irreductible a lo simbólico, la cual podrá advenir con carácter traumático en la actualidad de su retorno.

  La fijación es la ligazón entre representación y carga, implica una inscripción, punto de contacto con la represión primaria. Ejerce una atracción que instila a la repetición para la elaboración de ese cuerpo extraño. Se trata así de una simbolización de esas secuelas, metabolización de ese cuerpo extraño. Vía la elaboración, no la extinción, se incorporará como saber inconsciente, aquello que quedó por fuera de sentido, como perplejidad, sin-sentido para un sujeto.

  El valor traumático de un acontecimiento será valuado por el lugar significante que ocupe en la estructura de un sujeto. De ahí que el trauma es aquel suceso que no ha podido ser articulado en un mito, no ha podido ser novelizado en la novela familiar de un neurótico, referirá Lacan en el Seminario de La Transferencia.

  Proton pseudos, cuerpo extraño, hilflosigkeit representan metáforas del trauma. Muerte y sexualidad como no representables para Freud, lo real como imposible para Lacan. Puntos innombrables, no fácilmente atrapables por la palabra.

  ¿Cómo decir ante la mudez traumática? El decir adviene acontecimiento de la palabra en el campo del lenguaje de aquellas vivencias horrorosas del campo de batalla. Experiencias que encuentran un límite de la palabra en la palabra misma. No ceder en las palabras, nos decía Freud. Mario relataba: “Recuerdo todo sobre la guerra de Malvinas, me gustaría haber podido hablar y no lo hice. Son cosas muy fuertes que te quedan y te marcan. Cada bombardeo que sobrevivis te queda el miedo, el miedo es otra forma de sobrevivir. Sobrevivir, te cambia la vida, es algo muy profundo”.

  En su libro La Escritura o la Vida Jorge Semprún escribe: “… El verdadero problema no estriba en contar, cualesquiera que fueren las dificultades. Sino en escuchar… ¿Estarán dispuestos a escuchar nuestras historias, incluso si las contamos bien?...Contar bien significa: de manera que sea escuchado. No lo conseguiremos sin algo de artificio. ¡El artificio suficiente para que se vuelva arte!” (8)

 

 

Citas

 

1.                                 André Malraux L´espoir. Sierra de Teruel. Edhasa. 2001. Pág. 490

2.                                 Sigmund Freud. “Carta 69” (1897). O. C. Vol. I. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1986. Pág. 301.

3.                               Sigmund Freud. “Introducción al simposio sobre las neurosis de guerra”. (1919). O. C. Vol. XVII. Amorrortu editores.                Buenos Aires. 1986. Pág. 206. 

4.                                Maurice Blanchot. El instante de mi muerte (1994). Editorial Tecnos. 2004. Pág. 24

5.                                Sigmund Freud. “Introducción al simposio sobre las neurosis de guerra”, op.cit., Pág. 208. 

6.                               Sigmund Freud. “Moisés y la religión monoteísta”. (1939). O. C. Vol. XXIII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1976.                 Pág. 71. 

7.                               Jacques Lacan. Clase V: “De la red de significantes”. Clase 5 de Febrero de 1964. Seminario 11, “Los cuatro conceptos              fundamentales del Psicoanálisis”. Edit. Paidós. Buenos Aires. 1990. Pág. 57

8.                               Jorge Semprún. La escritura o la vida. Fábula Tusquets, editores. 1998. Pág. 140

 

  

   Bibliografía

    Sigmund Freud. “Carta 69” (1897). O. C. Vol.I. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1984.

    Sigmund Freud. “La proton pseudos histérica” en “Proyecto de psicología” (1895) O. C.   

                             Vol. I. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1984. Pág. 400

    Sigmund Freud. “La etiología de la histeria” (1896). O. C. Vol.III. Amorrortu editores.

                             Buenos Aires. 1976. Pág. 185.

    Sigmund Freud. “La Represión” (1915). O. C. Vol. XIV. Amorrortu editores. Buenos Aires.

                             1984. Pág. 135.

    Sigmund Freud. “De guerra y de muerte. Temas de Actualidad” (1915). O. C. Vol. XIV.

                            Amorrortu editores. Buenos Aires. 1984. Pág. 273.

    Sigmund Freud. “La Transitoriedad” (1916-1915). O. C. Vol. XIV. Amorrortu editores.

                            Buenos Aires. 1984. Pág. 305.

    Sigmund Freud. “I. Las excepciones”, en “Algunos tipos de carácter dilucidados por el

                            trabajo psicoanalítico”. (1916). O. C. Vol. XIV. Amorrortu editores.

                            Buenos Aires. 1984. Pág. 319.

    Sigmund Freud. “18 Conferencia: La fijación al trauma, lo inconciente”. (1916-1917). O.

                            C. Vol. XVI. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1984. Pág. 250

    Sigmund Freud. “24 Conferencia: El estado neurótico común”. (1916-1917). O. C. Vol.

                            XVI. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1984. Pág. 344.

    Sigmund Freud. “Introducción al simposio sobre las neurosis de guerra”. (1919). O. C.

                             Vol. XVII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1986. Pág. 201.

    Sigmund Freud. “Apéndice: Informe sobre la electroterapia de las neurosis de guerra”.

                            (1955 (1920)). O. C. Vol. XVII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1986.

                             Pág. 209. 

    Sigmund Freud. “Más allá del principio de placer” (1920). O. C. Vol. XVIII. Amorrortu

                            editores. Buenos Aires. 1984. Pág. 1.

    Sigmund Freud. “Inhibición, síntoma y angustia” (1926 [1925]). O. C. Vol. XX. Amorrortu

                            editores. Buenos Aires. 1986. Pág. 71.

    Sigmund Freud. “¿Por qué la guerra? Carta de Einstein. Carta de Freud”. (1933-1932). O.

                            C. Vol. XXII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1986. Pág. 179 

    Sigmund Freud. “Moisés y la religión monoteísta”. (1939). O. C. Vol. XXIII. Amorrortu

                            editores. Buenos Aires. 1976. Pág. 201. 

     Jacques Lacan. Clase XXII: “Descomposición estructural”, Clase 24 de Mayo de 1961.

                           Seminario 8, “La Transferencia”. Edit. Paidós. Buenos Aires. 2004. Pág.

                           351.

     Jacques Lacan. Clase II: “El inconsciente freudiano y el nuestro”. Clase 22 de Enero de

                           1964. Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del

                            Psicoanálisis”. Edit. Paidós. Buenos Aires. 1990. Pág. 25.

     Jacques Lacan. Clase III: “Del sujeto de la certeza”. Clase 29 de Enero de 1964.

                           Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”.

                           Edit. Paidós. Buenos Aires. 1990. Pág. 37.

     Jacques Lacan. Clase IV: “De la red de significantes”. Clase 5 de Febrero de 1964.

                           Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”.

                           Edit. Paidós. Buenos Aires. 1990. Pág. 50.

     Jacques Lacan. Clase V: “Tyche y Automaton”. Clase 12 de Febrero de 1964. Seminario

                           11, “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”. Edit. Paidós.

                            Buenos Aires. 1990. Pág. 61.

     Liliana Donzis.  Seminario EFBA 2013: “Clínica con niños y púberes. Lo traumático y los

                           duelos. Lo Real en la cura”.

     Isidoro Vegh.   Cap. 5: “Vida y Muerte”; Cap. 6: “Pulsiones de vida, pulsión de muerte”.

                           Nietzche, Freud, Lacan”. Hacia una Clínica de lo Real. Edit. Paidós.

                           Buenos Aires. 1998.

     Isidoro Vegh.   Cap. 4: “Pulsión de vida, pulsión de muerte”; Cap. 5: “El goce a-sexuado

                           y sus enlaces”. El abanico de los goces. Edit. Letra Viva. Buenos Aires.

                           2010.

     Haydée Heinrich. Primera Parte: “La falta de confianza en el significante” “Borde<R>S de

                           la neurosis”. Colección la clínica en los bordes. Homo Sapiens Ediciones.

                           Rosario. 1993.

     Germán García. Actualidad del Trauma. Grama ediciones, 2005.

     Mario Elkin Ramírez Ortiz. Psicoanalistas en el frente de batalla. Las neurosis de guerra

                          en la Primera Guerra Mundial. Medellín, Colombia. Edit. Universidad de

                          Antioquía. 2007

     Marcelo Barros. Cap. III: “Sobre el trauma y la violencia del lenguaje”. La pulsión de

                          Muerte, el Lenguaje y el Sujeto. Edic. El Otro. Buenos Aires. 1996. Pág. 75

     Material Clínico extraído de la práctica con veteranos de Malvinas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

 


© elSigma.com - Todos los derechos reservados


Recibí los newsletters de elSigma

Completá este formulario

Actividades Destacadas

La Tercera: Asistencia y Docencia en Psicoanálisis

Programa de Formación Integral en Psicoanálisis
Leer más
Realizar consulta

Del mismo autor

» Acerca de “Más allá del principio del placer...”
» “Fobia, tormenta de afecto”
» Frente a lo traumático de la guerra, la ética de la palabra

Búsquedas relacionadas

No hay búsquedas relacionadas.