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Comentario del libro de Jorge Ulnik, El psicoanálisis y la piel04/11/2005- Por Gerardo Gutiérrez -
Importantes voces en el mundo de la Psicosomática, han conseguido carta de naturaleza para un punto de vista estructuralista (estructura psicosomática) que “condena” al enfermo, con síntomas que se consideran psicosomáticos a un diagnóstico, de personalidad psicosomática, elaborado con anterioridad, y con un notable grado de generalización y yo diría que de segregación.
Ulnik no corre en esa carrera. Cada paciente llama su atención desde su individualidad, desde su historia, desde los dichos familiares que han ido cayendo sobre él, desde la funcionalidad más material de sus síntomas, etc. Le interesa siempre el sentido de cada prurito, de cada rojez, de cada escama. Y tal vez con ello, saltando por encima del cosificador diagnóstico aludido, trata de introducir al paciente en una simbolización no sólo sufrida sino también vivida y manejada.
Prólogo.
Escribir unas palabras acerca del libro de Jorge Ulnik que el lector tiene en sus manos resulta para mí una actividad sin duda grata, pero delicada. No soy experto en el tema que el libro trata, la piel y sus trastornos, y, por otra parte, me une a Jorge una breve pero auténtica amistad.
No
quiero que lo primero desacredite mis palabras y, respecto a lo segundo, no
quiero que parezca que me ciega la amistad (cosa que nunca me ha parecido mala,
pero sí cuando se trata de hacer un comentario introductorio-crítico de una
obra).
¿Estamos
frente a un libro de Introducción a un tema relativamente nuevo y sin duda muy
específico, de uso para legos en la materia? ¿O se trata más bien de un trabajo
de investigación avanzada que servirá sobre todo a los profesionales que ya
cuentan con cierta experiencia y familiaridad con el tema de la piel?. Yo
diría, sin dudarlo, que se trata de ambos productos. Es una magnífica fuente de
información y motivación para los que se inician; y un estudio informado,
riguroso y complejo, con abundante y variado material clínico, para los especialistas.
Tal vez
echo de menos un capítulo específico sobre la psicoterapia de pacientes con
trastornos en la piel, con precisiones metodológicas y técnicas y el
seguimiento en extenso de algún caso tratado. Es más que probable que la mente
inquieta de Jorge ya lo tenga soñado y pensado. Si no fuera así, yo me erijo en
portavoz de los que nos gustaría encontrar tal obra suya.
Y a
partir de aquí invito al lector a un rápido recorrido por algunos lugares y
aspectos de la obra y de su autor que, a mi parecer, son de destacar.
Su aportación teórica es importante. En primer lugar, por la revisión
de autores a la que procede, comenzando por Freud. Un Freud en el que
redescubrimos ahora, ordenadas y categorizadas, múltiples referencias, directas
o indirectas, al tema de la piel. En forma minuciosa y concienzuda va
recogiendo todas las menciones freudianas a la naturaleza y función de la piel,
diseminadas a lo largo de toda la obra, desde el Proyecto de una psicología
para neurólogos escrito en 1895, hasta el Esquema del Psicoanálisis,
de 1938. Es un trabajo importante y, sobre todo, clarificador.
También presenta ampliamente las aportaciones de Anzieu (la piel común con la madre; las funciones
del yo-piel; los niveles de simbolización y las cinco lógicas correspondientes,
que Ulnik presenta y ejemplifica en la
clínica, así como en productos literarios y cinematográficos; la importancia
concedida al masoquismo como “envoltura de sufrimiento”; etc.) y una larga
lista de psicoanalistas que han tocado el tema con intensidades variables.
Prepárese el lector por tanto a hacer un amplio recorrido por autores
de la mano de Jorge Ulnik. No sé si están todos, probablemente no, pero yo me
he sentido bien guiado y bien informado.
Especial atención me han llamado la función expresiva de la piel, de
Roberto Fernández y la aportación, a mi juicio fresca y actual, de un autor
antiguo, tan vinculado a Freud, como Max Schur.
Respecto a la interpretación que hace Rosenfeld del cuento popular Piel
de Asno, me parece compleja, rica e interesante. No puedo decir lo mismo de
la metodología con que se acerca al cuento, producto de la cultura tradicional,
que debe ser estudiado en su contexto. Pero este es otro tema, el de la
metodología de acercamiento a estas joyas de nuestra cultura oral en las que,
sin duda, Jorge Ulnik podrá encontrar, si se lo propone, materiales
valiosísimos para su línea de investigación.
Nos llama la atención algo que él mismo anuncia, su honesta revisión
de autores: ni oculta en ningún momento sus fuentes, ni se constriñe a una
mención literal de esas ideas: Ulnik las expone haciéndolas suyas,
incorporándolas a su sistema de pensamiento y acción.
En este
terreno de la teoría encontramos, en el libro, un punto de vista sobre la piel
que apuesta definitivamente por la complejidad: la piel como fuente, como
objeto, como protección y como entrada, como contacto y como contagio, la piel
“para dos” en la relación con la madre, la piel como envoltura y como soporte ,
como coraza en forma de “segunda piel”,
como demarcación de la individualidad, como lugar de inscripción de
memorias no verbales, como envoltura tóxica, etc.
Además
de ello, una idea interesante: es conocida desde siempre la influencia múltiple
del psiquismo sobre el cuerpo, pero mucho menos -salvo en el efecto depresor o
inhibidor de los trastornos somáticos graves- la influencia del cuerpo sobre el
psiquismo, especialmente de la piel sobre el psiquismo. Idea que aquí encuentra
un constante desarrollo.
Pero, sin salirnos del terreno de su aportación teórica, lo que más ha llamado mi atención es su apuesta permanente por el sentido. Importantes voces en el mundo de la Psicosomática, han conseguido carta de naturaleza para un punto de vista estructuralista (estructura psicosomática) que “condena” al enfermo, con síntomas que se consideran psicosomáticos, a un diagnóstico de personalidad psicosomática, elaborado con anterioridad, y con un notable grado de generalización. Y yo diría que de segregación.
Ulnik no
corre en esa carrera. Cada paciente llama su atención desde su individualidad,
desde su historia, desde los dichos familiares que han ido cayendo sobre él,
desde la funcionalidad más material de sus síntomas, etc. Le interesa siempre
el sentido de cada prurito, de cada rojez, de cada escama. Y tal vez con ello,
saltando por encima del cosificador diagnóstico aludido, trata de introducir al
paciente en una simbolización no sólo sufrida sino también vivida y manejada.
El
discurso de Ulnik está abarrotado de pacientes. Avanzamos pocos párrafos sin
que nos presente personas que son percibidas a muy corta distancia y en las que
todo le interesa: sus nombres, los apelativos con que les nombran, sus prendas
de vestir, sus representaciones en los productos publicitarios, sus
intervenciones ingenuas en cuanto a posibles remedios. Pero no se queda ahí.
Sale a buscar sus pacientes a espacios más amplios: los dibujos infantiles,
conocidos personajes del humor, de los cuentos populares, de la literatura, del
cine. Y empezamos a ver a estos conocidos personajes desde la óptica de su piel
(piel armadura, piel lugar de leves o brutales inscripciones, piel para mostrar
y para ocultar, etc) en Perrault, Balzac, Calvino, Kafka, etc.
Por
cierto, fíjense en la riqueza con que nuestro vocabulario incluye representaciones
de la piel. Este no es un mérito de Ulnik, obviamente, pero sí lo es el
recopilar tantas manifestaciones, sacar de nuestro idioma auténticos tesoros. Y
algo que podemos percibir fácilmente: mencionar constantemente la piel desde
formas tan antiguas y familiares de nuestro lenguaje tiene el efecto de
ponernos en contacto con nuestro propio cuerpo.
La
lectura de este libro involucra al cuerpo propio. Un efecto bien distinto, por
cierto, al que experimento leyendo a
autores que hablan de un cuerpo conceptual, lejano, ajeno al cuerpo del
refranero, de los dichos, de los chistes y de las canciones infantiles, entre
otros.
Es muy
curiosa esta sensación que experimento de que mi cuerpo está presente en la
lectura. No sé si es efecto de lo que el autor dice o de cómo lo dice. Y tiendo
a pensar que tiene que ver con sus modos psicoanalíticos de hablarnos. En este
caso, del cuerpo y de la piel.
No
quiero dejar de decir que sus ejemplos clínicos a veces me inquietan por el
carácter simbólico que atribuye a los síntomas y por el mismo carácter
simbólico de los remedios. Posiblemente se deba a que carezco de la enorme
experiencia clínica con que cuenta el autor y, en cualquier caso, me
tranquiliza ver que a través de esas interpretaciones e intervenciones audaces,
se incluye al síntoma y al tratamiento mismo en cadenas de sentido. Ya hicimos
mención a la repetida decisión del autor de nombrar y significar aquello que,
para casi todo el mundo, aparece mudo o incomprensible (precisamente por su
carencia de sentido, o mejor, de sentidos posibles)
El
lector va a descubrir en Ulnik algo que ya algunos conocíamos bien de sus
sucesivas venidas a Madrid y de su paso por los Masters en Teoría
Psicoanalítica y en Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Complutense:
su condición y cualidades de profesor.
A este
propósito quiero hacer unos apuntes: el movimiento, yo diría que en espiral, en
que va presentando sus ideas. Paulatinamente añade conceptos, muestra ejemplos
clínicos, recuerda conceptos anteriores, más conceptos, más ejemplos de otros
ámbitos, etc. consiguiendo introducirnos, casi sin darnos cuenta, en un mundo
(el de la piel, su naturaleza y trastornos) de notable complejidad.
Algo de
este método didáctico nos parece percibir ya desde la introducción, cuando
enumera los capítulos que serán teóricos y cuáles clínicos; y no van unos al
principio y otros al final, sino estratégicamente alternados.
Hace
años que admiro de él cómo presenta, haciéndolos sencillos y comprensibles,
determinados aspectos del Proyecto de Psicología para Neurólogos, que no
son fáciles de entender y que, por ello, han hecho de esta obra, un aspecto
criticado y rechazado de Freud para un buen número de psicoanalistas. Cada vez
que menciona el Proyecto... consigue clarificarlo y hacerlo accesible.
Remito al lector, a modo de ejemplo, a cualquiera de estas menciones a lo largo
del texto.
Otro
aspecto de su carácter docente es la utilización de metáforas eficaces desde el
punto de vista didáctico. Sólo citaré un ejemplo: la idea del duelo como un
desgarramiento del apego, a propósito de esa mano que se desprende tras un
inevitable resbalamiento, y que deja al
sujeto prendido sólo de la imagen, o, por el contrario, teniendo existencia
sólo en la medida que crea ser mirado por el otro. Lo encuentro muy sugerente
no sólo para entender procesos en que el cuerpo y la piel “se tienen que dar a
ver”, sino también para entender matices del proceso del duelo en general.
Respecto
a su talante investigador, haré dos
breves apuntes. De una parte, encontramos, como ya hemos comentado, a Jorge
Ulnik siempre atento a lo particular, a las circunstancias singulares de cada
sujeto observado, pero, a la vez, buscando siempre nexos que permitan
generalizaciones. En ese sentido, por ejemplo, avanza generando tipologías que
faciliten el conocimiento y la consecuente
intervención. Tipologías que pueblan todos y cada uno de los capítulos,
y que podrían constituir una auténtica taxonomía de las enfermedades y enfermos
de la piel.
Ese afán
investigador le ha llevado a desarrollar, en torno al tema los enfermos
somáticos vistos desde la óptica de la proxémica, un método riguroso de prueba
y evaluación. De manera que lo que desarrolla en el Capítulo 6, sobre distancia
afectiva, construcción de cierta espacialidad y la relación con los trastornos
de la piel, tiene su correlato empírico en la investigación que menciono, en la
que esperamos tener la oportunidad de colaborar desde la Complutense de Madrid.
Entiendo que una de las consecuencias más importantes de
años de trabajo de Ulnik, y motivo importante de la presente obra, es una
propuesta seria de trabajo interdisciplinario entre dermatólogos y
psicoanalistas. Creo que en nuestro medio es una propuesta novedosa y promisoria. Contamos con
psicoanalistas interesados por el heterogéneo campo de la psicosomática, pero pocas voces (en realidad, no sé si
alguna) han hablado de la conveniencia de una estrecha relación dermatólogo–
psicoanalítica. Este aspecto ha sido
una razón importante, en los últimos años, de su presencia continuada en
nuestro país, en donde es muy valorada su colaboración con diferentes equipos
de dermatología. Creo que los capítulos 11 y 12 (especialmente el caso clínico,
su análisis y sus propuestas interdisciplinarias) son una excelente muestra de este
interés interdisciplinario.
Y cómo
acabar sin hacer mención del terapeuta. Basándose en una admirable conjunción
de clínica de la mirada y clínica de la escucha, Jorge Ulnik busca siempre
enhebrar los síntomas del paciente, como ya hemos dicho, con hilos de sentido,
promoviendo un proceso que, asentado en
sólidas bases teóricas, tiene un claro e infaltable objetivo terapéutico.
Si el
lector ha tenido la paciencia de seguirme hasta aquí, comprobará a partir de
ahora que no es la amistad lo que me ha llevado a escribir este prólogo.
Y
disfrutará, como yo lo he hecho, de un buen libro, escrito desde el interés por
el secreto, las desdichas y las emociones de los hombres, en palabras de la
cita de Balzac que le sirve de pórtico.
Gerardo
Gutiérrez
Madrid, 1 de Noviembre de 2003
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